ECONOMA NACIONALISTA
¿Acaso el Estado -que paga desaprensivamente los intereses que en estos momentos
cobran, más desaprensivamente aun, la alta banca y los financistas internacionales-
es una garantía de buen destino del gasto en permanente expansión?
De ninguna manera. Acabamos de ver que no. Y si tal evidencia basta para convencernos de la impropiedad de este instrumento -la tasa de interés- ¿que no podrá decirse de su ineptitud en el campo propio de la actividad privada ? Con más razón, en momentos en que ya se opera en un ritmo inflacionario, pues en este clima lo predominante es lo meramente especulativo y no lo productivo, y al especulador las tasas de interés elevadas no le molestan, antes bien le favorecen, en cambio al productor no sólo le molestan, sino que pueden resultarle una barrera infranqueable.
Estos razonamientos sirven para fundar nuestra aseveración -una vez que se ha comprendido el planteo cualitativo- de que la tasa de interés bancario -con fines productivos- jamás debe exceder de un mínimo, casi diríamos irrisorio, tan sólo lo indispensable para sufragar la administración del sistema monetario y crediticio que, por su naturaleza y a estos efectos, no debe tener finalidades de lucro.
Lo único y fundamental que debe orientar el otorgamiento de crédito, con fines productivos, es la disponibilidad de factores ociosos.
Hemos hecho referencia a nuestro criterio de que la gran función y responsabilidad de la moneda, en una economía moderna es la de servir como instrumento movilizador de los factores productivos. Pues bien, la presencia o disponibilidad de tales factores, sin adecuada utilización, es lo que debe esencialmente inspirar una política monetaria cualitativa. Y con mucha mayor razón si el factor disponible y ocioso es la mano de obra, el factor humano, sin cuya plena ocupación ningún país civilizado debería sentirse cumpliendo con sus legítimas responsabilidades, morales y sociales.
Pensamos asimismo, como derivación lógica del criterio "cualitativo" que proponemos, como planteo orientador de la política monetaria, varias proposiciones importantes surgen con absoluta normalidad del mismo, y a continuación las expresamos en forma abreviada.
1. El crédito productivo debe extenderse, sin excepción, a la tasa de interés mínima, a la cual hemos hecho referencia anteriormente, pues cualquier incremento de la misma habrá de incidir inevitablemente elevando los precios.
2. El crédito cualitativo, con destino a la producción, debe estar orientado esencialmente por la meta de la plena ocupación de los factores productivos y, particularísimamente, del factor humano.
3. El crédito cualitativo, con destino al consumo, puede estar orientado por principios substancialmente diferentes, sin apartarse por ello de los criterios de bien común que, según nuestro modo de pensar, deben inspirar la conducción económica y política del Estado.
En los capítulos finales, desarrollaremos los criterios expuestos sucintamente en los puntos precedentes. Pero antes de terminar el presente, creemos pertinente formular una aclaración importante.
Nuestra proposición en favor de la plena ocupación y del abaratamiento de la producción, mediante la reducción al mínimo de la tasa de interés bancario, sin excepción, de ninguna manera está inspirada en la meta de una civilización "consumista", ni -menos aún- depredadora de los recursos naturales no renovables, ni en el desconocimiento de las sabias y prudentes recomendaciones de la ecología.
Creemos al respeto que los principios morales y culturales deben inspirar, conforme a la mentalidad e idiosincrasia que es propia de los distintos pueblos, sus decisiones económicas fundamentales. Y partiendo de esta base, entendemos que las metas espirituales y materiales de las distintas comunidades humanas deben condicionar sus decisiones, con todo el acierto posible, para alcanzar sus propios fines.
La ciencia económica no es sino un contingente instrumental, al proyectarse en el amplio y variado campo de la política económica. Dentro de las limitaciones prealudidas, nosotros pretendemos realizar un modesto aporte, mediante nuestra "teoría cualitativa".
El enfoque cuantitativista ha prestado atención, a través de sus diversas expresiones históricas ("posición inicial", keynesianismo y monetarismo) a los agregados globales monetarios y al comportamiento específico de éstos, desde los distintos puntos de vista: velocidad de la circulación de la moneda, "reservas de poder adquisitivo" resultantes de distintas motivaciones, "preferencia de liquidez", etc.
Y al prestarse atención al factor monetario en su carácter global (cuantitativamente hablando), se ha reparado -a nuestro juicio- en lo que es de importancia relativa para la determinación de los precios, o sea, en la cantidad de moneda vis a vis la cantidad de bienes y servicios, a los que esa moneda sirve como intermediaria en los cambios y transacciones de todo tipo.
Por esa misma circunstancia es también que, históricamente, la tasa de interés se fue convirtiendo en el factor racional por excelencia -y prácticamente único- para regular la cantidad de moneda (independientemente, desde luego, de la restricción monetaria o crediticia moderna, negando el incremento de la moneda, o disponiendo la expansión a los efectos opuestos).
En otras palabras, como la cantidad conveniente de moneda (M) resultará de la ecuación de precios (P=M/Q), y sólo el aspecto cuantitativo (de M) es el que se tiene en consideración, la tasa de interés -según la evolución de los precios (P)- será el instrumento idóneo para frenar o relajar la creación de moneda.
Si la tendencia de P es alcista, hay que frenar la cantidad de M y, para ello el instrumento aconsejable (el único conocido, racionalmente hablando) es la tasa de interés, pues al elevar ésta, al encarecer la disponibilidad de unidades monetarias adicionales, la demanda de moneda habrá de restringirse. Mientras que si la tendencia de P es bajista, habrá que relajar o promover la creación de moneda, disminuyendo la tasa de interés y abaratando, consiguientemente, la disponibilidad de unidades monetarias adicionales.
Por cierto que la única alternativa restante: la estabilidad del nivel de precios (P), lo razonable será también mantener estable la tasa de interés,en forma tal de no encarecer o abaratar la disponibilidad de las unidades monetarias adicionales, con lo cual queda prácticamente dicho que se mantiene rígida, relativamente hablando, la cantidad de moneda.
Pensamos que este enfoque, netamente cuantitativista,dentro de su racionalidad, parte de un concepto limitado -a nuestro juicio- de la naturaleza de la moneda y de sus funciones dentro de lo que ha llegado a ser una economía monetaria moderna. Pues supone insisitir en el concepto arcaico de moneda como intermediaria en los cambios y como común denominador de los valores, exclusivamente (funciones netamente "inertes", por así decir, del factor monetario) (31), pero soslayando el rol fundamental que hoy corresponde a la moneda en el proceso económico y que es -y debe ser, sin duda alguna- el de instrumento movilizador de los factores productivos.
Nuestro planteo cualitativo parte de una base muy diferente: es el destino de las unidades monetarias adicionales el que justificará o no su creación, y como este planteo pretende ser más racional que el otro (cuantitativista), la creación de unidades monetarias adicionales, conforme a su destino cualitativo, de ningún modo soslayará el aspecto "cantidad" de moneda, ya que en el concepto de "calidad", o destino cualitativo del instrumento monetario, está necesariamente implícito el aspecto "cantidad" de dicha moneda.
