Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad“ (1 Tim 2, 4).
Pero Dios sabe que no todos los hombres quieren salvarse. Muchos irán al fuego eterno por su mala voluntad: “Apartaos
de Mí, vosotros los Malditos…Porque tuve hambre y no me disteis de
comer, tuve sed, y no me disteis de beber, peregrino era y no me
hospedasteis…” (Mt 25, 41-42).
Por
tanto, la Iglesia, que Jesús ha fundado no puede ser para todos los
hombres. Es imposible. Porque hay muchos hombres que no aceptan la
Verdad, que es Jesús.
Cuando Francisco dice: “Esta
Iglesia…es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un
grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia
Universal a un nido protector de nuestra mediocridad”; está diciendo la mayor herejía de todas las que están contenidas en esas declaraciones.
Y
nadie se ha escandalizado de estas palabras que denotan su odio a la
Iglesia. Y la gente lo sigue amando después de anunciar que no ama a la
Iglesia.
Para Francisco la Iglesia es para los hombres, no para las almas que quieren la Verdad.
Por
tanto, en la Iglesia, todos entran, porque todos somos hombres. No
importa si la persona cree o no cree en la Verdad. Lo que importa es el
hombre.
Esta
forma de entender la Iglesia nace de su error: su humanismo. En ese
humanismo, Francisco cree que hay que imitar la humanidad de Jesús. Si
Jesús se hizo hombre, entonces todo es para el hombre. Lo que importa es
el hombre, la vida humana, las obras humanas, el progreso humano, el
trabajo humano. Y hay que luchar por la dignidad del trabajo humano, hay
que luchar por el progreso y las ciencias humanas, hay que hacer una
Iglesia para todos los hombres.
Francisco
bebe de toda la falsa teología del Ecumenismo que circula libremente
por la Iglesia, sin que nadie haya dicho nada sobre esa Teología.
Teología escrita por los Jesuitas, que han bebido de las fuentes del
Protestantismo, y que han llenado a la Iglesia Católica de muchas
herejías, de muchos errores, de muchas formas de pensar la Iglesia, de
hacer Iglesia, de unirse con otras iglesias, para así ser una Iglesia
para todo el mundo.
El pensamiento de Francisco es una verdad en muchos sacerdotes y Obispos que quieren su iglesia, no la Iglesia que Jesús fundó.
De
esta herejía de Francisco, se resolverá la Nueva Iglesia, una vez que
se quiten los Dogmas y la Verdad en la Tradición, que es lo que impide
que todos los hombres entren en la Iglesia y se salven.
Para Francisco, la Iglesia es una capillita en
la que están un conjunto de hombres selectos. Así ve la Santidad de la
Iglesia. Así ve a los Santos de todos los tiempos. Así ve la doctrina de
Cristo.
Para
Francisco, Cristo selecciona las almas, no las salva. La doctrina de
Cristo no salva, sólo selecciona, solo produce almas selectas, almas
escogidas para salvarse. Y eso va contra la Revelación que dice que Dios
quiere que todos los hombres se salven.
De un plumazo acaba con esta Verdad.
Por tanto, Francisco ve la exigencia del camino, que es Jesús, -un camino de cruz-, un absurdo que no sirve para hacer Iglesia.
“…mas
nosotros predicamos un Cristo Crucificado: para los judíos, escándalo;
para los gentiles, necedad; mas para los mismos que han sido llamados,
así judíos como griegos, un Cristo Fuerza de Dios y Sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 23-24).
Francisco es un gentil, que ve necio la Cruz de Cristo. No la entiende. Él quiere otro camino: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos”.
La
Iglesia es el Camino de la Cruz. Y no hay otro camino para ser Iglesia.
Se camina crucificado al mundo, a los placeres de la carne, a la
soberbia de la mente.
Si
no se camina de esta manera, entonces hay que inventarse un camino,
porque se ve necio ese camino de Cruz. Ese Camino de Cruz sólo
selecciona almas, pero no las salva. Ahí no está la salvación. Esa
selección de almas no produce el progreso de los hombres, no da
bienestar a los hombres, no procura la felicidad de los hombres. Luego,
quien sigue ese camino no se salva. Todos los santos, que han seguido
ese camino, son una irrisión para Francisco, son mediocres que enseñan
la mediocridad.
No
se puede reducir la Iglesia a esos mediocres. Hay que revitalizar la
Iglesia, hay que innovar la Iglesia, hay que reformar la Iglesia.
Así
piensan todos los herejes. Este es el pensamiento de cualquiera que
siga sólo su pensamiento humano. Lutero siguió este pensamiento humano y
terminó haciendo su iglesia, porque ya no le servían los santos para
hacer la Iglesia, para ser Iglesia.
Palabras
duras de un Obispo que se sienta con Poder en una Silla, que no le
pertenece, y que dice al Pueblo de Dios: sois unos mediocres, no valéis
para ser Iglesia, para formar la Iglesia.
Esta
herejía de Francisco le lleva a comulgar con otras iglesias. Y, por
eso, su acercamiento a otras religiones para formar la iglesia que él
quiere. Una Iglesia donde no se den los mediocres, es decir, los santos.
Sino que se den los hombres que entiendan las cosas del mundo y que
obran las cosas de los hombres por su gran sabiduría humana.
Si
las almas se pusieran a discernir cada palabra de ese farsante, ya ese
idiota hubiera salido de la Iglesia y se hubiera ido a su casa. Pero
como las almas en la Iglesia viven acomodadas a su pensamiento humano, a
sus obras humanas, a sus gustos humanos, a sus deseos humanos, a su
estupidez humana, por eso, no ven nada de lo que está pasando en la
Iglesia.
No
se ve la Verdad, que es Jesús, porque las almas viven para su mentira,
que es -para ellas- su verdad. Y asienten a todo lo que ese farsante
dice como venido de Dios.
Y,
cuando no se ve la Verdad, entonces nadie vive la Verdad, nadie obra la
Verdad, nadie lucha por la Verdad. Y se termina haciendo caso omiso de
toda Verdad, para acoger la mentira como verdad.
Es
triste ver que nadie cree en la Verdad. Nadie cree en Jesús. Nadie cree
en la Iglesia. Todos creen en sus verdades, todos creen en sus falsos
Cristos, todos creen en sus iglesias.
Y
eso es lo que va a hacer Francisco: reunir a todos esos que no creen en
la Verdad -que creen en sus verdades- para hacer su iglesia y darla
como la verdadera Iglesia al mundo.
La
Iglesia no es la casa de todos. Es el Reino de Dios que sólo se da a
los pobres de corazón, a los humildes y abatidos, que esperan el Cielo y
destruyen lo que no viene del Cielo.