SERES DESINTEGRADOS….
28
jul
En el Evangelio según San Marcos (V, 1-20) encontramos una historia
acerca de un encuentro que tuvo Jesús con un hombre endemoniado:
Llegaron a la otra orilla del mar, al país de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro desde los sepulcros un hombre poseído de un espíritu inmundo, el cual tenía su morada en los sepulcros; y ni con cadenas podía ya nadie amarrarlo, pues muchas veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y hecho pedazos los grillos, y nadie era capaz de sujetarlo. Y todo el tiempo, de noche y de día, se estaba en los sepulcros y en las montañas, gritando e hiriéndose con piedras. Divisando a Jesús de lejos, vino corriendo, se prosternó delante de Él y gritando a gran voz dijo: “¿Que tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Te conjuro por Dios, no me atormentes.” Porque Él le estaba diciendo: “Sal de este hombre, inmundo espíritu.” Y le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” Le respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos.”
Estamos en presencia del hombre “más endemoniado” de la Biblia. De los otros endemoniados se dice que tenían “un espíritu inmundo”, pero de éste se dice que tenía “una legión” de demonios. Y las legiones romanas tenían seis mil soldados de infantería. En esta ocasión yo no voy a hablarles de
demonios ni de exorcismos. Creo firmemente todo lo que la Biblia, la
Tradición, los Padres y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana enseñan
al respecto. Pero es de “otro tipo de demonios” del que quiero hablarles hoy. Quiero hablarles de los “demonios” que
pasan inadvertidos porque “no parecen” demonios, pero desintegran la
personalidad humana y hacen del individuo un ser inservible. Para ello,
vamos a utilizar la descripción que nos ofrece el pasaje que estamos
estudiando:
- El geraseno “moraba en los sepulcros… y andaba por los montes dando gritos”. Vivía “extrañado de la sociedad”. Le molestaba el prójimo. No le importaba en lo más mínimo. Con tal de no estar cerca de los demás, prefería vivir “en los sepulcros y andar por los montes dando gritos”.
- Además, estaba “extrañado de sí mismo”porque “se hería con piedras”, es decir, se hacía daño a sí mismo. Era un suicida.
- Y por último, estaba “extrañado de Dios”. A pesar de reconocer en Jesús al “Hijo de Dios”, le dice enfáticamente: – “¡Vete, no me atormentes!”
En mi opinión, este pasaje es un cuadro a
todo color del hombre y de la mujer modernos que viven alejados de la
fe. Las características que ellos manifiestan son muy semejantes a
éstas.
Viven “lejos de su prójimo” (“extrañados de su prójimo”)
porque son egoístas. Priorizan sus propios intereses y no son capaces,
como el Buen Samaritano, de sacrificar su tiempo, su dinero y sus
energías en beneficio de los demás. Jesús dijo en su discurso
escatológico que en estos tiempos postreros “el amor se enfriaría”,
y lo estamos viendo con nuestros propios ojos y sufriendo en nuestra
propia carne. Si no hubiera más que esa señal para darnos cuenta de que
la Parusía es un hecho inminente, ésa sería más que suficiente para
identificar en qué momento histórico estamos viviendo. (No obstante,
gracias a Dios porque tenemos múltiples señales que indican claramente
que todas las profecías están cumplidas y que el Señor está a “las
puertas”).
Además, los seres humanos hoy en día viven “extrañados de ellos mismos” y
se auto-aniquilan… La sociedad moderna es suicida. Se entrega por
completo a las drogas, al alcohol, y a todo aquello que va en perjuicio
de su salud física, de su prestigio, de su integridad moral.
Y finalmente, el hombre actual vive “extrañado de Dios”.
Él sabe que DIOS EXISTE… y que un día ya muy cercano tendrá que
rendirle cuentas, pero aun así, lo quiere “lejos” —lo echa fuera de su
vida… No tiene tiempo para Él ni busca tenerlo.
PERO…, si vamos a particularizar…, los cristianos no están exentos de estas cosas. Es por eso que el Apóstol San Pablo habló de los que “tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella” (II Timoteo 3: 5), y habló de “los que profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan” (Tito 1: 16).
