SEDE USURPADA
Estamos viviendo la época en que la Sede de Pedro ha sido usurpada.
Tiempo profetizado en los antiguos y modernos profetas.
Tiempo oscuro para la Iglesia. Tiempo de decadencia, no sólo en la vida espiritual, sino también en la vida eclesial. Tiempo
para marcar un límite, una sucesión de hombres que tienen la misión
demoniaca de levantar una iglesia que combata la Iglesia en Pedro. Desde hace cincuenta años, el gobierno vertical de la Iglesia ha sido prisionero de la mentalidad de los hombres. Sólo
el Romano Pontífice tiene todo el Poder en la Iglesia y, por lo tanto,
todos los Pastores y, cada uno de ellos, se hallan sometidos al Romano
Pontífice. Es decir, ningún Obispo está llamado por Dios para gobernar
la Iglesia, y ninguno de ellos está dotado de igual potestad que el
Romano Pontífice.
Sólo
ha sido llamado por Dios para gobernar la Iglesia el Papa legítimo. Y
los demás Obispos reciben del Papa el Poder Divino para gobernar, si se
someten a Él, si le obedecen. Esto es lo que se llama el gobierno vertical en la Iglesia, que supone una jerarquía, no sólo de hombres, sino de ideas.
Sólo
con la verdad absoluta se gobierna la Iglesia. Y toda idea que se
someta a la Verdad Absoluta, vale en la Iglesia. Está en una jerarquía.
Pero aquella idea que no venga de la Verdad Absoluta, hay que
despreciarla en la Iglesia, si no se quiere caer en la herejía y en la
excomunión.
Desde hace cincuenta años, se ve en el gobierno de la Iglesia una horizontalidad,
añadida por los hombres: los Obispos quieren decidir el destino de la
Iglesia, cada uno en sus diócesis. Por eso, ha sido tan difícil para los
Papas gobernar, con la Voluntad de Dios, verticalmente la Iglesia. Los
Obispos se han negado a lo que el Romano Pontífice expresaba. Y ellos
han sabido hacer muy bien este juego, para no ser pillados en
desobediencia y en rebeldía al Papa reinante.
Ellos
han sabido cargar con todas las culpas al Papa. Ellos han quedado como
buenos, como santos, como justos, como los que no han roto un plato.
Y
son muchos los Obispos que han guardado las formas exteriores con el
Papa reinante, para después seguir en su vida personal en la Iglesia,
haciendo lo que ellos querían en el gobierno de la Iglesia. Obrando, de
hecho, una horizontalidad que combate la verticalidad del Papado.
El gobierno horizontal
en la Iglesia es una herejía, porque Cristo no quiso que Su Iglesia
fuera administrada a modo de democracia, de república, de socialismo, de
comunismo… Cristo nunca quiso un gobierno de hombres, de muchas
cabezas. Siempre quiso el gobierno de un solo hombre, de una sola
cabeza.
El
ministerio petrino no tiene nada que ver con los gobiernos humanos: es
esencialmente distinto a cualquier presidencia, a cualquier monarquía de
tipo político, que existan en las sociedades humanas.
El
Romano Pontífice no tiene un poder para aconsejar y advertir a los
demás sobre cómo dirigir la Iglesia, cómo encaminarla en este mundo. No
es un hombre más que se reúne con otros hombres y da su opinión en el
gobierno de la Iglesia.
El
Papa tiene el poder de mandar, de defender y de juzgar, no sólo en la
Iglesia, sino en el mundo entero. Su Poder de Jurisdicción lo abarca
todo, incluso los gobiernos del mundo. Porque es imposible que una
sociedad humana, verdadera y perfecta, no esté gobernada por un poder
supremo espiritual. Allí donde está la verdad entre los hombres, está
Dios con los hombres. Pero toda sociedad humana que se ordene a la
mentira, allí reside un poder supremo para aplicar una Justicia de Dios.
