El debate sobre la despenalización de
las drogas sigue teniendo plena vigencia, pero la controversia
en el tiempo viene quedando fuera de sintonía. Indudablemente
se trata de un asunto complejo, con múltiples facetas.
Es fácil caer en lugares comunes, el intercambio de
débiles argumentos y el infaltable fatalismo al que
la sensibilidad del tema convoca. Es innegable
que la cuestión tiene gradaciones y que el término
"drogas" podría incluir a todas, muchas o pocas. Además,
la legalización puede involucrar distintas etapas tales
como el consumo, suministro y producción. Los debates sobre el tema, que son encarados desde lo
político, científico y moral, siempre son parciales
y muchas veces caen en la trampa de asumir una linealidad
que no se condice con la diversidad que la realidad propone. Tal vez sea algo audaz afirmar que el presente
dice que se alterna con lo PEOR de ambas situaciones. Hoy
se sufren todas las desventajas de la despenalización
y ninguno de sus posibles beneficios. Al mismo tiempo se
visualizan con claridad todos los inconvenientes que se
derivan las prohibiciones legales y ninguna de sus probables
ventajas. La inacción y la reacción
tardía, han generado una inexorable elección social.
Es que cuando no se toman decisiones, también se resuelve.
La omisión implica siempre una postura que tiene irremediables
consecuencias y no como suponen algunos, que la espera puede
resultar gratuita. Los críticos de la despenalización
dicen que su implementación aumentará el consumo
y aseveran que esto será más contundente en los
más jóvenes. No parece razonable creer que la
mera legalización creará nuevos adictos, ni hará
que los actuales aumenten sus dosis. Los mercados ilegales
son muy eficientes en la distribución y suponer que
la norma les pone límites es no entender al mercado.
Por otra parte, no existen personas decididas a usar drogas
que ya no lo hayan hecho, solo por la amenaza legal. Hoy
quien quiere consumir lo hace, incluidos los adolescentes.
La barrera de acceso no es la ley que lo prohíbe. Malas
noticias para quienes defienden esta postura. Hoy el consumo
goza de una virtual despenalización. La
contracara de este fenómeno, es que las legislaciones
que criminalizan al consumo, arrojan a los individuos adictos
a una estigmatización social y al mismo tiempo, les
impiden la posibilidad de ser contenidos dentro del sistema
de salud para su imprescindible y deseable recuperación. Un adicto es, bajo las reglas actuales, un criminal
y por lo tanto no puede ser asistido ni ayudado por el sistema,
siendo literalmente empujado al abismo e invitado a circular
por los márgenes de la sociedad en cuanto proceso de
clandestinidad exista, junto a las mafias, el crimen organizado,
la prostitución y el juego ilegal. No parece ser lo
que la sociedad, en su habitual hipocresía, declama
cuando dice preocuparse por este flagelo. Si
se quiere reducir el consumo indebido de drogas no se debe
combatir la oferta sino desalentar la demanda, y esto parece
difícil de refutar frente a la abultada evidencia al
respecto. Mientras existan interesados en consumirlas no
habrá política que pueda impedir a la oferta cumplir
la parte que le toca. No menos importante es
dar el debate moral sobre la libertad de cada individuo
para elegir su destino, lo que incluye la posibilidad de
hacer algo inconveniente para sí mismo. De eso se trata,
de la libertad como valor fundamental y el derecho a la
vida como eje central. Se podrán elegir
políticas graduales o más duras, de mayor o menor
intervención, pero no se evitará que la humanidad
coexista con sus adicciones. A lo sumo ira mutando de unas
a otras. Creer en algo diferente es desconocer la esencia
del individuo y sus eternas debilidades. No
se dice nada nuevo si se afirma que el tema es realmente
difícil y que mucho de lo expresado puede ser exagerado,
demasiado absoluto o hasta falaz, pero es bueno saber que
el debate seguirá abierto y que abordarlo desde una
óptica engañosa poco ayuda a resolver la cuestión
de fondo. Abundan argumentos desde muchas aristas
para avanzar en el intercambio de ideas, pero si no se comprende
que el presente muestra que se convive ya con las peores
consecuencias de la despenalización y con los más
repudiables defectos de la criminalización, seguirá
siendo esta una discusión extemporánea.
FUENTE: INFOBAE
Alberto
Medina Méndez