CUARTA PARTE
LECCIÓN XII
La naturaleza intelectual de la virtud y el poder formativo del saber
Nuestra libertad no
la perdimos por las máquinas, sino
por la pérdida de un
pensamiento libre.
HILAIRE BELLOC
Menón, joven y
aprovechado discípulo del sofista Gorgias, no puede menos que manifestar su
asombro a Sócrates, cuando éste le confiesa que no sabe si la virtud puede
enseñarse o no, puesto que ignora su esencia, lo que la virtud es.
MENÓN. - No. Pero
¿será cierto, Sócrates, que no sabes lo que es la virtud? ¿Es posible que al
volver a nuestro país, tengamos que hacer pública allí tu ignorancia sobre este
punto? 123.
Sócrates se propone
estimular esa amenaza, respondiéndole con certera e invencible ironía.
SÓCRATES. - No sólo
eso, mi querido amigo, sino que debes añadir que yo no he encontrado aún a
nadie que lo sepa, a juicio mío 124.
El joven discípulo de
Gorgias de Leoncio se siente herido en su venerado maestro de virtud y
reacciona vivamente.
MENÓN. - ¿Cómo? ¿No
viste a Gorgias cuando estuvo aquí? 125. 123 Menón, 71 b
c. 124 Menón, 71 c. 125 Menón, 71
c.
Por cierto que
Sócrates lo ha tratado durante su estadía en Atenas y no puede ignorar sus
lecciones. Menón le hará confesar que incurre en falsedad cuando pretende no
haber encontrado a nadie que sepa lo qué es la virtud; y se apresura a dar
testimonio de su maestro.
MENÓN. - [...]
consiste (la virtud del hombre) en estar en posición de administrar los
negocios de su Patria; y administrando, hacer bien a sus amigos y mal a sus
enemigos, procurando por su parte evitar todo sufrimiento. ¿Quieres conocer en
qué consiste la virtud de una mujer? Es fácil definirla. El deber de una mujer
consiste en gobernar bien su casa, vigilar todo lo interior y estar sometida a
su marido. También hay una virtud propia para los jóvenes de uno y otro sexo y
para los ancianos [...] Ningún inconveniente hay en decir lo que es la virtud,
porque cada profesión, cada edad, cada acción, tiene su virtud particular.
Creo, Sócrates, que lo mismo sucede respecto al vicio 126. 126 Menón, 71 e – 72 a.
En lugar de decir lo
que la virtud es, Menón subraya la relatividad de las virtudes y alude a
innumerables virtudes particulares que se corresponden con los diversos estados
y condiciones de los hombres, aparte de una sumaria y vaga declaración acerca
de la función de algunas virtudes especiales. Tenía que exponer el concepto uno
y único de la virtud; tenía que explicar su esencia y no ha hecho otra cosa que
referirse a un repertorio de virtudes y a sus respectivos sujetos. Es una
situación análoga a la de esos consabidos pedagogos que se limitan a “explicar”
los asuntos por medio de ejemplos, presumiendo alcanzar la suma perfección
didáctica con dicho método; olvidan que los ejemplos sólo sirven para ilustrar,
comprobar, aclarar o reafirmar el conocimiento de la esencia que ya se ha
alcanzado. Los ejemplos no sirven, en cambio, para explicar la misma esencia,
para hacer conocer sus diferencias constitutivas. Claro está que si se trata de
conocer para usar simplemente, es decir, para ejercer una habilidad sobre las
almas o sobre las cosas, pueden bastar las analogías externas y accidentales de
la experiencia; y en este orden de exigencias, los ejemplos llenan
cumplidamente su papel de método exclusivo de conocimiento. A medida que
logremos superar realmente nuestra mentalidad de hombres práctico-prácticos y
comprendamos que la teoría pura es la actividad intelectual más eficiente,
aprenderemos a distinguir entre el saber que es una virtud del alma, una
perfección y mejor ser de ella misma, y el saber que sólo es una habilidad del
alma para uso externo. Los saberes que no son más que habilidades están en el
alma, son hábitos lo mismo que las virtudes, pero son extraños a la esencia del
alma y no sirven a su mejor ser. Gorgias de Leoncio no es un maestro de virtud
sino de habilidad. Por esto es que si le preguntamos a un aprendiz de sofista:
¿qué es una figura?, nos responderá invariablemente que el triángulo es una
figura; y que el cuadrado, el rombo y la circunferencia también son figuras. Le
hemos requerido el concepto pero nos sale con una exposición de ejemplos; queríamos
la unidad del ser pero nos abruma con un enjambre de seres particulares; y es
casi seguro, que nos impresiona y nos convence de que sabe porque nos ha
provisto prácticamente y podemos reconocer las figuras entre las demás cosas,
aunque ignoremos su concepto, lo que son en sí mismas. Aquí se pone de
manifiesto, una vez más, que el concepto es una operación intelectual
contrapuesta a la percepción o representación externa de los objetos. El acto
de concebir está referido a la esencia, la unidad inteligible e interior del
ser; el acto de percibir se orienta hacia la multiplicidad y exterioridad del
ser, es decir, hacia la materia. Concebir una cosa es, como enseña Platón,
contemplar su esencia, su forma interior e ideal. Percibir una cosa es, como
enseña Bergson, saber usarla. El primero es un saber de cosas vivas; el
segundo, de cosas muertas.
La pregunta más natural y más propia de la inteligencia: ¿qué es esto?,
no es sino una anticipación de la esencia que ella reclama en todo lo que se
nos aparece sensiblemente; es preguntar por algo que reconocerá apenas se
encuentre en su presencia y que no cesará de buscar mientras no sea hallado.
¿Qué es la virtud?, quiere decir: ¿cuál es esa cosa una, única, indivisible,
universal e inmutable que hace que una virtud particular sea virtud y no
habilidad, por ejemplo? o ¿cuál es esa cosa misma que hace que el trabajo y el
ahorro no sean virtudes? 127 Menón así requerido por Sócrates, no quiere
darse por vencido y apelando al magisterio de Gorgias le contesta.
MENÓN. - Si buscas una
definición general, ¿qué otra cosa es que la capacidad de mandar a los hombres?
128.
Sócrates sabe que el
aprendiz de sofista ha rozado el fondo de la cuestión, pero sabe también que
esa coincidencia es puramente accidental y que no habla con fundamento y para
enfrentarlo a él mismo con su ligereza, lo desconcierta con una objeción
aparente.
SÓCRATES. - Pero dime
Menón: ¿consiste la virtud de un hijo o de un esclavo en ser capaz de mandar a
su dueño? ¿Y te parece que pueda permanecer esclavo en el acto mismo en que
mande? 129.
Menón no advierte
siquiera que Sócrates acaba de incurrir en su propia falta inicial: en lugar de
mantener la discusión en el plano de la esencia y de su fundamental unidad de
ser, se ha arrojado en los brazos equívocos del ejemplo particular. Aquí Menón
podría responder que la verdadera obediencia – sometimiento lúcido y libre-, es
un claro testimonio de la capacidad de mandar sobre los hombres; en este caso
sobre sí mismo que es el más difícil mando. Y agregar que la obediencia del
esclavo que es una falta de voluntad, no es una virtud, una capacidad de
mandar; sino que en su alma manda exclusiva la voluntad de otro, una autoridad
exterior y mecánica. Nadie es esclavo que no merezca serlo, dice Aristóteles en
la Política 130; y si un esclavo es capaz de mandar, se lo llama impropiamente
esclavo. La verdad es que dentro o fuera del régimen de la esclavitud, “el que
no sabe mandar tiene que obedecer. 131”
No cabe duda de que la capacidad de mandar pertenece a la esencia de la
virtud, pero acaso no sea su última diferencia, aquella última razón de ser que
explica a todas las demás.
127
Cf. Menón, 72 a y ss. 128 Menón, 73 d.
129 Menón, 73 d. 130 Política, I,
c. 2, 1255 a 131 Cf. FRIEDRICH
NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, Segunda Parte, “De la aceptación de sí mismo”.
Sin datos respecto de la versión utilizada por el autor.
Importa destacar, por
ahora, que Gorgias, lo mismo que Protágoras y los demás sofistas, no enseñan a
pensar porque ellos no son dueños de un pensamiento libre. Más bien, procuran
una habilidad retórica que sustituye las razones fundadas por las meras
conjeturas y la definición por los ejemplos.
Es así que Menón no puede conducir con ninguna seguridad su propio
pensamiento, ante una inquisición que vuelve siempre sobre lo mismo y no
permite el paso rápido de una cosa a otra; tiene que someterse y dejarse llevar
pasivamente por donde Sócrates quiere.
SÓCRATES. - Haces
consistir la virtud en la capacidad de mandar: ¿no te parece que añadamos
justamente y no injustamente? MENÓN. – Ese es mi parecer; porque la justicia,
Sócrates, es virtud 132.
Pero así como la
justicia es una virtud, Menón debe convenir que hay otras virtudes como la
templanza, la sabiduría, la liberalidad y muchas más; con lo cual se recae,
otra vez, en el mismo inconveniente: se busca una misma y única virtud, pero
volvemos a encontrarnos con muchas virtudes. Sócrates le presenta un modelo de
definición, a fin de que Menón lo tome como guía para dar con esa idea única de
la virtud que comprende todas las demás.
