domingo, 3 de agosto de 2014

Cuando san Pío X abandonó trece siglos de tradición

Cuando san Pío X abandonó trece siglos de tradición

Es verdad que no se debe confundir la Tradición con las tradiciones (teológicas, litúrgicas, disciplinares, espirituales, etcétera). La primera es inmutable, mientras que las segundas pueden modificarse por la autoridad competente si el bien común realmente lo exige. Sin negar la potestad pontificia de alterar tradiciones reformables, siempre queda abierta una legítima discusión sobre el mayor o menor acierto de una reforma en estos ámbitos. Cabe pensar que un abandono ligero, abrupto, inmotivado o no bien fundamentado de tradiciones seculares en materia litúrgica, es al menos un signo revelador de esa arrogancia hodiernista por la cual nos creemos mejores que nuestros antepasados por el mero hecho de haber nacido después en el tiempo.
Se supone a menudo que papas muy respetuosos de la Tradición, como san Pío X, también lo fueron con las tradiciones recibidas. La Historia de la liturgia, sin embargo, desmiente esta suposición. Y un caso paradigmático lo tenemos en  algunas reformas del papa Sarto. En cuanto a los libros litúrgicos, reformó el Misal de san Pío V y, lo que es de nuestro interés ahora, el Breviario, que sufrió un cambio estructural.
«El día 1 de noviembre de 1911 publicaba la bula Divino afflatu, decretando una nueva forma de distribución del salterio en el Oficio Divino. El mismo había encomendado a los benedictinos la revisión de la Vulgata (1907) y había fundado el Pontificio Instituto Bíblico de Roma (1909).
La Divino afflatu enfocaba dos objetivos: una distribución más ágil de la salmodia y la preeminencia del domingo, así como el predominio de la salmodia semanal, sobre los oficios del santoral y votivos que progresivamente habían invadido la casi totalidad de días a lo largo del año.
La prevalencia del oficio dominical y del tiempo, querida por san Pío V, quedaba ahora en teoría, pero no se daba de hecho en la práctica. Uno de los factores que influían en ello -digámoslo también- es que los oficios votivos resultaban más breves que el ferial.
La distribución del salterio según el oficio romano se había mantenido desde el s. VII hasta entonces. La nueva distribución de Pío X usa el método de fraccionar los salmos cuando resultan demasiado largos en comparación con la medida habitual. El método lo había usado ya la Regla benedictina para el Oficio de los monasterios. San Pío X mantenía el rezo del salterio completo en el curso de una semana y suprimía los oficios adicionales. Señalaba una nueva tabla de prevalencias e introducía el oficio mixto: en muchas celebraciones del santoral, dejando intacta la distribución semanal del salterio, los elementos referentes al santo ocuparían otras partes del Oficio. Algo parecido a lo que hacemos actualmente en las memorias de los santos.
La distribución de los salmos se mantendría hasta la promulgada por Pablo VI, el año 1971, fecha a partir de la cual ya no puede hablarse de "Breviario", sino de "Liturgia de las Horas"» (Aroztegui)
Para quienes no somos especialistas en liturgia la descripción pormenorizada de los cambios en el breviario puede resultar muy compleja. Pero hay un punto que salta a la vista: la distribución del salterio según el oficio romano se había mantenido desde el s. VII hasta la reforma de san Pío X. El papa Sarto decidió prescindir de una tradición litúrgica más que milenaria al introducir una distribución radicalmente nueva de los salmos. Y esta innovación no se introdujo en una devoción particular, como el Rosario, sino en el Oficio Divino, que integra el culto público y oficial de la Iglesia. 
Otro dato que a veces se olvida es que san Pío X modificó el breviario contrariando lo establecido “perpetuamente para lo sucesivo en la bula de san Pío V Quod a nobis (9-VII-1568) sobre el breviario tridentino. En efecto, dicha bula establecía que el “Breviario en ningún tiempo debe ser modificado, sea en su totalidad, sea en parte, y que no debe agregársele ni quitársele nada”. 
La reforma no insumió muchos años. Se realizó según el método habitual del papa Sarto, con una comisión especial que trabajó independientemente de la Congregación de Ritos. La forma de operar de la comisión, muchos de cuyos miembros carecían de la competencia necesaria, fue muy criticada por los especialistas. Monseñor Amann llegó a decir que el papa «creía fácilmente que todas las cuestiones, incluso las de arte o erudición, se solucionaban a través de la autoridad» (DTC, XII, col. 1738).
Los cambios del breviario se impusieron sin mucho diálogo. En la Divino afflatu se contenía una severa advertencia para rebeldes e infractores: indignationem omnipotentis Dei, ac beatorum Petri et Pauli, Apostolorum eius, se noverit incursurum
Recapitulando, tenemos el abandono de una tradición de más de un milenio, contrariando una bula perpetua (secundum quid), a impulsos de una comisión de dudosa competencia y mediante una imposición enérgica. ¿Fue un desarrollo orgánico de la liturgia? ¿Una concesión al espíritu del siglo impuesta bajo pretexto de «necesidades pastorales»? ¿Una infiltración de la mentalidad positivista imperante? Con la mejor de las intenciones, la reforma piana  sirvió de precedente para lo que luego haría Pablo VI bajo las influencias de A. Bugnini.