lunes, 4 de marzo de 2013

D'ELIA, QUE MAL OLIA





 Publicado por Revista Cabildo Nº 101
Mes:Enero/Febrero de 2013 3º Época

NACIONALES
D Elia, qué Mal olía

Por Miguel de Lorenzo


Acá mismo y hace poco, expusimos nuestra preocupación porque de boca del propio Luis D'Elia, supimos que el tipo olía mal.
Y no es que Luisito no buscase soluciones al problema, pero las buscaba por afuera, siendo que lo hediondo no venía de ahí.
Hacia fines de enero, por una nota en Infobae, supimos que el tipo sigue perdido, pero entre la mugre del pasado menos digno, aquel que según él, se nutre en el marxismo y en los ideales de libertad igualdad fraternidad que instaló Robespierre en 1794, con la fiesta del gran Terror.
Por eso habla del socialismo del siglo XXI, que necesariamente será hijo del anterior, el mismo que entre sus ruinas no dejó otra cosa que un descomunal sufrimiento, entre incontables millones de seres humanos asesinados.
Tal vez, y como nadie juzgó a los responsables del universo comunista, él crea que también puede salir impune, de este nuevo delirio de ideas muertas y mortales que intenta imponer.
El motor común, por lo menos el declarado, es el odio a la burguesía, a "los blancos", que a su vez es arrastrado por odios más atroces y globales —"el demonio son los otros" del que hablaba Sartre— y que culminan y tienen origen en el odio a Dios.
El tema del odio, es una antigua constante de los "revolucionarios", además del Che, un tenebroso especialista en esa cuestión, vale recordar, entre tantos, a un Nobel de la paz (¿?) el vietnamita Le Duc Tho, autor de estas pacíficas consignas: "mejor diez muertos inocentes, que el que un solo enemigo sobreviva", "hay que encender el odio en los campesinos", etc.
La ideología de la lucha de clases y la dictadura del proletariado desaparecieron sin haber sido derrotadas en el campo de batalla, sino autoaniquiladas. Al extraño suceso habían llamado "revolución", nombre con el que pretendían significar una ruptura total con el pasado; ahora Luisito insiste con otra revolución, que es la misma, pero a la que llaman bolivariana, y nos dice que Chávez, Néstor, Perón, Evita, el Che, y... ¡San Martín! "permanecerán en la conciencia colectiva de los pueblos".
Durante el siglo veinte, multitud de intelectuales europeos fueron cómplices de los soviets, difundiendo y exaltando a la revolución, pero y mucho más ruin, tapando los horrores de las matanzas y de los Gulags y el mar de las tremebundas mentiras socialistas. Muchos vivían en París o en Londres, sin sobresaltos económicos, gracias a la revolución que les devolvía los favores. En el fondo eran comparsas, a las que el régimen usaba y descartaba, llegado el caso.
Nadie entienda con esto que pretendemos incorporar a Luisito al rebaño de los intelectuales progresistas, ante todo porque dudamos que exista tal especie, y luego porque él está para refinamientos mayores, como tomar comisarías y andar matoneando por la vida.
Tan exquisitamente novedoso y riguroso es el artículo, que para darle soporte alude al manual "Las venas abiertas de América latina". Bien podríamos decir que es algo así como el broche, de esta estúpida parrafada. Por otra parte, ya sería tiempo de que alguien les avise a Galeano y a Luisito de que no sólo venas, también hubo arterias abiertas y corazones lacerados y cerebros destrozados por las bombas y la metralla del terrorismo subversivo y del tercermundismo marxista.
Es curioso ver cómo estos destructores de naciones trasladan las culpas "al imperio". Contra eso dicen luchar, para que el dinero de América no vaya más "al Norte diabólico" y sí, en cambio, se deposite democráticamente en las cuentas bancarias, nacionales y populares de los Castro, los Kirchner, los Chávez, los socios de Lula, los Boudou, los Jaime, los De Vido, los Cirigliano, los Spolsky, los Ortega, los Alperovich, los Mariorto, los...
La cosa es que, ni el materialismo rantifuso de Luisito, ni mucho menos el odio en que se sostiene, fueron ni serán gratuitos. Este reciclado de antiguos venenos, puestos nuevamente en circulación, consigue otra vez que los hombres paguen los máximos tributos posibles, o sea, el de la dignidad, la libertad y al fin la vida, en aras de la nada.
Refiriéndose a lo mismo, no carece de sugestión, la figura propuesta por el gales Arthur Machen: "Desde que los claros manantiales y las fuentes del bosque mágico, fueron enterrados fuera de la vista humana, los hombres —que necesitan beber— bebieron de las ciénagas y de los estanques venenosos". •