CONSPIRACION CONTRA LA IGLESA CATOLICA
El
viaje de Francisco a Jerusalén estará formado por: un cristiano, un
judío y un musulmán. Es un viaje planeado por los Illuminati, porque
este grupo tiene una meta: imponer el Novus Ordo Saeculorum (o
seclorum): el Nuevo Orden de los siglos o del Mundo, que es un plan
global para el dominio mundial.
«En
el momento preciso en la historia, el Papa visitará el sector combinado
Judeo/Cristiano/Musulmán para anunciar que todas las religiones
deberían ser combinadas en una. Esta acción finalmente destrabará “el
atolladero” de Medio Oriente». (Bill Lambert – líder Illuminati
de alto rango-, Casa de Teosofía, Boston Massachusetts, hablando en el
seminario llamado “Eventos posibles y probables del futuro” – Agosto
18,1991).
La masonería está interesada en que un Papa sea el que manifieste la unidad entre cristianos, judíos y musulmanes.
Francisco va como cristiano a Jerusalén, no como católico: «Los
no cristianos, por la gratuita iniciativa divina, y fieles a su
conciencia, pueden vivir justificados mediante la gracia de Dios, y así
asociados al misterio pascual de Jesucristo» (Evangelium gaudium – n 254). Estas palabras reflejan su fe.
Su
fe no es la de un católico (no cree en el Dios de los católicos); su
magisterio no guarda la Tradición ni las enseñanzas de la Iglesia
Católica; su palabra no es la de un Papa, sino la de un falso Papa, un
falso Profeta, que gusta a todo el mundo, menos a la verdadera Iglesia
Católica.
Habla de la conciencia que justifica, anulando la gracia de Cristo, que es la que justifica al hombre:
«Pero
ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha
manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por
la fe en Jesucristo, para todos los que creen —pues no hay diferencia
alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios— y son
justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención
realizada en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió como instrumento de
propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su
justicia, pasando por alto los pecados cometidos anteriormente, en el
tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el
tiempo presente, para ser él justo y justificador del que cree en Jesús»
(Rm 3 ,21-26). Es necesario creer en Jesús para recibir la gracia del
arrepentimiento y comenzar a ser una criatura nueva. La conciencia no
justifica a nadie de su pecado; no quita el pecado de nadie. Quien vive
fiel a su conciencia se hace infiel a la Gracia de Cristo.
Francisco se atreve a decir una blasfemia: «Pero,
debido a la dimensión sacramental de la gracia santificante, la acción
divina en ellos tiende a producir signos, ritos, expresiones sagradas
que a su vez acercan a otros a una experiencia comunitaria de camino
hacia Dios» (Evangelium gaudium – n 254). Si los no cristianos
no creen en Cristo, entonces Dios no puede obrar en ellos nada. Y sus
ritos, sus cultos, sus religiones son sólo un camino para el infierno.
La blasfemia de Francisco consiste en decir que la gracia actúa en ellos también: «debido a la dimensión sacramental de la gracia santificante». Cristo da su gracia a todo el mundo. No importa que no se esté bautizado, porque «El
mismo Espíritu suscita en todas partes diversas formas de sabiduría
práctica que ayudan a sobrellevar las penurias de la existencia y a
vivir con más paz y armonía. Los cristianos también podemos aprovechar
esa riqueza consolidada a lo largo de los siglos, que puede ayudarnos a
vivir mejor nuestras propias convicciones» (Evangelium gaudium –
n 254). Así no habla un Papa verdadero en la Iglesia Católica, sino un
hombre que se ha sentado en la Silla de Pedro, para que los demás digan
que es el Papa y él pueda decir y hacer lo que le da la gana desde ese
puesto. Es claro que no es posible obedecer a un hombre que no tiene ni
idea de lo que es la Iglesia Católica ni lo que es ser Papa en Ella.
Francisco
no va a Jerusalén representando a la Iglesia Católica, sino a su nueva
iglesia: representa a todos los cristianos del mundo que no pertenecen a
la Verdad, que no se convierten a la verdadera fe. Él representa a la
iglesia llena de pecadores que ya no les interesan ni los dogmas ni la
ley de Dios, ni la Tradición, sino que se pasan la vida con novedades y
con fábulas que producen los abortos de su inteligencia humana.