Por eso, es el Papa el que juzga a todos los pueblos de la tierra.
Lo
que dice el Papa eso es la Voluntad de Dios en la Iglesia y en el
mundo, eso es lo que hay que obrar en la Iglesia y en el mundo.
Esta
verdad es la que desconocen muchos fieles en la Iglesia. Y, por eso, no
saben explicar todo lo que ha pasado en la Iglesia durante más de
cincuenta años.
Ha
habido un Papa legítimo, con el Primado de Jurisdicción, pero trabado
en su gobierno vertical por el Episcopado, que ha querido imponer los
distintos Sínodos para manifestar ideas que no pertenecen al magisterio
auténtico e infalible de la Iglesia.
Desde
hace cincuenta años se ha querido imponer un magisterio espiritual como
si fuera dogmático. Y, por eso, hay tanta confusión en torno al
Concilio Vaticano II. Las reformas litúrgicas no tienen nada que ver con
el Concilio Vaticano II, sino sólo con la rebeldía del Episcopado, que
dogmatiza un magisterio que sólo es espiritual. Y que lo impone en su
diócesis como algo que hay que seguir.
Toda
la cuestión de la comunión en la mano, de las revelaciones privadas, de
los cambios en la liturgia de la misa, etc… son sólo imposiciones del
Episcopado en la Iglesia, que no hay que seguir en ninguna diócesis,
porque ningún Obispo que no se someta al Romano Pontífice, puede
gobernar con el Poder Divino su diócesis. No es posible la obediencia,
ni de los fieles, ni de la Jerarquía, a Obispos que no obedecen la
verdad en el Romano Pontífice. Y hay muchísimos de estos Obispos, que
han guardado las formas exteriores con el Papa de turno, pero que sólo
imponen su mente humana en el gobierno de su diócesis.
Hay
muchos Obispos que gobiernan la Iglesia con un poder humano al
desobedecer a los Papas, es decir, al no seguir el magisterio auténtico e
infalible de la Iglesia en Ellos. Sólo siguen lo que viene de Roma, del
Vaticano. Sólo siguen lo que ven hacer en otras diócesis a otros
Obispos. Pero ninguno de ellos cree en el magisterio auténtico e
infalible de la Iglesia. Ninguno de ellos lo sigue y lo enseña a su
rebaño. Ninguno de ellos cree en el Papado.
Y
los laicos no saben oponerse a estos Obispos, no saben discernir a
ninguna Jerarquía en la Iglesia, no saben ser Iglesia, pertenecer a la
Iglesia, construir la Iglesia.
La
Sede de Pedro está usurpada. Esto quiere decir, que la Iglesia está
gobernada sólo por hombres, con un poder humano, con un gobierno
horizontal, con la ley de la gradualidad.
Esos
hombres se visten con vestiduras sagradas. Exteriormente, parecen
sacerdotes, Obispos y Cardenales. Interiormente, son sólo hombres, que
viven su idea humana en la Iglesia. No creen ni en Cristo ni en la
Iglesia. Sólo creen en lo que hay en sus mentes humanas. Y sus obras, en
la Iglesia, son sólo humanas, no divinas. Sus misas son una obra de
teatro para entretener a las masas.
Desde
el momento en que oficialmente Bergoglio puso su gobierno horizontal,
el poder divino despareció en la Iglesia. De hecho, fue mucho antes,
cuando el Papa Benedicto XVI decidió renunciar al gobierno vertical de
la Iglesia. Esa intención produjo que el Cielo se cerrara a cuanto el
hombre obrara en la Iglesia.
«Lo que ates en la tierra» ya no será atado en el Cielo; «y lo que desates en la tierra», no será desatado en el Cielo.
El
Misterio de las llaves del Reino de los Cielos está en la persona del
Papa reinante. Cuando el Papa decide renunciar al gobierno, pero no al
Papado, como es el caso de Benedicto XVI, el Papa sigue poseyendo el
Primado de Jurisdicción, el Poder Divino, hasta su muerte, pero no puede
ejercerlo.
