Aclaración innecesaria: Pretender mejores enseñanzas o aclaraciones sobre el tema, es IMMPOOSSIIIIBLE. Solo es explicable en los EVOLUCIONISTA, su sorprendente OBSTINACION y permanente intención de quitar a Dios del medio y negar su función creadora. No obstante nos atrevemos a recomendar su lectura. ¡En una de esas........!
http://elquijotesiglo21.blogspot.com.ar/
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Evolucionismo para no evolucionados. P. Dr. Carlos Baliña
Presentamos aquí un texto muy sencillo
que el P. Dr. Carlos Baliña nos envió con el objeto de hacer entendible
la teoría evolucionista para todos los neófitos.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
EL EVOLUCIONISMO
P. Dr. Carlos Baliña
Licenciado en Física (Univ. de Bs.As.); Dr. en filosofía (Univ de Barcelona)
El propósito del presente trabajo es
realizar un examen crítico de la teoría de la evolución desde las
ciencias particulares y la filosofía. Como veremos el juicio va a ser
negativo con respecto al evolucionismo tal cual nos lo presentan los
medios masivos de comunicación e inclusive la comunidad científica
internacional. Comenzaremos por exponer en forma breve la doctrina
evolucionista.
Sabemos que el origen esta teoría se
remonta al siglo XIX cuando en el año 1859 un naturalista inglés,
Charles Darwin, luego de un viaje alrededor del mundo en la corbeta
Beagle escribió un libro que causó realmente una conmoción
extraordinaria en el campo de las ideas: E1 origen de las especies.
Darwin pretendía en ese libro dar una explicación racional y natural al
origen de todos los seres vivientes sobre la faz de la tierra, tanto
los vegetales como los animales. Darwin postulaba un mecanismo por el
cual habrían aparecido todas las especies vivientes: lo llamó selección
natural. Él llegó a esta idea de selección natural partiendo de la
observación del modo en que procedían los criadores de ganado en su
Inglaterra natal. Observó como los criadores de ganado bovino, equino,
etc., por medio de cruzas convenientemente elegidas habían logrado una
gran variabilidad dentro de las especies. Si uno piensa por ejemplo en
los perros, por medio de cruzas convenientemente elegidas uno puede
obtener desde un chihuahua hasta un gran danés, y toda la variedad de
razas distintas que conocemos. En consecuencia Darwin postuló que la
naturaleza obra como un gran “criador”, no “creador”: a la manera de los
“gentlemen farmers” ingleses, la naturaleza también había perfeccionado
características de los individuos hasta lograr la diversidad de
especies diferentes que conocemos actualmente.
En consecuencia Darwin ideó un concepto nuevo, que trajo muchísima cola desde todo punto de vista: el de supervivencia del más apto.
La naturaleza favorecería el desarrollo de los caracteres propios de
los individuos más aptos. Todos tenemos alguna idea de este concepto
pues ha sido divulgada de todas las formas posibles por los medios de
comunicación. En la lucha por la supervivencia, por ejemplo, la gacela
más rápida va a sobrevivir frente al acecho del león; a su vez, esa
gacela más rápida transmitiría su rapidez a sus descendientes. Y lo
mismo con cualquier tipo de ser vivo: el más apto en la lucha por la
supervivencia transmitiría esa aptitud (fitness) a su descendencia. Con
el correr de millones y millones de años, o sea un tiempo
suficientemente prolongado, pequeñas divergencias irían amplificándose
hasta producir todos los seres vivos que conocemos en la actualidad. La
selección natural sería entonces el mecanismo por medio del cual
aparecerían los seres vivos.
Pero Darwin no tenía suficiente base biológica para hacer estas afirmaciones.
Sin embargo, paralelamente a sus investigaciones tiene lugar un
descubrimiento revolucionario: el de las leyes de la herencia, realizado
por un monje agustino checo, el Padre Gregorio Mendel, quien entre 1856 y 1864 descubre las leyes de la herencia,
o sea la forma en que se transmiten los caracteres específicos de los
progenitores a su descendencia. Sabemos que el descubrimiento del Padre
Mendel cayó en el olvido durante décadas, pero fue redescubierto y
afortunadamente se le dio, mucho tiempo después, el crédito por el
mismo. Él realizó sus investigaciones cruzando guisantes, o sea porotos.
Por fin, ya en pleno siglo XX, entre 1930
y 1940 surge la teoría definitiva de la evolución, llamada
neodarwinista o sintética. Neodarwinista pues es un perfeccionamiento de
la teoría original de Darwin, adjuntándole los descubrimientos de la
genética moderna. Sintética por tratarse del resultado de la síntesis de
dos ideas fundamentales: la selección natural y la genética moderna.
¿Cuáles son los dos pilares básicos de
esta teoría neodarwinista o sintética de la evolución? Uno, la selección
natural, que le debe a Darwin, y el otro es, diríamos, el motor de la
evolución, lo que da su razón de ser a todo el proceso: las llamadas
mutaciones aleatorias. Se descubrió, a raíz de las investigaciones de la
genética que dentro del ser vivo, en lo más íntimo de él, se producen
pequeños cambios o mutaciones; mutar es cambiar. Y esos cambios son
aleatorios, o sea al azar. Cambios al azar que se van dando dentro del
ser vivo, y que la selección natural, a modo de criba, iría filtrando,
seleccionando.
No estaría de más hacer un pequeño dibujo
para dar una idea más acabada acerca del modo en que se transmite la
información genética. Los seres vivos están compuestos por células;
éstas a su vez tienen una membrana, un citoplasma y un núcleo. Dentro
del núcleo hay unos corpúsculos llamados cromosomas. Estos cromosomas
están formados por una substancia llamada ácido desoxirribonucleico, o
ADN. Este ADN es una gigantesca macromolécula gigantesca (en términos
moleculares) de varios millones de peso atómico, de forma espiralada;
una doble hélice, cuyos tramos se denominan genes. Estos genes
contendrían toda la información necesaria para, a partir de una única
célula original o huevo, generar al individuo completo.
Pues bien, en la división celular, este
ADN se autoduplica: la doble cadena se separa y cada mitad produce una
réplica exacta de sí misma. Luego se produce la división del núcleo y
por fin de la célula. Ahora bien, al producirse dicha autorreplicación
del ADN pueden producirse errores de copia, por diversas causas:
substancias químicas, radiaciones, e inclusive el azar mismo. Ese error
de copia, obviamente pasa a la nueva célula, que a su vez se dividirá y
transmitirá dicho error, y así sucesivamente. Si dicho error de copia
afecta a una célula germinal, la variación se transmitirá a la
descendencia. En consecuencia, este mecanismo podría ir produciendo la
variación de las especies a lo largo del tiempo, y la selección natural
obraría a la manera de filtro o criba de todo el proceso, haciendo que
aquellas mutaciones que no sirven para nada desaparezcan: por ejemplo,
una mutación que hiciese al animal más lento, provocaría la desaparición
de dicha estirpe. A su vez, una mutación que permitiese al animal
desarrollar una habilidad que lo hiciese más apto en 1a lucha por la
supervivencia, atravesaría la criba de la selección natural y se
perpetuaría en su descendencia que estaría más capacitada para
sobrevivir.
Esta es, palabras más, palabras menos, la
teoría de la evolución tal cual se la enuncia comúnmente en los ámbitos
científicos y educacionales. La teoría no es más que lo que hemos explicado. Veamos ahora dos implicancias directas de la teoría.
En primer lugar, implica la idea de
cambios lentos y graduales, regidos sólo por el azar, o sea la
casualidad. Darwin hace así suya la antigua frase “natura non facit saltus“,
o sea, la naturaleza no da saltos. Y aquí queremos realizar una
precisión terminológica muy importante para que se entienda bien de qué
estamos hablando, pues en este tema de la evolución hay una tremenda
confusión semántica, un malentendido de base que complica todas las
cosas. Cuando decimos que vamos a criticar la teoría de la evolución, es
muy posible que en la mente del lector surja la siguiente cuestión:
¿cómo se va a criticar la evolución si ésta es un hecho? ¿Acaso no se
comprueba empíricamente que los seres vivos han ido apareciendo en
grados de complejidad creciente con el correr del tiempo? ¿Cómo vamos a
negar esto? Pues bien, eso no es la evolución. Si vamos al caso, en la
Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, se nos habla acerca del modo
en que Dios va creando todos los seres vivientes en grados de
complejidad creciente con el correr del tiempo; y si uno interpreta la
palabra hebrea yom que aparece en el relato bíblico, no como
día sino como período indeterminado de tiempo, o si interpreta con San
Agustín que los días son días de ángeles. Desde ese punto de vista, el
Génesis sería evolucionista.
Pero no estamos hablando de eso. Cuando
se habla de evolución, en realidad se está hablando de una
interpretación causal de los hechos. No se está hablando de los hechos, o
sea que los seres vivos han aparecido en forma crecientemente compleja
con el correr del tiempo; algo por otra parte perfectamente lógico, pues
antes de que haya plantas debe haber minerales, y antes de que
aparezcan los animales debe haber plantas que les sirvan de alimento: la
naturaleza va como apoyándose en los reinos inferiores antes de que
aparezcan los superiores, se “apoya” en una base firme para ir
construyendo la escala natural, los seres superiores “piden” la
existencia de los seres inferiores. Pero eso no es el “hecho” de la
evolución sino que ésta consiste en una interpretación causal de dichos
hechos, o sea la pretensión de explicar cómo se produjeron. Y lo que el
evolucionismo pretende en realidad es lo siguiente: explicar la
aparición de todos los seres vivos en grados de complejidad creciente
con el correr del tiempo por la sola acción de las fuerzas
físico-químicas, puramente materiales, “guiadas” por el azar. O sea, el
materialismo más puro y más crudo que se pueda pensar. Y esto es
precisamente lo que vamos a tratar de impugnar, mostrando que es algo
absolutamente falso.