Él va para hacer una unión entre tres fuerzas: cristianos (mundo), judíos y musulmanes.
“La
unión que nosotros crearemos no será francesa, inglesa, irlandesa o
alemana, sino una Unión Mundial judía… Bajo ninguna circunstancia un
judío debe favorecer a un cristiano o a un musulmán; no antes que llegue
el momento cuando el Judaísmo, la única verdadera religión, brille
sobre el mundo entero” (“Manifiesto” de Adolph Isaac Cremieux
–grado 33- Gran Maestro de la Orden del Rito ‘Memphis-Misraim’ y
Maestro del ‘Gran Oriente’ de Francia – 1863).
Ahora,
los judíos están con Francisco, favorecen a Francisco, que representa
la idea cristiana y que está gobernado la Iglesia Católica de una manera
fraudulenta, usurpando lo que no es suyo, pero con el apoyo de toda la
Jerarquía, que tiene una venda en los ojos, y que ya no puede hacer nada
para impedir la ruina de toda la Iglesia. Han puesto a un hombre sin fe
–y eso lo conocían y, por tanto, son culpables de su pecado- y ahora no
hay manera de volverse atrás. Su equivocación es su castigo dentro de
la Iglesia.
Francisco es el hombre que recuerda que el pueblo judío fue el primero que aceptó la Palabra de Dios en Abraham y en Moisés: «Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada» (Evangelium gaudium – n 247).
Y Francisco enseña que esa misma Palabra de Dios ha sido enseñada por Mahoma: «Nunca
hay que olvidar que ellos, confesando adherirse a la fe de Abraham,
adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará
a los hombres en el día final» (Evangelium gaudium – n 252).
Francisco
une dos pueblos diferentes: judíos y los árabes, que se convirtieron en
musulmanes. Francisco enseña el amor hacia el pueblo de Abraham, Isaac y
de Jacob, iniciado con los judíos y continuado con los musulmanes.
Enseña a amar a los musulmanes porque conservan enseñanzas del
Evangelio. Y recuerda el atributo esencial que el Corán enseña, y que
también está en la Tora y en el Evangelio: la Misericordia: «Los
escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas
cristianas; Jesucristo y María son objeto de profunda veneración y
es admirable ver cómo jóvenes y ancianos, mujeres y varones del Islam
son capaces de dedicar tiempo diariamente a la oración y de
participar fielmente de sus ritos religiosos. Al mismo tiempo,
muchos de ellos tienen una profunda convicción de que la propia vida, en
su totalidad, es de Dios y para Él. También reconocen la necesidad de
responderlo con un compromiso ético y con la misericordia hacia los más
pobres» (Evangelium gaudium – n 252).
Francisco
invita a los jefes de todas las secciones del Islam para insistir, por
lo menos en dos de los cinco mandamientos de los musulmanes: la caridad y
la oración: «¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den
libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe,
teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan
en los países occidentales!» (Evangelium gaudium – n 254) . Antes ha llamado a la caridad a los cristianos: «Los
cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del
Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y
rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica» (Evangelium gaudium – n 254).
Estas
son señales alarmantes de una gran conspiración contra la Iglesia, que
se lleva ya a cabo de forma descubierta dentro de la misma Iglesia.
Francisco nunca entendió la naturaleza del islam: «el verdadero Islam interpretación del Corán se oponen a toda violencia» (Evangelium gaudium – n 253). Y, entonces, enseña una herejía, diciendo que ellos: «adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso» (Evangelium gaudium – n 252).
Nunca
hay que olvidar que el fenómeno del Islam niega directamente el
misterio de la Santísima Trinidad y la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo. Y, por tanto, no puede sostenerse lo que dice Francisco.
El
islamismo es la manifestación del Anticristo para destruir, con su
fuerza militar, la cristiandad; pero no lleva en sí la idea de construir
un orden mundial. Los judíos son los que conciben su religión como un
reino del mundo y, por lo tanto, trabajan para que se dé esa religión en
el mundo entero.
«El
judío cree que está destinada para él la soberanía de los pueblos.
