Leído para Ud.: Una horma para el zapato darwinista (1-4)
Una horma para el zapato darwinista
The Edge of Evolution: The Search for the Limits of Darwinism, Michael J. Behe, Free Press. 2007, 336 pp.
Por Enrique de Zwart
En la conocida obra anti-evolucionista Darwin’s Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution[1] −comentada en este foro en cuatroentradas− Michael Behe acuñó el término “complejidad irreducible”
para describir los muchos fenómenos biológicos que no pueden ser
explicados por el azar y la evolución gradual propuestas por el
darwinismo más ortodoxo. Behe, profesor en Pennsylvania, es quizás el
más renombrado de entre todos los científicos, que se anima a hablar
contra el dogma evolucionista. En su segunda obra The Edge of Evolution: The Search for the Limits of Darwinism[2], extiende su argumento demostrando con datos concretos que los modelos evolucionistas no funcionan en la práctica.
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El darwinismo de más estricta observancia
religiosa ya ha sido atacado varias veces en el pasado. Sus errores más
evidentes incluyen los inconvenientes “detalles” de que nadie jamás ha
observado un caso de especiación (i.e. la aparición de
nuevas especies animales y vegetales) y la inexistencia de casos
probados de especies de transición. Si la teoría darwinista fuera cierta
éstos tendrían que haber sido observados varias veces desde que se
empezó a prestar atención a estos temas.
Sin números concretos ¿cómo podemos saber
qué es exactamente lo que las mentadas mutaciones al azar pueden llevar
a cabo? El aporte más ambicioso de The Edge es su esfuerzo por cuantificar tanto lo que el darwinismo puede como lo que no puede explicar.
Las mutaciones por azar y la selección natural tienen un alcance
limitado en sus logros y no pueden explicar las principales estructuras
de los organismos vivos; tienen un límite: “the edge”. El límite
tentativo que Behe propone se encuentra delimitado entre las especies y
los órdenes de la categoría taxonómica[3](ver Figura 1). Por un lado Behe deja abierta la posibilidad que las especies podríantener
un ancestro común de acuerdo a las reglas darwinistas (aunque por
supuesto nadie lo ha podido probar hasta el día de hoy); por otro lado
muestra cómo el darwinismo no puede explicar el que una especie haya
evolucionado hacia otra. Es decir los procesos naturales podrían
explicar diversidad a nivel especies en la escala taxonómica; pero las
clases y niveles taxonómicos superiores están más allá del alcance de
los procesos naturales, y su explicación necesita un diseñador
inteligente.
Figura 1: Behe
concluye que el borde de evolución darwiniana se encuentra en algún
lugar entre especies y órdenes. Es decir, la evolución no puede explicar
las categorías en rojo. Entre paréntesis, ejemplos para las categorías
taxonómicas más usuales.
La complejidad de máquinas moleculares como el cilio y el flagelo no pueden ser explicadas mediante mutaciones al azar, algo que Behe ya había desarrollado enDarwin’s Black Box. Más interesante aun ahora pone su atención en el parásito de la malaria (paludismo) y el virus del SIDA. Miles de billones[4] (~1015)
de estos organismos han existido pero no han evolucionado (i.e.
mejorado) su capacidad de atacar al ser humano. La evidencia concreta de
estos organismos −que han acelerado procesos generacionales billones de
veces comparado con especies altas como el hombre− indica que no hay
evolución darwiniana.
Subiendo al Aconcagua vendado y borracho
Los evolucionistas usan a menuda la
metáfora de escalar una proverbial colina evolucionaria, lo que
implicaría volverse más apto con cada paso hacia la cumbre. En tal
descripción la colina se encuentra en medio de una llanura y aislada.
Ergo lo lógico es escalarla.
El problema del darwinismo es más
complejo en realidad. Es equivalente al de un hombre que tiene que
llegar a la punta de una montaña en medio de un paisaje lleno de
sierras, colinas, valles y planicies. Más aún tiene que lograrlo
caminando con los ojos vendados y borracho. Es probable que en tal
panorama las mutaciones al azar y la selección natural sólo conduzcan a
callejones sin salida genéticos, o a perpetuos zigzagueos en planicies
fisiológicas, o a confinamientos en la punta de una mera colina en lugar
de alcanzar el premio en la cima del Aconcagua. El mismo mecanismo
darwinista no permite volver atrás y desandar lo andado, no es posible
bajar de la colina y subir a la montaña. Este el punto crucial: “sin un
sendero evolutivo suave, fácil y de pendiente gradual, que conduzca de
un sistema biológico a otro en un tiempo razonable los procesos
darwinistas no funcionan”[5].
