Papa San Pío X, E Supremi, #5, 4 de octubre 1903:
“Es
indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano que
esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de
los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso
pensará que ya habita
en este mundo el hijo de la perdición (2 Tes. 2, 3) de quien habla el Apóstol”.
en este mundo el hijo de la perdición (2 Tes. 2, 3) de quien habla el Apóstol”.
Profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487):
“La
Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, grandes y
pequeños, se pervertirán grandemente. La Iglesia se hundirá más y más,
hasta que, finalmente, parecerá haber quedado destruida, y la sucesión
de Pedro y de los demás apóstoles parecerá haber terminado. Pero después
de esto, será exaltada triunfalmente a la vista de todos los que
dudaban”.
Bto. Joaquín († 1202):
“Hacia el fin del mundo, el anticristo va a derrocar al Papa y usurpar su sede”.
Nuestra Señora de La Salette, 19 de septiembre de 1846:
“Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo (…) la Iglesia será eclipsada”.
La Verdad de la Iglesia es su unión con Cristo.
Cristo se une a la Cabeza de la Iglesia y a Su Cuerpo Místco.
Son dos uniones distintas en la Iglesia. Dos uniones para fundamentar la Verdad de la Iglesia.
La
unión de Cristo con la Cabeza Visible, que es un hombre de carne y
hueso, es una unión en el Espíritu y, por tanto, una unión que no se
puede ver en la realidad de las cosas. Una unión que sólo se puede
contemplar en las obras de los Papas, de esos hombres de carne y hueso.
No
hay que poner la Verdad de la Iglesia en las palabras de ningún Papa,
de ningún Cardenal, de ningún Obispo, de ningún religioso, de ningún
fiel. Porque ¿quién va a defender la Palabra de Dios si no necesita de
la palabra humana, del pensamiento de los hombres?
Para
defenderla, es necesario el Espíritu de la Palabra, que el Señor da a
Sus Doctores, Predicadores, Confesores, Mártires de Su Palabra.
La
defensa de la Fe de la Iglesia está en las obras que se hacen movidos
por esa Palabra, que es Verdad. No está en los razonamientos, que son
válidos y que son útiles para todos, porque todos necesitan la palabra
humana para poder entender la Palabra Divina.
Pero
la Palabra Divina se defienda sola, porque Es la Palabra de Dios. Y
¿quién contra Dios? ¿Quién puede luchar contra Dios y vencerlo? Sólo los
humildes de corazón lo vencen, no los demás.
Por
eso, es necesario poner la Fe en la Palabra, no la Fe en lo que se dice
de la Palabra. No la fe en los razonamientos de la Palabra, no la Fe en
lo que alguien pueda decir sentado en la Silla de Pedro.
Cuando
se tiene la Fe en la Palabra, entonces se discierne lo que esa persona
está diciendo como sacerdote, como Obispo, como Cardenal, como Papa.
Pero si la fe se pone en la persona, en el hombre de carne y hueso,
entonces es cuando viene el error y no se discierne nada, porque se cae
en el engaño de las palabras humanas.
Es
lo que está haciendo Francisco. Hablando muchas cosas. Y, algunas son
bonitas. Otras son una mentira y una herejía. Y combina las dos cosas.
No hay que fijarse en lo que está diciendo. Si ahora dice algo bonito.
Si después dice una mentira.
Hay que fijarse en las obras que hace. Eso basta para poder discernir lo que es Francisco. Sus obras.
Pero para ver sus obras hay que tener Fe en la Palabra, hay que creer en la Palabra.
Y
la Palabra dice que no se puede elegir a un Papa mientras viva otro.
Eso es lo que en la Iglesia se ha hecho siempre. Eso es la Tradición de
la Iglesia. La Verdad en la Iglesia no sólo está en el Evangelio, sino
en la Tradición, en lo que siempre se ha obrado, aunque no esté escrito.
Los Evangelios se escribieron después de que los Apóstoles vivieran la
Fe en la Palabra. No se dieron antes.
La
doctrina de Cristo no es un libro, no es un conjunto de ideas hermosas,
es una Vida. Y si no se vive, no se puede transmitir después. Los
Apóstoles primero vivieron la Palabra. Después, escribieron un libro
sobre esa Vida que les hizo obrar la Palabra.
Los
hombres creen que la fe consiste en hacer muchas cosas, muchas
prácticas o leer muchos libros de santos o tener muchos conocimientos de
Dios, de la Iglesia, de las costumbres de los hombres, etc. Y no es
así.
La
Fe está en vivir la Palabra. Y esa vida es una Obra continúa. No se
puede obrar la Verdad sin vivir la Verdad, sin aceptar la Verdad, sin
acoger la Verdad tal como Dios la revela al corazón.
Por
eso, en la Iglesia se dan tantas cosas que no pertenecen a Dios, porque
no se vive de FE. Cada uno vive lo que entiende, lo que busca con su
pensamiento humano, y ya no cree.