Tiene una gran idea de su superioridad, un profundo desprecio por los
demás y es hombre de pocos escrúpulos» (“Comunistas, judíos y demás ralea” – Pío Baroja)
Los judíos luchan en contra del islamismo: «El
amor de los judíos a su pueblo sólo se traduce por odio a los demás
pueblos de la tierra; odio disfrazado de amor a una idea, que es lo más
abstracto que puede amarse y en nombre de la cual se predica la
destrucción de todo lo existente, Humanidad inclusive. Donde veáis
ruinas y estragos, podéis asegurar que por allí ha pasado el judío»
(Jacinto Benavente – “Memorias, parte 1”). Nunca el judío aceptó la
idea musulmana de la Biblia. Siempre la combatió, porque el fenómeno del
Islam cree que son los que perfeccionan la Revelación de Dios. Son el
culmen del pueblo judío. Y eso no les gustó a los judíos.
Los
Illuminati controlan todo el movimiento masónico. Controlan a los
Rotarios, a los Leones, la diferentes Logias, Comisiones, Grupos y
Clubs.
El plan de los Illuminati tiene un objetivo principal: destruir la Iglesia Católica,
que es una Sociedad Perfecta, con independencia de cualquier Estado del
mundo. Los países del mundo y la Iglesia Católica están separados
totalmente. Tienen convenios, pero nadie puede meterse con la Iglesia
desde los gobiernos del mundo. Nadie legisla la Iglesia con las leyes
del mundo, de los políticos. Nadie puede juzgar a la Iglesia desde los
tribunales del mundo.
La
Iglesia Católica tiene poder espiritual sobre todos los países; pero no
tiene poder político ni económico, ni cultural, ni social, sobre ellos.
La Iglesia tiene el deber de corregir lo moral, lo ético, lo
espiritual, que se dé en los países. Pero no tiene que corregir nada que
esté fuera del campo espiritual.
Por
eso, es necesario destruir la Iglesia y su poder espiritual sobre todo
el mundo. Ellos, para poder ejercer su dominio total en el mundo deben
aniquilar el poder espiritual que tiene la Iglesia sobre todo el mundo,
incluso sobre ellos mismos.
Los Illuminati tienen una táctica para conseguir su meta: «Conságrense
ustedes mismos al arte del engaño, el arte de enmascararse, espiando en
otros y percibiendo sus más profundos pensamientos»
(Weishaupt). De esta manera, en lo oculto, con una máscara, se
introducen en todas partes; también, por supuesto, en la Jerarquía de la
Iglesia, formando así una falsa Jerarquía. Se infiltran para
investigarlo todo y ver la manera de conseguir su fin, porque un
principio de los Illuminati es: «el fin justifica los medios».
«… pero ¿para qué crió Dios a los judíos, si no para que nos sirvieran de espías?»
(Duque de la Victoria: Israel Manda (Profecías cumplidas-Veracidad de
los Protocolos). Editorial Época. Cuarta Edición. México D.F. 1977).
Ellos emplean el chantaje, la mentira, toda clase de engaños, el terrorismo, para alcanzar sus objetivos: «Realizaré
una acción, si es pedida por la orden, a la cual no puedo no consentir,
aun cuando (vista en su conjunto) fuese verdaderamente incorrecta» (Documento Nachtrag von weitern Originalschriften – Munich, 1787).
Para escalar el poder, se impone la obediencia al grupo: «Yo nunca usaré mi posición o mi puesto contra mi hermano».
De esta manera, van poniendo sus hombres en lo alto de los gobiernos y
en la cúpula de la Jerarquía de la Iglesia. Todos se conocen y nadie va
en contra del otro. Todos están allí para conseguir sus objetivos. Todos
trabajan en lo oculto, sin mostrar sus verdaderas intenciones,
haciéndose pasar por otras personas, no revelando lo que realmente
piensan. Ocultan sus mentes, sus intenciones. Piensan muchas cosas, pero
no revelan lo que realmente piensan. Muestran al exterior un
pensamiento que no es el de ellos. Hablan lo que el otro quiere
escuchar, pero nunca van a hablar de sus verdaderas intenciones en lo
que hacen. Son astutos en las palabras. Son serpientes en sus obras. Y
todo lo que realizan al exterior es un teatro, una farsa, un modo más de
engañar a todos. Mientras hacen toda esa comedia, en lo oculto, por
debajo, se mueven todos los hilos del poder.
