TIEMPO DE SUFRIR PERO NO DE RENDIRSE
JUAN C. NEVES
El Libro del Eclesiatés, perteneciente
al Antiguo Testamento, dice textualmente: "Todo tiene su momento, y todo cuanto se hace debajo del
sol tiene su tiempo. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y
tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de
destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reír;…” En nuestra querida
Argentina, por obra y gracia de los malos gobernantes, hemos entrado claramente
en el tiempo de sufrir.
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En la década de los “setenta”,
militares, policías y empresarios eran los blancos favoritos de las bandas
terroristas de ERP y Montoneros que secuestraban, atentaban y asesinaban, en los lugares y momentos más
favorables para su cobarde y criminal accionar. Por las noches, en las calles en que había comisarías se
bloqueaban las esquinas para prevenir que fueran atacadas con el doble objetivo
de generar bajas de uniformados y robar armas. Los integrantes de los sectores
elegidos como blancos vivían con temor y
preocupación cada vez que salían o llegaban a sus casas. Si concurrían
regularmente a su trabajo se recomendaba cambiar los horarios de salida y las
rutas de desplazamiento. Al llegar y salir del domicilio se tomaban
precauciones especiales y se extremaban las medidas de seguridad personal.
Han transcurrido cuarenta años
y algunas cosas han cambiado. El temor a los asaltos, secuestros y asesinatos al salir y
llegar al domicilio, que ahora
se llaman “entraderas” y “salideras”,
ya no constituyen situaciones exclusivas sufridas por un grupo determinado. El delito se ha
“democratizado” y ahora toma víctimas de cualquier sector social. Los ricos, la clase media y aun los más
pobres caen bajo las balas o el puñal de
los delincuentes a veces por objetos tan
nimios como un celular o una campera. Las comisarías ya son asaltadas a la luz
del día porque los criminales han perdido la sensación de peligro y la han
reemplazado por la de impunidad. Los delincuentes se pavonean frente a las
cámaras de televisión, son entrevistados, promueven su lenguaje chabacano y son
presentados ora como víctimas de la sociedad, ora como representantes de una cultura con valores
dignos de consideración social.
Constituidos en “batallones
militantes”, arropados por teorías jurídicas abolicionistas y transformados en símbolo
progresista de lo “políticamente correcto”,
los delincuentes han logrado imponer su cultura “tumbera” bajo el
perverso paraguas de poder de un gobierno “kirchnerista” que nos dejará esta
maldición entre sus peores legados.
También el crecimiento
exponencial de la producción, tráfico y consumo de drogas es una marca
registrada de esta década de gobierno K. Hubo una etapa de negación de lo evidente,
encabezada por el entonces Ministro de Seguridad Aníbal Fernández. Luego llegó
la clásica acusación a los opositores sintetizada en el señalamiento a los “narcosocialistas” formulada en el
mismísimo Congreso y ahora se llegó a la etapa de la resignación y el intento
de someternos a la legalización del consumo de cualquier sustancia como propuso
el Director de la SEDRONAR. Nada de
cerrar las fronteras al narcotráfico, de enfrentar y perseguir a productores,
importadores y capitalistas de la droga, y menos aún, realizar masivas campañas
de prevención. Es mucho más descansado y
probablemente más remunerativo rendirse y entregar la salud de nuestros jóvenes
a la esclavitud de la adicción y la codicia de los poderes que manejan el
mercado de las drogas. Pareciera que, más allá de la incompetencia o la
complicidad, quienes nos gobiernan odiaran a la sociedad de la que
surgieron y quisieran corromperla hasta
sus cimientos.
A pesar de estos probados
antecedentes nefastos en todo lo que respecta a seguridad, la señora presidente
pretende en sus últimos meses de ejercicio modificar toda la legislación
judicial, con un proyecto de Código Penal que ha sido severamente cuestionado
por las facilidades que otorga a los delincuentes y ahora con un proyecto de
Código Procesal que tras la fachada aparente de reflejar un endurecimiento,
totalmente ajeno al sentir “progresista” que siempre animó al oficialismo, parece
esconder el intento de dejar en manos de
fiscales afines el irrefrenables pedido de cuentas que sufrirá este gobierno
tan pronto deba soltar los resortes del poder.
