Amor al dinero, amor a la mentira, amor al hombre. Este es el pecado de Francisco y de muchos en la Iglesia.
Un pecado que se obra en cada cosa de la vida, en cada rincón de la existencia, en cada instante de la vida.
Estos
tres amores constituyen un estilo de vida, una forma de entender la
vida. Y, aunque se hagan cosas buenas en la vida, aunque se tengan
buenos pensamientos, buenos ideales, buenos planes para vivir, la vida
es una forma de obrar el pecado, y no otra cosa.
Esos
tres amores disponen el corazón para los tres frentes que más el hombre
busca: lo material de la vida, el orgullo de la vida y el poder en la
vida.
Los
hombres se dedican a ganar dinero. Los hombres buscan, por todos lo
medios, una posición entre los hombres, un reconocimiento entre ellos,
una estabilidad en las altas esferas de los hombres. Y los hombres están
ávidos de poder, de gobierno, de decidir en la vida el destino de ellos
y el destino de los demás.
Y
esos tres frentes realizan un estilo de vivir propio de la persona, que
es para lo humano y que ve todas las cosas con un fin humano. Ha dejado
el fin divino de la vida, el fin espiritual, para ponerse en la vida
los objetivos de los hombres, que nacen de esos tres amores.
Tres
amores que combaten al Amor de Dios y que quieren explicar el Evangelio
y la Iglesia según la concepción de esos tres amores. Es lo que se
descubre en las declaraciones de Francisco. Sus declaraciones es la
cabeza de Francisco, es cómo Francisco gobierna su vida. Es cómo
Francisco quiere gobernar la Iglesia que él preside.
Francisco es una marioneta de los hombres, un juguete del demonio, un adalid de la mentira y del orgullo.
Francisco
besa los pies de los hombres con tal de ganarse su afecto. Francisco
habla con los hombres para ser de ellos, para influir en ellos, para
conquistarlos a su causa, a su vida. Francisco no habla para convencer,
sino para arrastrar a su sentimiento de hombre.
Él
vive la vida guiado por sus sentimientos humanos, por sus afectos de
hombre, por sus pasiones. Y vive la vida en la Iglesia de la misma
manera. Y así predica lo que vive. Predica para ganarse afectos humanos,
aplausos humanos, un poder entre los hombres. Francisco quiere que se
le reconozca ahora porque es Papa, porque tiene el oficio de gobernar la
Iglesia. Pero no le interesa la esencia del Papado, la Verdad del
Papado; lo que le interesa que los hombres hablen de él como Papa, que
digan cosas de él como Papa, porque así siente más amado por los
hombres, se siente acogido por los hombres, se siente más hombre entre
los hombres. No busca la verdad de ser hombre, busca sólo ser hombre.
Y,
por eso, acoge a cualquier hombre y no importa su vida. No importa su
pecado. Como es un hombre hay que amarlo porque es un hombre. Este error
lo ha hecho vida Francisco. Este error no es de ahora. Viene de mucho
antes. Un error que lo ha asimilado en su vida y lo ha transformado en
sus obras en la vida. Y ya obra movido por ese error. Y, por tanto, no
puede obrar sin ese error, no puede obrar con la Verdad, porque la
Verdad -para él- es ese error.
Un
hombre que vea sus pecados, entonces se corrige y pide perdón por sus
pecados. Pero Francisco ha hablado y no se ha disculpado ante toda la
Iglesia por esas declaraciones, porque no ve sus pecados. Es su forma de
hablar, es su forma de vivir, es su forma de gobernar la Iglesia.
Y
nadie en la Iglesia se ha atrevido a levantarse contra Francisco porque
se vive de la misma manera, en el flujo de esos tres amores, en el
círculo de esos tres amores. Y quien vive ahí no ve la Verdad, no llama
al pecado con el nombre de pecado, sino que dice lo que se ha dicho: son
palabras que hay que saber entenderlas bien en su contexto. No hay que
temer en la Iglesia. Que la Iglesia siga dormida en sus ilusiones de la
vida.