Los
poderes invisibles de los Illuminati nadie los conoce. Ellos ponen sus
hombres al exterior y los quitan cuando ya no conviene mantenerlos. Y
esos hombres obedecen a esos poderes invisibles. Son sus marionetas. Y
Francisco es una de ellas. Y no pueden no obedecer. No pueden rebelarse.
Religión,
nacionalismo, patriotismo, lazos familiares, son reemplazados por una
sola y fuerte lealtad a las causa del Illuminati: el nuevo orden
mundial. Todo cae, cualquier sentimiento de lealtad se pierde, se
abandona por el orden que establece este grupo.
Los puntos principales de este plan de los Illuminati son:
1. la supresión de todas las religiones, sin ninguna excepción. No hay doctrina, no hay iglesia, no hay secta que quede en pie.
2.
la supresión de todos los sentimientos de nacionalidad y, por tanto, la
abolición de todas las naciones, para que pueda surgir un nuevo mundo,
una nueva nación para todos.
3.
la transferencia de toda propiedad, ya privada, ya nacional, pública, a
las manos de ese poder invisible, mediante leyes taxativas, impuestos a
los ingresos, confiscación del dinero de los bancos, etc., con la sola
intención de debilitar la sociedad. Es decir, crear un caos económico en
todo el mundo, que vaya creciendo de muchas maneras, hasta que se
produzca una gran depresión parecida a la del 1929.
4.
un sistema de espionaje y denuncias que lo abarque todo, que lo vea
todo, para tenerlo todo bajo control y saber moverse en cualquier país,
en cualquier situación que los hombres hagan.
5.
una regla moral global, en la que la fraternidad y el diálogo entre los
hombres estén juntas para una sola cosa: someterse a una única voluntad
de ese poder invisible. Todos deben dar su libertad a esos hombres. Y,
para conseguir eso, hay que comenzar por hacer creer que los hombres son
libres en un mundo dominado por una voluntad que obra en lo oculto.
Para
instaurar un gobierno mundial es necesario abolir todas las formas de
gobierno, patriotismo, religión, familia. Y, para eso, hay que emplear
ideologías, de todo tipo (Nihilismo, liberalismo, fascismo, marxismo,
comunismo, socialismo, Nueva Era, ecologismo) para meter las frases, las
palabras, los sentimientos, que van a unir a todos los hombres. Hay que
darles a los hombres lo que ellos piensan. Y, entonces, están
contentos, son felices, podrán seguir a uno que les diga lo que ellos
quieren.
Ese
poder invisible no tiene una ideología concreta. Sólo tiene un fin:
poner un hombre que lo gobierne todo: el Anticristo. Trabajan para este
fin. Los medios: todos los que sirvan para colocar al hombre del mundo,
al hombre del pueblo, al hombre de las ideologías humanas. Es el hombre
que lo une todo, que reúne todas las ideologías, pero que es distinto a
cualquier hombre, a cualquier ideología.
Los Illuminati son los enemigos de la libertad, de la verdad, del hombre. Pero se hacen pasar por los amigos de todo el mundo.
El poder de este grupo sólo es mantenido por ciertas personas escogidas, selectas. Los demás son un “don nadie”.
Sólo ellos saben cómo se mueve todo en todas partes. Por eso, ellos son
una dictadura ilimitada, sin fronteras, sin gobiernos, sin una política
que asuman. Las quieren todas, pero gobiernan ellos a la sombra.
«Hoy en día los judíos mandan en el mundo a través de otros. Hacen que otros luchen por ellos»
(Mahathir Mohamad – Discurso de apertura de la cumbre de la
Organización de la Conferencia Islámica. Putrajaya (Malasia)
16-10-2003).
Francisco
conspira contra la Iglesia Católica en su viaje a Jerusalén. Después
de ese viaje, muchas cosas cambiarán, porque ya no hay tiempo. Las cosas
están tan en su punto, que o se elige seguir a un hereje o se elige
ponerse en contra de ese hereje dentro de la Iglesia. Que cada uno elija
lo que quiera. De esa elección saldrá su condenación o su salvación.