Sólo se puede ejercer el Poder de Dios en un gobierno vertical,
en el cual todos obedecen al Papa reinante. Pero, en la renuncia del
Papa Benedicto XVI, el Poder de Dios queda inútil en la persona del
Papa, y nada puede quedar atado o desatado en el Cielo.
Ese
Poder de Dios queda vivo en aquellos que siguen obedeciendo la verdad
en la Iglesia, la verdad absoluta, sin someterse al falso papa
Bergoglio. Pero, nada pueden hacer con ese Poder Divino que suponga una
atadura o desatadura en el Cielo.
De
igual manera, Bergoglio ni puede atar ni desatar en el Cielo. Es
imposible que un hereje mande en el Cielo. Si la fe sólo se pierde por
la herejía, entonces el Poder Divino sólo se pierde por obrar la
herejía.
La
herejía es la idea que combate a la verdad dogmática. Todo hereje
conoce la verdad dogmática, pero con su pensamiento da mil vueltas a esa
verdad para quedarse sólo en su idea herética. Por eso, un hereje no
puede tener fe, pero sí puede conocer toda la verdad. El grado de su
herejía depende del grado de conocimiento de la verdad. Cuanto más
conozca la verdad, más la destruye, le da mil vueltas, para vivir sólo
de las ideas que nacen de su mente humana.
No
está la salvación en el conocimiento de la doctrina, sino en la obra de
la fe, obra divina que supone creer en la doctrina, no sólo conocerla.
Bergoglio
sólo posee un poder humano. Perdió el Poder Divino, que le venía por el
Papa Benedicto XVI, por su clara herejía. Es más, nunca Bergoglio,
desde que fue sacerdote, tuvo Poder Divino por su herejía y apostasía de
la fe. Siempre ha obrado con un poder humano. Nunca ha creído. Siempre
ha visto el magisterio auténtico e infalible de la Iglesia como una obra
a destruir.
El
que ata o desata es siempre el Papa y los Obispos que se someten a Él.
Pero si el Papa decide renunciar al gobierno vertical, nadie ata o
desata en la Iglesia. Sin embargo, queda el Poder Divino vivo, aunque
inútil.
Por
eso, en el momento en que Benedicto XVI renuncia al gobierno vertical,
en ese instante el Cielo queda cerrado. Y cuanto haga el Papa Benedicto
XVI no queda registrado en el Cielo.
Si
el Papa Benedicto XVI hubiera huido de Roma, gobernando la Iglesia en
otro sitio, entonces el Cielo seguiría abierto, porque el Poder de Dios
se seguiría obrando, ejerciendo en un gobierno vertical.
Pero
Benedicto XVI dejó a un usurpador en el Trono. Y él conocía que era un
usurpador. Pero tuvo que permitir ese pecado, porque allí donde los
hombres desprecian el Poder del Papa, allí se inaugura la Justicia de
Dios. Y el Papa reinante tuvo que obrar permitiendo el pecado de muchos
Obispos, que quieren un gobierno horizontal en la Iglesia.
Desde el momento de la renuncia del Papa Benedicto XVI, la Iglesia pasa a estar en el Reino de Dios, no ya en la Jerarquía.
Jesús
funda Su Iglesia en Pedro: se construye, se levanta en una Jerarquía
que obedece al Papa. Y esto se ha mantenido desde hace 20 siglos. Y a
pesar de todas las contrariedades de la Iglesia, siempre ha habido un
Papa legítimo en Ella, que es el bastión de la Verdad, es el que
garantiza la unidad de la Iglesia.
Cuando
la Sede de Pedro ha sido usurpada, es decir, cuando los hombres en la
Iglesia han llegado a la perfección de la maldad, iniciando una
abominación con un gobierno horizontal, la Iglesia nunca puede
desaparecer, pero sí queda oculta, oscurecida, maniatada, esclavizada.