Vamos a ilustra esta importante aseveración nuestra con un ejemplo. El economista francés Juan Bautista Say fué quien sostuvo, con todo acierto, que toda oferta crea su propia demanda. (32) Se sobreentiende que el razonamiento está encuadrado dentro del buen juicio o "sentido común": se habla de bienes o servicios que cuentan con una demanda actual o potencial, y no de productos carentes de demanda. Y es lógica la posición de dicho economista, en función de la dinámica económica, pues en el acto productivo que implica la "oferta" (o incremento de lo ofrecido) a la que él se refiere, se generan los "incrementos de ingresos individuales" que posibilitarán, a su vez, que lo producido u "ofrecido" encuentre demandantes (con "ingresos acrecidos") para su colocación en el mercado. Y esto es valedero, a nuestro juicio, en el corto, mediano y largo plazo.
De modo, pues, que lo que dijo Say es, en un plano de razonabilidad, absolutamente cierto. Pero lo que no sería menos cierto de ningún modo, al menos en el corto plazo, y dudosamente en el mediano, es lo inverso del planteo de Say, vale decir, "que toda demanda crea su propia oferta".
Y no es cierto por una razón muy simple: porque no basta la solicitud o demanda de un bien o de un servicio, aun habiendo con qué adquirirlo (dinero u otros bienes) para que lo solicitado o demandado aparezca en disponibilidad en el mercado. Decir esto no supone desconocer que, a mediano o largo plazo, la demanda "genera" una oferta consiguiente. Pero nuestro análisis está referido esencialmente al corto plazo, que es el que tiene verdadera vigencia desde el punto de vista de la formación de los precios.
Pues bien, partiendo del planteo o "ley" del mencionado economista francés, el cual es valedero (toda oferta crea su propia demanda), aunque no el inverso (toda demanda crea su propia oferta), veamos como se reaccionaría, en función de la teoría cuantitativa y de la teoría cualitativa, respectivamente.
Entre paréntesis, podríamos decir que el aforismo de Say parte del acto productivo; el planteo inverso, del acto consuntivo.
Si en situación de aumento de precios, o directamente de inflación, un particular o empresa requiriera fondos para incrementar la producción (unidades monetarias adicionales), la reacción lógica de los cuantitativistas seria negárselos, o bien cobrarle una elevada tasa de interés. Vale decir, que aquí prevalecería el aspecto monetario, de acuerdo con el enfoque que les es particular, antes que el fundamento dinámico económico previsto por Say.
En el mismo caso hipotético planteado, la reacción conforme al planteo cualitativo sería la inversa: considerando conveniente el destino productivo de los fondos requeridos, proveérselos al menor interés posible, para incrementar la oferta de los bienes a producir, lo cual -ceteris paribus- tendrá a provocar la disminución de su precio.
Ante un cuadro deflacionario, la posición de los cuantitativistas seria presuntivamente la correcta: la de procurar mayor fluidez monetaria, acompañada de una merma de la tasa de interés, aunque no sabemos si tal disminución sería llevada a los niveles requeridos para revitalizar la inversión y el incremento consiguiente de la actividad productiva. En principio, ese no parecería el caso, conforme a las investigaciones del propio Friedman, quien revela la tremenda disminución del caudal monetario en los Estados Unidos, entre 1929 y 1933, aclarándonos que los prestamos no se otorgaban por falta de solicitantes, pues solicitantes -en aquellos momentos- era lo que sobraban. (33)
En situación análoga, la posición cualitativa sería no solamente de alentar la producción a través de las bajísimas tasas de interés (ya volveremos sobre este tema), sino particularmente por la mejor selección de destino de los incrementos monetarios, en función de la cualidad o proposito productivo de los mismos.
Pero es mucho más lo que corresponde decir a proposito del aforismo de Say en relación con los planteos cuantitativos y cualitativos, respectivamente, y a eso vamos.
Consiguientemente, sostiene -por una parte- que la magnitud del gasto público es irrelevante, en tanto y en cuando dicho gasto sea financiado mediante el producido de impuestos o empréstitos (internos, ello es, tomando prestado del público) y -por otra- sostiene la necesidad imperiosa de estabilizar la oferta monetaria, aun drásticamente, en circunstancias inflacionarias.
De estas dos circunstancias se derivan, precisamente a causa del enfoque cuantitativista y no cualitativo, como nosotros proponemos, muy graves consecuencias -desastrosas, podríamos decir- como lo probaremos a continuación.
De la primera recomendación -que el Estado se financie con recursos "legítimos" (impuestos y empréstitos)- se ha derivado, por una parte, el exagerado incremento de la presión fiscal (impositiva) y, por la otra, la concurrencia del Estado a los mercados financieros (locales y, a menudo, internacionales) ofreciendo pagar cuantiosos intereses para ello. En el Capitulo precedente, vimos el caso del gobierno español, que está abonando un 16 por 100, promedio, para atender el servicio de intereses de una cuantiosa deuda interna. En el caso de otros países, como Argentina y Brasil, la situación es infinitamente más grave, por la magnitud de los intereses y el endeudamiento.
De la segunda recomendación -que se mantenga estable o muy levemente creciente la masa monetaria- las consecuencias no son menos funestas. Por las siguientes razones.
La restricción crediticia es infinitamente más fácil de aplicar al sector privado de la economía que al sector público. No está solamente el caso patético argentino, al cual hemos hecho ya referencia, sino que ahí están el caso español, el caso norteamericano y el caso inglés, entre otros, para ilustrarlo. Vale decir que, aun cuando se trate de países con gran "organización democrática" y con gobiernos eventualmente conservadores, el gobierno siempre tiene el peso suficiente para agenciarse los recursos que le hacen falta; ¡para eso está, en ultima instancia, el supremo argumento de la defensa nacional!
Y entonces el destinatario de la restricción crediticia pasa a ser, con exclusividad, el sector privado de la economía, al cual no le es indiferente, como le es al Estado "pagar cualquier tipo de interés", ni tampoco le resulta posible presionar más allá "de cierto limite" para obtener créditos, como también le es posible al gobierno, pues éste -en ultima instancia- cambia el ministro que no quiere complacer sus exigencias y "San Seacabó" ...
De las circunstancias descritas, como hemos dicho, se derivan consecuencias gravisimas que, en nuestra opinión, constituyen la explicación suficiente del proceso simultáneo de inflación y recesión, que hoy caracteriza al mundo occidental.
En efecto, hemos visto en el Capitulo II, al discriminar el "destino cualitativo" de las inserciones monetarias que el Estado es -en altísima proporción un productor de servicios y sólo por excepción un productor de bienes. Mientras que el sector privado de la economía es exactamente lo inverso: un productor de bienes, en elevada proporción, y sólo en una medida muy limitada un productor de servicios.