SÓCRATES. - Dime: ¿no
hay una cosa que llamas fin, es decir límite, extremidad? Estas tres palabras
expresan la misma idea [...] ¿No llamas a algunas cosas superficies, planos y a
otras sólidos? [...] Ahora puedes concebir lo que entiendo por figura. Porque
digo en general de toda figura, que es lo que limita al sólido; y para resumir
esta definición en dos palabras, llamo figura al límite del sólido 133.
132 Menón, 73 d. 133 Menón, 75 e –
76 a.
La figura se define,
pues, por aquella razón que hace que el triángulo, el cuadrado, el círculo, el
trapecio, etc., sean figuras: ser límites del sólido. No es por ser un elemento
común a todas las figuras que el color es la esencia de la figura; el color
acompaña siempre a la figura pero no la define como tal. Se trata de su misma
razón de ser, aquella diferencia última que nos hace entender que la figura es
figura y no línea ni punto. Ser común es una consecuencia, no un principio,
respecto de la esencia: la máxima distinción que constituye una categoría de
seres es algo común a todos ellos.
Sócrates le solicita a Menón que haga, respecto de la virtud, lo que él
acaba de hacer con la figura.
SÓCRATES. - Cesa de
hacer muchas cosas de una sola, como se dice vulgarmente para burlarse de los
habladores; y dejando la virtud entera e íntegra, explícame en qué consiste. Ya
te he dado modelos para que te sirvan de guía 134.
Pero Menón es incapaz
de discurrir permaneciendo en lo mismo a través de todas las diferencias que
hace, tal como exige la unidad de la esencia, la identidad de lo que es. Se
contradice de inmediato al sostener que no todos los hombres desean lo que es
bueno.
SÓCRATES. – ¿Luego a
tu juicio algunos desean lo que es malo? MENÓN. – Sí. SÓCRATES. – Pero Menón,
¿crees que un hombre, conociendo el mal como mal, puede verse inclinado a
desearlo? MENÓN. – Sí. [...] SÓCRATES. – ¿Pero crees que los que se imaginan
que el mal es ventajoso, le conocen como mal? MENÓN. – En ese concepto no lo
creo. SÓCRATES. – Por lo tanto, es evidente que no desean el mal puesto que no
lo conocen como mal; sino que desean lo que tienen por un bien, y que realmente
es un mal. De suerte que los que ignoraban que una cosa es mala, y la creen
buena, desean manifiestamente el bien, ¿no es así? [...] Sí, pues, nadie quiere
eso, es claro que nadie quiere el mal. En efecto, ser miserable, ¿qué otra cosa
es que desear el mal y procurárselo? MENÓN. – Parece que tienes razón,
Sócrates; nadie quiere el mal 135. 134 Menón, 77 a. 135 Menón, 77 b– 78 b.
Una vez más, el
aprendiz de sofista ha comenzado por afirmar algo que apenas puesto a prueba
ante su propio juicio, se muestra absolutamente inconsistente y se cambia en la
afirmación contraria. La verdad es que queremos necesariamente el bien y cuando
nos decidimos por el mal es porque lo creemos un bien; de tal modo, que hasta
en el caso de voluntad perversa, todavía queremos el bien sólo que lo buscamos
a contramano. Importa sobremanera tener en cuenta esta necesaria conclusión que
reitera la preeminencia absoluta del saber en la determinación de nuestras
acciones; y nos hace ver en toda su fuerza la posición socrática que identifica
la virtud con el saber.
Sócrates le demuestra
a Menón que todos los hombres son iguales y ninguno es mejor que otro en cuanto
a querer el bien puesto que todos queremos necesariamente el bien; pero unos
hombres son mejores que otros en cuanto al poder de realizar el bien, en razón
de que depende de cada uno de nosotros. De donde resultaría que la virtud
consiste en el poder de procurarse el bien. Menón acepta que la virtud es tal
como parece concebirla Sócrates; pero vuelve a caer en contradicción. Después
de convenir que la salud, la riqueza y los honores son bienes y que, por lo
tanto la virtud consiste en su adquisición, Sócrates le pregunta…
SÓCRATES. – [...]
¿Añades algo a esta adquisición, como que sea justa y santa? ¿O tienes esto por
indiferente; y esta adquisición, aun cuando sea injusta, no dejará de ser una
virtud en tu opinión? 136.
