martes, 1 de enero de 2013

BALANCE DE UN AÑO INNECESARIAMENTE DIFÍCIL





Queridos amigos:
La finalización de un ciclo constituye  una circunstancia propicia para  la reflexión y el fin del año calendario, al cual estamos arribando, no escapa a esa aseveración. En la Argentina política, a cuya descripción y análisis  nos hemos abocado durante el año, identificamos un  hecho dominante que  eclipsa a  cualquier otro acaecimiento y es la forma acelerada e  imprevista en que el gobierno nacional dilapidó el enorme capital político que le concedieron el haber obtenido en Octubre del 2011 el 54 por ciento de los votos válidos en la elección presidencial y una diferencia de 38 puntos sobre su inmediato seguidor.
 ¿Qué falló? ¿En qué se equivocó quien conduce el país con mano férrea manejando un ejecutivo sin fisuras y un Congreso con mayoría en ambas Cámaras? ¿Cuál fue el error estratégico y conceptual que desarticuló las tácticas que en otras ocasiones habían tenido éxito?
En el desarrollo de cualquier estrategia hay un elemento clave que es el factor tiempo en sus distintas variables. Se puede hablar de un “tiempo secuencia” que hace a las fases de aplicación de la maniobra, de un “tiempo ritmo” que determina la intensidad de la acciones y de un “tiempo  oportunidad” que señala el momento preciso para ejecutar cada acción. Hubo en mi opinión una gran inoportunidad de parte de la señora presidente al enunciar  en forma absolutamente prematura la decisión de “ir por todo”  que implicó no solo mostrar la parte  más oscura de sus intenciones sino también la ruptura con el partido justicialista y su columna vertebral gremial, creyendo haber acumulado un poder personal suficiente como para prescindir de la estructura territorial y de la masa crítica que aportaba el partido sobre cuya base había llegado al poder.
  Estoy entre los que creen que en parte Néstor Kirchner, pero muy especialmente Cristina Fernández de Kirchner, llegaron al poder ocultando que las bases ideológicas que los movían coincidían con el pensamiento del movimiento montonero que en la década del setenta luchó fallidamente por imponer en la Argentina una dictadura marxista de estilo cubano por la fuerza de las armas, antes que en la doctrina justicialista. Surgen como evidencias los puestos claves que ocupan hombres de aquella corriente en altos cargos  del gobierno, la desaforada reivindicación de esos guerrilleros que se extiende hasta  los que atacaron al gobierno constitucional de Perón y su sucesora y la interminable persecución a los cuadros militares que se enfrentaron con ellos. La ruptura con el partido justicialista se inició con la postergación de sus candidatos en la elección del 2011, en la que debieron ceder posiciones ante los nuevos militantes juveniles, altamente adoctrinados, identificados con la agrupación “La Cámpora”. Pero el golpe final, claro y contundente, lo dio la señora presidente esta semana al señalar  al partido justicialista  y a la CGT  como responsables por los saqueos recientes y también por los que precipitaron la caída del presidente De La Rúa y aceleraron la entrega del gobierno de Raúl Alfonsín.
 Esta revelación fue incongruente para quien militó tantos años junto a esas fuerzas pero también inoportuna, no solo  porque estamos en el año previo a una elección crucial para la ambición de continuidad que únicamente tendrá cabida a través de una reforma electoral, sino también porque han comenzado a estallar las variables económicas comprimidas por  la disponibilidad de caja con que contó  el Estado y que ahora se liberan  por la presión de políticas públicas que ya no soportan más errores ni disimulos.
Si la inflación estimada por las consultoras privadas es del 25 por ciento, los aumentos anunciados en naftas, peajes, transportes y sobre todo, impuestos y tasas, la superan ampliamente.  Las políticas de subsidios muestran su agotamiento y lo que es peor, ello sucede en medio de cortes de energía, servicios de transporte deficitarios y un descontento de los beneficiarios de planes gubernamentales que cada vez se exterioriza con más fuerza.
 La sociedad argentina ya no se calla ni  se amilana. Este año la clase media salió a la calle y expresó sus reclamos en materia de inseguridad, inflación y corrupción como temas dominantes. Los sindicalistas, más próximos o más lejanos al gobierno, claman por la presión del impuesto a las ganancias, la recuperación de  los salarios familiares y las exacciones a los fondos de sus obras sociales. Los más postergados amenazan con precipitarse allí adonde esté lo que necesitan, apenas contenidos por el despliegue de fuerzas policiales que sufren sus propias frustraciones  y postergaciones. Es el momento, sin dudas, para que la Argentina se sumerja en un baño de racionalidad y espíritu de consenso porque la realidad es muy dura y amenaza con serlo aún más.
 Pero quienes han perdido el rumbo estratégico no pueden escapar a la sucesión de errores tácticos. El gobierno responde al ambiente hostil  con acciones extremas y golpes de efecto que se imponen sobre el diálogo y el consenso. Se inventó  un enemigo en el grupo Clarín y el gobierno pareció atar su futuro a destruirlo en fecha y hora determinada. A esa pretensión antidemocrática y absurda la Corte Suprema le  puso una justa postergación esta misma semana, rechazando un pedido de “per saltum” a todas luces improcedente y un pedido de  anulación de la medida cautelar impuesta por la Cámara Civil y Comercial a todas luces imprescindible para no tornar abstracta la causa. Lejos de asumir estos fallos como un llamado a la prudencia y la mesura, el gobierno ha dispuesto por decreto la confiscación del predio que fue vendido a la Sociedad Rural hace más de 20 años abriendo un nuevo e innecesario frente de conflicto que se resolverá en la justicia y en las manifestaciones callejeras como la que reunió a miles de personas para cantar el himno frente a La Rural y llevó al campo a un nuevo paro ganadero. ¿Qué sentido tiene este nuevo foco de tensión?  Ganar títulos en los medios y alimentar a la militancia de   izquierda,  al costo de perder cada día más consenso y una credibilidad imprescindible para las inversiones que necesita el país real.
 La fuerza de los hechos, sin embargo, va torciendo el brazo de los desafíos y las bravuconadas innecesarias. Después de haber complicado con frases altisonantes  las negociaciones con los tenedores de bonos que  no entraron a los canjes  hasta el punto de provocar fallos altamente desfavorables y de haber asegurado que jamás se les pagaría un peso, allí estuvo esta semana la oferta obligada de reabrir el canje a esos bonistas, que corre el riego de no alcanzar a esta altura de los acontecimientos. En el mejor de los casos, el oficialismo tendrá que presentar al Congreso una ley que contravenga todo lo afirmado y permita  abrir nuevamente el canje y cerrar ese capítulo infausto de nuestra historia económica. Cuánto hubiéramos ahorrado si no se hablara para la tribuna y se dejara que los temas serios los manejen los profesionales idóneos y bien preparados. La desmesurada pretensión de cambiar el orden económico mundial desde la periferia  sería apenas ridícula si luego la necesidad de mendigar que no se ejecuten las deudas pendientes,   sometidas a tribunales extranjeros, no la tornaran vergonzante.
 No puede dejar de comentarse que el año termina con una nueva vuelta de tuerca en la interminable saga de persecuciones judiciales que ahora se ha extendido a militares y civiles que participaron del “Operativo Independencia” en Tucumán, que enfrentó a los guerrilleros del Ejército Revolucionarios del Pueblo (ERP)  por orden y durante el ejercicio del gobierno de María Estela Martínez de Perón. Para poder consumar este juicio sin afectar al gobierno justicialista de ese momento, el juez habría  recurrido al argumento (según el matutino La Nación)  de que “las Fuerzas Armadas eran independientes del gobierno civil”. Tal afirmación, que no compartimos, si fuera aceptada haría caer la acusación de delito de lesa humanidad ya que el mismo, según la jurisprudencia nacional (que tampoco compartimos), solo puede ser cometido desde el  Estado y las fuerzas actuantes, al ser independientes, habría perdido su condición de agentes del Estado. En síntesis, todo argumento apunta siempre, cualquiera sea su falta de coherencia o verosimilitud,  a  juzgar y  condenar a quienes enfrentaron  a la guerrilla sea en gobiernos civiles o  militares. Esto nos lleva a considerar la necesidad  de que entre los consensos a que deberían llegar las fuerzas opositoras se incluya la necesidad de terminar con el revisionismo judicial y promulgar una amnistía amplia  y generosa, que cierre definitivamente este capítulo de nuestra historia que es contada sin atender a toda  la verdad y sin buscar la verdadera  justicia y la imprescindible equidad.
 Amigos, el panorama descripto no es placentero pero no seríamos honestos si no describiéramos este año 2012
que se va, con toda crudeza y señalando los desvíos del poder que lo han hecho innecesariamente difícil. Cada día están más comprometidas la libertad de expresión, la independencia de  la justicia y la seguridad jurídica. Pero también (y eso nos torna optimistas) vemos que cada día se despierta un nuevo sector social y que los argumentos que antes sosteníamos en soledad, ahora forman parte de los debates cotidianos de toda la ciudadanía.
Esto es parte del aporte que desde Nueva Unión Ciudadana podemos brindar mientras nos preparamos para enfrentar un año electoral con toda la fuerza  y el entusiasmo que da la convicción en los valores y principios que venimos sosteniendo sin desmayos ni desvíos.
 A la hora del brindis con que recibiremos al 2013 elevemos nuestro pensamiento a Dios, fuente de toda razón y justicia,  a nuestra Patria, que tanto necesita de nuestro trabajo, y a nuestras familias y amigos, que nos acompañan en este hermoso camino de la vida.
Un abrazo para todos  y feliz año nuevo.
 Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión Ciudadana