Dios Revela su Verdad a toda la Iglesia.
Y la Iglesia, para Dios, no es el conjunto de hombres, sino es cada alma en particular.
La Iglesia es para cada alma. No es un conjunto de almas que hacen cosas para Dios.
Dios habla a cada alma para que haga en su Iglesia lo que Él quiere de ese alma.
Dios
se revela al alma siempre. Pero las almas no saben escuchar su Voz
porque han nacido en el pecado original, que les impide atender la Voz
de Dios.
Dios
crea a cada alma por Amor y tiene para cada alma una Obra de Su Amor. Y
Dios tiene que decir a cada alma cuál es esa Obra. Por eso, Dios se
revela a cada alma. Dios no se da en general, en universal. Dios se da
en particular, a cada corazón.
Esta
Verdad no se sigue hoy en la Iglesia, porque los hombres de la Iglesia,
sus sacerdotes, sus Obispos, ya no creen en la Revelación.
Creen
que Dios ha revelado una serie de verdades y, con esas verdades, Dios
ha fundado Su Iglesia. Y eso es cierto, pero eso no es toda la Verdad.
Los hombres de la Iglesia tienen miedo a creer en las hablas de Dios a las almas.
Sacerdotes
que sólo creen en su teología, en su psicología, en su psiquiatría, y
que llaman a cualquier cosa que tenga el alma, locura. Y lo hacen sin
más. Lo primero que hacen cuando un alma les dice que siente algo, que
está perturbada, que oye voces, que ve cosas, es mandarla a un
psiquiatra. Eso hacen muchos sacerdotes en la Iglesia, porque ya no
creen en la Revelación. Creen en lo que dicen los hombres sobre las
voces interiores, sobre las visiones, etc. Y a todo lo llaman con un
nombre científico, técnico, para darse importancia de que saben de lo
que están hablando.
Hoy
los sacerdotes saben más de psiquiatría que de discernimiento
espiritual. No saben ver la acción del demonio ni saben apreciar la
acción de Dios en las almas. Todo es locura. Y lo demás no existe,
porque Dios ya se ha revelado y no hace falta más. El alma está para
leer libros de santos, para hacer penitencias, para conocer la teología y
nada más. El alma no está para escuchar la voz de Dios, porque eso no
puede darse ya, porque Dios se ha revelado y no tiene más que revelar.
Si habla con un alma es porque ese alma es muy santa, tiene una gran
perfección, que los demás no tienen. Y ese alma que recibe esas cosas ha
pasado antes por la criba de muchos psiquiatras y muchas mentes
inteligentes que saben lo que es la vida espiritual porque han leído
mucho libros de santos y mucha ciencia mística.
Así
se obra hoy en la Iglesia, en todas partes de la Iglesia. No hay nadie
que crea. Todos creen en los hombres, en las ciencias de los hombres.
Hoy los sacerdotes aconsejan a sus fieles acudir a un psiquiatra o a un
psicólogo para resolver sus problemas en la vida, para encontrar la paz
en el corazón. Eso hacen todos los directores espirituales, que de
Espíritu no entienden nada, sólo quieren entender lo que ellos piensan
que es la vida espiritual.
Por
eso, hablar del Espíritu de Revelación en una Iglesia que niega todo
espíritu de revelación es decirle a la Iglesia: estás en el error de tu
sabiduría humana y, por eso, no puedes comprender los signos de los
tiempos que Dios te ha dado en estos últimos meses.
La
Iglesia vive en la oscuridad del pensamiento humano. Vive centrada en
su ciencia humana. Vive dando vueltas a su vida humana. Vive obrando sus
obras humanas. Y ya no sabe creer, porque también se ha inventado la
fe.
Toda
la Iglesia es culpable de lo que vivimos estos días. Y nadie se salva. Y
todos tienen de Dios la luz para ver lo que pasa y todos andan en sus
conocimientos humanos tratando de dilucidar qué es lo que pasa.
La
Iglesia es culpable de no tener Fe, de no seguir la Verdad, que es Ella
Misma. La Verdad que Dios ha Revelado y que los hombres han tratado de
oscurecerla y aniquilarla por todos los medios.
La Iglesia es la Verdad del Espíritu. No es la verdad del pensamiento del hombre.