Repitiendo lo dicho, el hecho de la
aparición sucesiva de todos los seres en grados de complejidad creciente
no es el “hecho” de la evolución, sino que ésta consiste en una
interpretación causal de dichos hechos. Y cuál es la causa de la
aparición de todos los seres vivos: la sola acción aleatoria de las
fuerzas materiales.
Otra aclaración que debemos hacer. En
general se presenta el evolucionismo diciendo que el hombre desciende
del mono. Vamos a hablar muy al pasar del tema del hombre por una razón
muy simple: la crítica que voy a realizar se referirá al evolucionismo
en bloque. Si demuestro que el evolucionismo tal cual se nos lo presenta
es falso, o sea que no es posible explicar la aparición de ningún ser
vivo por la sola acción de las fuerzas físico-químicas al azar, el caso
del hombre es simplemente un caso particular ya refutado, con el
agravante de que en su caso estaría implicado algo de otro orden, como
la aparición de la espiritualidad.
Y aún debemos hacer otra salvedad. El
evolucionismo es una teoría científica única, en el siguiente sentido.
Supuestamente, el paradigma científico, a partir de Galileo, se basa en
la constatación de hechos, en su repetición en condiciones de
observabilidad óptimas, en la medición de propiedades de los mismos de
tal modo de poder expresar leyes referidas al comportamiento de lo que
se está estudiando. Pero es básico en el paradigma científico moderno, el hecho de poder repetir en el laboratorio aquel suceso que se está estudiando. Pues bien, en la teoría evolucionista esto es imposible,
pues se trata de que estudiar un fenómeno que ya ha ocurrido. Nunca
nadie vio evolucionar una especie. El fenómeno, si ocurrió, fue hace
millones de años; no se lo puede constatar, medir aquí y ahora. O sea
que, esto establece una enorme diferencia con respecto a cualquier otra teoría científica.
Por ejemplo, podemos constatar la teoría de la gravitación arrojando
objetos y midiendo el tiempo que tardan en caer, por ejemplo. Es
esencial a la ciencia moderna la así llamada repetitividad. En la teoría
de la evolución esto es imposible; lo más que se puede hacer es, a posteriori,
analizar los rastros que los seres vivos dejaron en las capas
geológicas, realizar estudios genéticos con las especies actuales, pero
no constatar el hecho mismo del surgimiento de las especies. El modo en
que se produjo la aparición gradual de los seres vivos, no lo tenemos
delante de los ojos. Es decir que la teoría de la evolución darwiniana consiste básicamente en inferencias totalmente indirectas, sobre hechos imposibles de constatar directamente.
Alguien podría objetar que algo similar
ocurre con el modelo del Big Bang. Sí y no. Es cierto que este modelo se
asemeja a la teoría de la evolución en que también versa sobre un
origen, en este caso el del universo mismo. Y por consiguiente reposa en
una cantidad de pruebas indirectas dado que ningún ser humano estuvo
presente en el momento inicial. Y en consecuencia es altamente
especulativo, sin que puedan aseverarse a ciencia cierta más que ciertas
pautas muy generales, aunque fundamentales. Pero una diferencia
importante es que varios de los procesos físicos fundamentales del
modelo del big Bang pueden verificarse aquí y ahora, tanto a nivel de la
mecánica cuántica como a nivel de la astronomía extragaláctica a gran
escala, dado el efecto tipo “túnel del tiempo” que la velocidad finita
de la luz opera en las observaciones a grandes distancias. Y sobre todo,
que conciernen a la materia inanimada, lo que marca una diferencia,
esta sí esencial, con una teoría que versa nada menos que con el origen
de la vida y las especies de seres vivientes.
Alguien podría todavía objetar que las
mutaciones las podemos experimentar en los laboratorios. Sí, pero resta
demostrar que las mutaciones producen los cambios
evolutivos… y eso es lo que hay que demostrar, no postular, bajo pena de
caer en una falacia de “petitio principii”. Más abajo estudiaremos en
detalle esta supuesta relación entre las mutaciones y los cambios
específicos. De todos modos debe concederse que ambos modelos son
altamente especulativos, mucho más de lo que se comunica al gran
público.
Vamos a proceder a realizar una crítica multidisciplinaria de la teoría de la evolución, tal como la hemos expuesto.