Por lo tanto, al favorecerse la "financiación ilimitada" del sector público (siempre que sea con recursos legítimos, dice Friedman), se está favoreciendo la expansión, también ilimitada, de lo que es capaz de producir el Estado: ¡servicios! Pero, a la vez, con la restricción monetaria y el encarecimiento del crédito para el sector privado, se está frenando o imposibilitando la producción normal de bienes.
Por este motivo, se producen simultáneamente, en tales circunstancias, la recesión y la inflación. Nos explicaremos.
La posición cuantitativista supone falta de discriminación en cuanto al destino cualitativo en lo que hace a la "oferta monetaria", pero también -como fruto de la "globalización" a que antes nos hemos referido- falta de discriminación en lo referente al otro factor de la "ecuación de cambios" o "de precios", ello es, falta de discriminación en cuanto al destino productivo de los recursos monetarios. (34)
Tales recursos, se van insertando en el aparato económico y, como consecuencia de ello, si bien el producto total o global (Q), puede seguir guardando proporción con la demanda global u oferta monetaria" (M), la composición de tal producto (Q) va adoleciendo -como fruto de las circunstancias antes apuntadas- de una sobreabundancia de servicios (producidos por el Estado) y de una creciente escasez de bienes: la primera resultante de la sobrefinanciación del "sector público", la segunda resultante de la subfinanciación del "sector privado.
Veamos dos consecuencias importantes de esta anomalía. La primera es que la superabundacia de servicios, resultante del gasto ilimitado del Estado se traduce, sin duda alguna, en una infinidad de servicios "superfluos", pero este tema no incumbe a la burocracia estatal, que no tiene mejor alternativa -en esas condiciones- que seguir siendo "burocracia". La segunda, que la contabilización" de tales servicios, desde el punto de vista de las grandes variables de la economía, produce en apariencia resultados satisfactorios, pues al "costo de los factores" los servicios superfluos pasan desapercibidos, y todos son tan computables -los superfluos y los no superfluos- como parte integrante del "producto nacional".
Por otra parte, la sobrefinanciación del sector público genera una masa equivalente de ingresos adicionales, y tales ingresos (proporcionales, diríamos así, a la superabundancia de servicios que resultan de la política monetaria en cuestión ) se vuelcan en el mercado en pos de los bienes cada vez más escasos, que también resultan de la misma defectuosa política monetaria.
Y ¿porqué no hay en tales circunstancias perspectivas de solución?
Por una razón muy simple: porque el incremento ilimitado de servicios está insito en el programa de "sobrefinanciación" del sector público; porque la disminución inexorable de bienes también está insita en la "subfinanciación" del sector privado. y porque, en definitiva, las dos anomalías -sobrefinanciación de un sector y subfinanciación del otro- están indisolublemente unidas en la política monetaria vigente (monetarismo).
De manera, pues, que la expansión indefinida del ingreso, vía "sector público", significa la expansión indefinida de la demanda de bienes (de uso, de consumo y de producción), pero como la oferta de bienes no puede expandirse, porque la política monetaria lo impide, vía subfinanciación del "sector privado" (o lo que hemos llamado "política de dinero escaso y caro"), lo único que inexorablemente puede ocurrir es que una demanda de bienes cada vez más abundante, se enfrente con una oferta de bienes cada vez menos abundante. Así tenemos, "científicamente", GARANTIZADA LA INFLACION!
Vale decir que, el planteo inverso al aforismo de Juan Bautista Say (toda demanda crea su propia oferta) que nosotros hemos admitido que -normalmente- pudiera ser valedero a mediano o largo plazo, tampoco en este caso puede funcionar. ¿Por qué?
Muy simplemente: porque el esquema monetario en vigencia no lo hará posible, ya que cuanto más estrangulado resulte el sector privado, más expandido resultará el sector público (por algo es que ni en los países mejor organizados, "democráticamente", se puede frenar el gasto público, en razón de que el gobierno no puede desentenderse del problema social que crea el crecimiento del desempleo en el sector privado).
Y cuanto más se expande el "sector público" (servicios) pari passu se expande el ingreso y, por ende, la demanda de bienes, al tiempo que cuanto más se contrae la oferta de bienes (debido a la restricción crediticia y la elevación de las tasas de interés), obviamente más se elevaran los precios (inflación).
Por otra parte, la elevación permanente de costos, por la "restricción crediticia y las altas tasas de interés", no sólo impedirán inexorablemente al sector privado la expansión de la oferta de bienes -y con más razón el abaratamiento de éstos-, sino que fatalmente se traducirá todo ello en un índice cada vez mayor de desempleo. Y aquí está, pues, "científicamente" GARANTIZADO EL DESEMPLEO!
Lo cual demuestra -repetimos- que con la estrategia monetarista y sus consecuencias inevitables en lo que hace, respectivamente, a la evolución del sector público y del sector privado, ni siquiera a mediano o largo plazo pueda darse la posibilidad del planteo inverso al de J. B. Say, vale decir, que "la incrementación de la demanda (de bienes) provoque o genere la ampliación de la oferta (de bienes)". Porque la política monetaria vigente -el planteo "monetarista"- está concebido de manera tal que esa secuencia económica NO SE PUEDE DAR!
En esa forma se han concretado, como fruto de la restricción monetaria, de la sobrefinanciación del Estado y de la subfinanciación del "sector privado", las dos enfermedades que son endémicas en las economías de Occidente: la INFLACION y la RECESION, CON CRECIENTE E ILIMITADO DESEMPLEO.
De ninguna manera. Acabamos de ver que no. Y si tal evidencia basta para convencernos de la impropiedad de este instrumento -la tasa de interés- ¿que no podrá decirse de su ineptitud en el campo propio de la actividad privada ? Con más razón, en momentos en que ya se opera en un ritmo inflacionario, pues en este clima lo predominante es lo meramente especulativo y no lo productivo, y al especulador las tasas de interés elevadas no le molestan, antes bien le favorecen, en cambio al productor no sólo le molestan, sino que pueden resultarle una barrera infranqueable.
Estos razonamientos sirven para fundar nuestra aseveración -una vez que se ha comprendido el planteo cualitativo- de que la tasa de interés bancario -con fines productivos- jamás debe exceder de un mínimo, casi diríamos irrisorio, tan sólo lo indispensable para sufragar la administración del sistema monetario y crediticio que, por su naturaleza y a estos efectos, no debe tener finalidades de lucro.
Lo único y fundamental que debe orientar el otorgamiento de crédito, con fines productivos, es la disponibilidad de factores ociosos.
Hemos hecho referencia a nuestro criterio de que la gran función y responsabilidad de la moneda, en una economía moderna es la de servir como instrumento movilizador de los factores productivos. Pues bien, la presencia o disponibilidad de tales factores, sin adecuada utilización, es lo que debe esencialmente inspirar una política monetaria cualitativa. Y con mucha mayor razón si el factor disponible y ocioso es la mano de obra, el factor humano, sin cuya plena ocupación ningún país civilizado debería sentirse cumpliendo con sus legítimas responsabilidades, morales y sociales.
Pensamos asimismo, como derivación lógica del criterio "cualitativo" que proponemos, como planteo orientador de la política monetaria, varias proposiciones importantes surgen con absoluta normalidad del mismo, y a continuación las expresamos en forma abreviada.
