FRANCISCO, VIAJANTE DE COMERCIO
Les
he asegurado a mis novicios modernistas que no se trata de un título
irrespetuoso o falto de cariño. Nada de eso. Es una expresión que desde
mi infancia me llamaba la atención, cuando alguien se autodefinía así en
su actividad laboral. Lo mismo se aplicaba a un vendedor de globos y
golosinas, que de productos para el cabello, que de calcetines y medias. O
como los vendedores de las películas del oeste, que se presentaban en
los pueblos montados en su carromato, vendiendo el mágico elixir que a
todos llevaría a la curación definitiva, bien fuera de la calvicie, de
la sarna, del piojo o de los problemas matrimoniales. Y la gente
compraba productos, vaya que si compraba. Y se entusiasmaba con el
viajante. Aunque luego se descubriera el timo, cuando ya no tenía
remedio.
Cada
día estoy más convencido de que los viajes de Francisco no son
apostólicos, como los denomina la Santa Sede e incluso él mismo. Son
viajes. O sea, periplos, tournés o como se les quiera sustantivar. Pero
calificarlos de apostólicos… me río yo de los peces de colores.
No
me imagino a San Pablo en sus viajes transmediterráneos hablando de la
trata de blancas (había muchas más entonces que ahora), o de la
esclavitud (más también), o de la corrupción (más aún), o de la política
de guerras y dominaciones (todavía más), o de las explotaciones y
sojuzgamiento de los pueblos conquistados (muchísimo más).
Tampoco
creo que San Pablo se reuniera con los líderes locales judíos o
mazdeístas o ateos o indiferentes, para decirles que tenían que luchar
por un mundo mejor puesto que todos eran hermanos (aunque para entonces
todavía no se utilizara la expresión masónica fraternidad universal).
Precisamente cada vez que San Pablo visitaba una sinagoga se armaba la
gorda, porque predicaba a Jesucristo -y éste, crucificado-, y los judíos
entonces (como ahora) se tiraban de los tirabuzones de rabia
(rechinaban los dientes, según el Evangelio) al ver que ESE judío de Nazaret, era presentado como Hijo de Dios por estos locos de atar llamados cristianos.
No creo que hablara de los vertidos tóxicos acumulados en el Mar de Corinto (habría vertidos humanos a
base de bien), ni del cuidado de la tierra (supongo que se talarían
árboles ya en esa época), ni de la carrera armamentística de los romanos
y los cartagineses o de los traficantes de armas (que también habría
los suyos en aquel entonces). Habría estado bien leer de la pluma de San
Pablo una diatriba sobre el tráfico de catapultas por el Mediterráneo.
Algunos que yo conozco citarían más frecuentemente sus cartas. No
imagino en San Pablo una llamada de atención en su carta a los Romanos,
con el fin de que no admitieran la esclavitud y protestaran contra la
pena de muerte ante el Capitolio Corrupto y Corruptor.
Siento
decirlo, pero estos viajes de ahora, se han convertido ya en viajes
tipo líder -porque lo sea en realidad o porque le encante serlo-, en los
que se olvida la verdadera evangelización y se apunta más bien a un
deseo desmedido de agradar. Incluso cuando se habla de la persona de
Jesús, se hace con un tonillo sesentayochista, cuyo ADN ideológico
reconocemos fácilmente los que ya tenemos unos años.
No
quiero estar pendiente de lo que va a suceder en este viaje a Africa.
Me basta con lo que he visto en Kenia en estos últimos tres días. Es una
constante la humanización (llamémosla
así) de todo el trabajo que se supondría cristiano. En una de las
intervenciones de Francisco ante los sacerdotes y religiosos, una monja
-cómo no-, habla de su trabajo como de lucha por la dignidad de la persona, sea de la etnia que sea o de la religión que sea. Muy bonito, pero eso diluye el ser del cristiano rebajándolo hasta el suelo. Para eso no hacía falta la acción misionera.
Las
imágenes de las misas tan moviditas (aunque menos que en Brasil), y de
las variadas intervenciones, me han traído a la memoria el documental que
hace unos años se dio a conocer sobre Marcel Lefevbre, en el que
aparece parte de su trabajo en Africa. Se puede ver en torno al minuto
14 cómo explicaba el propio Arzobispo los cambios en Senegal (incluso
los económicos, sí), por obra de la gracia divina. Dirán que era un
retrógrado, pero sólo la visión de estas imágenes nos transporta a un
mundo ya pasado y olvidado. Mejor, un mundo destruido, conscientemente
destruido, hecho trizas y desolado. Ahora trabajan los misioneros por la dignidad humana sea la religión que sea. Pues para ese viaje, no hacen falta alforjas.
He
tenido que darles a mis novicios unas cuantas clases explicativas sobre
el trabajo misionero de tantos y tantos, que dieron su vida para
enseñar el Evangelio a los que querían ser cristianos. Frente a las
otras religiones, claro está. Porque en aquella época eran ni más ni
menos que religiones falsas. Paganos e infieles. Ese sistema, por
cierto, reclutó miles de conversiones. Pero eso ahora no importa, al
parecer. Es mejor ir a las mezquitas, las oficinas de la ONU y los
barrios periféricos. Como si antes nadie hubiera visitado un barrio
periférico. Esto decía mi abuela que se llamaba descubrir el Mediterráneo, aunque sea acompañado de cámaras, taquígrafos y periodistas.
Ojalá estos fieles cristianos de Kenia no compren el elixir modernista que les ofrecen. Bastante tienen ya los pobres con las críticas de los obispos alemanes,
a los que por cierto el Papa no les ha dado un buen tirón de orejas en
público por su desvergüenza y su soberbia. Esto no es tráfico de armas,
aunque sí lo sea de influencias interesadas. También en esto el
Pontífice quiere salvaguardar la dignidad del cardenal Kasper,
independientemente de su etnia y de su religión.
Tomado de : Fray Gerundio de Tormes
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