Paleontología:
En primer lugar, analizaremos la teoría
desde el punto de vista de la paleontología, es decir la ciencia que
estudia los fósiles, o sea los restos que los seres vivos han dejado en
las diferentes capas geológicas de la superficie de la tierra para luego
datarlos, es decir ubicarlos cronológicamente. Es evidente, que la
paleontología tiene mucho que decir y aportar a la teoría de la
evolución, puesto que se trataría de algo así como la radiografía del
proceso de la evolución. Darwin mismo, en su época, reconocía que la
ciencia paleontológica no apoyaba su teoría. Pero él esperaba un apoyo
futuro: como esta ciencia estaba en sus orígenes, con el tiempo debía
progresar y aportar las pruebas definitivas a la teoría darwiniana. En
consecuencia, Darwin ideó un concepto que luego se hizo famoso, el de eslabón perdido.
Vamos a apoyar la exposición con un dibujo. En una de las páginas de su obra La evolución de las especies, Darwin presenta un dibujo muy parecido a éste.
Esto sería algo así como el árbol
genealógico de todos los seres vivientes; en el eje vertical tenemos la
flecha del tiempo, creciente hacia abajo. El gráfico representa entonces
cómo a partir de un antecesor común habrían ido apareciendo, en forma
ramificada, las diversas especies por selección natural, hasta dar lugar
a todos los seres vivos. Darwin pretendía que la paleontología apoyase
esta plasmación por medios gráficos de su teoría.
Nos preguntamos ahora qué es lo que
encuentra la paleontología aquí y ahora, teniendo en cuenta su notable
avance desde el tiempo de Darwin hasta nuestros días. El gráfico que
resulta es el siguiente:
En vez de un árbol, ramas independientes
unas de otras. La línea punteada indica un hecho de la mayor importancia
sucedido hace quinientos treinta millones de años, al comienzo de la
llamada era cámbrica. De quinientos treinta millones de años para atrás
en el tiempo sólo se encuentra en los registros paleontológicos seres
unicelulares, algas, esponjas, o sea seres muy primitivos; mientras que
del cámbrico para acá aparecen de repente todos los grandes tipos o phyla
de seres vivientes: artrópodos, celenterados, espóngidos, cordados,
etc. O sea que, en una exigua ventana de cinco millones de años de
diferencia para atrás o para adelante en el tiempo[1], aparecen todos los tipos de seres vivientes que conocemos en la actualidad, diferenciados y desarrollados, sin conexiones
de unos con otros por medio de supuestos eslabones perdidos. Y lo mismo
ocurre en la era secundaria, en la era terciaria, o sea apariciones explosivas de los seres vivos. No aparecen los así llamados anillos de conjunción o eslabones perdidos entre especie y especie. El gradualismo que la teoría de la evolución pide no se encuentra en los registros fósiles.
Esto es tan así que un biólogo, Stephen
Gould, salió por así decir, al rescate de la teoría, postulando el
llamado “equilibrio puntuado”. Él dice que hay momentos de detención o
de desaceleración de la evolución y momentos de gran impulso o de gran
aceleración en los cuales de repente aparece la gran diversidad.
Obviamente que esto es un intento de explicar el segundo gráfico, o sea
lo que se encuentra en la realidad. Ahora bien, si acabamos de decir que
por su misma naturaleza la evolución es lenta, gradual y por
acumulación de pequeños cambios a lo largo de eras y eras, ¿cómo se
condice esto con el equilibrio puntuado? La respuesta es obvia: no hay
compatibilización posible. Inclusive, algunos han hablado de evolución
en explosión, lo que es una contradicción en los términos: sería algo
así como hablar de un círculo cuadrado, o un móvil inmóvil, pues la
evolución, repetimos, implica de por sí cambios lentos y graduales. El
fuerte de la teoría, aquello que sobre todo cautiva la inteligencia, es
la confianza en que la acumulación a lo largo de inmensos períodos de
tiempo de pequeños cambios producirá finalmente las grandes diferencias
que notamos entre las especies de seres vivientes. Pues bien, en la
realidad se observa el fenómeno opuesto: la carencia universal de
transiciones graduales entre los fósiles.
Pongamos un ejemplo concreto; es un lugar
común en los libros de biología el presentar la transición gradual de
los ancestros del caballo: eohippus, mesohippus, archaeohippus hipparion, etc., hasta llegar al equus,
o sea el caballo actual. En realidad, éste es un árbol genealógico que
se hizo a fines del siglo XIX, armado por así decir para confirmar la
hipótesis evolucionista; las versiones modernas de dicho árbol no tienen
nada que ver con esa continuidad lógica de dicho árbol: en vez de poder
ubicar los fósiles a la manera de un árbol, lo que se encuentra es algo
así, es decir la expresión de la imposibilidad de conectar unas
especies con otras.