1. El crédito productivo debe extenderse, sin excepción, a la tasa de interés mínima, a la cual hemos hecho referencia anteriormente, pues cualquier incremento de la misma habrá de incidir inevitablemente elevando los precios.
2. El crédito cualitativo, con destino a la producción, debe estar orientado esencialmente por la meta de la plena ocupación de los factores productivos y, particularísimamente, del factor humano.
3. El crédito cualitativo, con destino al consumo, puede estar orientado por principios substancialmente diferentes, sin apartarse por ello de los criterios de bien común que, según nuestro modo de pensar, deben inspirar la conducción económica y política del Estado.
En los capítulos finales, desarrollaremos los criterios expuestos sucintamente en los puntos precedentes. Pero antes de terminar el presente, creemos pertinente formular una aclaración importante.
Nuestra proposición en favor de la plena ocupación y del abaratamiento de la producción, mediante la reducción al mínimo de la tasa de interés bancario, sin excepción, de ninguna manera está inspirada en la meta de una civilización "consumista", ni -menos aún- depredadora de los recursos naturales no renovables, ni en el desconocimiento de las sabias y prudentes recomendaciones de la ecología.
Creemos al respeto que los principios morales y culturales deben inspirar, conforme a la mentalidad e idiosincrasia que es propia de los distintos pueblos, sus decisiones económicas fundamentales. Y partiendo de esta base, entendemos que las metas espirituales y materiales de las distintas comunidades humanas deben condicionar sus decisiones, con todo el acierto posible, para alcanzar sus propios fines.
La ciencia económica no es sino un contingente instrumental, al proyectarse en el amplio y variado campo de la política económica. Dentro de las limitaciones prealudidas, nosotros pretendemos realizar un modesto aporte, mediante nuestra "teoría cualitativa".
CAPITULO VII
PROYECCIÓN DE LA "TEORÍA CUALITATIVA"
EN MATERIA DE POLÍTICA MONETARIA
1. Generalidades
Recordamos que nuestro enfoque cualitativo difiere esencialmente del
enfoque cuantitativo tradicional, al sostener que el valor del dinero
dependerá fundamentalmente del destino para el cual dicho dinero
fuera insertado en la corriente económica y no de su cantidad relativa.El enfoque cuantitativista ha prestado atención, a través de sus diversas expresiones históricas ("posición inicial", keynesianismo y monetarismo) a los agregados globales monetarios y al comportamiento específico de éstos, desde los distintos puntos de vista: velocidad de la circulación de la moneda, "reservas de poder adquisitivo" resultantes de distintas motivaciones, "preferencia de liquidez", etc.
Y al prestarse atención al factor monetario en su carácter global (cuantitativamente hablando), se ha reparado -a nuestro juicio- en lo que es de importancia relativa para la determinación de los precios, o sea, en la cantidad de moneda vis a vis la cantidad de bienes y servicios, a los que esa moneda sirve como intermediaria en los cambios y transacciones de todo tipo.
Por esa misma circunstancia es también que, históricamente, la tasa de interés se fue convirtiendo en el factor racional por excelencia -y prácticamente único- para regular la cantidad de moneda (independientemente, desde luego, de la restricción monetaria o crediticia moderna, negando el incremento de la moneda, o disponiendo la expansión a los efectos opuestos).
En otras palabras, como la cantidad conveniente de moneda (M) resultará de la ecuación de precios (P=M/Q), y sólo el aspecto cuantitativo (de M) es el que se tiene en consideración, la tasa de interés -según la evolución de los precios (P)- será el instrumento idóneo para frenar o relajar la creación de moneda.
Si la tendencia de P es alcista, hay que frenar la cantidad de M y, para ello el instrumento aconsejable (el único conocido, racionalmente hablando) es la tasa de interés, pues al elevar ésta, al encarecer la disponibilidad de unidades monetarias adicionales, la demanda de moneda habrá de restringirse. Mientras que si la tendencia de P es bajista, habrá que relajar o promover la creación de moneda, disminuyendo la tasa de interés y abaratando, consiguientemente, la disponibilidad de unidades monetarias adicionales.
Por cierto que la única alternativa restante: la estabilidad del nivel de precios (P), lo razonable será también mantener estable la tasa de interés,en forma tal de no encarecer o abaratar la disponibilidad de las unidades monetarias adicionales, con lo cual queda prácticamente dicho que se mantiene rígida, relativamente hablando, la cantidad de moneda.
Pensamos que este enfoque, netamente cuantitativista,dentro de su racionalidad, parte de un concepto limitado -a nuestro juicio- de la naturaleza de la moneda y de sus funciones dentro de lo que ha llegado a ser una economía monetaria moderna. Pues supone insisitir en el concepto arcaico de moneda como intermediaria en los cambios y como común denominador de los valores, exclusivamente (funciones netamente "inertes", por así decir, del factor monetario) (31), pero soslayando el rol fundamental que hoy corresponde a la moneda en el proceso económico y que es -y debe ser, sin duda alguna- el de instrumento movilizador de los factores productivos.
Nuestro planteo cualitativo parte de una base muy diferente: es el destino de las unidades monetarias adicionales el que justificará o no su creación, y como este planteo pretende ser más racional que el otro (cuantitativista), la creación de unidades monetarias adicionales, conforme a su destino cualitativo, de ningún modo soslayará el aspecto "cantidad" de moneda, ya que en el concepto de "calidad", o destino cualitativo del instrumento monetario, está necesariamente implícito el aspecto "cantidad" de dicha moneda.
Vamos a ilustra esta importante aseveración nuestra con un ejemplo. El economista francés Juan Bautista Say fué quien sostuvo, con todo acierto, que toda oferta crea su propia demanda. (32) Se sobreentiende que el razonamiento está encuadrado dentro del buen juicio o "sentido común": se habla de bienes o servicios que cuentan con una demanda actual o potencial, y no de productos carentes de demanda. Y es lógica la posición de dicho economista, en función de la dinámica económica, pues en el acto productivo que implica la "oferta" (o incremento de lo ofrecido) a la que él se refiere, se generan los "incrementos de ingresos individuales" que posibilitarán, a su vez, que lo producido u "ofrecido" encuentre demandantes (con "ingresos acrecidos") para su colocación en el mercado. Y esto es valedero, a nuestro juicio, en el corto, mediano y largo plazo.
De modo, pues, que lo que dijo Say es, en un plano de razonabilidad, absolutamente cierto. Pero lo que no sería menos cierto de ningún modo, al menos en el corto plazo, y dudosamente en el mediano, es lo inverso del planteo de Say, vale decir, "que toda demanda crea su propia oferta".
Y no es cierto por una razón muy simple: porque no basta la solicitud o demanda de un bien o de un servicio, aun habiendo con qué adquirirlo (dinero u otros bienes) para que lo solicitado o demandado aparezca en disponibilidad en el mercado. Decir esto no supone desconocer que, a mediano o largo plazo, la demanda "genera" una oferta consiguiente. Pero nuestro análisis está referido esencialmente al corto plazo, que es el que tiene verdadera vigencia desde el punto de vista de la formación de los precios.