Lo
que Cristo ha levantado durante 20 siglos en Su Iglesia ha sido gracias
a Su Pedro, al Papa reinante. Pero Cristo no puede seguir levantando Su
Iglesia en un falso papa, con un gobierno horizontal en el Vaticano. No
se construye la Iglesia en la herejía del gobierno horizontal, en
muchas cabezas. Se construye la Iglesia en la verdad del gobierno
vertical, en Pedro.
La
Iglesia deja de construirse en la Jerarquía, cuando el Papa reinante,
Benedicto XVI, renunció, y pasa al desierto de cada alma. La Iglesia
permanece en lo que es en cada alma fiel al magisterio auténtico e
infalible de la Iglesia. Permanece, pero no puede seguir levantándose el
edificio de la Iglesia porque no está la Roca de Pedro en el gobierno.
Pedro
todavía sigue vivo, pero no gobierna. Todavía tiene el Poder de Dios en
su persona. Pero su Trono ha sido usurpado. El Poder de Dios queda
inutilizado por la usurpación. Sólo se manifiesta oficialmente un poder
humano, que viene de un gobierno horizontal. Ese poder humano usurpa el
Poder Divino: obra en la Iglesia apelando a la Voluntad de Dios, pero
sin la capacidad de obrar esa Voluntad Divina. Se cae necesariamente en
el pecado de tomar el Nombre de Dios en vano para ejercer una tiranía en
la Iglesia, desde ese gobierno.
Mientras
el Trono de Pedro permanezca usurpado, la Iglesia no puede crecer más,
no puede seguir construyéndose en Pedro, pero sí puede permanecer en lo
que es, en lo que los Papas han enseñado y han gobernado en la Iglesia.
Por
eso, la Iglesia remanente es de muy pocos. Muchos prefieren la
oficialidad del Vaticano. Muchos siguen eso y no les importa lo que es
la Iglesia, ni la figura del Papa legítimo en la Iglesia, ni su gobierno
vertical, ni el poder divino que nace de ese gobierno vertical.
Muchos
quieren la política que el gobierno horizontal de Bergoglio manifiesta
en la Iglesia y en el mundo. Muchos quieren esa nueva iglesia, que es
una nueva estructura, que no se apoya en Pedro, sino en un consejo de
hombres, en un gobierno horizontal., en la nueva ley de la gradualidad.
La
Sede usurpada significa levantar una nueva estructura de iglesia, una
nueva forma de gobernar la Iglesia, que no tiene nada que ver con lo que
Jesús instituyó en Pedro.
Esto es lo que muchos ilustrísimos católicos no acaban de ver, de discernir. Y se pierden en la hermenéutica del lenguaje humano.
Si
con un Papa legítimo, las almas se salvan o se condenan por la
obediencia o la desobediencia a la Jerarquía, con un falso papa, las
almas se condenan, de manera absoluta, si siguen a ese falso papa; pero
encuentran un camino de salvación si desobedecen a ese falso papa.
El
alma se salva en comunión espiritual con el Papa verdadero y legítimo,
que es Benedicto XVI. El alma se condena cuando no está en comunión
espiritual con el Papa.
Cuando
el Papa Benedicto XVI deja el gobierno vertical y se pone en obediencia
a un usurpador, entonces la salvación y condenación de las almas ya no
depende de la Jerarquía.
El ministerio sacerdotal sólo tiene una misión: salvar las almas.
Cada
sacerdote tiene la gracia de llevar al Cielo las almas que Dios le
pone. Esas almas no se conocen en la realidad. Pueden ser de la
parroquia en la que trabaja ese sacerdote o de otro lugar de la tierra.
Pueden ser almas que nunca han conocido la verdad, que no pisan la
Iglesia, que no saben creer con sencillez.
