lunes, 5 de noviembre de 2018
EL PREVARICATO COMO INSTRUMENTO DE VENGANZA (Parte 2)
En
una larga lista de fallos arbitrarios, donde se demuestra de manera
palmaria, como se utiliza el prevaricato como instrumento de venganza,
tenemos a un dirigente del Partido Comunista y secretario de la Liga
Argentina por los derechos del hombre, José Ernesto Schulman que
podríamos apodar Pi Nueve por que es más mentiroso que Pinocho.
Schulman
declara ante la justicia Federal que, en un supuesto allanamiento
ilegal, fue detenido en la noche del 11 de octubre de 1976 y que
“Dentro del grupo estaban los integrantes de inteligencia de Santa Fe Osmar Rebechi, Juan González, Eduardo Ramos y Víctor Cabrera, a quienes conocía por haber sido detenido en 1973 por el mismo grupo y por haber estado ellos la noche del 5 de diciembre de 1975 y haber puesto una bomba en mi domicilio”. (sic)
En primer lugar, cabe aclarar, que Juan González, nunca trabajó en ningún servicio de inteligencia.
Respecto
a la bomba en su domicilio, Schulman acusa a estos cuatro policías, por
lo que, para él, es una verdad revelada. El no vio quienes pusieron la
bomba ni aporta testigos.
Con
relación al supuesto allanamiento ilegal, el acusado Osmar Rebechi está
muerto, pero Juan González en ese entonces trabajaba en una Comisaría y
por lo tanto no tenía participación en los procedimientos contra los
terroristas. Eduardo Ramos, para esa fecha, acusado de otro delito,
estaba en situación de pasiva, sin prestar servicios y privado del arma
reglamentaria y de su credencial policial, por lo tanto, no pudo
participar del procedimiento. Y Víctor Cabrera, el día del referido
procedimiento, estaba con licencia por enfermedad.
Y
si nos remitimos a la detención de Schulman ocurrida en 1973, basta
remitirse a los legajos de estos tres acusados para constatar que
Cabrera y González en esa fecha, no pertenecían a la fuerza. Los dos
ingresaron a la Policía en 1974.
Eduardo
Ramos, si había ingresado a la Repartición a principios de 1973, pero
durante ese año, estaba cursando como Cadete en la Escuela de Policía,
en la Ciudad de Rosario. No participaba de procedimientos.
Y
todo esto lo puedo afirmar por haber tenido en mis manos, al igual que
los jueces, los legajos policiales de estos tres policías acusados y
detenidos, Ramos, cumpliendo otras condenas y González y Cabrera, con
prisión preventiva, con esta sola imputación.
Pero,
qué paradoja. El Juez Federal Dr. Carlos Vera Barros al dictar un auto
de procesamiento contra Víctor Hugo Cabrera, suma al plexo probatorio el
legajo personal de Cabrera (fs. 155/163), donde se acredita la falsedad
de la imputación que hace Schulman.
Y en el mismo auto de procesamiento señala:
“Otro dato que refuerza esta hipótesis son las declaraciones testimoniales de Silvina Alejandra Cabrera y María de los Ángeles Cabrera (fs. 1456/1460), las cuales constituyen un indicio más sobre la participación y pertenencia de Víctor Hugo Cabrera al referido grupo. La primera de las nombradas se refirió a que su padre trabajaba en el servicio de inteligencia de la provincia…” (sic)Este analfabeto jurídico acepta como válidas, las declaraciones de las hijas del imputado, contra él, en hechos en que no son victimas ni ellas ni otra persona con igual o mayor vinculo de parentesco.
Eduardo Jorge Seminara Licenciado en Comunicación Social. ex vicerrector de la UNR y hoy Diputado Nacional por Santa Fe del FPV se manifiesta víctima de la represión y poniendo fuerza de convicción a sus mentiras, afirma que fue detenido en julio de 1976 cuando estaba cumpliendo el servicio militar en Azul y trasladado a Rosario donde fue “torturado”.
Que en esas sesiones de tortura se encontraba presente Jose Carlos Antonio Scortechini, al que reconoció por su voz. Eduardo Jorge Seminara, a pesar de haber sobrevivido siete días sin tomar agua ni comer según cuenta, miente. Jose Carlos Antonio Scortechini, según consta en las mismas actuaciones y registros de la época, desde el 31 de mayo de 1976 prestaba servicios en la Unidad Regional del Departamento Villa Constitución y a las pocas semanas era dejado cesante de la repartición policial. Ergo, nunca pudo haber estado presente en los interrogatorios de Eduardo Jorge Seminara. Pero la mentira de un militante del Frente Para la Victoria es motivo suficiente para detener a una persona, a pesar de las pruebas que demuestran su inocencia.
En el mes de enero de 1977 se produjeron en la Ciudad de Santa Fe dos cruentos enfrentamientos, donde cayeron abatidos un total de siete delincuentes terroristas que se ocultaban en dos fincas ubicadas en distintos puntos de esta Ciudad. En el primero de los hechos, personal militar, a riesgo de su propia vida, rescató del fuego cruzado a dos niños, hijos de una de las terroristas, los que posteriormente fueron restituidos a sus familiares. En el otro enfrentamiento al ingresar los militares a la vivienda, encontraron a tres niños, dos de ellos, identificados como hijos de una de las abatidas, que también fueron entregados a sus familiares; y una niña que no se pudo establecer en el momento, su identidad. Ante la imposibilidad de determinar la identidad de la niña, fue entregada al Juzgado de menores, en ese entonces a cargo del Dr. Luis María Vera Candioti, quien luego, y ante la falta de reclamo de familiares, optó por entregarla en adopción. Fue anotada por sus padres adoptivos, como María Carolina Guallane. Con el paso de los años, María Carolina, decide buscar su identidad y con los adelantos de la ciencia, se sabe por las pruebas de ADN que es hija de una terrorista muerta en uno de los enfrentamientos ocurridos en enero de 1977 en esta Ciudad. Entonces tienen una nueva oportunidad para utilizar al prevaricato como instrumento de venganza y condenan al Dr. Luis María Vera Candioti considerado culpable de los delitos de “retención y ocultamiento de un menor de 10 años”, “alteración y supresión” de su estado civil y “prevaricato” en perjuicio de María Carolina Guallane-Paula Cortassa.
En su momento, los abuelos de esta beba de apenas un año, no se preocuparon por reclamarla. Ahora, con el curro de los derechos humanos, era el momento oportuno para abrazar a la nietita perdida.
Orlando Agustín Gauna Bracamonte