«La diplomacia debe conducir a una victoria de Siria y una paz duradera»
En entrevista concedida simultáneamente a los diarios argelinos Algérie patriotique y Jeune Indépendant,
Thierry Meyssan explica cómo Siria, país que desde hace 32 meses
enfrenta una de las agresiones más sangrientas de la historia, ha
logrado invertir a su favor la correlación de fuerzas. Su análisis
aclara también la nueva configuración geopolítica de la región, en la
que Rusia está llamada a desempeñar un papel protagónico. Considera
además que Gran Bretaña y Francia serán los grandes perdedores de la
guerra en Siria, mientras que Estados Unidos se repartirá la región con
Rusia sobre las ruinas de los acuerdos de los acuerdos Sykes-Picot, que
permitieron a esas potencias europeas controlar la región a partir de
1916.
Red Voltaire
¿Cómo se explica que un país como Siria,
medianamente equipado en armas, haya logrado contener una de las más
sangrientas invasiones de la Historia, sobre todo cuando lo que hay
detrás de esa invasión terrorista es la temible maquinaria de la OTAN y
el respaldo logístico e ideológico no escatimado por los países del
Consejo de Cooperación del Golfo?
Thierry Meyssan: Siria sabía que desde el año 2001
Estados Unidos estaba preparándose para atacarla –ver el testimonio del
general [estadounidense] Wesley Clark. Siria hizo fracasar varios
complots, como el tendiente a atribuirle el asesinato del ex primer
ministro libanés Rafik Hariri. Pero pensaba que tendría que enfrentar
una guerra clásica, no una ola de terrorismo sectario. En una docena de
años Siria había resuelto así varios problemas de fondo, esencialmente
el pago íntegro de su deuda.
El Ejército Árabe Sirio disponía del equipamiento esencial pero
no sabía cómo enfrentar a yihadistas. Desde febrero de 2011 hasta julio
de 2012 evitó hacer uso de sus armas cuando ello podía poner en peligro
las vidas de civiles. Ese fue para el Ejército Árabe Sirio un periodo
particularmente difícil en el que perdió más soldados que en todas las
guerras contra Israel. Fue únicamente a partir del asesinato de sus
principales jefes militares, [en] el [atentado del] 18 de julio de 2012,
que la administración Assad ordenó erradicar a los yihadistas por todos
los medios. El ejército adoptó entonces las técnicas rusas, concebidas
durante la guerra de Chechenia.
La resistencia del país ante los invasores se explica a través de
esas dos etapas. Durante el primer año, la administración Assad trató de
convencer a la población de que era falsa la campaña occidental que
pretendía que el país se hallaba ante una revolución de la primavera
árabe y que la OTAN iba a cambiar el régimen. A partir de la crisis de
julio de 2012 y de su victoria militar, [la administración Assad]
consideró que la batalla política interna estaba ganada y que podía
proceder a la movilización contra el invasor. Así que creó entonces una
milicia de autodefensa por barrios, a finales de 2012, y se vieron las
primeras oleadas de incorporación de voluntarios al Ejército Árabe Sirio
durante la crisis de la Ghouta, en agosto y septiembre de 2013.
En una guerra no hay más que dos bandos. Cada cual se ve obligado a
tomar posición o morir. Como en todas partes, cuando la población piensa
que su gobierno va a ser derrocado se mantiene en una posición de
reserva, esperando a ver lo que pasa. Pero cuando la población entiende
que el invasor retrocede, entonces se sacrifica por salvar el país. En
mayo de 2013, un informe interno de la OTAN evaluaba el respaldo a la
administración Assad en un 70%, con un 20% de indecisos y un 10% de
respaldo a los yihadistas. Ya no hay indecisos. El 90% de los sirios
apoya a su Estado, como el 90% de los franceses apoyaba a de Gaulle
después del desembarco aliado en Normandía.
Ya Estados Unidos no está llamando a la guerra y preconiza hoy la
opción diplomática, a pesar de que hace sólo unos días las fuerzas
armadas estadounidenses tenían el dedo en el gatillo a la espera de la
orden del presidente, comandante supremo de las fuerzas armadas, para
empezar a lanzar misiles contra Siria. ¿Estamos viendo un milagro o el
resultado de un trabajo de fondo realizado por terceros?