Conozco (desgraciadamente) hogares
católicos en los que el padre de la familia se muestra intolerante y
exigente con su esposa y con sus hijos, pero luego, en su entorno
laboral, es relajado en las costumbres, “confianzudo” con las mujeres,
ligero en su lenguaje. Ese individuo está DESINTEGRADO. Sus actitudes
no guardan unidad… cambian de acuerdo con el contexto en el que se
halle.
Conozco señoras católicas, de comunión
frecuente o diaria, que se atiborran de devociones… pero cuando se trata
de darle una limosna a un mendigo en la calle, vuelven el rostro
indignadas y echan mano de miles de argumentos y se justifican pensando
que quiere esa plata para “chupar vino”, o que “usan a los chicos” para
satisfacer otros caprichos… Todos esos argumentos no son más que
lucubraciones. El Señor nos dice en el Sermón del Monte, “al que te pida, dale”….
y no habla de ninguna condición que tengamos que imponerle a nuestra
limosna ni de ninguna investigación paralela que debamos conducir para
averiguar cuál será el destino final de nuestro óbolo. A la luz de este
pasaje, esas damas rezadoras también están DESINTEGRADAS. Les vendría
muy bien leer el capítulo 58 del Profeta Isaías.
Conozco “cristianos” que se olvidan de que “no pueden vengarse por su propia mano”, que “deben caminar una segunda milla voluntariamente con aquel que les exige que caminen la primera”, que “deben orar por los que los perjudican” y “dejarle la camisa al que les arrebate la capa”.
UNA CONCLUSIÓN “HALAGÜEÑA”:
Sin embargo, el final de esta historia
cuenta que Jesús le devolvió a aquel pobre hombre el sentido común y le
hizo comprender que en la vida hay otros valores más importantes. Dice
el versículo 15 que después que Jesús trató con él, “el que había tenido la Legión, estaba sentado, vestido y en su sano juicio”.
Jesús eliminó todas aquellas presencias
(o “personalidades” o “demonios” o “extrañamientos”) diversas que
habitaban en él e hizo de aquel individuo un ser “sensato” y con un
nuevo motivo para vivir: ¡CRISTO JESÚS!
Tanto así, que en los últimos versículos de esta historia encontramos un hombre “nuevo”, “diferente”… (18-20):
Mas cuando Él se reembarcaba, le pidió el endemoniado andar con Él; pero no se lo permitió, sino que le dijo: “Vuelve a tu casa, junto a los tuyos, y cuéntales todo lo que el Señor te ha hecho y cómo tuvo misericordia de ti.” Se fue, y se puso a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban.
¿Por qué esperar más para que Jesús te integre? ¿No permitirás que Jesús haga de ti “un hombre nuevo”, “una mujer nueva”, que pueda servirle a Él publicando las maravillas que ha hecho contigo?
El Señor, que quiso quedarse con nosotros
en la Eucaristía, quiere integrarnos… Pienso que una petición muy
importante que debemos hacer en cada Comunión es:
Amado Jesús mío,
¡Intégrame! Tú conoces
cuántos sentimientos contradictorios hay en mí… cuántas pasiones que
quieren hundirme a cada paso y que tiran de mí con tanta fuerza que no
sé si podré mantenerme en pie…
Jesús Eucaristía, aniquila en mí todo aquello que me disocia, que me disgrega… y de ese modo, me aniquila…
Quiero vivir a la
altura de tus pensamientos, pero yo solo no puedo hacerlo… Ahora que
estás en mi corazón, dame dominio para estar contigo. Toma Tú la rienda y
el control de todo mi ser —lléname de Ti y vacíame de mí… crece Tú en
mí, y que mengüe yo cada día. Amén.
“Búscalo ahora… mientras puede ser hallado” —como nos dice el Profeta Isaías.
Santísima Virgen, creo y confieso Tu Santa e Inmaculada Concepción, pura y sin mancha.
Oh Purísima Virgen, por Tu Pureza Virginal, Tu Inmaculada Concepción y Tu gloriosa cualidad de Madre de Dios, alcánzame de Tu Amado Hijo, la humildad, la caridad, una gran pureza de corazón, cuerpo y espíritu, la santa perseverancia en la fe, el don de la oración, una santa vida y una buena muerte. Amén.