A LOS AMIGOS DE LA CRUZ
24
jul
San Luis María Grignión de Montfort
Estáis unidos vigorosamente, Amigos de la
Cruz, como otros tantos soldados del Crucificado, para combatir el
mundo. No huís de él, como los religiosos y religiosas, por miedo a ser
vencidos, sino que avanzáis como intrépidos y valerosos guerreros en el
campo de batalla, sin retroceder un solo paso ni huir cobardemente.
¡Animo! ¡Luchad con valentía! Uníos fuertemente; la unión de los
espíritus y de los corazones es mucho más fuerte y terrible al mundo y
al infierno de lo que lo serían los ejércitos de un reino bien unido
para los enemigos del Estado. Los demonios se unen para perderos: uníos
para derribarlos.
Los avaros se unen para negociar y acaparar oro y
plata: unid vuestros esfuerzos para conquistar los tesoros de la
eternidad contenidos en la cruz. Los libertinos se unen para divertirse:
uníos para sufrir.
Os llamáis Amigos de la Cruz. ¡Qué nombre
tan glorioso! Os confieso que me encanta y deslumbra. Es más brillante
que el sol, más alto que los cielos, más glorioso y magnífico que los
mayores títulos de reyes y emperadores. Es el nombre excelso de
Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Es el nombre sin equivoco de un
cristiano.
Pero si su brillo me encanta, no es menos
cierto que e espanta. ¡Cuántas obligaciones ineludibles y difíciles
encierra este nombre! El Espíritu Santo las expresa con estas palabras: Linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido por Dios (1 Pe. 2,9).
Un Amigo de la Cruz es un hombre escogido
por Dios, entre diez mil personas que viven según los sentidos y la
sola razón, para ser un hombre totalmente divino, que supere la razón y
se oponga a los sentidos con una vida y una luz de pura fe y un amor
vehemente a la cruz.
Un Amigo de la Cruz es un rey
todopoderoso, un héroe que triunfa del demonio, del mundo y de la carne
en sus tres concupiscencias. Al amar las humillaciones, arrolla el
orgullo de Satanás. Al amar la pobreza, triunfa de la avaricia del
mundo. Al amar el dolor, mortifica, la sensualidad de la carne.
Un Amigo de la Cruz es un hombre santo y
apartado de todo lo visible. Su corazón se eleva por encima de todo lo
caduco y perecedero. Su conversación está en los cielos. Pasa por esta
tierra como extranjero y peregrino, sin apegarse a ella; la mira de
reojo, con indiferencia, y la huella con desprecio.
Un Amigo de la Cruz es una conquista
señalada de Jesucristo, crucificado en el Calvario en unión con su
santísima Madre. Es un «Benoni» o Benjamín, nacido de su costado
traspasado y teñido con su sangre. A causa de su origen sangriento, no
respira sino cruz, sangre y muerte al mundo, a la carne y al pecado, a
fin de vivir en la tierra oculto en Dios con Jesucristo.
Por fin, un Amigo de la Cruz es un verdadero porta-Cristo, o mejor, es otro Cristo, que puede decir con toda verdad: Ya no vivo yo, vive en mi Cristo (Gal. 2,20).
Queridos Amigos de la Cruz, ¿obráis en
conformidad con lo que significa vuestro grandioso nombre? ¿Tenéis, por
lo menos, verdadero deseo y voluntad sincera de obrar así, con la gracia
de Dios, a la sombra de la cruz del Calvario y de Nuestra Señora de los
Dolores? ¿Utilizáis los medios necesarios para conseguirlo? ¿Habéis
entrado en el verdadero camino de la vida, que es el sendero estrecho y
espinoso del Calvario? ¿No camináis, sin daros cuenta, por el sendero
ancho del mundo, que conduce a la perdición? ¿Sabéis que existe un
camino que al hombre le parece recto y seguro, pero lleva a la muerte?
¿Sabéis distinguir con certeza entre la
voz de Dios y su gracia y la del mundo y de la naturaleza? ¿Percibís con
claridad la voz de Dios, nuestro Padre bondadoso, quien -después de
maldecir por tres veces a todos los que siguen las concupiscencias del
mundo: ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra! (Ap. 8,13)- os grita con amor, tendiéndonos los brazos: Apartaos, pueblo mío
escogido, queridos amigos de la cruz de mi Hijo; apartaos de los
mundanos, a quienes maldice mi Majestad, excomulga mi Hijo y condena mi
Espíritu Santo? ¡Cuidado con sentaros en su cátedra pestilente! ¡No
acudáis a sus reuniones! ¡No os detengáis en sus caminos! ¡Huid de la
populosa e infame Babilonia! ¡Escuchad tan sólo la voz de mi Hijo
predilecto y seguid sus huellas! Yo os lo di para que sea camino,
verdad, vida y modelo vuestro: Escuchadle.
¿Escucháis la voz del amable Jesús? El, cargado con la cruz, os grita: Veníos conmigo. El que me sigue no andará en tinieblas. ¡Animo, que yo he vencido al mundo! (Jn 8,12; 16,33).
( Continuará…