Dios
hace depender la salvación del alma de la gracia. Sin la gracia, nadie
se puede salvar. La fe es un don de Dios. Sin las gracias que vienen de
la fe, es imposible llegar al Cielo. Sin la oración perseverante, el
alma no tiene fuerza para salir de sus pecados, y continúa en ellos sin
posibilidad de recuperarse, de caminar hacia la salvación.
En
la tierra, el hombre puede pasar del estado de pecado al estado de la
gracia. Puede permanecer en el estado de pecado. Y puede vivir su
condenación en vida.
Con
un Papa verdadero y legítimo, las almas en la Iglesia se salvan por el
ministerio sacerdotal. Aunque ese alma tenga fe, crea, ore, haga
penitencia, viva en gracia, etc…, siempre se va a salvar por la gracia
del sacerdocio.
En
la Iglesia, todas las gracias están unidas. El alma no puede tener fe
en Dios si no cree en el Papa, si no obedece al Papa, si no obedece a la
Jerarquía verdadera. De nada sirven las penitencias, si el alma no se
somete al Papa, no cree en el magisterio auténtico e infalible de la
Iglesia.
La
Iglesia es una gracia: es el Cuerpo de Cristo que se levanta en Pedro.
Cualquier gracia que se reciba en la Iglesia es a través de Pedro.
Fuera
de la Iglesia, el alma se salva si cree en Dios, si cumple con la ley
natural y divina. Pero Dios no exige, para la salvación del alma, la ley
de la gracia, que sólo se da en la Iglesia Católica.
Fuera
de la Iglesia, cumplir con la ley divina lleva al alma a un estado de
gracia, pero no permanente. Sin el Sacramento de la confesión, las almas
caen del estado de gracia al pecado. Y ahí permanecen hasta que
cumplan, de nuevo, con la ley de Dios. Ese cumplimiento, llevará al alma
al conocimiento de la gracia y, por tanto, de la verdadera Iglesia.
Cuando el alma conoce que necesita la Iglesia para salvarse, entonces
Dios le exige algo más que cumplir con la ley de Dios para poder
salvarse. Le exige la ley de la gracia. Y eso supone entrar en la
Iglesia y someterse al Papa reinante.
Los
sacerdotes, los Obispos y los Cardenales están en la Iglesia para
salvar almas. Tienen esa gracia y deben aprender a usarla para
conquistar almas para Dios.
Cuando
la Jerarquía se dedica a la política, como vemos en el Vaticano,
entonces esa Jerarquía sólo trabaja para el demonio, es decir, para
condenar almas. Y, a pesar de todas sus obras buenas humanas, sólo
condenan almas.
No
se da el sacerdocio para hacer obras buenas humanas, sino para salvar
almas: para hacer una obra divina, una obra redentora, la obra de Cristo
por excelencia.
Cuando
el Papa legítimo y verdadero, Benedicto XVI, decidió renunciar, en la
Iglesia las almas quedaron libres de la Jerarquía. Al pasar la Iglesia
al Reino de Dios, automáticamente, las salvación del alma sólo queda en
ella: en su oración, en su penitencia, etc… Pero no queda ligada a
ninguna Jerarquía.
Este punto es muy importante de conocer.
Toda
gracia en la Iglesia está ligada al Papa. Si el Papa no gobierna,
porque el Trono ha sido usurpado, ninguna gracia está ligada al Papa.
Benedicto XVI sigue teniendo el Poder Divino, pero no puede atar y desatar: no puede decidir si un alma se salva o se condena.
Mientras
viva, el Poder Divino sigue vivo en él. Y quien esté en comunión
espiritual con Benedicto XVI recibe gracias especiales en este tiempo de
usurpación. Quien no esté en comunión espiritual con él, no puede
recibir esas gracias, y queda en manos del usurpador, que sólo trabaja
para engañar a las almas con una doctrina de demonios.
Pero la Iglesia permanece en lo que es, sin posibilidad de crecer ni de disminuir, hasta que la usurpación no se quite.