Pues bien, partiendo del planteo o "ley" del mencionado economista francés, el cual es valedero (toda oferta crea su propia demanda), aunque no el inverso (toda demanda crea su propia oferta), veamos como se reaccionaría, en función de la teoría cuantitativa y de la teoría cualitativa, respectivamente.
Entre paréntesis, podríamos decir que el aforismo de Say parte del acto productivo; el planteo inverso, del acto consuntivo.
Si en situación de aumento de precios, o directamente de inflación, un particular o empresa requiriera fondos para incrementar la producción (unidades monetarias adicionales), la reacción lógica de los cuantitativistas seria negárselos, o bien cobrarle una elevada tasa de interés. Vale decir, que aquí prevalecería el aspecto monetario, de acuerdo con el enfoque que les es particular, antes que el fundamento dinámico económico previsto por Say.
En el mismo caso hipotético planteado, la reacción conforme al planteo cualitativo sería la inversa: considerando conveniente el destino productivo de los fondos requeridos, proveérselos al menor interés posible, para incrementar la oferta de los bienes a producir, lo cual -ceteris paribus- tendrá a provocar la disminución de su precio.
Ante un cuadro deflacionario, la posición de los cuantitativistas seria presuntivamente la correcta: la de procurar mayor fluidez monetaria, acompañada de una merma de la tasa de interés, aunque no sabemos si tal disminución sería llevada a los niveles requeridos para revitalizar la inversión y el incremento consiguiente de la actividad productiva. En principio, ese no parecería el caso, conforme a las investigaciones del propio Friedman, quien revela la tremenda disminución del caudal monetario en los Estados Unidos, entre 1929 y 1933, aclarándonos que los prestamos no se otorgaban por falta de solicitantes, pues solicitantes -en aquellos momentos- era lo que sobraban. (33)
En situación análoga, la posición cualitativa sería no solamente de alentar la producción a través de las bajísimas tasas de interés (ya volveremos sobre este tema), sino particularmente por la mejor selección de destino de los incrementos monetarios, en función de la cualidad o proposito productivo de los mismos.
Pero es mucho más lo que corresponde decir a proposito del aforismo de Say en relación con los planteos cuantitativos y cualitativos, respectivamente, y a eso vamos.
2. Los incrementos monetarios sectoriales, el gasto público
y el destino cualitativo de aquellos incrementos
Una de las principales carencias de la escuela monetarista, a nuestro juicio,
radica en la no discriminación del "destino productivo" de
los incrementos monetarios. Basada en la "globalidad" de su enfoque
(cuantitativista), a esta escuela le preocupan fundamentalmente los "agregados
monetarios" u "oferta monetaria global".Consiguientemente, sostiene -por una parte- que la magnitud del gasto público es irrelevante, en tanto y en cuando dicho gasto sea financiado mediante el producido de impuestos o empréstitos (internos, ello es, tomando prestado del público) y -por otra- sostiene la necesidad imperiosa de estabilizar la oferta monetaria, aun drásticamente, en circunstancias inflacionarias.
De estas dos circunstancias se derivan, precisamente a causa del enfoque cuantitativista y no cualitativo, como nosotros proponemos, muy graves consecuencias -desastrosas, podríamos decir- como lo probaremos a continuación.
De la primera recomendación -que el Estado se financie con recursos "legítimos" (impuestos y empréstitos)- se ha derivado, por una parte, el exagerado incremento de la presión fiscal (impositiva) y, por la otra, la concurrencia del Estado a los mercados financieros (locales y, a menudo, internacionales) ofreciendo pagar cuantiosos intereses para ello. En el Capitulo precedente, vimos el caso del gobierno español, que está abonando un 16 por 100, promedio, para atender el servicio de intereses de una cuantiosa deuda interna. En el caso de otros países, como Argentina y Brasil, la situación es infinitamente más grave, por la magnitud de los intereses y el endeudamiento.
De la segunda recomendación -que se mantenga estable o muy levemente creciente la masa monetaria- las consecuencias no son menos funestas. Por las siguientes razones.
La restricción crediticia es infinitamente más fácil de aplicar al sector privado de la economía que al sector público. No está solamente el caso patético argentino, al cual hemos hecho ya referencia, sino que ahí están el caso español, el caso norteamericano y el caso inglés, entre otros, para ilustrarlo. Vale decir que, aun cuando se trate de países con gran "organización democrática" y con gobiernos eventualmente conservadores, el gobierno siempre tiene el peso suficiente para agenciarse los recursos que le hacen falta; ¡para eso está, en ultima instancia, el supremo argumento de la defensa nacional!
Y entonces el destinatario de la restricción crediticia pasa a ser, con exclusividad, el sector privado de la economía, al cual no le es indiferente, como le es al Estado "pagar cualquier tipo de interés", ni tampoco le resulta posible presionar más allá "de cierto limite" para obtener créditos, como también le es posible al gobierno, pues éste -en ultima instancia- cambia el ministro que no quiere complacer sus exigencias y "San Seacabó" ...
De las circunstancias descritas, como hemos dicho, se derivan consecuencias gravisimas que, en nuestra opinión, constituyen la explicación suficiente del proceso simultáneo de inflación y recesión, que hoy caracteriza al mundo occidental.
En efecto, hemos visto en el Capitulo II, al discriminar el "destino cualitativo" de las inserciones monetarias que el Estado es -en altísima proporción un productor de servicios y sólo por excepción un productor de bienes. Mientras que el sector privado de la economía es exactamente lo inverso: un productor de bienes, en elevada proporción, y sólo en una medida muy limitada un productor de servicios.
Por lo tanto, al favorecerse la "financiación ilimitada" del sector público (siempre que sea con recursos legítimos, dice Friedman), se está favoreciendo la expansión, también ilimitada, de lo que es capaz de producir el Estado: ¡servicios! Pero, a la vez, con la restricción monetaria y el encarecimiento del crédito para el sector privado, se está frenando o imposibilitando la producción normal de bienes.
Por este motivo, se producen simultáneamente, en tales circunstancias, la recesión y la inflación. Nos explicaremos.
La posición cuantitativista supone falta de discriminación en cuanto al destino cualitativo en lo que hace a la "oferta monetaria", pero también -como fruto de la "globalización" a que antes nos hemos referido- falta de discriminación en lo referente al otro factor de la "ecuación de cambios" o "de precios", ello es, falta de discriminación en cuanto al destino productivo de los recursos monetarios. (34)
Tales recursos, se van insertando en el aparato económico y, como consecuencia de ello, si bien el producto total o global (Q), puede seguir guardando proporción con la demanda global u oferta monetaria" (M), la composición de tal producto (Q) va adoleciendo -como fruto de las circunstancias antes apuntadas- de una sobreabundancia de servicios (producidos por el Estado) y de una creciente escasez de bienes: la primera resultante de la sobrefinanciación del "sector público", la segunda resultante de la subfinanciación del "sector privado.
Veamos dos consecuencias importantes de esta anomalía. La primera es que la superabundacia de servicios, resultante del gasto ilimitado del Estado se traduce, sin duda alguna, en una infinidad de servicios "superfluos", pero este tema no incumbe a la burocracia estatal, que no tiene mejor alternativa -en esas condiciones- que seguir siendo "burocracia". La segunda, que la contabilización" de tales servicios, desde el punto de vista de las grandes variables de la economía, produce en apariencia resultados satisfactorios, pues al "costo de los factores" los servicios superfluos pasan desapercibidos, y todos son tan computables -los superfluos y los no superfluos- como parte integrante del "producto nacional".
Por otra parte, la sobrefinanciación del sector público genera una masa equivalente de ingresos adicionales, y tales ingresos (proporcionales, diríamos así, a la superabundancia de servicios que resultan de la política monetaria en cuestión ) se vuelcan en el mercado en pos de los bienes cada vez más escasos, que también resultan de la misma defectuosa política monetaria.
Y ¿porqué no hay en tales circunstancias perspectivas de solución?
Por una razón muy simple: porque el incremento ilimitado de servicios está insito en el programa de "sobrefinanciación" del sector público; porque la disminución inexorable de bienes también está insita en la "subfinanciación" del sector privado. y porque, en definitiva, las dos anomalías -sobrefinanciación de un sector y subfinanciación del otro- están indisolublemente unidas en la política monetaria vigente (monetarismo).
De manera, pues, que la expansión indefinida del ingreso, vía "sector público", significa la expansión indefinida de la demanda de bienes (de uso, de consumo y de producción), pero como la oferta de bienes no puede expandirse, porque la política monetaria lo impide, vía subfinanciación del "sector privado" (o lo que hemos llamado "política de dinero escaso y caro"), lo único que inexorablemente puede ocurrir es que una demanda de bienes cada vez más abundante, se enfrente con una oferta de bienes cada vez menos abundante. Así tenemos, "científicamente", GARANTIZADA LA INFLACION!
Vale decir que, el planteo inverso al aforismo de Juan Bautista Say (toda demanda crea su propia oferta) que nosotros hemos admitido que -normalmente- pudiera ser valedero a mediano o largo plazo, tampoco en este caso puede funcionar. ¿Por qué?
Muy simplemente: porque el esquema monetario en vigencia no lo hará posible, ya que cuanto más estrangulado resulte el sector privado, más expandido resultará el sector público (por algo es que ni en los países mejor organizados, "democráticamente", se puede frenar el gasto público, en razón de que el gobierno no puede desentenderse del problema social que crea el crecimiento del desempleo en el sector privado).
Y cuanto más se expande el "sector público" (servicios) pari passu se expande el ingreso y, por ende, la demanda de bienes, al tiempo que cuanto más se contrae la oferta de bienes (debido a la restricción crediticia y la elevación de las tasas de interés), obviamente más se elevaran los precios (inflación).
Por otra parte, la elevación permanente de costos, por la "restricción crediticia y las altas tasas de interés", no sólo impedirán inexorablemente al sector privado la expansión de la oferta de bienes -y con más razón el abaratamiento de éstos-, sino que fatalmente se traducirá todo ello en un índice cada vez mayor de desempleo. Y aquí está, pues, "científicamente" GARANTIZADO EL DESEMPLEO!
Lo cual demuestra -repetimos- que con la estrategia monetarista y sus consecuencias inevitables en lo que hace, respectivamente, a la evolución del sector público y del sector privado, ni siquiera a mediano o largo plazo pueda darse la posibilidad del planteo inverso al de J. B. Say, vale decir, que "la incrementación de la demanda (de bienes) provoque o genere la ampliación de la oferta (de bienes)". Porque la política monetaria vigente -el planteo "monetarista"- está concebido de manera tal que esa secuencia económica NO SE PUEDE DAR!
En esa forma se han concretado, como fruto de la restricción monetaria, de la sobrefinanciación del Estado y de la subfinanciación del "sector privado", las dos enfermedades que son endémicas en las economías de Occidente: la INFLACION y la RECESION, CON CRECIENTE E ILIMITADO DESEMPLEO.
3. Una política monetaria de estimulo a la producción
Hemos visto que la tasa de interés, sea elevándose o disminuyendo,
no es de ninguna manera el selector adecuado del destino cualitativo de las
inserciones monetarias.
VIII
CRÉDITO "CUALITATIVO" PARA LA PRODUCCIÓN
1. Uniformidad de la tasa de interés.
Consideramos que el crédito bancario, con destino productivo, en ningún
caso debe llevar aparejado o devengar una tasa de interés superior al
3 por 100, anual.Todos sabemos hoy que el sistema bancario de cualquier país moderno está en condiciones de generar la cantidad de moneda que se desee. Ni siquiera en la actualidad sería menester "imprimir billetes", fuera de las cantidades necesarias -relativamente mínimas- para atender los pagos "al menudeo" y los hábitos de retención de un margen de dinero "efectivo" que pudieran ser propias de la población.
Por otra parte, no es normalmente en la emisión de billetes -poca o mucha- donde habrá de originarse una inflación. Ni en el otorgamiento de crédito, o de "moneda bancaria", donde aquella habrá de gestarse. A tales efectos, la "emisión de billetes" y el "crédito bancario" son, de todo punto de vista practico, equivalentes y esto, no de ahora, si no desde tiempos en que se decretó en el mundo entero la "inconvertibilidad" de la moneda y ésta dejo de tener, en consecuencia, ningún género de respaldo metálico. (35)
Precisamente ese es el punto clave de nuestro disentimiento con la "teroría cualitativa del valor de la moneda". Pues no es la cantidad de moneda que se emita o se genere por el sistema bancario, la que habrá de motivar la inestabilidad de los precios o, eventualmente, la inflación, sino el destino cualitativo o cualidad productiva (o improductiva) de dicha moneda, el que habrá de determinarla.
Por tales motivos, creemos oportuno recordar que, de aceptarse el enfoque cualitativo, en contraposición al cuantitativo, en la materia aludida se modificara radicalmente también el criterio en cuanto al "manipuleo" de la tasa de interés (elevándola o restringiéndola), como base o como instrumento correlativo de la "contracción" o "expansión" monetaria. Por la simple razón, en primer término, de que dicho manipuleo es totalmente inconducente como "selector", en lo tocante al destino sectorial de la moneda, desde le punto de vista del interés económico general. Y, en segundo término, porque la elevación de la tasa de interés incide, siempre, incrementando los costos y, por ende, los precios.
En otras palabras, la elevación de la tasa de interés de ninguna manera garantiza que el destino sectorial de la creación monetaria vaya a ser el adecuado. Ya que en una economía que ha empezado a orientarse sobre bases esencialmente especulativas -y ello casi siempre ocurre en economías que padecen inflación- es totalmente improbable que la elevación de varios puntos en la tasa de interés modifique la demanda de dinero con fines especulativos. En cambio, dicha elevación habrá de tener -y eso nadie puede discutirlo- un efecto inevitable de elevar costos y precios en todo el espectro económico, contribuyendo así a impulsar el proceso inflacionario.
