Queridos amigos:
En su afán por encontrar máximas
esencialmente racionales para evaluar las actitudes correctas en la acción
humana, Immanuel Kant definió el concepto del “Imperativo Categórico” con tres
formulaciones o principios fundamentales. El primero de ellos dice: “Obra sólo de forma que puedas desear
que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. Con este instrumento
de evaluación, Kant clasifica a la mentira como absolutamente inadmisible ya
que llevada a ley universal y utilizada en forma sistemática eliminaría toda posibilidad
de confianza, sin la cual la convivencia social es imposible.
Tanto este primer principio como el segundo, que expresa: “Obra de tal
modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro,
siempre como un fin, y nunca sólo como un medio” son de inmediata y
cotidiana aplicación práctica en el campo de la política, particularmente en
estos tiempos de campaña. Mentir y utilizar a la gente como objetos
manipulables para alcanzar el supremo objetivo del poder se han convertido en prácticas
corrientes, a punto tal que ya producen poco asombro y menos reacción.
Sin embargo, aun este relativismo ético
tiene sus límites, que se alcanzan cuando los grandes males de la mentira, la
corrupción y la manipulación social con forma clientélica, se tornan
desembozados y groseros. En esos casos, el fracaso del proceso político que
sustenta estas actitudes se hace manifiesto y desata el rechazo, tan pronto la
sociedad sometida a estos vejámenes tiene la posibilidad democrática de
expresarse.
Eso sucedió en las recientes elecciones
primarias (PASO) y su resultado determinó que no quedara margen en la Argentina
para una reforma constitucional, por lo que el gobierno nacional deberá cambiar
ineludiblemente de titular en el año 2015. La cuestión aún pendiente es si solo
tendremos entonces el alejamiento de ciertos personajes y su reemplazo por
otros que continuarán con la ejecución del mismo perverso modelo o si sobrevendrá
un verdadero cambio de paradigmas, tanto en el ámbito económico como en el
moral.
Las cargas que se han acumulado en el campo
económico impresionan por su peso y sin dudas no podrán ser controladas hasta
el 2015. La demanda de divisas para importar energía continúa aumentando y debilitando
el saldo de la balanza comercial. Esta demanda es mucho más grave que la que
sufriríamos si debiéramos una suma igual en concepto de intereses o capital de
pago de deuda externa, porque las deudas pueden refinanciarse y en caso extremos
puede producirse un “default” como el que ya sufrimos, pero los combustibles
que se importan se pagan al contado y en divisas y si no lo hacemos, se cortaría
el suministro de energía y el país se apagaría como una vela consumida.
También sabemos que los subsidios al
transporte y a los servicios no pueden sostenerse en el mediano plazo y que el aumento de tarifas que se implemente
para poder disminuirlos afectará el
poder adquisitivo de los habitantes e incrementará la inflación. Por su parte, los ajustes para disminuir dicha
inflación sumarán costos sociales que caerán sobre las espaldas del que tenga
que aplicarlos, mientras se desarrolla la compleja ingeniería financiera capaz
de permitir salir del “cepo” cambiario y
frenar la fuga de divisas sin generar una “corrida” hacia el dólar.
Todas estos problemas no pueden esperar
hasta el 2015 por lo que el oficialismo, luego de las elecciones generales, tratará probablemente de compartir culpas con
un Congreso con fuerte presencia opositora o dejará, simple e irresponsablemente,
que nos alcance un nuevo colapso
económico. No vale la pena apostar porque en pocos meses tendremos la evidencia
más irrefutable en forma de realidad.
Lo
que podemos enunciar desde ahora, es que ya se ha corporizado el fracaso en el orden
social del supuesto modelo en ejecución ya que en esta misma semana se produjeron hechos que
revelan práctica y simbólicamente una trilogía del fracaso, al poner frente a
los ojos de la ciudadanía sin posibilidad de ocultamiento, la mentira, la
intolerancia y la violencia derivada de esta.
El primero de estos hechos lo constituyó la
aprobación en la Cámara de Diputados de un presupuesto que trasunta la
oficialización de la mentira. Para obtener el quorum fue necesario el aporte de
legisladores que responden a la Confederación Federal de los hermanos Rodríguez
Saa y a un diputado que se había acercado
a Sergio Massa, dirigente éste que ya cuenta con bloque propio aun antes de su
primera elección al frente de una fuerza
política, constituido por legisladores transfugados de otros partidos políticos.
El presupuesto en cuestión, que ahora pasa a la Cámara de Senadores, presenta
valores irreales de inflación y crecimiento del Producto Bruto Interno que lo
desvalorizan como instrumento público. Además se aprobó dentro del “paquete
legislativo”, la prolongación por dos años de la Ley de Emergencia Económica,
en una administración que se precia de haber sido exitosa, y se mantiene la reserva para el ejecutivo nacional del 75
por ciento de lo recaudado por el anacrónico impuesto al cheque.
