A
la Presi le pidieron que se relaje un poco y se lo tomó muy a pecho.
Sin perder su personalidad, enfundada en un luto bolichero de calzas
negras con tacos, Cristina encara una apertura del estilo de conducción
de los últimos años.
Obviamente, esta suerte de Glásnost
tercermundista sin Perestroika, lleva el sello del kirchnerismo. O sea,
queríamos seguridad, nos llenaron de gendarmes por unas semanas, nos
prometieron debatir la baja de la edad de imputabilidad, y en la
provincia de Buenos Aires crearon el ministerio de Seguridad, porque el
pragmatismo sciolista funciona así, con un delay de seis años. Algunos
querían que la Presi respondiera preguntas, y ahí la tienen, sentada
frente al traga del curso y dispuesta a dar una entrevista sin
concesiones en la que descubrimos que Cristina podría haber sido amante
de Belgrano, que le molesta que le dicen yegua y que Néstor Iván ya hace
política, lo cual podrá parecer una exageración de abuela, si no fuera
porque con sólo cinco cambios de pañales al día, el bebé demostró ser el
que menos cagadas se manda.
Antes queríamos que aflojaran un poquito,
que no se tomaran tan a pecho eso de que la gente mantenga la tradición
milenaria de putear a los gobernantes. En lo que a mí respecta,
maquillar de flexibilidad y aggiornamiento lo que ni piensan, ni saben
como cambiar, es al pedo y tarde. Todos hemos cambiado de parecer
respecto de algo a lo largo de nuestras vidas. Lo que ayer nos parecía
malo, hoy puede parecernos bueno, y no está mal que así suceda, dado que
existimos de acuerdo a nuestras circunstancias y contextos históricos.
En el caso del kirchnerismo, me importa poco y nada, porque no les creo.
Y si les creyera, llegaron tarde, cuando ya suspendimos el café y
pedimos la cuenta.
Durante los diez años que solicitamos que
hicieran algo por la inseguridad, nos tildaron de trogloditas que
quieren el exterminio de los marginados de la sociedad. Curiosa
definición proveniente de quienes no se notificaron de que los pobres se
han multiplicado en diez años más que un Gremlin en una pileta
olímpica, y que aún no registran que esos bultos que esquivan en las
veredas, son personas expulsadas de la vida civil. Durante estos mismos
diez años, hemos visto que los puteríos se convirtieron en el negocio
más publicitado en la ciudad de la Policía Federal, como también vimos
que son reprimidas brutalmente todas las manifestaciones en contra del
entreguismo de recursos no renovables a capitales imperialistas, y que
las cárceles son una joda donde el único escándalo que molestó, fue la
fuga de dos gerontes militares.
Durante los diez años que nos quejamos de
la economía improvisada y atada con alambre, nos acusaron de
neoliberales, menemistas, miembros del Club de Fans de Martínez de Hoz,
afiliados al Club de Amigos de Domingo Cavallo y agrogarcas. Extraño,
por cierto, dado que la única tierra que poseemos muchos de nosotros es
la que se acumula en los muebles y que lo único que logramos juntar son
kilos de más.
Durante diez años, a cada cuestionamiento
respondieron con El Modelo y nunca pudieron definirlo concretamente dos
veces seguidas, sin que cada una de ellas fuera diferente a la
anterior. Y fueron tantos los conceptos, que El Modelo consistió en la
libre elección del sistema previsional, en el monopolio estatal del
sistema previsional, en el tipo de cambio competitivo, en el tipo de
cambio atado, en un dólar único, en un dólar desdoblado, en la inflación
controlada, en la inflación necesaria, en la inflación reconocida, en
la inflación negada, en la persecusión al evasor, en el blanqueo de
capitales evadidos, en la amistad con monopolios, en el combate a un
sólo monopolio, en la voluntad de pago de deuda, en la negativa de pago
de deuda, en la nueva voluntad de pago de deuda, en no modificar
ganancias para no desfinanciar al Estado, en modificar ganancias y ver
qué pasa, en fortalecer el federalismo y la coparticipación, en someter a
las provincias con la canilla de los fondos públicos, en promover la
movilidad social ascendente, en multiplicar al infinito los planes
sociales, en modernizar el sistema político, en elegir a dedo a los
candidatos, en combatir a la pobreza, en aceptar a la barriada de
viviendas precarias como parte de la cultura.
Todo
esto sucedió, y todo esto sucede ahora mismo. Muchas de las cosas que
el kirchnerismo ha hecho -y festejado- fueron negadas y combatidas
previamente. El caso testigo más palpable es el de Jorge Bergoglio, hoy
Papa, por la velocidad a la que se dieron los hechos: luego de
vincularlo con lo peor del país -incluso mostraron una foto ridícula de
Videla tomando la comunión de mano de un hombre que, si viviera, tendría
el récord de longevidad humana- pasaron a celebrar al Papa Peronista y a
convertir la Casa Rosada en la Secretaría Pastoral. Y todo en menos de
48 horas.
Los que en el camino nos preguntamos qué
onda, quedamos en orsai permanente y a merced del ataque de los
iluminados de siempre, que de putear al kirchnerismo, saltan a “tampoco
hay que criticar todo”, como si pedir un cachito de coherencia fuera
criticable. Descreer de quien es capaz de convertirse al islamismo, si
ello le garantizara la conservación del poder, pareciera ser un acto
despreciable.
