(01) Civilización del cuero
(02) El veredicto de Alberdi
(03) Fuentes
(04) Art.relacionados
La civilización del cuero
No vamos a hacer aquí la historia de todos los "bárbaros" caudillos. Quienquiera registrar prolijamente sus nombres, recurra a la historia "oficial"; allí encontrará, aplastados por una montaña de improperios y difamaciones, a cada uno de los argentinos que trataron de servir, desde el ángulo popular, a los superiores intereses de la patria. La fórmula ya conocida ha sido aplicada invariablemente por Mitre y su escuela histórica, por Vicente Fidel López y por ese formidable constructor de leyendas que se llamó Domingo Faustino Sarmiento. Con lógica irreprochable decía Estanislao López, en una Proclama de 1831: "Los unitarios se han arrogado exclusivamente la calidad de hombres decentes e ilustrados y han proclamado en su rabioso despecho, que sus rivales, es decir la mayoría de los ciudadanos argentinos son hordas de salvajes y una chusma y una canalla vil y despreciable que es preciso exterminar para construir la república" (Brigadier General don Estanislao López: Proclama. El Federal, febrero de 1831)
(02) El veredicto de Alberdi
(03) Fuentes
(04) Art.relacionados
La civilización del cuero
No vamos a hacer aquí la historia de todos los "bárbaros" caudillos. Quienquiera registrar prolijamente sus nombres, recurra a la historia "oficial"; allí encontrará, aplastados por una montaña de improperios y difamaciones, a cada uno de los argentinos que trataron de servir, desde el ángulo popular, a los superiores intereses de la patria. La fórmula ya conocida ha sido aplicada invariablemente por Mitre y su escuela histórica, por Vicente Fidel López y por ese formidable constructor de leyendas que se llamó Domingo Faustino Sarmiento. Con lógica irreprochable decía Estanislao López, en una Proclama de 1831: "Los unitarios se han arrogado exclusivamente la calidad de hombres decentes e ilustrados y han proclamado en su rabioso despecho, que sus rivales, es decir la mayoría de los ciudadanos argentinos son hordas de salvajes y una chusma y una canalla vil y despreciable que es preciso exterminar para construir la república" (Brigadier General don Estanislao López: Proclama. El Federal, febrero de 1831)
El pueblo y los caudillos representaban, según habría de consignarlo años más tarde Sarmiento, "la civilización del cuero". Los caudillos, los gauchos, la plebe eran la encarnación de esta "civilización de atraso y de barbarie";
había, pues, que suprimirlos para que pudieran resplandecer las luces
de la civilización ilustrada. Los hombres de frac y de zapatos de raso
no podían tolerar en el país la existencia de gentes ordinarias que
vestían bombachas y calzaban botas de cuero. "No son las leves las que necesitarnos cambiar" - pontificaba Alberdi - "son los hombres, las cosas"
(Alberdi: Bases, xxx, 136) . La civilización del cuero y de los
saladeros, como que surgida en los campos poblados de haciendas
innumerables, tenía ese perfume agreste que hacía torcer las narices a
los fabricantes de leyes intocables.
Al diablo, pues, con las gentes rústicas de las campañas, que huelen a pastos frescos y en cuyas manos leñosas se grabaron las fatigas de las largas jornadas en que sirvieron a la patria con decisión ejemplar. Son estas las gentes que sostienen y siguen a los "bárbaros" caudillos, transformándolos en figuras poderosas, que polarizan e interpretan el destino colectivo. Los teóricos y doctrinarios urbanos, que quieren imponer su ley despótica a las masas rurales, no pueden ocultar el resentimiento que les suscita ver al caudillo instalado en el punto más alto de la espiritualidad popular y señalado como vocero legítimo de sus aspiraciones. ¡Ah!, no; de este crimen hay que purgar a la República y para ello lo primero que hay que hacer es enterrar históricamente a todos los que de alguna manera se hacen el centro de su pueblo y de su estirpe.
