sábado, 2 de noviembre de 2013

EN EL MES DE LOS DIFUNTOS

La Iglesia no olvida a sus hijos que sufren en el Purgatorio

En el mes de los difuntos

Las verdades básicas del cristianismo van entrando en un tal olvido, que alguien podrá preguntarse por qué la Iglesia se preocupa de ofrecer sufragios por los difuntos en el mes de Noviembre.
La razón es que, incluso entre las personas que han vivido virtuosamente, son pocos los que están libres de toda mancha de pecado. Por ello, tienen que expiar sus culpas en el Purgatorio.
Se dice de la gran Santa Teresa de Avila que, antes de subir al Cielo, tuvo que bajar al Purgatorio para allí hacer una genuflexión como penitencia.
Queremos ofrecer a nuestros lectores algunas reflexiones para mejor animarles a atender el llamado que la Iglesia nos hace para que ayudemos a nuestros hermanos que sufren en el Purgatorio. Nos serviremos para ello de unos bonitos trechos de una conferencia del Abbé Arminjon (1). El nos dice que el purgatorio es la obra de arte del Corazón de Dios, la invención más maravillosa de su amor y de su justicia. De tal modo que “no sabríamos decir si los consuelos que allí se experimentan nos son más excesivos que los mismos tormentos que se padecen“.
Dichosas y desgraciadas simultáneamente las almas se estremecen de felicidad viendo sus manchas desaparecer por el efecto maravilloso de este castigo reparador” que las embellece purifica y restaura. Santo Tomás afirma que el fuego “pierde su intensidad a medida que consume y destruye las imperfecciones y los defectos que alimentan sus ardores.”
Importantísimo papel tiene la Santísima Virgen, llamada a tan justo título “Consoladora de las Almas del Purgatorio“, pues baja allí en los días de sus grandes fiestas y libera a un gran número de ellas. Las almas que se encuentran sufriendo en aquel lugar entonan maravillosos cánticos en su alabanza. Y para las que no pueden ser aún liberadas, Ella deja caer un refrescante rocío que las consuela en medio de sus tormentos.
Son realmente terribles los sufrimientos, y por eso la Iglesia les prodiga día y noche sus sufragios, a la vez que hace un apelo a sus hijos para que las socorran, pues “el ejercicio de esta caridad les dispensa a cada momento las gotas celestiales que el Buen Jesús hace caer de su Corazón” . Consoladas maravillosamente porque saben que están salvadas, sufren sin embargo vehementemente la demora de ver a Dios cara a cara.
El Abbé Arminjon continúa: “Aquí abajo en la Tierra la separación de Dios ¡no causa sino un mediocre desagrado! Estamos seducidos por la apetencia de los bienes de este mundo y absorbidos por el espectáculo de los objetos sensibles. Cuando llega la muerte, no hay más diversiones, entretenimientos o distracciones. Nuestras inclinaciones, nuestras aspiraciones, todas nuestras tendencias se dirigirán entonces hacia este Divino Esposo, nuestro único e incomprensible tesoro“.
Esta privación de Dios provoca un grandísimo sufrimiento, pero… además está el fuego, fuego terrible que no deja subsistir ninguna mancha, fuego inmortal que discierne hasta las debilidades más imperceptibles al ojo de las criaturas” de cuyo ardor no pueden distraerse un minuto, ni un segundo.
Podría dulcificar el infortunio de estas almas, saber que su recuerdo no se extinguió y que los amigos que ellas han dejado en la Tierra están trabajando para socorrerlas y liberarlas… sin embargo son muchos los que lanzados en el torbellino de las frivolidades del Mundo, dan la espalda a un recuerdo demasiado austero y penoso. A la distracción le sigue el olvido. Y los dolores de los muertos son olvidados“.
“¡Pobres muertos! Después de un pequeño número de días pasados en el lamento y el duelo, después de algunos homenajes…los difuntos son sepultados en una tumba más cruel, la del olvido, duro, inhumano, implacable“.
“¡Ah! hermano, amigo, padre, esposo, os imploramos suplicantes desde el fondo de este lago en llamas ¡merced! Una gota de agua, una oración, un ayuno, una limosna, una mano que socorre y nosotros estamos salvados…considerad que si nosotros sufrimos es en parte por vuestra causa“.
Esforcémonos de modo especial en este mes por ayudarles con nuestras oraciones. He aquí lo que nos piden los muertos. Si nosotros les escuchamos, nuestra caridad será bendecida. Ellos no serán ingratos, y liberados de sus tormentos por nuestros cuidados nos ayudarán a su vez con su poderosa intercesión.
(1) Fin du Monde présent et mystéres de la vie future (1881) Cinquiéme Conférence, Du Purgatoire