Hay otra objeción más sutil. Si la
hipótesis darwiniana fuese verdadera, el orden secuencial de aparición
de los seres vivos sería el siguiente: primero los individuos, luego las
especies, los géneros, los órdenes, las clases, y por fin los tipos, o
sea la clasificación en orden ascendente. A partir de un individuo y sus
variaciones sucesivas, al final del proceso aparecerían los phyla, los grandes troncos, las grandes diferencias organizativas. Nuevamente, lo que se encuentra es exactamente lo contrario: los phyla
aparecen desde el comienzo y las especies al final; hay variaciones
bruscas, explosivas de seres completamente distintos, imposible de
conectar causalmente. Inclusive, no aparecen nuevos tipos después de la
era cámbrica. Este hecho que recibe el nombre técnico de sucesión de los
taxa en sentido involutivo, es una objeción realmente fuerte y contundente.
Genética:
Echemos un vistazo a la genética. Supuestamente esta disciplina sería la rama de la biología que permitiría comprobar in situ
esta cuestión de las mutaciones aleatorias. De inmediato se presentan
fuertes objeciones. Por ejemplo: ¿cuál es el animal más utilizado por
los genetistas en sus experimentos? La mosca drosophyla o mosca
de la fruta, verdadero caballito de batalla de la genética
contemporánea, por su facilidad para mutar y el tiempo relativamente
breve de sus generaciones- unos 15 días. Así se han logrado mutantes de
todo tipo de esta especie: moscas con alas, sin alas, sin patas, con
ojos, sin ojos, etc. Pues bien, resulta que se conservan en bloques de
ámbar moscas de la fruta de hace decenas de millones de años, con la
particularidad de ser idénticas a las moscas que
conocemos hoy en día. La pregunta que surge inmediatamente es: ¿cómo
puede ser que un animal que muta con tanta facilidad pueda permanecer
idéntico a sí mismo durante millones de años? Esto es lo que se conoce
como pancronismo, o fósiles vivientes. Es famoso el caso del celacanto.
Éste era un pez primitivo del cual se conservaban sólo restos fósiles de
hace unos ciento cincuenta millones de años. Cuál habrá sido la
sorpresa de los naturalistas cuando en 1938 se pescó un celacanto vivo
frente a las costas de Madagascar, idéntico a los restos fósiles que se
conservaban. ¿Cómo puede ser esto posible si las mutaciones aleatorias
se acumulan en forma necesaria a lo largo del tiempo?
No hay explicación desde la teoría evolucionista, porque debemos
remarcar que las mutaciones se producen necesariamente, son como un dato
esencial de la realidad de los seres vivientes.
Veamos ahora otra objeción. Es necesario
señalar el siguiente sugestivo hecho: nunca nadie vio mutar una especie.
Por ejemplo, la mosca de la fruta ha sido alterada de todas las maneras
posibles y sin embargo nunca dejó de ser una mosca de la fruta, nunca
cambió la especie. Por supuesto que hay variabilidad dentro de las
especies, las cuales no deben ser concebidas como una línea a la manera
de los gráficos que hemos hecho, sino más bien como una banda: así, la
especie perro incluye variaciones individuales que van desde un
chihuahua hasta un gran danés. Existe lo que podríamos llamar microevolución,
o sea el despliegue a lo largo del tiempo de la riqueza contenida
potencialmente en la especie. Pero las especies entre sí no se mezclan
ni se dan saltos de una a otra. Existen los híbridos, o sea la cruza de
individuos de especies morfológicamente cercanas. Si se cruza un caballo
con un burro se obtiene la mula; mas ¿cuál es la cría de la mula? La
mula no tiene cría pues es sabido desde la antigüedad que los híbridos
son estériles. Inclusive al cruzar individuos dentro de la misma
especie, llega un momento en que se tocan los límites de la
variabilidad: si cruzo perros, podré obtener uno tan pequeño como un
chihuahua, pero no más allá; no puedo obtener un perro del tamaño de una
ardilla, así como no puedo obtenerlo del tamaño de un elefante.
Rápidamente luego de un cierto número de cruzas se llega a los límites
específicos, infranqueables.
Además, desde hace unos quince años a
esta parte, ha ido ganando posiciones en la genética la así llamada
teoría neutralista, que afirma que las mutaciones no son selectivas, o
sea que no producen cambios apreciables en las especies, sino que son o
neutras o directamente perjudiciales y letales para el individuo y la
especie.
