miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA BELLEZA EN LO COTIDIANO NOS CONDUCE A DIOS

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“La belleza en lo cotidiano nos conduce a Dios”

Roger Scrutton, influyente filósofo inglés, expone su tesis sobre la belleza como camino fácil para llegar a Dios, en el Congreso Romano de la Conferencia Episcopal Italiana. (CEI).
Esta idea viene siendo ilustrada con numerosos artículos en nuestra sección Ambientes, Costumbres, Civilizaciones, de este sitio web. Estos artículos, es claro, son muy anteriores a esta tesis.
 
El “New Yorker” lo definió como “el más influyente filósofo del mundo“. Roger Scrutton, profesor del Instituto de Ciencias Psicológicas de Virginia, no teme indicar a los participantes del evento cultural “Dios hoy” un camino seguro, simple y accesible para llegar a Dios.
Es sorprendente que él no se refiere a la belleza artística, al gran arte, aún al arte religioso existente en todos los tiempos y lugares. Se refiere a “la belleza en su forma más cotidiana: la belleza de las calles bien trazadas y de las fisonomías alegres, de las formas naturales y de los paisajes cordiales“.
Nada azucarado ni de un estilo tipo “tarjeta de Navidad”. Sino que, en el clima cultural reseco y transformado en un desierto, de la “desacralización”, Scrutton busca una experiencia de “belleza que encontramos, en una u otra versión, todos los días: desde el reaparecer de la luz del sol después de una tempestad, hasta el cuidado que todos tenemos con nuestras casas“. 
 Somos criaturas carentes y las tentativas de poner orden en todo lo que nos circunda -decorando, arreglando, creando- son tentativas de dar una bienvenida a nosotros mismos y a aquellos a quienes amamos. La necesidad que tenemos de lo bello no es simplemente un agregado redundante a la lista de los apetitos humanos.
¿Por qué tantos artistas contemporáneos se niegan a seguir ese camino?”. La respuesta de Scrutton es “porque tal vez sepan que éste conduce hasta Dios“.
El filósofo hace un análisis implacable de los cambios sufridos por el mundo del arte durante “medio siglo de negativismo“. Los artistas pasaron a “glorificar la fealdad a través de imágenes de brutalidad y destrucción, elogiando estilos de vida viciosos y repugnantes, músicas de un mal gusto vejatorio o de una violencia alocada e impía. El culto de la frialdad y de la desacralización se afirma en esta época de prosperidad sin precedentes. No se puede servir a Dios y a Mamon: en presencia de las cosas sagradas -concluye- nuestras vidas son juzgadas y para escapar de ese juicio, destruimos la cosa que parece acusarnos“.
Fuente: Corriere de la Sera, 12/12/09, Maria Antonietta Calabrò.