Figura 2: Paisajes
evolucionarios. Arriba la visión evolucionaria simplista donde el grado
de aptitud (fitness) se incrementa gradualmente y los procesos
evolucionaros darwinistas podrían conducir a la cumbre. Abajo una
paisaje más realista donde los mecanismos darwinistas pueden conducir a
alguna cumbre local en la cual la especie permanecería para siempre sin
posibilidad de volver atrás y escalar alguna cima más alta[6].
En particular Behe enfatiza dos criterios útiles para identificar el límite de la evolución darwiniana:
- A mayor número de pasos evolucionarios intermedios, que deben ser escalados para lograr cierto objetivo biológico sin cosechar ningún beneficio, la explicación darwinista se vuelve más improbable.
- La coherencia en el orden de los pasos hacia un objetivo es un fuerte indicio de planeamiento. Las mutaciones al azar son incoherentes, es decir cada paso evolucionario es improbable que esté conectado a su predecesor.
Darwin mismo era consciente que para que
su teoría de mutaciones aleatorias y selección natural funcionara
debería haber “numerosos, sucesivos, y pequeños cambios” yendo de un
sistema funcional a otro también funcional. Asimismo sabía que si
hubiera escalones faltantes en la escalera biológica “mi teoría no
funcionaría en absoluto”[7].
La gravedad de uno o varios escalones faltantes es relativa a la salud
del escalador. En términos evolucionarios, mientras más numerosa la
población, más saludable es.
El darwinismo moderno pretende que
accidentes genéticos aleatorios trabajando en conjunto con la selección
natural a lo largo de eones, resultarán en algo que no parece para nada
aleatorio. Supuestamente, feroces luchas entre diferentes linajes a lo
largo del tiempo, habrían desarrollado una suerte de carrera
armamentista biológica. Algo así como la sofisticada evolución
armamentista entre los EEUU y la URSS durante la guerra fría. Pero esto
es solo una idea, un meme, que los evolucionistas desparraman sin ningún soporte científico cabal.
La única manera real de entender lo que las mutaciones aleatorias y la selección natural pueden lograr es seguir los cambios a nivel molecular[8]. Recién en los últimos años esto comienza a ser posible. Los cambios en el ADN[9]
durante su copia de una generación a otra responsables de las
variaciones en organismos están ahora siendo dilucidados: pueden suceder
en un único elemento de la doble hélice de ADN (un nucleótido) o trozos
más grandes aun. Más aún: la tasa (velocidad) de cambio a la que estas
mutaciones ocurren también se ha determinado relativamente bien. En
general el proceso de copia del ADN es extremadamente fiel. En promedio
se comete un error solo cada cien millones (108) de nucleótidos[10]. Es decir que respecto a sus padres un bebé tendrá en promedio treinta (30) cambios en su genoma compuesto de 3 mil millones de nucleótidos (3×109)[11]. Pero hay excepciones, por ejemplo en virus como el VIH (responsable del SIDA) la tasa de mutación es muchísimo más alta.
Indicios del borde
Las mutaciones al azar pueden explicar
adecuadamente ciertos aspectos de la vida, pero no otros. Para buscar la
línea divisoria entre lo que es aleatorio y lo que no es consideremos
los siguientes hechos:
- Por un lado tenemos la malaria (también conocido como paludismo), antigua némesis del ser humano. Matador de la mitad de todos los niños menores de 5 años en ciertas regiones. En el siglo XX milagrosas drogas que curaban la enfermedad fueron descubiertas. Pero en menos de una década al parásito de la malaria evolucionó y se hizo resistente a tales drogas.
- Por el otro tenemos a la enfermedad genética conocida como anemia falciforme. Dos copias del gen[12] mutado (una del padre, otra de la madre) representa un calvario para el portador. Pero una sola copia da el beneficio de resistencia a la malaria. La mutación surgió en África hace unos 10 mil años y está dada por un solo y simple cambio genético. A pesar de mucho más tiempo para luchar contra la anemia falciforme que contra las drogas, la malaria no ha podido encontrar una modo de vencerla. El poder evolutivo de la malaria vence a todo el ingenio de la medicina moderna, sin embargo no es capaz de sobreponerse a un pequeño cambio genético en su organismo anfitrión.
- Por un lado tenemos al VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) responsable del SIDA, una suerte de peste negra de nuestros tiempos. La medicina moderna desarrolla constantemente drogas para destruir al VIH, pero en un breve tiempo –meses, o inclusive solo días– el VIH muta y las drogas dejan de ser efectivas. El evolucionismo darwiniano puede explicar esto. La relativa simplicidad del genoma[13] del VIH (un millón de veces más pequeño que el humano), su enorme cantidad y velocísima tasa de reproducción, lo convierte en una superpotencia evolucionaria.
