viernes, 3 de febrero de 2017

La nueva guerra fría

La nueva guerra fría

 (Nacionalismo Católico NGNP)

Vieja Guerra Fría vs Nueva Guerra Fría. Los expertos opinan

Después de la crisis de Ucrania de 2014 son varios autores, desde el mundo académico al periodístico, los que afirman que hemos entrado en una Nueva Guerra Fría con Rusia. Por ejemplo, Marc Marginedas, corresponsal de El Periódico de Catalunya en Moscú, hablaba de “Guerra Fría 2.0” con motivo de la cumbre de la OTAN en Varsovia. Pero hay quienes critican el uso del concepto de Guerra Fría para describir la presente fase de relaciones con Rusia, como Rubén Ruiz Ramas, profesor de la UNED, director de Eurasianet.es y coordinador del libro colectivo Ucrania. De la Revolución del Maidán a la Guerra del Donbás publicado este año.El profesor Ruiz establece dos criterios para determinar si los actuales tiempos son comparables a la Guerra Fría: uno es el contexto histórico y el otro es el marco de relaciones entre Occidente y Rusia. En el primer caso, se trata de comparar cómo se parece el orden internacional actual al existente en la Nueva Guerra Fría. Considera que la polarización entre dos bloques muy diferenciados de la “vieja” Guerra Fría tiene poco que ver con la actualidad, en el que se tiende a un orden multipolar con el ascenso de potencias como China.

En el segundo caso, se trata de ver el estado de las relaciones, estudiando tanto los discursos como las acciones. Ahí sí encuentra una retórica y una hostilidad con ecos de la “vieja” Guerra Fría pero considera que la escala de conflicto tiene poco que ver con la de entonces.
Tampoco cree acertado el término Nueva Guerra Fría Nicolás de Pedro, investigador principal y responsable del espacio postsoviético en el CIDOB de Barcelona. De Pedro considera que si bien “hay un deterioro de la relación muy profundo y ambas partes se perciben con desconfianza estratégica” el término de Nueva Guerra Fría nos lleva inevitablemente a debatir “sobre parecidos y diferencias con la Guerra Fría clásica y no tanto sobre los retos que tenemos por delante”. Ese deterioro de relaciones con Rusia habría arrancado, según él, antes de la crisis de Ucrania de 2014 y tiene ahora un componente de rivalidad ideológica en la que el Kremlin está aprovechando el cuestionamiento que se hace de la Unión Europea desde ambos extremos ideológicos, “la izquierda populista y la extrema derecha”.
Otro autor que considera que no vivimos una Nueva Guerra Fría es el politólogo Guillermo Pulido, que plantea una crítica académica al término pero alerta que podríamos entrar en un orden internacional de “Paz Caliente” aún más peligroso e inestable que la Guerra Fría.
Señala Pulido que durante la Guerra Fría cada bando respetó el área de influencia del contrario en Europa, algo que no ocurrió durante la crisis de Ucrania. Y apunta como diferencia que durante la Guerra Fría la posibilidad de una guerra nuclear auguraba la Destrucción Mutua Asegurada y tuvo un efecto disuasivo por el “temor paralizante” que provocaba en los dos bandos. Hoy, señala Pulido, Estados Unidos y Rusia tienen muchísimas menos armas nucleares pero han aumentado los países con ellas.
La posesión de armas nucleares hace que los países se impliquen sólo en conflictos limitados y por tanto aumenta la probabilidad de ellos. Es decir, los países toman más riesgos y se vuelven más agresivos en su política exterior porque las armas nucleares disuaden a sus enemigos de emprender una guerra total. Un ejemplo es el caso de Pakistán e India que, a pesar de tener armas nucleares entraron en guerra en 1999, pero lo hicieron de forma limitada para combatir por el glaciar de Kargil. Los preparativos de la OTAN para defender las repúblicas bálticas o la expansión militar de China en islotes del Océano Pacífico crean la posibilidad de conflictos limitados.
Más allá del nombre, sin duda las relaciones de Occidente y Rusia han cambiado en el marco de un conflicto que no es sólo geopolítico. Lo vemos en polémicas como la canción ganadora del último festival de Eurovisión, que hacía referencia a la deportación de la comunidad tártara de Crimea llevada a cabo por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial.
O en la prohibición masiva de participar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro que afectó a deportistas rusos. Ambos casos fueron interpretados en Rusia como parte de un conflicto con Occidente.