Thierry Meyssan: El análisis, tanto de Siria como de
Rusia, es que Estados Unidos es una potencia en decadencia que ya
no tiene la posibilidad de emprender una guerra convencional. Sólo en lo
que va de año, el Pentágono ha reducido el formato de sus tropas en un
20% y ese [denominado] proceso de «secuestro» está llamado a continuar en los próximos años.
Por otro lado, los intereses estadounidenses que llevaron la Casa
Blanca a planificar esta guerra en 2001 han dejado de existir. En
aquella época el vicepresidente Cheney había creado una Task Force
[fuerza de tarea] encargada de reflexionar sobre el porvenir
energético. Sus expertos estaban convencidos de que el mundo tendría que
enfrentar el «peak oil», o sea la escasez de «crude oil»
(el petróleo de calidad saudita). Así que para sobrevivir había que
apoderarse lo más pronto posible de todas las reservas de petróleo y
gas. Pero las principales reservas aún no explotadas estaban en el sur
del Mediterráneo y principalmente en Siria. Doce años más tarde ha
resultado que ese análisis no era cierto. Ahora se sabe cómo explotar
otros tipos de petróleo diferentes del «crude oil», aunque eso
implique tener que construir refinerías adaptadas a ese fin. Por otro
lado el gas está sustituyendo parcialmente al petróleo y Estados Unidos
está explotando el gas de esquistos, en su propio suelo y en el
exterior. No habrá crisis del aprovisionamiento energético en el siglo
XXI y por lo tanto no hay necesidad de apoderarse de Siria.
Por consiguiente, la diplomacia siria y rusa estaba buscando desde
mayo de 2012 proponer a Estados Unidos una puerta de salida. Ese fue el
objetivo de la conferencia Ginebra 1, a finales de junio de 2012. Rusia
propuso a Estados Unidos el abandono del proyecto del «Medio Oriente ampliado» (Greater Middle-East)
y repartirse la región. Obama aceptó ese acuerdo, pero enfrentó una
oposición interna muy fuerte. Todo estuvo parado durante la campaña
electoral estadounidense pero justo después Obama hizo una limpieza.
Comenzó apartando a los ultrasionistas (salida de Hillary Clinton),
después obligó a dimitir a los partidarios de la guerra secreta
(expulsión del general David Petraeus) y después a los antirusos
primarios (renuncias de los líderes del escudo antimisiles y de la
OTAN). Obama comenzó después a domar a sus aliados. Obligó al emir de
Qatar a abdicar y a su sucesor a retirarse de la escena internacional y
está obligando al Reino Unido y a Francia a retirarse del juego.
No hay ningún milagro en todo esto sino un paciente trabajo
diplomático que tiene como objetivo evitar el enfrentamiento directo con
Estados Unidos y, por el contrario, acompañar a ese país en su
repliegue. Es un trabajo extremadamente largo y cada día que pasa cuesta
vidas humanas pero ese trabajo diplomático debe conducir, en
definitiva, a una victoria de Siria y una paz duradera.
Si la primera potencia mundial se resigna a aceptar la realidad
del terreno (una Siria resueltamente decidida a resistir a toda costa
ante cualquier agresión extranjera, una Rusia que no tiene la menor
intención de abandonar a Damasco, una opinión pública estadounidense que
ya está cansada…), ¿cómo explica usted que París, vasallo de
Washington, pueda decir lo contrario? ¿Tiene Francia algún interés en
declarar la guerra a un país soberano?
Thierry Meyssan: Paralizado por su propia
decadencia, Estados Unidos había dejado la recolonización de Libia y de
Siria en manos del Reino Unido y de Francia. Esos dos países concluyeron
entonces el Tratado de Lancaster House, en noviembre de 2010 –antes de
la «primavera árabe»–, para poner en común sus «fuerzas de proyección»,
o sea sus fuerzas coloniales. Así que tenían que atacar y repartirse
después el pastel en función de sus antiguas zonas de influencia:
Libia para los británicos y Siria para los franceses.
En el caso de Libia, el Reino Unido organizó el levantamiento de
Bengazi, siguiendo un esquema que no era revolucionario sino
separatista, dando a los insurgentes la antigua bandera del rey Idriss, o
sea la bandera de la dominación inglesa. En el caso de Siria, Francia
organizó el Ejército Sirio Libre dándole como bandera la del mandato
francés (1920 a 1946). En ambos casos, bastaba con ver las banderas para
saber que no se trataba de movimientos revolucionarios sino de
colaboración con los antiguos ocupantes.