Si agregamos que los resultados de un estudio
efectuado por entidades educativas de prestigio, tales como la Universidad de Buenos
Aires y la de Harvard, demuestra que
también se han exagerado las cifras del Producto Bruto Interno desde el año
2008, además de las insostenibles mediciones de inflación del INDEC, podemos
convenir que la entronización de la mentira nos ha llevado a un nivel de
pérdida de confianza que daría toda la razón a Kant. Esta distorsión provoca
daños prácticos como forzar al país al pago de miles de millones de dólares a
tenedores de bonos, que se hace efectivo al superar el 3,2 por ciento del PBI,
pero lo más grave es el quiebre de la confianza pública que constituye un daño
moral irreparable.
Otro hecho, simbólicamente convulsivo y
prácticamente inaceptable, lo constituye la “toma” de colegios secundarios por parte
de estudiantes nucleados en “centros” que se atribuyen el derecho de negar el
acceso e impedir el funcionamiento de los institutos educativos como forma de
expresar su discrepancia con la modificación de los planes de estudio en vigor.
Sin perjuicio de la validez de sus reclamos, dignos de ser debatidos por autoridades y expertos pedagógicos, el
procedimiento adoptado indica la existencia de un elevado nivel de intolerancia
propio de quienes han sido mal formados
en el ejercicio de la exigencia de derechos
sin responsabilidad. Los centros de estudiantes secundarios que deberían ser el
primer espacio para la gimnasia democrática han derivado en centros de adoctrinamiento
copados por partidos de izquierda y agrupaciones oficialistas como “La Cámpora”, que los transforman en escuelas de
intolerancia y acción directa.
Como
la intolerancia conduce a la
violencia, el tercer estadio del fracaso de la convivencia social, un
grupo de alumnos que ocupaban el Nacional Buenos Aires, provocó
daños y principio de incendios en la Iglesia de San Ignacio de Loyola.
Ni los “líderes”
del centro de estudiantes, ni sus padres que los alientan en sus
actitudes,
aceptaron por supuesto la responsabilidad de los hechos cuyas actitudes
incentivan.
El último gran ejemplo vivido esta semana de
la intolerancia devenida en violencia fue el ataque perpetrado por militantes
que pertenecerían al oficialismo, contra una caravana de campaña encabezada por
Sergio Massa, en el Municipio de la Matanza. El hecho cobró notoriedad porque
no se trató solo de un incidente entre militantes, relativamente frecuentes por
ser procedimientos utilizados por punteros de ambos grupos, sino que afectó al mismo intendente
de Tigre que fue alcanzado por un
proyectil arrojado con una “honda”. Esta ruptura de las reglas del juego
democrático, que tuvo el agravante de ser justificada por dirigentes afines al
oficialismo como el señor Luis D’Elia o de provocar que el candidato del Frente
para la Victoria, Martín Insaurralde, acusara
a su rival de “victimizarse”, termina de demostrar que un gobierno que ha
alentado el enfrentamiento entre sectores sociales como política de Estado cosecha
hoy los frutos de un previsible fracaso.
La violencia se pone también de manifiesto
en los cotidianos hechos de inseguridad y la intolerancia en los paros
sorpresivos y los piquetes con que cada grupo social manifiesta su
disconformidad con alguna situación propia de su sector. El nuevo Ministro de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires,
Alberto Granados, suma tropiezos al decir
un día que cuenta solo con 32.000
agentes para operaciones sobre 58.000 efectivos, para desdecirse al día
siguiente y terminar aceptando lo que todos suponíamos, o sea que no tiene un plan escrito para guiar sus acciones,
hecho que nada sorprende por ser su designación el improvisado fruto del reconocimiento
de un fracaso eleccionario generado por
ignorar los problemas reales y pretender disimularlos con engaños.
Las encuestas publicadas hoy en los medios nos
muestran que cada día la gente atiende más a estos fracasos y suma votos al Frente
Renovador para hundir lo más posible al oficialismo. Nos alegró enterarnos en
el Frente Unión con Fe (por las encuestas publicadas ya que somos demasiado austeros como para
encargar las propias) que el crecimiento del 0,7 por ciento que nos atribuyen
fue el más alto después del experimentado
por el Frente Renovador. Conservamos la esperanza de poder acceder al Congreso
con algunos legisladores con probada historia opositora, como el señor Gerónimo
Venegas, para poder estar presentes a la hora de empujar para lograr el
verdadero cambio.
Entretanto la trilogía del fracaso de las
políticas públicas del denominado “kirchnerismo”
que demuestran la entronización de la mentira, la intolerancia y la violencia
en la sociedad, expresa claramente la necesidad de un cambio urgente de paradigmas
en que predominen la búsqueda del consenso y de la armonía social, reservando la agresividad para perseguir, condenar y
confiscar los bienes mal habidos de quienes han traicionado al pueblo rapiñando
sus recursos a través de la corrupción y para frenar el delito organizado a
cuya sombra operan los traficantes de drogas, tratantes y demás oscuros
personeros del mal.
Nos llena de esperanza ver que el 30°
aniversario de la virgen de San Nicolás reunió a 500.000 personas, porque nos
demuestra que pertenecemos a un pueblo
con fe y porque de ese pueblo nació un Papa
con la valentía de recordarnos que no pongamos al dinero como ídolo. Con esas
palabras y esas imágenes como música de
fondo continuamos avanzando con mucho entusiasmo para tratar de construir un
futuro mejor.
Un abrazo para todos.
Juan Carlos Neves, Nueva Unión Ciudadana