No son nimiedades, ni se trata de
gataflorismo, inconformismo militante o contrariedad voluntariosa. Se
trata de credibilidad, coherencia y, por sobre todas las cosas, respeto
por la mínima inteligencia de todos nosotros, los que los puteamos. En
mi cabecita, aún permanece fuerte el instinto de supervivencia del
individualismo, ese que permite que no me dé lo mismo cualquier cosa y
que me obliga a resguardarme del converso permanente. Las imágenes en la
que los enemigos íntimos se convierten en aliados, con música emotiva
de fondo y los aplausos generalizados de los extras, deben quedarse en
las películas malas norteamericanas. Esto es política, la discusión
permanente por nuestro estilo de vida, no una batalla épica frente a la
amenaza alienígena.
Si Daniel Scioli se avivó que debajo del
helicóptero que lo lleva de su casa a 6 y 51, hay una decena de millones
de personas en situación de guerra contra la delincuencia, y tomó la
decisión de hacer algo, no puedo festejarlo. Si luego de incinerar a
cuanto milico no amigo del poder existiera, Estela de Carlotto cree que
las sospechas contra el General Milani, son cosas que “hay que estudiar
bien”, no voy a pensar que finalmente aflojó, si no que los conceptos de
genocidio, terrorismo de Estado y responsabilidad objetiva sin amparo
de la obediencia debida, son todos conceptos que no cuentan si Cristina
está en el medio.
Este viraje tan extremo que hasta permite
que los kirchneristas visiten el piso de Todo Noticias sin mosquearse
por estar en un lugar de lleno de genocidas y periodistas con las manos
manchadas con sangre, podría ser tomado de un modo creíble. Pero que
pase luego de las elecciones de agosto, y antes de las de octubre, queda
a la altura del pibe que lava los platos los viernes para que los
viejos le den guita el fin de semana.
Y mientras desde el oficialismo sostienen
que ni se piensa buscar una reforma constitucional, el compañero
Ernesto Laclau emitió un comunicado desde el comando revolucionario de
Colchester, Inglaterra, en el cual sostiene que “si la gente está
contenta con un presidente debe poder volver a elegirlo.” Desde este
humilde y sencillo lugar, me pregunto cuál es el problema, si nadie
impide que se pueda elegir una y mil veces al mismo equipo de laburo, el
mismo proyecto. Se cambia al presidente, no más. Tampoco entiendo la
preocupación: si tanto confían en El Modelo, el compañerismo, el
liderazgo de la Estadista en Calzas y en que “bajando un cuadro se
formaron miles”, no deberían tener temor alguno en enfrentar una
elección con otro candidato, dado que El Modelo está garantizado. ¿O
acaso no confían en el espíritu nacional y popular de Amado Boudou o
Daniel Scioli? ¿Dónde está esa juventud maravillosa y plena de valores
que venía a renovar la clase dirigente? ¿Dónde están, chicos?
Nos dijeron que la culpa del estado de
los trenes es de los ferroviarios complotados con la CIA, de los
usuarios infiltrados por el MOSSAD, de los gobiernos anteriores y de los
marcianos, pero se tomaron diez años, 53 muertos, cientos de accidentes
previsibles y miles de heridos para hacer algo. Nos contaron que con
una computadora, tres planes y miles de discursos, la calidad educativa
se emparejaria, y efectivamente así sucedió, sólo que para abajo. Nos
remarcaron que la supuesta bonanza económica se debía a El Modelo y no
al viento de cola, pero cada vez que no dan los números, le echan la
culpa al viento de frente. Nos atormentaron hasta cansarse con que
cualquier intento de progreso de la Clase Media, es un atentado a la
industria nacional, mientras que los que se mueven en autos importados y
vacacionan en el exterior, no son capaces de comprar un celular
ensamblado en Tierra del Fuego para disimular.
Un
tren bala que nunca salió de la maqueta, inversiones chinas que jamás
pasaron de los supermercados de barrio, boom inmobiliario que nunca
llegó al que quería y podía pagar una casa, mayor presupuesto educativo
que nunca se tradujo en mejor calidad, negociaciones paritarias que sólo
sirven para correr atrás de la inflación, planes sociales que nunca
dejaron de ser necesarios, una aerolínea de bandera que no puede
competir ni con trampa, una petrolera Nac&Pop que tranza con
Chevron, un plan de obras de infraestructura sin precedentes que sólo
logró que no haya luz en verano, ni gas en invierno, y que cualquier
ciudad pueda convertirse en la Atlántida con un par de tormentas.
Hicieron beneficio de inventario y todo
lo bueno se lo debemos a Néstor y Cristina, mientras que todo lo malo
son “deudas de la democracia”, “algunas cosas que faltan”, “desidias
arrastradas de gobiernos nefastos”, o “palos en la rueda que ponen los
que quieren que al país le vaya mal”. Nos dijeron fachos, oligarcas,
vendepatrias, cipayos, gorilas, genocidas, corporativistas y
monopólicos, mientras defendieron a militares de dudoso prontuario,
tranzaron con multinacionales y mantuvieron intacto cualquier monopolio
que no molestara.
En todos estos años, sólo han mantenido
la coherencia en dos cosas: echarnos la culpa de todo y defender lo
indefendible. ¿Cómo creerles que ahora sí nos darán bola?
Y vos, joven militante de la revolución
monotributista que durante una década atacaste todo lo que el gobierno
ahora está haciendo, pensalo bien. Porque una cosa es que nosotros
creamos que sos un huérfano patológico que necesita de mamá Cristina
para poder vivir, y otra muy distinta es que te aguantes la infidelidad
ideológica.
Lunes. De los cuernos y del peronismo no se salva nadie.