Pasemos ahora a analizar una cuestión que
mencionamos anteriormente, al exponer los fundamentos de la teoría
evolucionista, y de la cual depende toda la doctrina. Dijimos que los
genes contendrían toda la información necesaria para, a
partir de una única célula embrionaria original o huevo, generar al
individuo completo; pues bien, eso no es verdad. Lo que
se sabe positivamente es que a cada gen le corresponde una proteína:
cada gen contiene la información necesaria para que la maquinaria
celular sintetice las proteínas constitutivas de las células a partir de
moléculas orgánicas más simples. Y nada más. Dónde se encuentra el
plan, la información para que las proteínas constituyan células, las
células formen tejidos, los tejidos formen órganos, los órganos formen
aparatos y sistemas, todo interconectado tanto desde el punto de vista
estático como dinámico, todo esto remarcamos, es un misterio, y la
biología actual carece de respuesta. Lo que sí se sabe es que dicha
información no se encuentra en las pocas decenas de miles de genes que
constituyen el ADN de los seres vivos. Para que se tenga una idea, en el
año 2001 se logró descifrar el genoma humano completo y se comprobó que
el hombre tiene en su ADN 30.000 genes. ¿Cuántos genes de diferencia
tiente el hombre con el ratón? Sólo 300, o sea el 1% del total. Es decir
que a escala genética, el hombre sólo se diferencia en un 1% del ratón.
Esto quiere decir que lo significativo en un ser vivo no se encuentra formalmente
en el aspecto genético. En una comparación simplificada, el ADN sólo me
da la información para producir los ladrillos del edificio; otra cosa
muy diferente es saber dónde se encuentran los planos de la
construcción.
Y la cuestión es todavía más compleja: se
sabe actualmente que lo fundamental para que las proteínas cumplan su
función específica no es tanto su composición química cuanto su forma
tridimensional, y esta forma no viene dada por la información a nivel
del ADN, la cual sólo codifica la secuencia de aminoácidos de la que se
compone la proteína, sino que se debe a la torsión que sobre ella ejerce
la misma maquinaria celular: o sea que es la célula misma la que
conforma a la proteína. Y esta información no está en el ADN.
Además, un tema fundamental de estudio en
estos momentos en biología molecular es el de la expresión de los
genes, o sea el modo en que se van activando los mismos para producir
proteínas. Como es de suponer, según la lógica de lo que vamos diciendo,
es la misma célula la que va realizando esto, por mecanismos muy poco
conocidos en la actualidad. De más está decir –o no–que la regla es no
comunicar al gran público el desconocimiento imperante en todas estas
cuestiones fundamentales: como dice el premio Nobel de física Richard
Loughlin, las investigaciones en genética están más enderezadas a
obtener resultados técnicos y aplicaciones comerciales que a conocer el
profundidad la naturaleza de la vida.
Objeciones de índole filosófica.
El encuadre adecuado a todas estas
cuestiones e interrogantes se encuentra planteando la cuestión desde el
punto de vista filosófico: no es la causa material la que dará cuenta
esencialmente del fenómeno vital sino la causa formal,
el principio vivificante del ser vivo, o sea, el alma, la así llamada
forma substancial. El todo es más que la mera suma de las partes: un ser
viviente en toda su complejidad no admite ser explicado en forma
puramente analítica a partir de componentes microscópicos a escala
molecular, que no pueden dar cuenta del todo y de la complejísima
interacción entre las numerosísimas partes del viviente. Y aquí podemos
hacer una crítica a la biología moderna que se ha ocupado demasiado del
aspecto puramente microscópico y analítico de los seres vivientes,
perdiendo de vista el conjunto, la totalidad, cayendo en un peligroso
reduccionismo materialista. La vida es más una cuestión de forma, de
conjunto, de completitud, que de pequeñas partes, que en definitiva
tienen razón de ser y cooperan con un designio superior a todas ellas.
Si todo esto es así mal se podrá cambiar
las especies por medio de cambios genéticos: si la genética del
desarrollo de un ser vivo, con el cual es posible experimentar aquí y
ahora es desconocida, cómo se va a conocer el mecanismo de la aparición
de las especies, fenómeno que como dijimos ocurrió en el pasado, y con
el cual no se puede experimentar.
Pasamos ahora a otras objeciones de
índole filosófica, que podríamos llamar objeciones de sentido común,
asequibles a cualquier persona.
Lo primero que debemos advertir es que en
el razonamiento original de Darwin hay un paralogismo que casi nunca es
percibido: el naturalista inglés dice que así como proceden los
criadores al seleccionar individuos para producir y mejorar las diversas
razas de animales domésticos, del mismo modo procede la naturaleza. En
buena lógica deberíamos concluir entonces que así como la selección
producida por el hombre es racional, o sea se produce de acuerdo con un designio y diseño previo del criador, del mismo modo, racional, debe proceder la naturaleza. O sea que no puedo fundar en esta comparación una aparición aleatoria de los seres vivientes.