Y
ante la renuncia de un Papa, la Fe dice no elegir a otro. Como no se
vive la Fe, sino que los sacerdotes, los Obispos, los Cardenales están
en la Iglesia sin Fe, aceptando doctrinas que no dan Vida, que no llevan
a la Obra de la Verdad, entonces pasa lo que pasa.
Quien
vive de Fe en seguida entendió lo que era esa renuncia y lo que es
Francisco. Vio lo que había detrás de Francisco y no necesita más para
decir que Francisco es un falso Profeta.
Quien
no vive de Fe, tiene que argumentar esa renuncia y la aceptación al
Papado de Francisco. Porque no vive de Fe, sino que vive de sus
razonamientos e intenta explicar lo que está pasando sin acudir a la Fe,
sino a su razonamientos, a su filosofía, a lo que los demás hacen, a su
discurso de la vida.
Es
lo que pasa a tantos sacerdotes, Obispos de la Iglesia. Viven su
discurso de la vida, viven lo que ellos han asimilado en su pensamiento
sobre lo que es Dios, la Iglesia, Cristo, su doctrina, etc. Y lo que
ellos entienden eso viven.
No
viven escuchando la Palabra. No viven estando atentos a la Palabra, que
siempre está hablando al corazón del alma humilde. Viven para sus
pensamientos, que son para ellos muy importantes, más que la Palabra. E
intentan, cuando escuchan a Francisco, proteger sus palabras y decir que
esas palabras son delicadas y que hay que entenderlas bien. No son
capaces de llamar al pecado, pecado. No son capaces de comprender que un
sacerdote peca, así esté sentado en la Silla de Pedro. Ellos buscan la
Infabilidad del Papa -y se equivocan- porque esa Infabilidad no hace al
que se sienta en la Silla perfecto en su vida, sino que le da sólo el
Poder para guiar a la Iglesia hacia donde Dios quiere, sin romperla, sin
dividirla, sin obrar nada en contra de la Fe de la Iglesia.
Muchos
Papas en la Iglesia han sido pecadores, pero ninguno ha obrado nada en
contra de la Fe de la Iglesia, por ser verdaderos Papas.
Pero
Francisco, nada más ser elegido, empezó a obrar desfigurando el Papado
para así acercarlo a los hombres, quitando cosas exteriores, que dieron
lugar a que las almas se rebelaran en contra de él. Un Papa tiene que
ser prudente, porque lo mira todo el mundo. Y no puede dedicarse a
destruir lo que las almas aman, porque así es lo que él entiende del
Papado. Tiene que respetar la Tradición y no ser imprudente. Y eso,
desde el principio, no lo fue Francisco. Sus obras le delatan. Y no se
quieren aceptar esas obras. Después, se les pone una excusa barata para
seguir aplaudiendo a Francisco, para seguir diciendo que Francisco tiene
fe.
Francisco
lavó los pies de dos mujeres en la Misa del Jueves santo. ¿Qué Papa ha
hecho esto en la Tradición de la Iglesia? Si la Palabra te enseña que
Jesús lavó los pies de los hombres, ¿tú qué quieres enseñar con esa obra
a la Iglesia? ¿Tu obra es la Fe de la Iglesia o es la Fe es la obra que
hizo Jesús al lavar los pies de los Apóstoles? ¿Estás con la Palabra,
que es Jesús, o estás con tu pensamiento, con lo que tú entiendes que
debe ser Jesús, que debe hacer Jesús, que debe ser un Papa en la
Iglesia? Francisco quiso demostrar que Jesús se equivocó en lavar los
pies a los hombres, porque también tenia que lavar los pies a las
mujeres. Francisco se sentó en la Silla de Pedro para rectificar las
obras de Jesús. No se ha sentado para aprender las obras de Jesús. Y
todavía los hombres lo están siguiendo y lo tienen como santo.
Ahí están las obras de Francisco, pero ¿quién se opone a ellas, quién las ve?
Muy
pocos en la Iglesia. Se ven y se mira para otro lado y no se corrige a
Francisco. Y Francisco sigue diciendo mentiras y nadie en la Iglesia
abre su boca.
Y
nadie se atreve a decirle algo porque todos viven lo que Francisco
vive. Viven sus pensamientos, sus ideas, sus planes, sus apostolados en
la Iglesia, lo que ellos entiende que debe ser la Iglesia.
Así,
Roma va a perder la Fe, por el pecado de sus consagrados, que se han
creído con el derecho de dar a la Iglesia la verdad que está en sus
pensamientos.
Y
la Iglesia tiene que preguntarse ahora qué hacer con todos los tesoros
de la Iglesia: con la Tradición, con los Dogmas, con todas las
enseñanzas que Dios ha dado a Su Iglesia. ¿Quién las va a custodiar?
¿Quién las va a defender? ¿Quién será capaz de vivir la Fe de la Iglesia
en su corazón y llevar la Iglesia, ahora, en el corazón, porque ya no
está en la Jerarquía.