Este extemporáneo y
trasnochado espíritu reformista no solo
abarca el ámbito de la justicia sino que ha avanzado en leyes que aumentan el
poder central en el manejo de los
recursos energéticos, en el control del abastecimiento o en cualquier otra área
en que el capricho presidencial pretenda incursionar. Hemos llegado al extremo
de estatizar ese engendro pseudo académico que dio en llamarse “Universidad de
las Madres”, escuela de adoctrinamiento revolucionario, cuyos desaguisados
administrativos serán pagados una vez más
con los fondos de los sufridos contribuyentes.
Lejos quedaron las fantasías
de quienes pensaron que el Frente para la Victoria, con la señora presidente a
la cabeza, organizaría un traspaso de
gobierno consensuado, dejando desatados los caminos para el crecimiento y el
desarrollo económico e institucional de nuestra vapuleada república. Esa
esperanza desconocía la naturaleza de un estilo y una personalidad
profundamente mezquina y egoísta en la que solo caben el resentimiento y la
confrontación. De alguna manera, parece que el gobierno no perdona a la
ciudadanía que, con su voto, haya cerrado las puertas a la reforma constitucional y al continuismo y nos
castiga complicando nuestro presente y amenazando nuestro futuro.
Cuenta para ello con el voto
atado de sus legisladores, incapaces de anteponer el interés de sus
representados por sobre los intereses partidarios y la verticalidad absoluta, a
quienes les cabe la responsabilidad histórica de haber convalidado desde un presupuesto viciado de falsedad hasta el
otorgamiento de poderes que exceden el mandato constitucional. Esta etapa
legislativa será recordada como el tiempo en que los principios y valores republicanos fueron aplastados por
imposición del número de una mayoría circunstancial incapaz de aceptar el
debate, las evidencias y los puntos de vista divergentes.
Sin embargo, esta soberbia
política choca con límites que no puede
superar, tal como son las leyes de la economía. Por mucho que se tergiversen
las cifras y se metamorfoseen los índices de precios, la sistemática
reincidencia en gastar mucho más que lo recaudado y mantener un déficit fiscal
elevado han minado las bases del crecimiento y la credibilidad económica. La
Argentina está en recesión. No se trata de un colapso como el que nos hundió en
el 2001 pero si de una presión fuerte y persistente que nos está llevando a la
asfixia. La combinación de alta inflación, falta de dólares para
importación y un dólar oficial por
debajo de su valor real, van quitando competitividad a la economía y provocando
cierre de empresas y suspensiones que el
gobierno puede negar pero no evitar. Como se ha dicho claramente en el coloquio
de IDEA, este modelo (si alguna vez existió como tal) está agotado.
Tampoco ha logrado el gobierno
“kirchnerista” asustar a sus interlocutores fuera de las fronteras nacionales.
Sus ataques desmesurados contra el juez que le dio la razón a los tenedores de
bonos impagos en su litigio con la Argentina y la insistencia en
descalificarlos como “fondos buitres”, sin atender razones ni medir expresiones, nos ha puesto en situación de “default
técnico”. Ahora, los poderosos estudios jurídicos que apuntalan la estrategia
de los litigantes, han comenzado a apuntar contra los bienes presidenciales y de empresarios
amigos del poder en su afán por encontrar fondos embargables, y con ello, podrían llegar a prestar un
servicio inestimable en el develado de las tramas de corrupción que los jueces
argentinos soslayan o dilatan. Lamentablemente todo el descrédito que acumulan
nuestros funcionarios también mancha y
enturbia el buen nombre y la seriedad de
la nación misma.
Con estos escenarios externos
e internos el año largo que falta hasta que la señora Cristina Fernández
entregue el poder será un calvario para la Argentina. Es
imprescindible manifestar democráticamente el profundo rechazo que genera esta
política oficialista de dejar tierra arrasada, empresas quebradas, deudas
impagables, exportadores sin mercados y una sociedad desalentada, con la oscura
esperanza de que el fracaso de su sucesor
reabra las puertas del poder a quienes tanto daño le están haciendo al
país. En cada tribuna y en cada acto de campaña, en los medios y en las calles,
tenemos que hacer saber que los argentinos no estamos dispuestos a que nos
roben el futuro y que señalaremos con el dedo acusador a todos los que se presten
a esa traición social y moral. Que el espíritu no decaiga pues eso es lo que
desean los perversos. Tengan por seguro que en nuestra Argentina
ningún hombre ni mujer de bien se rendirá y
afortunadamente, todavía existen muchos.
Juan Carlos Neves
Primer Secretario General,
Nueva Unión Ciudadana
www.nuevaunionciudadana.org