Pero si el Reino Unido logró instalarse en Libia fue porque la OTAN
se encargó de destruir la resistencia, dejando un saldo de 160 000
muertos, según los informes internos de la Cruz Roja, mientras que en
Siria los tres vetos de Rusia y China impidieron la intervención de la
OTAN. Así que Francia se ha manchado las manos de sangre inútilmente.
A esa coyuntura estratégica hay que agregarle el peso
de personalidades como las del ministro [francés] de Relaciones
Exteriores Laurent Fabius y la del jefe del estado mayor particular del
presidente de la República, el general Benoit Puga. El primero es un
ultrasionista mientras que el segundo es un católico lefevrista
[integrista] y ambos comparten la ideología colonialista.
El intento de reconquista no es de interés para Francia [como país]
pero ciertas grandes compañías francesas sí están interesadas en que sea
el contribuyente francés quien pague esa conquista que favorecería sus
intereses privados. En todo caso, los grandes perdedores de la guerra de
Siria serán el Reino Unido y Francia. Pero no lo será Estados Unidos,
que va a repartirse la región con Rusia sobre las ruinas de los acuerdos
Sykes-Picot de 1916, acuerdos que entronizaban el control del Reino
Unido y Francia sobre la región.
Algunos analistas hablan de que cuando termine la guerra Siria
abandonará formalmente la Liga Árabe ya que, al verse a sí misma como
una potencia regional –al igual que Turquía e Irán– ya no sería de
interés para Damasco seguir siendo miembro de una Liga que en los
últimos años ha sido propensa a poner a sus propios miembros a merced
del enemigo imperialista y sionista y de la OTAN, como ha sucedido en
los casos de Libia y Yemen. ¿Comparte usted esa idea?
Thierry Meyssan: Siria, que es miembro fundador de
la Liga Árabe, no ha tomado aún ninguna decisión al respecto. Pero es
cierto que el panarabismo del partido Baas no puede seguir siendo lo que
era antes de esta crisis. El mundo árabe es un conjunto cultural,
no político. Los peores enemigos de Siria no están en Washington sino en
Doha y en Riad.
En todo caso, el balance de 68 años de Liga Árabe es prácticamente
cero. Esa estructura siempre ha estado manipulada por los occidentales.
Pero abandonarla supondría también reemplazarla por otro foro regional
organizado sobre una base más sana.
¿Piensa usted que está haciendo aguas el Gran Medio Oriente,
proyecto estadounidense que consiste en dividir y debilitar a los países
árabes ante una entidad sionista más fuerte que nunca? Sobre todo
cuando la entrada en escena de la Rusia de Putin y la voluntad de Siria
de posicionarse como un actor de peso en el nuevo mapa geopolítico que
parece estar perfilándose tienden a contrarrestar el proyecto
atlantista.
Thierry Meyssan: El proyecto del «Medio Oriente ampliado»
consiste en lograr que los ejércitos occidentales dividan la región,
no para que Estados Unidos garantice así su aprovisionamiento en
hidrocarburos sino para que reine Israel. Uno podía equivocarse en
cuanto a eso oyendo a George W. Bush en 2003, pero ya hoy eso es
imposible en la medida en que Estados Unidos ya no necesita los
hidrocarburos de esta región.
Por otro lado, en el marco de un nuevo reparto de la región, Rusia no
tiene más deseos de entrar en guerra contra Israel que contra
Estados Unidos. El plan de Moscú consiste en obligar a Tel Aviv a
renunciar a la naturaleza colonial de su régimen, de la misma manera que
Pretoria no tuvo más remedio que renunciar al apartheid. Ese es un
punto muy importante ya que el origen de las guerras en esta región
–como sucedía en otros tiempos en África austral– no es la existencia de
un Estado en particular sino la naturaleza colonial de su régimen.
Señor Meyssan, usted apoyó el golpe de Estado contra el presidente
Morsi en Egipto explicando que la política de ese presidente surgido de
la Hermandad Musulmana se inscribía en una lógica atlantista, incluso
sionista, y que Egipto –como país eje– tenía que deshacerse de él. Pero
resulta que el general Sissi, el hombre fuerte del Cairo, también llega a
arreglos con los estadounidenses e incluso con Israel, cuya aviación
sobrevuela, bombardea y mata con toda libertad pasando por el cielo del
Sinaí «en el marco de la lucha antiterrorista». ¿No sería más justo
considerar de la misma manera a Morsi y Sissi en la medida en que el
nuevo régimen del Cairo no ha creído útil respaldar a la República Árabe
Siria?