- Por el otro tenemos al E. coli, habitante de nuestros intestinos y muy estudiado desde hace un siglo. Reproduciéndose siete veces por día, el bicho ha crecido continuamente en laboratorios por más de 30 mil generaciones (equivalente a un millón de años (106) humanos). ¿Qué ha logrado la evolución? Mayoritariamente una involución, o degradación genética: la bacteria ha perdido pedazos enteros de su patrimonio genético para ahorrar energía. Más importante aún, nada de elegancia ha sido construido. La lección de E. coli es que es mucho más fácil para la evolución romper cosas que construirlas.
- También tenemos los peces notothenioid en las gélidas aguas antárticas, que pueden sobrevivir temperaturas que deberían congelar la sangre. En los últimos 10 mil años el pez ha desarrollado pequeños cambios incrementales en su ADN que le han brindado propiedades anticongelantes en la sangre. Un triunfo de la selección natural.
- Por último y, una vez más, está la malaria. Vencedora de todas las drogas destinadas a matarla, sin embargo es poseedora de un talón de Aquiles, pues sólo puede sobrevivir en temperaturas agradables, y está así restringida a los trópicos. A pesar de docenas de miles de años y un cantidad enorme de organismos, mucho mayor a los peces antárticos, no ha sido capaz de adaptarse a temperaturas más frescas.
En algún lugar en el medio de estos ejemplos está el límite de la evolución.
CONTINUARÁ…
[1] Behe, MJ. 2006. Darwin’s Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution. Free Press, 2da ed, 352 p.
[2] Behe, M.J. 2007. The Edge of Evolution: The Search for the Limits of Darwinism. Free Press, 336 p.
[3]
Los seres vivos están clasificados en una estructura jerárquica
definida por grupos o taxones. La jerarquía es inclusiva, un taxón
abarca a otros menores y está a su vez incluido en otro mayor.
[4]
Usamos de aquí en adelante la siguiente notación científica (necesaria
para comprender los enormes órdenes de magnitud involucrados en éste
debate):
1 = 100 = uno
1 000 = 103 = mil
1 000 000 = 106 = un millón
1 000 000 000 = 109 = mil millones (a veces «un millardo»)
1 000 000 000 000 = 1012 = un billón
1 000 000 000 000 000 = 1015 = mil billones
1 000 000 000 000 000 000 = 1018 = un trillón
1 000 000 000 000 000 000 000 = 1021 = mil trillones
1 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1024 = un cuatrillón
1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1030 = un quintillón
1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1036 = un sextillón
1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1042 = un septillón
1 = 100 = uno
1 000 = 103 = mil
1 000 000 = 106 = un millón
1 000 000 000 = 109 = mil millones (a veces «un millardo»)
1 000 000 000 000 = 1012 = un billón
1 000 000 000 000 000 = 1015 = mil billones
1 000 000 000 000 000 000 = 1018 = un trillón
1 000 000 000 000 000 000 000 = 1021 = mil trillones
1 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1024 = un cuatrillón
1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1030 = un quintillón
1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1036 = un sextillón
1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 = 1042 = un septillón
[5] Behe, ibid, p. 7.
[6] Tomado de Gavrilets, S. 2004. Fitness landscapes and the origin of species.Princeton, N.J.Princeton University Press.
[7] Behe, ibid, p. 108.
[8] Behe, ibid, p. 10.
[9]
El ácido desoxirribonucleico o ADN, es un ácido nucleico que contiene
instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de
todos los organismos vivos conocidos y algunos virus, y es responsable
de su transmisión hereditaria. El ADN es comparado con un plano o una
receta, o un código, ya que contiene las instrucciones necesarias para
construir otros componentes de las células, como las proteínas.
[10] Behe, ibid, p. 11.
[11] Behe, ibid, p. 110.
[12] Por
gen se entiende en general a cierta región del ADN que “codifica” una
enzima o proteína. Es decir que tiene las instrucciones de cómo fabricar
una enzima o proteína útil para el organismo. Sin embargo debido a la
compleja interacción entre distintas regiones del ADN tal concepto de
gen es visto como inadecuado por algunos científicos. Behe, ibid, p.
101.
[13] El
genoma es el conjunto de genes contenidos en los cromosomas, lo que
puede interpretarse como la totalidad de la información genética que
posee un organismo o una especie en particular. A su turno los
cromosomas son trozos específicos de ADN que contienen parte de la
información genética de un individuo.