Extracto
de una carta del obispo Horsley, en Oxford en 1838.
En los tiempos del Anticristo, la Iglesia de
Dios sobre la tierra, como podemos imaginar, verá grandemente reducido el
número aparente de sus fieles, debido a la abierta deserción de los poderes de
este mundo. Esta deserción comenzará por una indiferencia hacia toda forma de
cristianismo, bajo la apariencia de tolerancia universal. Más dicha tolerancia
no procederá del verdadero espíritu de caridad e indulgencia sino de un
designio de minar el cristianismo por la multiplicación y el fomento de las
sectas. Dicha pretendida tolerancia irá mucho más allá de una justa tolerancia,
incluso en lo que concierne a las diferentes sectas de cristianos. Pues los
gobiernos pretenderán ser indiferentes a todas y no darán protección
preferencial a ninguna. Todas las Iglesias establecidas serán echadas a un
lado. De la tolerancia del islamismo, del ateísmo y por fin, a la persecución
explícita de la verdad del cristianismo. En aquellos tiempos el Templo de Dios
se verá prácticamente reducido al Sancta Sanctorum, esto es, al
pequeño número de verdaderos cristianos que adoren al Padre en espíritu y
verdad, y que rijan estrictamente su doctrina y su culto, y toda su conducta,
por la Palabra de Dios. Los cristianos meramente nominales abandonarán la
profesión de la verdad cuando los poderes del mundo lo hagan. Pienso que este
trágico suceso está tipificado por la orden de San Juan de medir el Templo y el
Altar, y de permitir que el atrio (las iglesias nacionales) sea pisoteado por
los gentiles. Los bienes del clero serán entregados al pillaje, el culto
público será insultado y rebajado por estos desertores de la fe que una vez
profesaron, quienes no pueden ser llamados apóstatas pues nunca fueron sinceros
en su profesión. Ésta no fue más que condescendencia con la moda y la autoridad
pública. En el fondo siempre fueron lo que ahora demuestran ser: paganos.
Cuando esta deserción general de la fe tenga
lugar, entonces comenzará el ministerio de los dos testigos de sayal (Ap.
XI,3). No habrá nada de esplendor en la apariencia externa de sus iglesias; no
tendrán apoyo de los gobiernos, no tendrán honores, ni emolumentos, ni
inmunidades, ni autoridad; solo tendrán aquella que ningún poder humano puede
arrebatar, y que ellos reciben de Aquel que les ha encargado ser Sus
Testigos.
JOHN H. NEWMAN
– “Cuatro sermones sobre el Anticristo” Ed. Portico 1999.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista