El Arzobispo de Madrid habla a la prensa – P. Alfonso Gálvez Morillas
Nota Previa. Las
siguientes reflexiones sobre unas declaraciones que el Arzobispo de Madrid hizo
a la Prensa, dos días después de su toma de posesión, están tomadas del resumen
hecho por un periodista sobre la base de una grabación hecha por él mismo y aparecido
en la web de Infovaticana
el 25 del corriente mes. No puedo garantizar, por lo tanto, otra exactitud que
la derivada de la profesionalidad del periodista al transcribir las palabras
del Arzobispo.]
Ante todo, hay que admitir que las
Declaraciones contienen las suficientes ambigüedades y referencias subliminares al Sínodo de la Familia (sin nombrarlo, por supuesto), así como a
muchas de las doctrinas revolucionarias del Papa Francisco, como para pensar
que vale la pena comentarlas siquiera brevemente.
Salvo en muy contados casos, no suelo leer
las declaraciones de los Obispos españoles. Mi tiempo es muy escaso, y de todos
es conocido el bajo nivel teológico, pastoral e intelectual que suele
acompañarlas, a lo que habría que añadir el poco crédito que merecen en cuanto
a su contenido. Aunque en este caso, sin embargo, hubo algo que llamaba
poderosamente la atención y encendía, por eso mismo, las alarmas. Pues las
principales páginas web neocatólicas, tan dadas por lo general a ensalzar los
laudes y alabanzas de la Jerarquía, en
esta ocasión guardaban el silencio de los sepulcros, de manera que, una vez
más, volvían a incidir en lo mismo: ocultar, o tratar de disimular al menos,
todo aquello que pudiera conducir a descrédito de la Jerarquía. Y volviendo a
olvidar, también una vez más, que ocultar la verdad equivale a colaborar en la
difusión de la mentira. Pero los neocatólicos no tienen remedio, y aunque en
muy contados casos ---cuando el escándalo es demasiado grueso--- hacen tímidos
propósitos de enmienda, siempre vuelven a lo mismo. En este caso concreto, tan
extraño silencio hacía pensar en que aquí había gato encerrado.
Volviendo a las susodichas declaraciones, lo
primero que llama la atención es el hecho de que, entre todo el rico y extenso
Magisterio de la Iglesia, el Arzobispo no encuentre otras referencias que al
mismo Papa Francisco, del que cita por dos veces su Evangelii Gaudium (de la que el Cardenal Burke afirmó que no era
Magisterio). Fiel en esto a la costumbre postconciliar, el Arzobispo olvida
cualesquiera otras aportaciones Magisteriales que puedan referirse a Papas,
Concilios, Encíclicas, Discursos, Documentos, etc. Es de tener en cuenta, sin
embargo, que se trata de unas meras Declaraciones hechas en rueda de Prensa, y
no de un tratado teológico. Aunque de todas formas, y dado caso que se trata de
una enfermedad tan generalizada, es de lamentar la pobreza documental a la que
ha dejado reducido el postconcilio (prácticamente a la nada) el Magisterio de
la Iglesia.
En una
serie de repudios hacia cosas que el Arzobispo considera rechazables, enumera
entre ellos un no a un prescindir de la
búsqueda de la verdad; la verdad hay que buscarla siempre, siempre... Como
puede verse, aparte del ligero sabor modernista de las palabras, el Arzobispo
no deja de sorprendernos. Porque cuando todos creíamos que ya poseíamos
enteramente la Verdad, y toda la Verdad en la Persona de Cristo, según aquellas
palabras de
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14:6).
o
aquellas otras de
Yo vine al mundo para dar testimonio de la verdad (Jn 18:37).
ahora
nos encontramos con la sorpresa. Parece como si hubiera quedado archivada la
doctrina de San Juan de la Cruz según la cual el Padre, al pronunciar su Verbo,
lo había dicho todo; y que al entregarlo Encarnado a los hombres en la Persona
de Jesucristo, les había revelado todo
cuanto les tenía que revelar.
A este respecto, bueno sería que el Arzobispo
de Madrid recordara las palabras que dirigía San Pablo a su discípulo Timoteo
acerca de los que
siempre andan curioseando y nunca son capaces de llegar a
conocer la verdad
(2 Tim 3:7).
Siempre ha admitido la Iglesia la posibilidad
una mayor profundización en el conocimiento del dogma. Pero profundizar en el
conocimiento del dogma no significa en
modo alguno cambiar ni un ápice de su contenido. La posibilidad de hallar
verdades nuevas, partiendo de la evolución de la verdad revelada a través de la
Historia, es uno de los errores fundamentales del Modernismo y, en realidad, una verdadera herejía.
Todo parece indicar que sus palabras son una
alusión indirecta, aunque sibilina y velada, a la Nueva Moral propugnada en el Sínodo de la Familia; lo mismo que
cuando dice que hay que dejarse
sorprender por Dios. Ahora bien, con respecto a esto último, ¿qué pueda
significar el hecho de que Dios nos sorprenda?
¿Que nos salga inopinadamente con algo nuevo?
¿O que nos proporcione un susto como el que se produce de pronto a alguno de
los participantes en el juego del escondite?
Algo parecido puede decirse cuando, en otro
de sus repudios, habla de un no a un
fundamentalismo que nos encierra en nosotros mismos, en nuestras cosas, y no
nos abre a la verdad que tienen otros. Donde hay una referencia de fiel
discípulo a la doctrina del Papa en la que muestra cierta inquina hacia los maniqueos que se empeñan en defender la
verdad de la Fe contra las nuevas doctrinas. En cuanto a lo de abrirse a la verdad que tienen otros, es
una posible alusión al falso ecumenismo: o el mismo que defiende que la Iglesia
no posee la plenitud de la verdad y de la doctrina de salvación; la cual, por
eso mismo, debe ser buscada también en otros sitios. Una doctrina que ya fue
condenada por Pío IX y que aquí no tenemos tiempo de discutir.
Interesante es la insistencia del Arzobispo
acerca de la necesidad de descubrir lo
que es el ser humano. O como dice también, descubrir lo que es el ser humano y el diseño que Jesucristo ha hecho
en esta historia concreta de lo que es el ser humano. Y de ahí su
sorprendente afirmación de que el ser
humano necesita que se le diga quién es.
Es posible que el Arzobispo no sea consciente
en este punto de que aquí se lanza a navegar por las más puras aguas del
modernismo. Jesucristo no vino a decirle al hombre lo que es o quién es,
sino a revelarle el Amor del Padre y a sellar tal Amor definitivamente con la
prueba de su Muerte en la Cruz. Lo que ha sido y lo que es el hombre ya lo ha
dicho exhaustivamente la Historia de la Salvación: una naturaleza elevada por
la gracia, caída después por el pecado, y restaurada por fin de nuevo gracias a
Jesucristo. La idea de que el hombre va
descubriendo lo que es y se va
haciendo a lo largo de la Historia es una doctrina hegeliana, recogida y
proclamada definitivamente por el Modernismo. Lo que sucede ---y esto es lo que
no se dice e ignoro si será conocido por el Arzobispo--- es que se trata de una
doctrina básica para sentar los fundamentos de las nuevas doctrinas: las que tratan de negar la naturaleza humana, la
existencia de la Ley Natural, y la posibilidad, por lo tanto de proclamar una Nueva Moral para el hombre (véase Kasper
y seguidores, Sínodo de la Familia,
etc.).
También son de notar sus palabras acerca de la cultura del encuentro, donde nadie sobra
---¿a qué se refiere con esto de que nadie sobra?--- Y esto se puede hacer ---continúa--- si damos a conocer el dibujo del ser humano, si no lo imponemos.
Con lo que ya los madrileños pueden felicitarse de las revolucionarias teorías
de su Arzobispo con respecto a la Evangelización y la obra de las Misiones: ya
no se trata de anunciar a Jesucristo, sino
de dar a conocer el dibujo del ser humano.
Por supuesto que, como es de suponer, estas
palabras u otras semejantes fueron dichas más al calor de la entrevista que
como fruto de la reflexión. Aunque no sería malo que los Pastores fueran más
conscientes de su responsabilidad pastoral.
Y por fin, para no alargarnos demasiado, en
un resumen que intencionadamente hemos procurado hacer lo más breve posible, el
Arzobispo de Madrid alude con calor a su labor con jóvenes. Para demostrar la
verdad de la cual aduce un número de Encuentros,
que él enumera de manera prolija pero que, una vez contados conforme a lo que
dice en la rueda de prensa, no pasan de media docena (seguramente serán más).
Pero el número es lo de menos, puesto que los Encuentros no son difíciles de
organizar (siempre hay jóvenes dispuestos para pasarlo bien, y más si están
cerca las Comunidades Neocatecumenales), sino que es el trabajo constante de
evangelización con ellos lo que no es nada fácil, desde luego. El que esto
escribe posee alguna experiencia sobre el tema: más de sesenta años trabajando
casi exclusivamente con jóvenes en España, en diversos países de Hispanoamérica
y en los Estados Unidos (el número de Encuentros
organizados necesitarían en este caso de toda una contabilidad para anotarlos).
Y puedo asegurar que, si en algún lugar se cumplen las palabras de Jesucristo
acerca de que el grano de trigo ha de morir, etc., es aquí. Puedo decir, con
toda verdad, que es necesario dejarse la
piel para conseguir unos resultados cuyo balance final es mejor dejar en
las manos de Dios, a través de la fe y de la confianza, a fin de no sentirse
desanimados.
El Arzobispo gusta de hablar sobre el uso
constante que hace de su móvil, e incluso se regocija, con sobrada razón, de
una reciente llamada que el Papa le ha dirigido a través de él. Es para
alegrarse la extraordinaria movilidad
de las comunicaciones realizadas por la Jerarquía y dirigidas al Pueblo de
Dios. Uno recuerda aquellos tiempos antiguos, ya pasados, en que los Papas
emanaban sus claras enseñanzas y seguro Magisterio por medio de solemnes y
pomposos Documentos, escritos en correcto y nada equívoco latín, y que eran
siempre recibidos con tanta devoción como acatamiento por parte de todos los
fieles.
En los tiempos actuales, sin embargo, no deja
de ser apasionante la posibilidad de que el carnicero de la esquina pueda
recibir, en el más inesperado momento, una comunicación arzobispal, o incluso
papal, a través de su móvil. Pero, ¿cómo estaría Jorge Manrique para escribir
que cualquiera tiempo pasado fue mejor?
Ciertamente que a veces es difícil entender a los Antiguos, por más que hayan
sido preclaros poetas.
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