Y así como creemos en la total inconveniencia de la elevación o manipuleo de la tasa de interés, como "selector" del destino sectorial de la creación (contracción) monetaria, también creemos que el "enfoque cualitativo" que proponemos permitiría -sin alteraciones en la tasa referida- asignar convenientemente la expansión monetaria, según el grado de aprovechamiento y disponibilidad de los factores productivos y, por ende, de ocupación total o parcial de los mismos, tanto en el aspecto estructural como coyuntural.
2. Incidencia "sectorial" de las inserciones monetarias,
desde el punto de vista de la producción y el consumo.
Nadie podrá argumentar -de buena fe- que nuestro planteo cualitativo
-en cuanto a la adecuada orientación "sectorial" de las inserciones
monetarias y la uniformidad de la tasa de interés bancario a 3 por 100
anual- con fines productivos- resultaría limitativo de la libertad económica
individual.Sostener tal cosa sería equivalente a argüir que la prohibición de emitir billetes o de falsificar moneda, por los particulares, es también limitativa de la libertad individual. Pues, en definitiva, aquí lo que se considera es la facultad de crear dinero, como lo crean los bancos, o los "sistemas monetarios" administrados por particulares, con cualquier finalidad y a cualquier costo. Y, al decir costo, nos estamos refiriendo, obviamente, a la tasa de interés.
En la misma forma que sería de mala fe sostener que, la represión de la usura, constituye un cercamiento de la libertad individual de los "pobres usureros".
¿Acaso no vislumbraba Keynes, hace casi 50 años, que la acumulación de capital (y de capital real, representado por el ahorro y por el dinero, en su forma más liquida) había alcanzado ya tales niveles que el interés que el mismo habría de devengar - en razón de su oferta sobreabundante-, en un lapso muy breve, se aproximaría a cero?
¿Como se compatilizaba esa sabia apreciación Keynesania con tasa vigentes -hoy- en Nueva York y Londres -en calidad de prime rate"- que alcanzan al 20 ó 21 por 100 y que suponen, a esta altura del siglo, la "retribución" de recursos monetarios que no son siquiera resultantes de la producción y del ahorro, si no tan solo de la alquimia bancaria y financiera?. ¿ O eso no es, en verdad, suceptible de ser denominado usura?. Entendemos que la creación de moneda entraña un formidable privilegio. Y a nadie puede parecerle "limitativo" que el destino y el costo de ese dinero - creado por la estructura bancaria - esté determinado por el Estado, con fines elementales de interés público.
Una de las más graves y generalizadas distorsiones en el panorama económico de los países capitalistas occidentales es, precisamente, según apuntáramos antes, la derivada del planteo cuantitativista - y, con más razón aún, monetarista - de desentenderse por entero de la cualidad productiva ( o "destino cualitativo") de las inserciones monetarias.
Con mayor razón cuando hemos visto, como lo señala dramáticamente Sheldon Enry, respecto de los Estados Unidos de América, que el poderoso sistema monetario nacional está íntegramente en manos privadas (Sistema de la Reserva Federal) y en condiciones de generar todo el contingente monetario que le plazca, para exclusivo provecho de los titulares de la alta banca y finanzas norteamericanas.
En razón de ello, las estructuras bancarias y financieras - porque eso les conviene -ponen a disposición del sector público fondos ilimitados, a altas tasas de interés, permitiéndole así a éste expandir el gasto, la burocracia, y la proliferación de servicios ("superfluos" y "no superfluos"). Este gasto público, desde el punto de vista productivo ("oferta global"), genera una posibilidad de gasto adicional, prácticamente equivalente al nivel del incrementado gasto público.
Y allí queda patentizada la distorsión: el inadecuado curso sectorial de las inserciones monetarias, que provoca - por una parte - el incremento "desbalanceado" del producto (más servicios y menos bienes de los requeridos), pero a la vez - por la otra - una demanda efectiva permanentemente acrecentada en pos de bienes - cada - vez - más - escasos, y no de los servicios ( "superfluos", muchos de ellos), cada vez más superabundantes.
A este respecto, trajimos a colación el acertado aforismo del economista francés J. B. Say: " Toda oferta crea su propia demanda ", recordando que el planteo inverso: " Toda demanda crea su propia oferta ", de ninguna manera resulta cierto en el corto plazo y, en las circunstancias actuales de la política monetaria vigente, tampoco en el mediano o en el largo plazo.
En otras palabras, si una economía produce adecuada o proporcionadamente bienes y servicios, a través de una inserción monetaria cualitativamente orientada, la mayor producción será íntegramente absorbida - con estabilidad de precios - por intermedio del acrecentado caudal de ingresos, por aquello de que "toda oferta crea su propia demanda".
Pero si el incremento productivo es inadecuado y desproporcionado (más servicios y menos bienes de los requeridos ) el acrecentado caudal de ingresos no podrá satisfacer convenientemente su demanda de bienes, lo cual ha de reflejarse en el alza del precio de éstos; y todo ello, precisamente, porque no es cierto que - en las condiciones apuntadas, de la política monetaria vigente - "toda demanda cree su propia oferta ", ni en el corto, ni en el mediano ni en el largo plazo!
Y aclaramos que esto es no solamente valedero y observable, en la actualidad, en casi todos los países occidentales, sino que - por la continuidad de la política monetaria distorsionante - se seguirá alentando el gasto público ( y, con ello, ceteris paribus, la oferta de servicios y la demanda de bienes ), mientras que se desalienta al sector privado ( y con ello, ceteria paribus, la producción de bienes ).
No vacilamos, por otra parte, en sostener que el índice de inflación que han acusado en los últimos años los países "occidentales " mejor administrados (de los otros no vale la pena ni hablar), es en gran medida coincidente con el "nivel de incremento exagerado" que ha tenido en dichos países la tasa de interés. En otras palabras, si la tasa o tipo de interés razonable y vigente en los principales centros financieros del mundo - hasta hace un par de décadas - era del 5 ó 6 por 100 anual, la diferencia entre ese nivel y el que en épocas recientes tiene vigencia (20 ó 21 por 100), sería de 15 puntos, y este es, aproximadamente, el porcentual de la inflación en los países que nos estamos refiriendo (Estados Unidos, Inglaterra, España, etc.)
Valdría la pena efectuar una verificación estadística en tal sentido, que confirmaría plenamente, a nuestro juicio, la aseveración de que el incremento del tipo de interés tiene una incidencia directa, inmediata ( y casi proporcional ) sobre costos y precios.
Y al decir esto, ni nos olvidamos - por cierto - ni menospreciamos los incrementos del precio mundial del petróleo que han tenido lugar, desde 1974, por las razones conocidas, y su incidencia relativa en el panorama de costos y precios de cada país en particular.
3.- Fluidez crediticia, tasas de interés y estabilidad
de precios.