Thierry Meyssan: En Egipto todas las facciones han
estado subvencionadas por Estados Unidos. Como Washington ya veía venir
la implosión del país lo que hizo fue apostar por todos los
protagonistas a la vez para tener la garantía de que el próximo gobierno
sería alguno de sus vasallos.
Yo no apoyo al general Sissi en particular sino el golpe de Estado de
consenso con el que puso fin a la dictadura de la Hermandad Musulmana.
Queda por parte del ejército el tener que demostrar sus capacidades
políticas. Yo observo, por el momento, que la situación es tan
complicada que muchos actores están actuando de manera contradictoria.
Arabia Saudita y los Emiratos respaldan al ejército egipcio y luchan
contra el ejército sirio mientras que Irán apoya a la Hermandad
Musulmana egipcia y lucha contra su homóloga siria. Habrá que esperar
algún tiempo para que las cosas vuelvan a la normalidad y que las
posiciones en el interior coincidan con las del exterior.
En todo caso, las relaciones entre el ejército egipcio y
Estados Unidos se caracterizan por la desconfianza. Todo el mundo ha
olvidado que fue el ejército el que cerró las oficinas de las
organizaciones «no gubernamentales» que la CIA había abierto en
Egipto y que, en aquel momento, el Pentágono suspendió su ayuda. Luego
la restableció bajo la presidencia de Morsi y la suspendió nuevamente
después del golpe de Estado militar. Así que es un error pensar que el
ejército egipcio es un peón de Estados Unidos. Tenemos que esperar que
se restablezca la paz civil para saber cómo va a evolucionar Egipto.
¿Puede usted analizar para nosotros la situación en Líbano, donde
se han producido últimamente una serie de atentados con gran número de
víctimas. ¿Los autores de esos ataques quieren castigar así la
resistencia libanesa encabezada por el Hezbollah desde 1982? ¿Está
relacionado eso con los acontecimientos en Siria?
Thierry Meyssan: Estados Unidos había previsto
primeramente utilizar el Líbano como base de retaguardia para atacar
Siria y después pensó destruirlo al mismo tiempo que Siria. Por su
historia y su geografía, el Líbano es total y exclusivamente dependiente
de Siria. La única alternativa que le queda actualmente es fragmentarse
y convertirse en un principado maronita aliado de Israel, proyecto
representado por Samir Geagea. Podemos deplorar que el Líbano no tenga
otra opción pero es inútil esconder la realidad.
En 2005, los libaneses pidieron masivamente la retirada del ejército
sirio que les garantizaba la paz civil. Y este se fue sin discutir. Los
libaneses, que se sentían humillados porque tenían que estar sobornando
con sumas minúsculas a algunos generales sirios corruptos, han
descubierto desde entonces el placer de que otros libaneses los saqueen a
gran escala. Desde que se fue el ejército sirio ya no hay [en Líbano]
servicios públicos. El Estado [libanés] está descomponiéndose a favor de
las comunidades étnico-religiosas. Actualmente ya no hay
ni electricidad y cada cual se ve obligado a comprarse su propio
generador eléctrico. Tampoco hay agua potable y los libaneses se ven
obligados a abastecerse de agua pagando camiones-cisterna que les traen
el agua a domicilio.
Desde el mes de marzo, el MI6 británico cerró la mayoría de sus
instalaciones en Jordania para trasladarlas al Líbano. Comenzó entonces
una serie de atentados cuyo objetivo no era hostigar a la Resistencia
sino sembrar el caos. Por el momento no se reanudado allí la guerra
civil porque el desequilibrio de fuerzas es tan favorable al Hezbollah
que a nadie le conviene. El Hezbollah, por su parte, rápidamente se dio
cuenta de que el enemigo iba a atacarlo desde Siria y decidió ir a
defenderse en suelo sirio.
El plan occidental estaba bien concebido, a condición de bombardear
Siria y de derrocar su régimen laico. Pero [ese plan] está llamado a
fracasar después del viraje estadounidense sobre la cuestión de las
armas químicas. Dentro de un año, el problema será saber si el Líbano va
a mantenerse paralizado por sus divisiones étnico-comunitarias
–impuestas por Lakhdar Brahimi con los acuerdos de Taef– o si se une, al
menos parcialmente, a la zona de influencia rusa.