Benedicto
XVI ya no puede construir más la Iglesia: sólo puede hacer, con la
gracia que tiene, que la Iglesia se mantenga en lo que es. Al no
gobernar la Iglesia, ésta no se puede seguir construyendo con un
gobierno horizontal. Se para de construir, queda como un edificio que no
ha terminado de levantarse, que no ha llegado a su perfección en sus
miembros. Sin embargo, no decae de su perfección, de lo que ha sido
construido. Por la usurpación, queda oculta, maniatada, esclavizada a
los hombres.
En
este tiempo, en que desde Roma se ha iniciado una nueva forma de ser
iglesia, conviene a los verdaderos católicos dejar de ver a Roma como se
ha visto siempre. Mientras el católico siga esperando algo de Roma va a
quedar atrapado en los engaños de la Jerarquía masónica que gobierna la
Iglesia.
Por eso, el Sínodo que viene es sólo una trampa, como fue el pasado. Peor, esta vez, van a tener éxito.
Conviene
a los católicos ir dejando parroquias que sólo hacen política en la
Iglesia. Ya no están ligados a ninguna jerarquía en la Iglesia. Y
tampoco hace falta la Jerarquía para darse cuenta de la abominación que
hay en Roma.
Cuando
muera Benedicto XVI la Sede quedará vacante, pero seguirá usurpada. Y
será el momento más confuso para los católicos que no hayan discernido
lo que hay en el Vaticano.
Desde
la muerte de Benedicto XVI los hombres tendrán prisa por levantar su
nueva iglesia universal, que tiene que estar apta para apoyar el
gobierno mundial, que será regido por el Anticristo de estos días.
La
Iglesia verdadera, la remanente, quedará oculta y perseguida.
Oficialmente se llamarán católicos los que sigan a un falso papa. Falsos
católicos que sólo buscan en sus vidas agradar a los hombres.
Ya
no hay que estar viendo qué hace o no hace Bergoglio. No hay que ir a
misa para estar pendiente de la homilía del sacerdote. Sólo vayan a
misa para comulgar con Cristo y con el Papa verdadero. Lo demás, no
interesa de la Misa. Sólo interesa saber si ese sacerdote cree en el
Misterio del Altar.
En
la usurpación del Trono cae toda obediencia de los fieles a la
Jerarquía. No se sometan a nadie en la Iglesia. Es Cristo el que sigue
gobernando la Iglesia con Su Espíritu.
Bergoglio
no es garantía ni de verdad ni de unidad: es el fundamento de la
destrucción de la Iglesia. Él ha puesto la piedra que destruye la
Iglesia: el gobierno horizontal.
Desprecien
a ese hombre porque es el mismo Satanás. Y su obra es demoniaca por los
cuatro costados. Y desprecien a toda Jerarquía que se siga sometiendo a
ese hombre. La salvación de sus almas depende de ello.
En
el tiempo de la usurpación del Trono, Roma se vuelve la prostituta de
todas las naciones. Va a ser más importante, en el pecado, que EEUU. No
sólo lo va a igualar, sino que va a dejar pequeño las maldades que en la
Casa Blanca se han tejido para organizar un mundo sin Dios.
Ahora,
desde Roma se tejen las más perfectas maldades para levantar, no sólo
un mundo sin Dios, sino también una iglesia sin Dios. Una iglesia sólo
inventada por la mente de los hombres que no puede existir en la
realidad de la vida. Una vez que crean que tienen todo listo para
mostrarla al mundo, el mundo caerá en el más terrible castigo,
impidiendo que esa nueva iglesia y que ese nuevo gobierno mundial pueda
perdurar en el tiempo.
Es
el tiempo de huir de Roma. Estar en el desierto, con la Virgen María,
viviendo de fe y de amor divinos. Lo demás, lo que venga de Roma hay que
pasarlo por la entrepierna. Ya no se hace caso nadie en la Iglesia. No
vivan para el pensamiento de los hombres, sino sólo para Cristo.