Históricas
(El extraño caso de William Pius
White)
En nota anterior sobre
este mismo tema, hicimos referencia al 250º aniversario de las primeras
invasiones inglesas y su total fracaso ante la Colonia del Sacramento.
Para quien esto escribe
fue una especie de introito ya que Albión, que no deja cuentas sin cobrar,
volvió por sus objetivos cuando las circunstancias internacionales le fueron
propicias. Ellas se concretaron en dos hechos de armas: Trafalgar (1804) y
Austerlitz (1805). Estas dos grandes batallas cumplieron su cometido como
torres de babel en el ajedrez mundial británico.
Mediante la primera,
Inglaterra quedó dueña de los mares. Con la segunda, Bonaparte concretaba, su
predominio total en Europa. “Las Españas
donde no se ponía el Sol” con sus Reinos de América unidos a una Francia
Jacobina, iniciaba un largo via crucis por la torpe política externa del
ambicioso, sin ética, Manuel Godoy, que ocupaba el poder ministerial a través
del favoritismo del matrimonio real español. La hegemonía continental
napoleónica y la talasocracia imperial británica se enfrentaban. Esta última
tenía sus ojos puestos en los Reinos Americanos como futuras y jugosas presas. Y
lo consiguieron. Cuando entraba la tercera década del siglo XIX los ricos
territorios, infiltrados por los “Hijos de Hiram”, consiguieron ser convertidos
en satélites de la City londinense. La excepción fue la Argentina de Rosas y la
República Oriental de Manuel Oribe, que resistieron al cañón de Gran Bretaña y
Francia.
Llegando a esta parte de
nuestra investigación tropezamos con el nombre de William Pius White, parido en
Massachusets (Boston, 1770), tierra herética que no habla español y que fue
piráticamente engrandecida en setenta años (1778-1848) del océano Atlántico al
océano Pacífico con guerras provocadas o maniobras indecentes y matanzas de
indios, o recluyendo a los sobrevivientes en brutales campos de concentración
como harían sus hijos con los holandeses boers al final de ese siglo.
Decía Aristóteles, que
el saber avanza gracias a las sorpresas. Cuando investigábamos, para estudiar
las agresiones de la infame Albión tuvimos un encontronazo con el personaje,
arriba citado, al cual habíamos visto pasar, pero esta vez pretendimos
observarlo de cerca. En 1803 el fariseísmo inglés tenía numerosos espías
confidentes y traidores en Buenos Aires, entre ellos al precitado White,
norteamericano que con 33 años ya era un poderoso comerciante en contrabandos y
tráficos de esclavos. Sus relaciones lo llevaron a intercambiar cartas con su amigo el Comodoro “Sir” Home Popham un jefe de la Armada británica que había ocupado
el cargo de Edecán del Virrey en la India, Conde de Wellesley. Éste, para más
datos era hermano del Duque de Wellington, futuro vencedor de Bonaparte en
Waterloo. Pero, digresiones de lado, prosigamos con nuestro tema de esoterismo
y traición.
El complot que llevaría
a Popham a ocupar la capital de nuestro Virreinato tenía data de años jugando
siempre importante papel Mr. White. Sus amistades fueron claves. Según
Florencio Varela, White “tuvo negocios
poco honrosos” durante su permanencia en la India. Varios de ellos con el
apoyo del Comodoro “Sir” Popham. En
esos tiempos conoció y trabó amistad con Esteban Perichon y su esposa Juana Vandeuil.
Una hija de éstos, la joven Ana, casó con un contrabandista irlandés de nombre
Thomas O’Gorman. Ya residentes en Buenos Aires, en 1804, don Thomas vuelve de
Europa acompañado del capitán irlandés James Burke quien revistaba como
prusiano pero en realidad venía con mandato del Duque de York para contactar
una posible intervención británica. Burke con el apoyo del círculo O’Gorman and
White, fundó centros de captación y espionaje en su casa y en la de O’Gorman. En
la “Posada de los Tres Reyes” se fundó la primera logia. Allí se reunían
diferentes personajes entre los que se destacaban los miembros de la Sociedad Literaria y Patriótica como
Juan José Castelli y Miguel de Azcuénaga. Ana Perichon Vandeuil de O’Gorman
resultó un fuerte atractivo para conseguir información. La más importante
noticia que obtuvo para White fue la llegada de una importante cantidad de oro
y plata desde Potosí y Perú.
