Internacionales
EL DRAMA DE VENEZUELA
La
corrupta, opresora y represiva oclocracia venezolana que encabeza el grotesco
cipayo procubano Nicolás Maduro, va quedando al desnudo para desilución de la
incorregible utopía progresista local e internacional.
Los
desastres del vergonzoso régimen chavista, hoy profundizados por el
nefando y odioso cacareo clasista del inepto Maduro, se suman unos tras
otros para dolor de los venezolanos. En este lamentable y tétrico escenario
reluce con los tintes más sombríos la hipocresía —y como dijo alguien— la “indignidad
geopolítica” del sello fantoche de Unasur y dos de sus conspicuas dirigentes:
Dilma Roussef y Cristina Fernández de Kirchner: éstas, con su silencio cómplice
frente al desmán represivo de su socio caribeño, muestran el alcance y la
verdadera calaña de su pregonado progresismo.
En
esto, como en tantas otras agachadas, sofismas, acordadas espúreas,
declaraciones falaces y silencios cómplices no están solas: la partidocracia
local, “confundida” por su dogmatismo democrático-electoralista (la herejía de
la soberanía popular y el sufragio universal obligatorio), “no alcanza” a
discernir su deber moral de impugnar y repudiar la criminal represión de los
estudiantes venezolanos y el encarcelamiento del dirigente Leopoldo López por
el régimen de Maduro, cuya dudosa legitimidad de origen ha quedado hecha
añicos, en los hechos, por su repugnante y fracasada política socialista de
odio y división clasista.
La
rica Venezuela es hoy un país al borde del quebranto económico y de la guerra
civil. Y en esto, la progresía local sólo guarda silencio cómplice… tal como
ayer lo hizo con Stalin y lo siguen haciendo hoy frente al tiranuelo cubano y
sus agentes instalados en la torturada Patria de Bolívar.
Luis Álvarez Primo