Consideramos altamente ilustrativa, a este respecto, la experiencia práctica
de Argentina, de un siglo a esta parte, digamos 1881-1981.Mientras se mantuvo en dicho país una política de fluidez crediticia, a tipos de interés bancario nunca superiores al 4 por 100 anual ( a veces, parcialmente, inferiores), la producción se expandió sin interrupción (1881-1945), acompañada de la notable estabilidad de precios, reiteradamente aludida con anterioridad no obstante la circunstancia de que el gasto público invariablemente superó el nivel de recursos, resultando así una sucesión de déficit presupuestarios casi ininterrumpida, anuales, que - proporcionalmente hablando - y medidos en moneda "constante", no resultan inferiores a los de años recientes, en los cuales ya se había caído en la inflación y en la recesión.
Lo importante, a nuestro juicio, determinando de ese cuadro de crecimiento sostenido, con pleno empleo y estabilidad de precios, es la fluidez monetaria a un interés bajísimo, que permite la expansión de la producción de bienes (de consumo y exportables), con los cuales Argentina pudo satisfacer ampliamente sus propias necesidades y aún llegar a acumular importantes reservas de medios internacionales de pago, todo enmarcado en una relevante estabilidad del peso moneda nacional, extensiva también al valor internacional del mismo.
El cuadro posterior a 1946, y hasta la fecha, es exactamente el opuesto: inflación, recesión, ilimitada desvalorización interna e internacional del peso, desempleo, ininterrumpido quebranto de empresas, grandes, medianas y pequeñas. Y el factor sobresaliente de todo este descalabro, tan reñido con la anterior prosperidad, es sin duda alguna la distorsionante política monetaria, antes apuntada : la "sobrefinanciación" del sector público y el consiguiente incremento exagerado de la producción de servicios, a la vez que la "subfinanciación" del sector privado y la dramática contracción consiguiente de la producción de bienes; caracterizada dicha "subfinanciación", incuestionablemente, por la restricción crediticia y la elevación al infinito de los tipos de interés.
Por algo surgió en nuestra mente la inquietud que ha derivado en este teoría cualitativa.
4.-Los límites del "crédito cualitativo" para
la producción: plena ocupación "sectorial" de los factores.
¿Cuál es hoy el problema más acuciante en los países capitalistas
occidentales? Terminar con la inflación y el desempleo.Pues bien, el Estado puede poner a disposición de infinidad de productores y de empresas todos los recursos crediticios que sean necesarios para alcanzar la plena ocupación de la mano de obra, el factor humano, en razón de ser esta una meta social esencialísima, en cualquier país que se precie civilizado y de mantener una economía de "libre iniciativa". Con las únicas características y requisitos siguientes:
1.- Que el interés no exceda el 3 por 100 anual y las amortizaciones sean las
adecuadas a la naturaleza del giro o del producto a elaborar o servicio a prestar.
2.- Que los solicitantes de crédito ofrezcan, esencialmente, las condiciones morales y de idoneidad técnica para confiarles las sumas que solicitan en préstamo y por los plazos solicitados.
3.- Que los propósitos productivos supongan un ampliación del volumen ya producido, sin desmedro de la calidad y con mejores perspectivas de precios para los productos elaborados (servicios prestados), en el interés de los consumidores y de las exportaciones.
4.- Que las actividades de emprender o ampliar, por parte de los productores solicitantes de crédito, sean absorbentes de cantidades consideradas de la mano de obra desempleada de que se dispone circunstancialmente en el país.
5.- Que tales propósitos productivos sean encuadrados, de la mejor manera posible, en los grandes esquemas del crecimiento económico, balanceado e integral, con que cuenta el país correspondiente.
6.- Que tales propósitos signifiquen abrir en lo posible, dentro del espíritu de lo expresado en los puntos anteriores, una nueva brecha de la actividad productiva, sea - como propusiéramos - ampliando la gama de los bienes producidos hasta entonces, o abaratando su precio, o promoviendo el aprovechamiento de recursos de toda índole, hasta entonces inexplotados.
Creemos firmemente que todos los países cuentan con infinidad de rubros vírgenes, recursos inexplotados y posibilidades de expansión en la producción, cuantitativa y cualitativamente hablando, como para absorber íntegramente la mano de obra actualmente desempleada y toda aquella que pudiera generarse, prácticamente a través de un tiempo ilimitado.
A manera de acotación marginal, aún cuando este no sea el problema que estamos aquí analizando, tampoco creemos en las visiones pesimistas del "Club de Roma" o de la "Comisión Trilateral", presuntamente preocupados desde ya acerca de la "superpoblación" mundial, pues estos esquemas forman parte - a nuestro juicio - de un planteo tan monopolístico y explotador del género humano, como pueden serlo las maniobras abusivas de la banca y las finanzas "transnacionales", en provecho de sus propios y execrables fines políticos y económicos.
En nuestro concepto, y basados en la copiosa experiencia argentina, el proceso inflacionario de las últimas décadas, en todo el mundo, es la consecuencia de las políticas restrictivas del crédito y de su encarecimiento, directa o indirectamente fomentadas por el monetarismo.
Si Argentina, un país pletórico de recursos inexplotados, con posibilidades de multiplicar su actual producción cien veces, en un lapso de pocos años, fue reducida a la inflación y el desempleo más agudos, a través de una perversa política monetaria, ¿qué no sería posible de concretar, mediante una política análoga, en multitud de países que tienen un caudal de recursos mucho menos amplio y una densidad de población muy superior que la de Argentina?
Creemos, por consiguiente, en las inmensas posibilidades que se derivarían de una revitalización crediticia de las economías en todos los países occidentales que padecen inflación y recesión, que se ajustara a las prescripciones de la teoría cualitativa.
5.- La fiscalización del "destino productivo" en el
crédito cualitativo
Hemos dicho que la posibilidad de crear moneda por vía del otorgamiento
de crédito bancario constituye un privilegio muy singular, y otro tanto
podríamos decir del hecho de ser beneficiario del mismo, y con mayor
razón cuando éste lleva aparejada una tasa de interés minúscula,
con la cual se garantiza reducir a un mínimo el costo de producción
derivado de la financiación.Y estimamos que dicho privilegio, por parte de quien lo recibe, supone un compromiso tan concreto con el interés público que quien violara el destino productivo con que solicitara un préstamo de esta naturaleza, estará cometiendo un delito, al cometer fraude contra la fe pública, en virtud de la cual a él se le otorgara el préstamo con una determinada finalidad productiva.
Consideramos asimismo, por tales razones, que la penalidad que sancione dicho delito debe ser sumamente severa, algo así como la que sanciona el perjurio, pues sólo de esa manera se desalentará el posible fraude a este respecto.
Entendemos también, por los mismos motivos, que el mencionado delito debe ser sancionado con cárcel, y de ninguna manera redimible por multa.
Es fundamental, a nuestro juicio, terminar con la corruptela liberal, por la cual el crédito, si bien muchas veces sirvió propósitos productivos y de interés general, en otras tantas oportunidades sólo sirvió como pivote de maniobras especulativas, que enriquecieron a unos pocos y, normalmente, a los más inescrupulosos.