La nueva guerra fría
(Nacionalismo Católico NGNP)
Vieja Guerra Fría vs Nueva Guerra Fría. Los expertos opinan
Después
de la crisis de Ucrania de 2014 son varios autores, desde el mundo
académico al periodístico, los que afirman que hemos entrado en una
Nueva Guerra Fría con Rusia. Por ejemplo, Marc Marginedas, corresponsal
de El Periódico de Catalunya en Moscú, hablaba de “Guerra Fría
2.0” con motivo de la cumbre de la OTAN en Varsovia. Pero hay quienes
critican el uso del concepto de Guerra Fría para describir la presente
fase de relaciones con Rusia, como Rubén Ruiz Ramas, profesor de la
UNED, director de Eurasianet.es y coordinador del libro colectivo Ucrania. De la Revolución del Maidán a la Guerra del Donbás publicado este año.El
profesor Ruiz establece dos criterios para determinar si los actuales
tiempos son comparables a la Guerra Fría: uno es el contexto histórico y
el otro es el marco de relaciones entre Occidente y Rusia. En el primer
caso, se trata de comparar cómo se parece el orden internacional actual
al existente en la Nueva Guerra Fría. Considera que la polarización
entre dos bloques muy diferenciados de la “vieja” Guerra Fría tiene poco
que ver con la actualidad, en el que se tiende a un orden multipolar
con el ascenso de potencias como China.
En
el segundo caso, se trata de ver el estado de las relaciones,
estudiando tanto los discursos como las acciones. Ahí sí encuentra una
retórica y una hostilidad con ecos de la “vieja” Guerra Fría pero
considera que la escala de conflicto tiene poco que ver con la de
entonces.
Tampoco
cree acertado el término Nueva Guerra Fría Nicolás de Pedro,
investigador principal y responsable del espacio postsoviético en
el CIDOB de Barcelona. De Pedro considera que si bien “hay un deterioro de la relación muy profundo y ambas partes se perciben con desconfianza estratégica”
el término de Nueva Guerra Fría nos lleva inevitablemente a debatir
“sobre parecidos y diferencias con la Guerra Fría clásica y no tanto
sobre los retos que tenemos por delante”. Ese deterioro de relaciones
con Rusia habría arrancado, según él, antes de la crisis de Ucrania de
2014 y tiene ahora un componente de rivalidad ideológica en la que el
Kremlin está aprovechando el cuestionamiento que se hace de la Unión
Europea desde ambos extremos ideológicos, “la izquierda populista y la
extrema derecha”.
Otro
autor que considera que no vivimos una Nueva Guerra Fría es el
politólogo Guillermo Pulido, que plantea una crítica académica al
término pero alerta que podríamos entrar en un orden internacional de “Paz Caliente” aún más peligroso e inestable que la Guerra Fría.
Señala
Pulido que durante la Guerra Fría cada bando respetó el área de
influencia del contrario en Europa, algo que no ocurrió durante la
crisis de Ucrania. Y apunta como diferencia que durante la Guerra Fría
la posibilidad de una guerra nuclear auguraba la Destrucción Mutua
Asegurada y tuvo un efecto disuasivo por el “temor paralizante” que
provocaba en los dos bandos. Hoy, señala Pulido, Estados Unidos y Rusia
tienen muchísimas menos armas nucleares pero han aumentado los países
con ellas.
La
posesión de armas nucleares hace que los países se impliquen sólo en
conflictos limitados y por tanto aumenta la probabilidad de ellos. Es
decir, los países toman más riesgos y se vuelven más agresivos en su
política exterior porque las armas nucleares disuaden a sus enemigos de
emprender una guerra total. Un ejemplo es el caso de Pakistán e India
que, a pesar de tener armas nucleares entraron en guerra en 1999, pero
lo hicieron de forma limitada para combatir por el glaciar de Kargil.
Los preparativos de la OTAN para defender las repúblicas bálticas o la
expansión militar de China en islotes del Océano Pacífico crean la
posibilidad de conflictos limitados.
Más
allá del nombre, sin duda las relaciones de Occidente y Rusia han
cambiado en el marco de un conflicto que no es sólo geopolítico. Lo
vemos en polémicas como la canción ganadora del último festival de
Eurovisión, que hacía referencia a la deportación de la comunidad
tártara de Crimea llevada a cabo por la Unión Soviética durante la
Segunda Guerra Mundial.
O
en la prohibición masiva de participar en los Juegos Olímpicos de Río
de Janeiro que afectó a deportistas rusos. Ambos casos fueron
interpretados en Rusia como parte de un conflicto con Occidente.