La
Iglesia es la Verdad del Entendimiento Divino, que se Obra con la
Fuerza del Amor del Espíritu, y que vive la Palabra del Hijo, que es el
Camino, la Verdad y la Vida.
El
Padre da Su Verdad al hombre por medio de la Palabra de Su Hijo. El
Padre se recrea en cada hombre para que alcance en su vida una obra de
Su Verdad.
Y los hombres tiene que abrirse a esta Verdad en sus corazones para obrar en sus vidas aquello que quiere Dios.
Y los hombres les cuesta esta apertura, porque viven para sus cosas humanas, para sus vidas humanas, para sus obras humanas.
La
Iglesia es la Obra del Espíritu. No es la obra de ningún hombre en la
tierra. Se hace Iglesia cuando cada alma hace la obra que le pide el
Espíritu en su vida. No se hace Iglesia cuando las almas se dedican a
hacer muchas cosas para Dios, pero no saben lo que Dios quiere de ellas
para sus vidas.
Dios
quiere algo concreto de cada alma en sus vidas humanas. Los hombres
nacen para muchas cosas y obran muchas cosas, pero no conocen eso
concreto para lo cual Dios los ha creado.
Y
es tarea de cada hombre buscar esa obra divina en sus corazones. Pero
la Iglesia no ayuda a esta obra porque ya no cree en la Revelación de
Dios, ya no cree que Dios habla con cada alma y le muestra el camino a
cada alma en la Iglesia.
Los
sacerdotes en la Iglesia creen que son ellos los que tienen que decir a
las almas, a sus fieles, lo que Dios quiere de ellas en la Iglesia.
Este es el error de toda la Iglesia.
Es
Dios quien sabe el camino de cada alma, porque Dios ha creado a cada
alma para algo divino, particular, de ella misma. Y ningún hombre conoce
el Pensamiento de Dios. Nadie sabe lo que Dios piensa de cada alma, de
la obra que cada alma tiene que hacer en la Iglesia.
Y
los sacerdotes, por sus malas vidas, condenan a muchas almas porque las
llevan por caminos que Dios no quiere. Y hacen de la Iglesia un camino
de piedras, un camino de serpientes y un abismo de maldad por su falta
de fe.
Es
pecado grave mandar al psiquiatra a las almas para dilucidar los
problemas espirituales de las almas. Y este pecado hace del sacerdote un
hombre que no sabe nada de la fe de la Iglesia y de la verdad de la
Iglesia.
Muchos
sacerdotes cometen este pecado y se quedan tan tranquilos, como si no
hubieran hecho nada. Y se hacen un mal a sí mismos enorme. Porque el
sacerdote está puesto para penetrar las profundidades de Dios y los
abismos del demonio. Para eso es un sacerdote: para una vida espiritual,
para experimentar el Espíritu, para enfrentar al demonio, para liquidar
los pensamientos de los hombres, para hacerlos inútiles para obrar en
la Iglesia.
Y
como los sacerdotes no viven para el Espíritu, sino que viven para su
inútil ciencia teológica, para su estúpida psicología, para su absurda
psiquiatría, por eso, se condenan y se llevan tras de sí a muchas almas
porque no han sabido ser del Espíritu, sino sólo de los hombres.
Por
eso tenemos lo que queremos: un Francisco que no sabe dar el Espíritu
de la Iglesia, tal como es. Y una Jerarquía que aplaude a un idiota y lo
toma como jefe de la Iglesia sin saber discernir ni siquiera sus
mentiras en la Iglesia.
Si
en la Iglesia hubiera un poco de discernimiento, Francisco ya se
hubiera retractado de sus graves declaraciones y la Jerarquía hubiera
pedido que se retirara, porque ha hecho un mal grave a toda la Iglesia.
Pero ni Francisco ha dicho que se ha equivocado en lo que ha dicho ni la
Jerarquía se ha levantado para dar la Verdad de la Iglesia y para
calmar los corazones que ahora se preguntan hacia dónde va la Iglesia.
Después de tantas palabras, qué es lo que viene, qué obra hay que
esperar de esas palabras.
Dios
habla a cada alma y conduce a cada alma a ser Iglesia. Dios destina a
las almas a ser Iglesia. Dios da a las almas la Iglesia.