Pasemos a otra objeción: nos preguntamos
¿qué es un ala cuando todavía no es un ala? O en otros términos: según
la teoría evolucionista las aves habrían aparecido por modificación de
los reptiles, que a lo largo de grandes períodos de tiempo habrían
sufrido cambios graduales en su conformación, transformándose sus
miembros anteriores o patas en alas. Ahora bien, ¿para qué le sirven los
miembros anteriores a dichos eslabones hipotéticos cuando ya no son
patas que les permitan correr, y todavía no son alas que les permitirían
volar? Y pensemos que estos eslabones intermedios serían los más
numerosos de la cadena. ¿Cómo sobrevivirían? ¿Para que sirve un órgano o
miembro cuando está en plena transformación y todavía no cumple
acabadamente su función propia? Evidentemente esos seres intermedios no
tendrían todavía ventajas competitivas en la lucha por la supervivencia y
perecerían sin poder transmitir a la descendencia su supuesta ventaja
evolutiva. Las transiciones hipotéticas no son viables, sólo lo son los
órganos y sistemas concluidos y perfectos en su función propia.
Miremos más de cerca el ejemplo que hemos
puesto. Dijimos que las aves habrían aparecido por transformación
gradual de los reptiles. Esto dicho así parece muy simple pero no lo es
en absoluto. Y si no pensemos en la cantidad de cambios coordinados
que se deben realizar para transformar un reptil en un ave. Hay que
ahuecar los huesos para que el cuerpo sea más liviano, hay que
fortalecer el esternón donde se insertarán los poderosos músculos
pectorales que posibilitarán el vuelo, hay que cambiar el aparato
circulatorio del animal para elevar su temperatura por el despliegue de
energía que requiere el vuelo, hay que hacer surgir plumas a partir de
escamas. Y todos estos cambios coordinados en un mismo sentido, en el
lapso de pocos millones de años y, remarcamos, siguiendo una finalidad
oculta que es la posibilidad de que dicho animal vuele. En otras
palabras, el evolucionismo pide la aceptación ciega de una acumulación
de milagros, en número casi indefinido. Y aquí podríamos empezar a
acumular ejemplo tras ejemplo de órganos y comportamientos de los
animales que son absolutamente inexplicables en términos de acumulación
de pequeños cambios al azar.
Veamos, por ejemplo, el caso del
escarabajo bombardero. Este pequeño escarabajo, verdadero pionero de la
utilización de armamento químico, tiene un modo muy particular de
defenderse de sus depredadores. Cuando uno de estos se acerca, el
bombardero se defiende rociándole en forma explosiva un chorro de
líquido a más de 100°. Veamos en detalle el mecanismo del “lanzallamas”
del escarabajo bombardero. En 1961, el químico alemán Schildknecht
encontró que el escarabajo bombardero tiene dos glándulas que producen
una mezcla liquida, dos cámaras de almacenamiento conectadas, dos
cámaras de combustión y dos tubos externos que pueden ser dirigidos como
armas flexibles en la cola del insecto. Al analizar el líquido
almacenado se encontró que contenía diez por ciento de hidroquinona y
veintitrés por ciento de peróxido de hidrógeno, o sea agua oxigenada.
Ahora bien, ésta es una mezcla reactiva explosiva: estas dos substancias
al mezclarse producen una inflamación explosiva. Pero el escarabajo
bombardero agrega un inhibidor que impide la explosión. Y entonces,
cuando se le aproxima un enemigo, inyecta esta solución en los tubos
gemelos de combustión y le agrega ‑sólo en el momento preciso‑ un
antiinhibidor, lo que produce la explosión en la cara de su enemigo.
Pensemos ahora cómo se pudo haber construido este complejo sistema.
Tiene que aparecer por mutaciones aleatorias una glándula que produzca
agua oxigenada, otro que produzca la hidroquinona, otra que produzca el
inhibidor, y otra que produzca el antiinhibidor. ¿Alcanza esto? No,
también debe formarse la cámara de combustión, para que la mezcla se
produzca. Y todo esto debe producirse en forma simultánea pues si por
ejemplo, produjese el peróxido de hidrógeno y la hidroquinona y los
mezclase en la cámara sin el inhibidor, el escarabajo reventaría. Y si
tuviese el inhibidor pero no apareciese el antiinhibidor, no habría
explosión posible. O sea que el mecanismo tiene sentido como un todo,
sin que pueda faltar ninguna parte, y todas deben estar presentes desde
el comienzo. Pues bien, el evolucionismo nos dice que todo este
complejísimo mecanismo se produjo por puro azar.
Pongamos otro ejemplo. ¿Cómo produce la
luciérnaga la luz fría con que engalana nuestros jardines en las noches
de verano? Posee en su abdomen una glándula que produce una sustancia
llamada luciferina y otra que produce una sustancia llamada luciferasa.