Menón responde que sin
tales condiciones de justicia y de santidad, no pueden ser virtudes sino
vicios, la adquisición de la riqueza, de los honores o de la salud. Y, por el
contrario, no procurarse estos bienes cuando no es justo, es una virtud. De
donde se sigue necesariamente que procurarse esta clase de bienes no es más
virtud que no procurárselos; depende de que se haga o no con justicia. Menón
aprueba inmediatamente:
MENÓN. - Me parece imprescindible
que sea como dices. SÓCRATES. – ¿No dijimos antes que cada una de estas
cualidades, la justicia, la templanza, y todas las demás de esta naturaleza son
partes de la virtud? MENÓN. – Sí. SÓCRATES. – Luego, ¿tú te burlas de mi,
Menón? MENÓN. – ¿Por qué, Sócrates? SÓCRATES. – Porque habiéndote suplicado
hace un momento que no rompieras la virtud, ni la hicieras trizas, y habiéndote
dado modelos de la manera que debes responder, ningún aprecio has hecho de todo
esto, y me dices, por una parte, que la virtud consiste en poder procurarse
bienes con justicia; y, por otra, que la justicia es una parte de la virtud.
MENÓN. – Lo confieso 137. 136 Menón, 78 d. 137
Menón, 79 a b.
El aprendiz de sofista
confiesa, en verdad, su contradicción, puesto que la virtud consistiría en
obrar todo aquello que se hace con una parte de la virtud. La parte sería lo
mismo que el todo y, además, la cuestión permanece intacta por cuanto
no conociendo la
virtud misma no es posible conocer una parte de ella como parecen ser la
justicia y las demás virtudes. Acaso sea oportuno anticipar que la situación
cambiaría totalmente si se demostrara, por ejemplo, que la justicia es la
virtud entera y que comprende a todas las otras en sí misma: definir la
justicia sería entonces lo mismo que explicar lo que es la virtud. Pero, entre
tanto, Sócrates le hace al confuso y confundido Menón, muy atinadas
observaciones acerca de las condiciones que debe reunir la definición, las
cuales precisan uno de los vicios frecuentes que adolece la elaboración del
concepto.
SÓCRATES. - Por lo
tanto, querido mío, mientras busquemos lo que es la virtud en general, no te
figures que puedes explicar a nadie su naturaleza, haciendo entrar en tu
respuesta las partes de la virtud, ni definir nada empleando un método
semejante. Persuádete que habrá de renovarse la misma pregunta siempre. ¿Qué
entiendes por virtud cuando te refieres a ella? 138. 138 Menón, 79 d e.
No es lícito explicar
la esencia por un caso particular que debe ser explicado por ella. La esencia
es un principio de explicación de las cosas individuales y concretas, las
cuales se reúnen y se agrupan en razón de su analogía esencial, en círculos
determinados. Menón no puede seguir más; está abrumado por la exigencia de lo
mismo que vuelve siempre con la implacable pregunta: ¿qué es la virtud? Es la
exigencia fundamental de la identidad del ser a través de todas sus variaciones
accidentales. El discurso sobre una cosa determinada –en este caso, la virtud-,
tiene que estar siempre referido a lo mismo, la esencia; no puede salir de ella
y entrar en otro, aunque le pertenezca y no pueda existir sin ella; es irse por
las ramas y la pregunta exige no moverse de la raíz y que todos los pasos se
den sin perderla jamás de vista, a fin de no romper la cosa y hacerla trizas
entre las torpes manos. El pensamiento
es una transparencia lúcida y quieta; su actividad tiene la forma de un reposo
porque se mueve volviendo siempre sobre lo mismo; se diferencia permaneciendo
idéntico consigo mismo. Si se enajena, se pierde a sí mismo en la inquietud y
finalmente perece. Sócrates ha conseguido que el aprendiz de sofista, quiebre
en su alma la vana suficiencia que le dejaron las lecciones de su maestro
Gorgias; lo ha llevado a la reflexión sobre sí mismo y ha visto su pensamiento
reflejado en el agua oscura y agitada que es agua de muerte. Al pronto Menón
cree que Sócrates le ha hecho daño, interrumpiendo la corriente de su discurso
en la duda.
MENÓN. - Me parece que
imitas perfectamente en la duda y en todo, a ese corpulento torpedo marino que
causa adormecimiento a todos los que se le aproximan y le tocan. Pienso que has
producido el mismo efecto sobre mí; porque verdaderamente siento adormecidos mi
espíritu y mi cuerpo, y no se qué responderte. Sin embargo, he discurrido mil
veces sobre la virtud, delante de muchas personas y con acierto, a mi parecer.
Pero en este momento no puedo decir ni aún lo que es la virtud 139. 139 Menón, 80 a.
Pero esa duda que
lleva el alma de Menón, es saludable y realmente fecunda, porque es la duda de
sí mismo. Y el aprendiz de sofista va a iniciar ahora el áureo camino de la
sabiduría.