Lo subrayable,
considerado en las mesas de la logia, era que las ciudades de las zonas, aparte
del amurallado Real de San Felipe y Santiago de Montevideo, base también de la
Real Marina, no tenían defensas. Rápido como ave de rapiña con hambre, White
escribió a su amigo Popham, a quien sabía ocupando el Cabo de Buena Esperanza
(ex holandés), informándole la llegada del Tesoro. Esas importantes cantidades
de metal precioso —seguramente le decía— proporcionarán al Comodoro Sir Popham, al Gral. Bair al igual que a
su colega Beresford lo mismo que a quien ese papel firmaba (“Mr. White”)
obtendrían muy buenos beneficios. La Batalla de Austerlitz fue para el Comodoro
Popham la oportunidad deseada para ser el primero en ocupar y/o demoler el
Imperio Sacro Romano Hispánico.
En esos momentos (1806)
fracasaba frente a Venezuela el masón, y vocacional traidor Francisco Miranda
quien, financiado por Estados Unidos y Gran Bretaña, intentaba desembarcar para
concretar el aberrante plan urdido en las Hermandades Esotéricas. La decisión de Popham fue rápida. Incluso desconociendo las jerarquías no pidió
la venia del Foreign Office ni la del Ministerio de Guerra y puso proa hacia
Buenos Aires. Su decisión reflotaba un
plan de White que con su amigo el capitán negrero Murphy habían presentado al
Premier Mr. Pitt, por el cual, con el apoyo de tropas británicas, se declararía
la “independencia” de las inexistentes colonias, pero sí Reynos.
El Plan rechazado por el
Premier Pitt quien no creyó que era el momento oportuno volvió a la vida en
esos meses. Estaba poco más o menos en la línea propuesta, por lo que el masón
y anglófilo Carlos María de Alvear propondría en 1815 al Ministro inglés en Río
para escarnio eterno de su memoria. La llegada y el desembarco de las fuerzas
inglesas (1806) marcaron intensa actividad para White.
Éste actuó de intérprete
y como “Comisario de Presas” nombrado por Beresford, enviando doscientos
hombres para retirar el Tesoro ubicado en Luján. Realizados los descuentos para los
“libertadores”, el Tesoro de 1.500.000 en monedas de plata fue enviado a
Londres donde sería paseado en ocho grandes carruajes engalanados con las
Banderas de la Marina española, la Roja y Gualda y la Blanca con la Cruz de San
Andrés que luego harían guardia en el tesoro del Bank Of London junto a lo robado en el Río de la Plata.
Liberado Buenos Aires,
White fue detenido y considerado por la Fiscalía un “extranjero corrompido”, pero delictivamente sólo un “infidente para facilitar la invasión”.
El cargo era muy liviano por lo que fue enviado a la Guardia del Salto (hoy en
la de Provincia de Buenos Aires) donde se comentaba que la justicia aplicaría
la pena de muerte por traición y saqueo. Pero no fue así. En semanas a White se
le permitió llegar a Luján donde estaba alojado el general Beresford junto con
otros prisioneros como el perjuro coronel Pack y el Mayor Tolley del Regimiento
71 ubicado cómodamente en San Antonio de Areco. Estos “señores” entretenían sus
ocios jugando al golf y al cricket. Entre partido y partido se comunicaban con
vecinos y “Hermanos”… de Buenos Aires partidarios de una “independencia” a la
malvinense por lo que Beresford dispuso los planes para una segunda invasión.
En Buenos Aires los
agentes de la red Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla (estos
sujetos recibirían una renta de por vida para premiar los servicios prestados)
iniciaron los contactos con partidarios de una independencia (SIC) con Inglaterra.
El 10 de febrero de 1807 el Cabildo presionó a la Real Audiencia para que
destituyese al Virrey Marqués de Sobremonte. Una semana después Rodríguez Peña
y Padilla consiguieron la entrega de Beresford quien pasaría al Real de Montevideo
(ocupado por Auchmuty), junto con White. En Montevideo nuestro “ilustre”
biografiado ocupó cargos muy cercanos al jefe británico general Whitelocke.
Beresford informó por entonces al Ministro Castlereag que White había prestado
importantes servicios la causa británica.
“Business are business”, dogma para White que en
esos meses importó a Montevideo grandes cantidades de telas desde Londres. Cientos
de esos paquetes llegaron a manos de Liniers que los necesitaba para uniformar
a sus tropas. No de balde los ingleses dejaron para la posteridad este concepto
de su fiel amigo: “Es un hombre
inteligente, bien informado, y que conoce la región”.
Cuando Whitelocke fue
obligado a dejar el Real de San Felipe y Santiago de Montevideo, el Gobernador
Elío puso en prisión a White y consideró la posibilidad de ajusticiarlo por
traición. Años después cuando la Provincia Oriental había sido entregada por el
Director Pueyrredon a un Portugal tan satelizado que el Comandante Supremo de
sus Fuerzas Armadas lo era el General Beresford, White estaba detenido en
Montevideo, no precisamente por ser honesto en sus negocios. El invasor
ocupante, el general Carlos Federico Lecor, recibió de William Carr Beresford,
la orden de dejarlo en libertad de inmediato.
Pero veamos un
pantallazo del White durante la Revolución de Mayo a la que se vinculó con
negocios de armas y barcos hasta la caída del “Hermano” Alvear, en 1815. Luego
de ese espacio de tiempo aparece de tanto en tanto, en dificultosa situación
pero siempre con la protección del delegado de Gran Bretaña en Portugal:
Guillermo Carr Beresford. Estallado el movimiento de Mayo de 1810, White,
arregló su chaqueta y se incorporó al Juntismo. Fletó entonces barcos para la
causa, pero el negocio le produjo déficit. Ello lo hizo reaccionar reclamando
al gobierno por sus gastos. Así le contestó el ministro Larrea: “Usted ha sufrido grandes desembolsos, todo
será reparado por un gobierno que no puede desconocer justas reclamaciones”.
Veamos como rehízo sus “ahorrillos” dando noticias de nuestras fuentes.
Hace pocos meses en
Montevideo, se publicó con el Sello de “Editorial Banda Oriental” un muy buen
trabajo del Oriental doctor Luciano Alvarez titulado “Intrigantes, Valientes y Traidores”.
En el capítulo que
disecciona al “patriota”, el autor dice lo siguiente: “Especuló con los salarios de la tropa. Argumentando la falta de
efectivo pagaba con mercadería de sus almacenes al precio que el mismo fijaba. Los
soldados debían venderla para hacerse dinero y sus testaferros la recompraban a
vil precio. Para cerrar el negocio, White reclamaba al gobierno los sueldos
supuestamente adelantados de su peculio”. Ésta fue sólo una perla del “honestior”. Lo cierto es que su periplo
fue un misterio hasta su regreso a Buenos Aires, en 1835. Dicen que murió pobre
el 3 de enero de 1842. Pero sus descendientes tuvieron acceso a una importante
fortuna. Los protegió un “caballero muy querido” por paraguayos y orientales
dado que fue su “libertador”. Esa persona se llamó Bartolomé Mitre y es el
mismo que el gran historiador mexicano Carlos Pereyra llamó “mediocridad engreída”. El “buen” señor
firmó un acuerdo con Estados Unidos aprobado por ley del 3 de octubre de 1863
mediante el cual se pagaría a los herederos de White 350.000 pesos plata
amonedada, expidiéndose en su favor títulos de fondos públicos al 6 por ciento
anual y uno de fondo de amortización acumulativa. Desde 1893 su nombre lo
detenta una calle en la porteña Villa Luro. La vía nace en Rivadavia 9202 y
termina en Echeandía 4401. Esta es una
forma subliminal de escribir “historia” para “La Pobre Gente”, como tituló uno de sus dramas, el Oriental
Florencio Sánchez.
Luis Alfredo Andregnette Capurro