Cuando estas dos sustancias se mezclan producen luz fría. Pero esto no
basta pues hace falta concentrar y enfocar la luz producida. Entonces la
luciérnaga posee miles de células espejadas en su abdomen que forman un
espejo cóncavo como los de los faros de los autos. Imaginemos cómo se
pudo haber producido esto por mutaciones aleatorias: una serie de
mutaciones para producir la luciferina, otras para producir la
luciferasa, otros miles para producir el abdomen espejado.
Podríamos poner miles y miles de
ejemplos, tomados de los reinos animal y vegetal, de órganos y sistemas
de extrema complejidad, en los cuales aparece claramente una finalidad y un designio
preestablecido. Pero para finalizar con algo realmente inexplicable,
echemos un vistazo a la danza de las abejas. Se trata de un fenómeno
conocido desde la antigüedad desde Aristóteles, pero develado
recientemente por el etólogo Karl von Frisch, quien recibió por sus
investigaciones el premio Nobel. Veamos en qué consiste. Cuando la abeja
obrera vuelve al panal luego de haber ido a buscar alimento realiza
delante del resto de las abejas de la colmena una extraña danza: con las
evoluciones de su cuerpo representa una especie de ocho aplanado. Lo
que von Frisch descubrió es que con dichos movimientos la obrera indica
al resto del panal la distancia a la que están las flores, el ángulo que
forman el sol, la colmena y las flores, y por el polen que transporta,
el tipo de flores que encontró, nada más y nada menos. Desafiamos a
cualquiera a intentar explicar por acumulación de pequeños cambios al
azar semejante comportamiento. No debemos olvidar que este lenguaje,
porque de eso se trata, es totalmente innato: viene con la abeja al
nacer, no es resultado de una transmisión de conocimientos. Si una
primera abeja adquirió por azar semejante habilidad, ¿cómo la
entendieron las demás? : no perdamos de vista que se trata de un
comportamiento colectivo, social. Y otra pregunta más: ¿qué relación
tiene lo material, genético con algo tan inmaterial como un
comportamiento? Todas preguntas sin respuesta para la visión
evolucionista.
Sin pretender multiplicar al infinito los
ejemplos, la pregunta fundamental que nos hacemos es la siguiente: ¿es
posible que la extraordinaria complejidad de los seres vivos, sus
mecanismo vitales, órganos de extrema precisión y comportamientos sea
sólo atribuible al azar? En definitiva, la teoría evolucionista nos pide
aceptar una acumulación extraordinaria de milagros, pues el azar es, en
definitiva, su único intento de explicación: el orden a partir del
caos, o sea algo metafísicamente absurdo y contradictorio.
Problemas epistemológicos
Añadamos algo de suma importancia desde
el punto de vista epistemológico: es bastante notable que a más de
ciento cincuenta años de haber sido enunciada, la teoría evolucionista, a
pesar de las apariencias, no ha obtenido aceptación universal, como por
ejemplo la mecánica newtoniana, o la teoría electromagnética de
Maxwell, o la mecánica cuántica o la teoría de la relatividad. Y esto, a
pesar de la enorme presión de la comunidad científica por imponerla a
toda costa, presión que lleva a ejercer una verdadera censura
sobre toda crítica o propuesta de un paradigma alternativo, como está
ocurriendo en estos momentos con la teoría del Diseño Inteligente,
brutalmente censurado por publicaciones e instituciones científicas. Lo
cual confirma una vez más la aseveración del famoso epistemólogo Thomas
Kuhn acerca de la enorme reticencia de los detentadores de un paradigma
científico a aceptar críticas al mismo y mucho menos a tolerar la
aparición de un nuevo paradigma.
Añadamos como nota de color mas no por
ello menos significativa, la noticia aparecida en el diario ABC de
Madrid el 23 de junio de 2006. Allí se consigna que “más de 60 Academias
de Ciencias se unen para defender la teoría de la evolución”,
denunciando que se “encubren” las evidencias sobre el origen de la vida.
Sin entrar en el enorme tema de la absoluta ignorancia por parte de la
ciencia en su estado actual acerca de la cuestión del origen primigenio
de la vida, lo cual ameritaría un trabajo de similar extensión a éste o
mayor, inclusive, simplemente hacemos notar que este petitorio es una
confesión de la debilidad de las supuestas evidencias de la teoría
evolucionista: un petitorio es un acto político, no
científico. ¿Desde cuándo las teorías se confirman por mayoría de
firmas? Si los científicos evolucionistas afirman la veracidad de su
teoría, que lo prueben científicamente en el laboratorio o en la naturaleza, no pidiendo firmas…
P. Dr. Carlos Baliña
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[1]
Para tener una idea de lo exiguo de esta ventana, tengamos en cuenta
que comparado con los tres mil millones de años de la historia de la
vida en la tierra, el período de la explosión representa lo que un
minuto en las 24 horas de un día.