Esta
ha sido la declaración de la Iglesia: ha sido su pecado también. La
Iglesia entera está para defender la Verdad. Y, resulta, que está
defendiendo a un mentiroso, porque es el Papa. Y es más importante lo
que piensa Francisco que lo que piensa Cristo de Francisco.
Es
más provechoso para la Iglesia el pensamiento de ese falso Profeta, que
es Francisco, que la Mente de Cristo, que sólo la poseen los humildes
de corazón.
Pero la Iglesia entera ha perdido el juicio ante Dios: “de lo que rebosa el corazón, habla la boca”
(Lc). La boca de la Iglesia habla la boca de Francisco. Lo que dice
Francisco eso dice la Iglesia. Luego, en el corazón de la Iglesia está
la maldad, está rebosando de maldad. Y una Iglesia que no habla la
Verdad es una Iglesia que habla la mentira. Una Iglesia que llama al
pecado de Francisco con el nombre de verdad, es una Iglesia que llama a
la Verdad, que es Jesús, mentira.
La
Iglesia está dormida en su pecado. Y dormida va a permanecer hasta que
no sienta el aguijón de su pecado. Y dormida la lleva el demonio para
que la Iglesia divida la verdad y muestre al mundo la mentira del
demonio como verdad para todos los hombres.
La Iglesia ha cometido el mismo pecado de Francisco, por eso, se ha apartado del Espíritu de la Verdad.
Que
nadie espere que le digan la verdad en la Iglesia, porque ya no es
posible. La Verdad permanece en cada corazón que vive para Dios y que
hace la vida que Dios quiere.
Pero
ya la Verdad no es puede encontrar ni en el Papa ni en la Jerarquía de
la Iglesia actual. Hay que irse a los Papas anteriores a Francisco para
saber la Verdad en la Iglesia y para obrar la Verdad en la Iglesia.
Los
amores de Francisco son los amores de muchas almas en la Iglesia. Almas
que están contentas con Francisco porque les habla de lo que viven
ellas. Así viven muchas almas que comulgan y rezan el Sto. Rosario.
Viven aplaudiendo a los pecadores en su lujuria. Viven buscando la
prosperidad en sus vidas. Viven para que el mundo les reconozca un valor
en sus vidas, les dé una caricia en sus vidas, les ponga como modelos a
seguir por los hombres.
Hoy
las almas en la Iglesia siguen a los hombres en todas las cosas: arte,
cultura, ciencia, filosofía, etc. Pero no siguen a Cristo, porque no
saben desprenderse de todo lo humano. Se les enseña, desde la Cabeza de
la Iglesia, a ser más humanos, a vivir la vida humana. Y no pueden salir
de su pecado, porque lo ven como bueno. No roban, no matan, no hacen
mal a nadie. Son buenas personas, con buenas intenciones, que buscan
también a Dios. Y Dios es Amor, y Dios es Misericordia. Y, entonces,
todos a vivir lo humano, que ya Dios no salva a todos.
Esta
es la predicación de muchos en la Iglesia, porque tienen el corazón
lleno de odio hacia la verdad, que es Jesús. Dan muchas vueltas en su
entendimiento para alcanzar una razón que les demuestre que viven bien,
viven haciendo la Voluntad de Dios. Pero su corazón está frío de amor,
porque se ha apartado del amor verdadero que crucifica toda la vida del
hombre para que el hombre viva sólo lo divino.
Los
tres amores de Francisco son su pecado: no ama la Verdad, sino que ama
sus verdades. No ama a Jesús, porque Jesús es la Verdad, sino que ama su
jesús, lo que él se ha inventado de Jesús. No ama a la Iglesia, porque
la Iglesia es la Verdad, sino que ama su iglesia, la que él concibe en
su mentira y la propone como verdad a la Iglesia.
Con
Francisco comienza el falso Crsito y la falsa Iglesia. Primero hay que
poner un falso Papa que vaya dando el camino para hacer de la Iglesia
otra cosa distinta. Este falso Papa es Francisco y sus sucesores. Poco
tiempo le queda a Francisco porque del gobierno consultivo sale su
sucesor.