Así se fraguó esa historia de calumnias y dicteríos en que todo el que se coloca en la línea popular resulta ignorante, sanguinario y ladrón. Desde Dorrego hasta Peñaloza, asesinados por los gauchos de levita y, no obstante, acusados ellos de ser los que derramaron la sangre de sus hermanos.
En el caso de Quiroga, también caído bajo el puñal de los civilizados asesinos, ya se sabe que el Facundo de Sarmiento lo paseó por el mundo envuelto en un halo enrojecido y brutal. El cargo de ser "bárbaros ignorantes" no le fue ahorrado a uno solo de estos viriles conductores. El más vapuleado de todos, en este aspecto, fue don Felipe Ibarra, de Santiago del Estero; pero de él dijo Ferré, que no era pródigo en alabanzas: "Traté personalmente en Santa Fe a don Felipe Ibarra, y formé sobre su persona el mejor concepto por su educación y nobleza de sentimientos" (Pedro Ferré: Memoria del Brigadier General don... Octubre de 1821 a diciembre de 1842. Contribución a la historia de la Provincia de Corrientes en sus luchas por la libertad y contra la tiranía. Buenos Aires, 1921).
De Facundo dicen que solamente gustaba de burdeles y reñideros de gallos, pero es lo cierto que durante su permanencia en Buenos Aires, su casa -que era la de su apoderado, don Braulio Costa- fue centro brillantísimo de reuniones políticas y sociales, a las que concurrían doña Angela Baudrix, viuda del coronel Dorrego, los generales Alvear, Guido, Pacheco e Iríarte, el doctor Juan Bautista Alberdi, don Félix de Alzaga, don Juan Nepomuceno Terrero y lo más granado de la sociedad porteña.
El veredicto de Alberdi
Al diablo, pues, con las gentes rústicas de las campañas, que huelen a pastos frescos y en cuyas manos leñosas se grabaron las fatigas de las largas jornadas en que sirvieron a la patria con decisión ejemplar. Son estas las gentes que sostienen y siguen a los "bárbaros" caudillos, transformándolos en figuras poderosas, que polarizan e interpretan el destino colectivo. Los teóricos y doctrinarios urbanos, que quieren imponer su ley despótica a las masas rurales, no pueden ocultar el resentimiento que les suscita ver al caudillo instalado en el punto más alto de la espiritualidad popular y señalado como vocero legítimo de sus aspiraciones. ¡Ah!, no; de este crimen hay que purgar a la República y para ello lo primero que hay que hacer es enterrar históricamente a todos los que de alguna manera se hacen el centro de su pueblo y de su estirpe.
Así se fraguó esa historia de calumnias y dicteríos en que todo el que se coloca en la línea popular resulta ignorante, sanguinario y ladrón. Desde Dorrego hasta Peñaloza, asesinados por los gauchos de levita y, no obstante, acusados ellos de ser los que derramaron la sangre de sus hermanos.
En el caso de Quiroga, también caído bajo el puñal de los civilizados asesinos, ya se sabe que el Facundo de Sarmiento lo paseó por el mundo envuelto en un halo enrojecido y brutal. El cargo de ser "bárbaros ignorantes" no le fue ahorrado a uno solo de estos viriles conductores. El más vapuleado de todos, en este aspecto, fue don Felipe Ibarra, de Santiago del Estero; pero de él dijo Ferré, que no era pródigo en alabanzas: "Traté personalmente en Santa Fe a don Felipe Ibarra, y formé sobre su persona el mejor concepto por su educación y nobleza de sentimientos" (Pedro Ferré: Memoria del Brigadier General don... Octubre de 1821 a diciembre de 1842. Contribución a la historia de la Provincia de Corrientes en sus luchas por la libertad y contra la tiranía. Buenos Aires, 1921).
De Facundo dicen que solamente gustaba de burdeles y reñideros de gallos, pero es lo cierto que durante su permanencia en Buenos Aires, su casa -que era la de su apoderado, don Braulio Costa- fue centro brillantísimo de reuniones políticas y sociales, a las que concurrían doña Angela Baudrix, viuda del coronel Dorrego, los generales Alvear, Guido, Pacheco e Iríarte, el doctor Juan Bautista Alberdi, don Félix de Alzaga, don Juan Nepomuceno Terrero y lo más granado de la sociedad porteña.
El veredicto de Alberdi
“Artigas, López, Güemes, Quiroga, Rosas, Peñalosa, como jefes, como
cabezas y autoridades, son obra del pueblo, su personificación más
espontánea y genuina. Sin más título que ese, sin finanzas, sin
recursos, ellos han arrastrado o guiado al pueblo con más poder que los
gobiernos. Aparecen con la revolución: son sus primeros soldados”
(Alberdi, Juan Bautista. Los Caudillos. Colección Grandes Escritores
Argentinos, 3; W. Jackson, Inc. Buenos Aires) (AGM-PLA.p.165)
“No teniendo militares en regla, se daban jefes nuevos, sacados de su
seno. Como todos los jefes populares, eran simples paisanos las maás
veces. Ni ellos ni sus soldados, improvisados como ellos, conocían ni
podían practicar la disciplina. Al contrario, triunfar de la disciplina,
que era el fuerte del enemigo, por la guerra a discreción y sin regla,
debía ser el fuerte de los caudillos de la independencia. De ahí la
guerra de recursos, la montonera y sus jefes, los caudillos: elementos
de la guerra del pueblo: guerra de democracia, de libertad, de
independencia”. (Alberdi, Juan Bautista. Grandes y pequeños hombres
del Plata. Edit. Garnier Hnos. Bibl. de Grandes Autores Americanos,
París).(AGM-PLA.p.173)
El 13 de marzo de 1866, hablándole a Terrero de su folleto “Crisis de 1866”...”Había una página en que parangonaba los gobiernos, o , más bien, las personas del general Rosas y del General Mitre, para hacer resaltar la enorme superioridad del primero.” ... y preocupado por la salud de Rosas ...”Hoy es necesaria su vida, no solo para ustedes y muchos amigos, sino para la historia y tal vez para el porvenir inmediato de nuestro País”. Alberdi dirá también que “Si se perdiesen los títulos de Rosas a la nacionalidad Argentina yo contribuiría con un sacrificio no pequeño al logro de su rescate. Hablar de la expectabilidad de Rosas es hablar de la espectabilidad del país que representa”. J.B.Alberdi. Obras Completas, T.I. Bs.As. 1886. “Yo fui enemigo lo recuerdo con disgusto”. (Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho) "En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales, Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje”" (Juan Bautista Alberdi. Escritos póstumos. Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sudamérica. Buenos Aires. 1899)
El 13 de marzo de 1866, hablándole a Terrero de su folleto “Crisis de 1866”...”Había una página en que parangonaba los gobiernos, o , más bien, las personas del general Rosas y del General Mitre, para hacer resaltar la enorme superioridad del primero.” ... y preocupado por la salud de Rosas ...”Hoy es necesaria su vida, no solo para ustedes y muchos amigos, sino para la historia y tal vez para el porvenir inmediato de nuestro País”. Alberdi dirá también que “Si se perdiesen los títulos de Rosas a la nacionalidad Argentina yo contribuiría con un sacrificio no pequeño al logro de su rescate. Hablar de la expectabilidad de Rosas es hablar de la espectabilidad del país que representa”. J.B.Alberdi. Obras Completas, T.I. Bs.As. 1886. “Yo fui enemigo lo recuerdo con disgusto”. (Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho) "En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales, Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje”" (Juan Bautista Alberdi. Escritos póstumos. Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sudamérica. Buenos Aires. 1899)
Fuentes:
- Garcia Mellid, Atilio. Proceso al liberalismo Argentino. Edit. Theoría.
- Obras citadas.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
- Garcia Mellid, Atilio. Proceso al liberalismo Argentino. Edit. Theoría.
- Obras citadas.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar