LA IGLESIA CON EL FALSO CRISTO EN EL VATICANO,REGIDA POR UN FALSO PAPA
«Algunas
piensan que no están obligados por la doctrina expuesta hace pocos años
en Nuestras Encíclicas, y fundamentada en las fuentes de la revelación,
la cual enseña en verdad que el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia
Católica Romana son una sola y misma realidad» (Pío XII – «Humani generis»).
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El
Cuerpo Místico de Cristo es la Iglesia Católica. No es un concepto más
amplio, según el cual los que están bautizados, pero no están en la
Iglesia Católica, son miembros del Cuerpo Místico: «Muchos en los pueblos orientales se han apartado lamentablemente de la unidad del Cuerpo Místico de Cristo» (Pío
XII – «Sempiternus Rex»). Para ser miembros del Cuerpo Místico, no sólo
es necesario el bautismo, sino vivir la misma doctrina que Cristo
enseñó. Vivir los dogmas, los Sacramentos, la vida de la gracia. Y esto
sólo se puede hacer en la Iglesia Católica.
La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, pero no es el Cuerpo real o físico de Cristo:
«La Iglesia, sin embargo, no es solamente un cuerpo edificado en el
Espíritu: la Iglesia es el cuerpo de Cristo. Y no se trata sencillamente
de un modo de decir: ¡lo somos de verdad!» (Audiencia General – 22/10/2014).
¿Qué es lo que somos de verdad?
¿Un cuerpo natural? No: «en un cuerpo natural el principio de unidad traba las partes, de suerte que éstas se ven privadas de la subsistencia propia» (Pío
XII – AAS 35,197). Naturalmente los hombres no son nada en la Iglesia:
no se unen vidas naturales ni obras naturales. No se unen vidas
sociales, ni vidas políticas. Todo esto, en la Iglesia, no tiene
subsistencia propia. No hay vínculos sociales o civiles o naturales
entre los miembros del Cuerpo Místico.
¿Un cuerpo físico? No: «Su Cuerpo físico, que, nacido de la Virgen Madre de Dios, está sentado ahora a la diestra del Padre» (Ib).
Sólo Jesús ha nacido de Mujer, de la Virgen María, de una manera
física. Los demás, hemos nacido de la Virgen de una manera espiritual.
La cercanía física entre los miembros del Cuerpo Místico no hace
Iglesia. La carne y la sangre no obran el ser hijos de Dios.
¿Un cuerpo moral? No: «en
el cuerpo que llamamos moral el principio de unidad no es sino el fin
común y la cooperación común de todos a un mismo fin por medio de la
autoridad social» (Ib). La Iglesia no es para un asunto social o
un gobierno social. No es para dar de comer, ni para poner escuelas, ni
para levantar hospitales, ni para una cultura del encuentro. No se hace
Iglesia para un bien común comunista, masónico, humanista. Se hace
Iglesia para obrar el bien divino de la salvación de las almas, que sólo
es posible en el cuerpo místico.
¿Un Cuerpo Místico? Sí: «en el Cuerpo místico, de que tratamos, a esta cooperación se añade otro principio interno, a saber, el Espíritu divino» (Ib)
El Cuerpo Místico es aquel que está formado por el Espíritu en cada alma. Por tanto el Cuerpo de Cristo:
- no es una comunidad de justos, de predestinados o de santos;
- no es un conjunto de almas que tienen dones y carismas;
- no es una institución humana dotada sólo de unas normas de disciplina y de ritos externos;
- no es una sociedad alimentada y formada por una caridad fraternal, comunista, masónica, social, en la que los miembros se unen con una serie de leyes, de preceptos humanos, para ayudarse, apoyarse, servirse;
- no es una iglesia que no pueda ser sentida ni vista, que une a muchos por algo invisible, por un espíritu que no obra la verdad;
- no es un quietismo por el cual sólo el Espíritu es el que obra, los demás a vivir su vida, sea la que sea, sin colaborar, sin unirse moralmente a la obra del Espíritu.
El Cuerpo Místico significa la obra del Espíritu en cada alma:
«A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común
utilidad…Dios ha dispuesto los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos
como ha querido» (1 Cor 12, 7.18)
Y esa obra es la que forma la Iglesia: «El Espíritu Santo vivifica y une de modo invisible a la Iglesia»:
(S. Tomás, 3 q.8 a.1 a 3; véase 3 d.13 q.2 a.2 .sol. 2). Todos buscan
el bien común que quiere el Espíritu. Nadie busca el bien común que
quieren los hombres.
Por
eso, cada alma tiene que colaborar con el Espíritu para formar la
Iglesia. Y colaborar significa: quitar el pecado, expiar el pecado,
crucificar la propia voluntad humana, practicar las virtudes: «no
teniendo caridad, nada me aprovecha…Ahora permanecen estas tres cosas:
la fe, la esperanza, la caridad…Esforzaos por alcanzar la caridad,
aspirad a los dones espirituales» (1 Cor 13, 3c.13- 14,1)
¿Qué dice Bergoglio? «La Iglesia, sin embargo, no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu: la Iglesia es el cuerpo de Cristo» (Audiencia General – 22/10/2014).
- El Espíritu no edifica un cuerpo: no existe un cuerpo edificado en el Espíritu, sino que cada alma está edificada en el Espíritu. En cada alma se manifiesta la obra del Espíritu.
La
Iglesia se edifica en un alma: en Pedro. Y Pedro sigue al Espíritu y
obra lo que Él quiere, y así forma la Iglesia, el Cuerpo de Místico de
Cristo. Pedro es fiel a la Gracia del Espíritu, es fiel a los dones del
Espíritu, es fiel a la obra del Espíritu en la Iglesia.
La
obediencia a Pedro en la Iglesia edifica la Iglesia. La obediencia de
cada alma a Pedro. Cada alma tiene que poner de su parte para obedecer.
Quien no obedece a Pedro, entonces no es Iglesia, no es miembro del
cuerpo Místico de Cristo. Se necesita del alma la fidelidad a la Gracia;
seguir al Espíritu que lleva a obedecer a Pedro.
La
Iglesia no se edifica en el Espíritu, porque la Iglesia es la Obra del
Espíritu en cada alma. La Iglesia está en cada alma fiel a la Gracia que
ha recibido. Para ser Iglesia se necesita la fidelidad a la Gracia, la
perseverancia en la Gracia, la permanencia en la Gracia.
Este punto es importantísimo para comprender lo que es el Cuerpo Místico de Cristo.
El Espíritu es el que une a las almas fieles en Cristo. Esa unión es mística: y así se forma el Cuerpo Místico.
El
Espíritu no puede unir las almas infieles a la Gracia en Cristo, porque
donde está el pecado, allí no está la Gracia. La Gracia es la unión
divina, la vida divina. Un pecado rompe esa vida, rompe la unión del
alma con Cristo.
- La Iglesia no es el Cuerpo de Cristo, sino que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo: «el divino Redentor constituye con su Cuerpo social una sola persona mística» (Pío XII).
La Iglesia y Jesús forman una persona mística, una unión mística, un matrimonio místico: son dos en uno: «resulta
como una sola persona de dos, de la Cabeza y del Cuerpo, del esposo y
de la esposa…el Cuerpo en la Cabeza y la Cabeza en el Cuerpo» (S. Agustín). Todos las almas fieles a la Gracia, «todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cristo» (1 Cor 12, 12).
Como dice San Roberto Bellarmino: «esta
denominación del Cuerpo de Cristo no debe explicarse solamente por el
hecho de que Jesucristo debe decirse que es la Cabeza de su Cuerpo
místico, sino también porque sostiene a la Iglesia y en cierto modo vive
en la Iglesia de tal modo que ésta misma es como otra persona de
Cristo». Cristo vive en cada miembro fiel a la Gracia; Cristo
habla en cada miembro que persevera en la Gracia; Cristo está en cada
miembro que permanece en la Gracia: «y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en Mí» (Gal 2, 20).
Hay
una unidad por la fe entre el alma y Cristo: unidad mística. Unidad
moral, porque en la Iglesia todos están sometidos a una autoridad moral,
espiritual, social; pero unidad en el Espíritu: se necesita la fe para
poder obrar ese sometimiento, para que esa obediencia no se quede sólo
en lo exterior de la virtud, del consejo evangélico, sino que se realice
la obra divina de la fe en el alma.
Pero, ¿cuál es el pensamiento de Bergoglio?
«Esta
es la Iglesia, es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, quien
infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos coloca uno al
lado del otro, uno al servicio y en apoyo del otro, haciendo así de
todos nosotros un cuerpo, edificado en la comunión y en el amor» (Audiencia General – 22/10/2014).
Para Bergoglio:
- El Espíritu infunde en cada alma la vida del Resucitado: Bergoglio nada dice de la manifestación del Espíritu en cada alma. Es un conocimiento infuso que cada alma tiene, pero está negando la obra del Espíritu en cada alma. Está diciendo que con ese conocimiento infuso el alma es el que obra en la Iglesia. No sabe discernir entre conocimiento infuso y manifestación del Espíritu.
- coloca un miembro al lado del otro, para servirlo, para apoyarlo: Bergoglio está diciendo que el Espíritu une hombres en la Iglesia para un bien común humano, natural, material. Recalca el servicio al otro, el apoyo al otro; pero nada dice de la fidelidad que el alma tiene que tener a la manifestación del Espíritu. Nada dice de la voluntad del Espíritu en repartir sus dones: «distribuye a cada uno según quiere» (1 Cor 12, 11c)
- hace de todos un cuerpo que se levanta en la comunión y en el amor.
El
Espíritu no une a hombres, no coloca un hombre al lado del otro hombre,
no es para servir al otro, no es para apoyarlo: no hace una unión
humana ni moral ni física ni espiritual.
El Espíritu se comunica a cada alma para que obre según las funciones de cada miembro en la Iglesia: «Es
un cuerpo constituido de muchos miembros y anima a todos los miembros
un solo Espíritu… Las funciones de los miembros están repartidas; sin
embargo el Espíritu abarca todas» (S. Agustín).
El
Espíritu es el principio interno y sobrenatural que perfecciona y lleva
a su término la unión moral, por la cual todos colaboran al fin de la
Iglesia: que es salvar almas, que es santificar las almas.
Para
Bergoglio, el Cuerpo de Cristo es una comunidad de amor, social,
humana, sentimental, física, jurídica y llena de un falso misticismo, de
una falsa espiritualidad, en la que todos se aman, pero ninguno sabe
ver su negro pecado.
«Es
el gran don que recibimos el día de nuestro Bautismo. En el sacramento
del Bautismo, en efecto, Cristo nos hace suyos, acogiéndonos en el
corazón del misterio de la cruz, el misterio supremo de su amor por
nosotros, para hacernos luego resucitar con Él, como nuevas criaturas.
Esto es, así nace la Iglesia, y así la Iglesia se reconoce cuerpo de
Cristo. El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos
regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre
nosotros, como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza» (Audiencia General – 22/10/2014).
Bergoglio sólo se centra en el Bautismo, pero no ha comprendido la Escritura: «Porque
también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para
constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos,
ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu» (1 Cor 13, 13)
Muchos
son los bautizados que no son de la Iglesia Católica. En la práctica de
su vida espiritual, viven en el pecado. Por el Bautismo son miembros de
la Iglesia, pero no usan la Gracia que da el Bautismo para unirse a
Cristo de manera mística: el pecado les impide amar a Cristo, ser de
Cristo, pertenecer al Cuerpo de Cristo. Han sido bautizados, pero no
constituyen un solo cuerpo, por el estado de pecado de sus almas.
Siempre
Bergoglio calla el tema del pecado. Consecuencia: da una doctrina falsa
sobre el Cuerpo de Cristo. Una doctrina diluida en su mente humana,
incapaz de enseñar la verdad sobre el Cuerpo de Cristo.
Quien peca no puede amar a Dios. El pecado nos arranca de Cristo. Bergoglio dice: no: «somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie puede ya arrancar de Él» (Audiencia General – 22/10/2014). No hay pecado para Bergoglio.
Bergoglio
anula la ley del pecado: por tanto, te has bautizado, entonces ya eres
de Cristo para siempre. Ya eres miembro de Cristo, ya perteneces a la
Iglesia Católica.
Esto es lo que él quiere decir con esa frase: «no se trata sencillamente de un modo de decir: ¡lo somos de verdad!» (Ib). Como estamos bautizados – y eso es irrompible-, entonces: «Lo que brota de ello… es una profunda comunión de amor» (Ib).
Para Bergoglio, el Cuerpo de Cristo se tiene que entender como
comunidad de amor, con vínculos sociales, jurídicos, pero no
sobrenaturales, porque es irrompible, no se da la ley del pecado.
«Qué
hermoso sería si nos acordásemos más a menudo de lo que somos, de lo
que hizo con nosotros el Señor Jesús: somos su cuerpo, ese cuerpo que
nada ni nadie puede ya arrancar de Él y que él recubre con toda su
pasión y todo su amor, precisamente como un esposo con su esposa» (Ib).: este es su falso misticismo.
«Qué hermoso sería si nos acordásemos más a menudo… de lo que hizo el Señor»:
todo es un recuerdo en la mente de este hombre. No sabe decir: «qué
hermoso sería si cada alma quitar sus malditos pecados de la presencia
de Dios en la Iglesia». Esto es imposible que algún día lo diga ese
hombre
A
Bergoglio siempre se le olvida poner la colaboración del alma para ser
de Cristo, para constituir la Iglesia. Es el Espíritu el que da el
Bautismo; es el Espíritu el que mantiene la gracia; es el Espíritu el
que obra. Pero cada alma tiene que ser fiel a la Gracia de Cristo, fiel a
ese Bautismo que ha recibido. Y eso es lo que cuesta para ser Iglesia,
para formar la Iglesia.
No hay pecado: «nada ni nadie puede arrancar de Él» (Ib).
Sólo hay un amor sentimental de Cristo hacia la Iglesia: «él recubre con toda su pasión y todo su amor, precisamente como un esposo con su esposa» (Ib). ¡Qué palabras más bellas y tan vacías de la verdad!
Es
muy fácil predicar que nos amemos todos, que nos besemos, que nos
apoyemos, que seamos solidarios, que ayudemos a los necesitados… Todo
eso es política de los hombres: bellas palabras para no decir ninguna
Verdad.
Lo que tiene que hacer cada miembro, para Bergoglio, es compartir el amor de Cristo en todos. Y ¿cómo se hace? «Apreciar
en nuestras comunidades los dones y las cualidades de los demás, de
nuestros hermanos…Apreciar las cualidades, estar cerca y participar en
el sufrimiento de los últimos y de los más necesitados; expresar la
propia gratitud a todos. El corazón que sabe decir gracias es un corazón
bueno, es un corazón noble, es un corazón que está contento» (Ib).
Para
quitar las divisiones en las comunidades: apreciar los dones, las
cualidades, estar cerca, expresar gratitud…Todo el sentimentalismo vacío
de este hombre. Pero no quites tu pecado…No luches contra tu pecado…No
expíes tu pecado…Esto no se ve en ninguna predicación de este hombre. En
ninguna. Esto es el falso misticismo, propio de este hombre.
En
Bergoglio todo es amor, pero nada es pecado. Bergoglio sólo se queda en
el asunto social del Cuerpo de la Iglesia: nos damos la mano, nos
besamos, reímos, damos gracias, nos apoyamos unos a otros…, pero no da
el principio sobrenatural interno por el cual el alma sigue, en todo, la
obra del Espíritu. No es capaz de dar la unión moral y las virtudes
necesarias para ser Iglesia, para ser Cuerpo de Cristo.
Da palabras babosas: «El
apóstol Pablo dio a los corintios algunos consejos concretos que son
válidos también para nosotros: no ser celosos, sino apreciar en nuestras
comunidades los dones y la cualidades de nuestros hermanos. Los celos:
«Ese se compró un coche», y yo siento celos. «Este se ganó la lotería»,
son también celos. «Y a este otro le está yendo bien, bien en esto», y
son más celos» (Ib).
San
Pablo está dando la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo. No está
dando algunos consejos. Está enseñando cómo el Espíritu obra en cada
alma de la Iglesia. Y esto es lo que no enseña este hombre. Sólo da su
babosidad: no ser celosos, apreciar a los demás en sus dones. Esto es lo
que no enseña San Pablo. Los capítulos 12 al 14 de Corintios es toda la
doctrina sobre el Cuerpo de Cristo. Es una maravilla, pero este hombre
se la pasa por la entrepierna. ¿A quién le importa que el otro se compre
un coche o que gane la lotería? Estos ejemplos no ayudan, para nada,
para ser Iglesia, para ser de Cristo, para poder comprender lo que
significa ser Cuerpo de Cristo.
Bergoglio no puede continuar la obra de los Papas legítimos. No habla como ellos.
Cristo es un solo: «un solo señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas» (1 Cor 8, 6). Sin embargo, Cristo tiene muchos y diversos miembros, que son uno: «así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo» (Rom 12, 5). Y es único cuerpo es una sola realidad con Jesucristo. Los muchos miembros son uno solo: «Jesucristo
todo entero es Cabeza y Cuerpo. Cabeza es el Hijo unigénito de Dios, y
Cuerpo es su Iglesia, el esposo y la esposa, dos en una sola carne» (S. Agustín).
Jesucristo
es la Iglesia: este es lo que somos en verdad. Si los miembros no
pertenecen a Cristo por la fe, no lo imitan por la Gracia, no son fieles
a la manifestación del Espíritu en ellos, esos miembros no son Cristo,
no son Iglesia.
Jesucristo es Su Iglesia, no es la iglesia que se inventan los hombres, con sus vidas, con sus pensamientos, con sus obras.
En
cada miembro de la Iglesia tiene que verse al mismo Jesucristo: si no
se ve, entonces ese miembro no es de la Iglesia, no constituye la
Iglesia.
Por
eso, si en los fieles no hay vida auténtica de fe, sino que viven un
protestantismo un comunismo, un masonismo, propio de la falsa
espiritualidad que predica Bergoglio; si los fieles están obedeciendo,
siguiendo la mente de un hombre que no sabe decir una verdad bien dicha,
que le es imposible predicar lo mismo que Cristo enseño a Sus
Apóstoles, entonces lo que vemos en el Vaticano no es a Jesucristo, no
es la Iglesia Católica, sino una burda representación en la que cada uno
hace su papel para su negocio en esa iglesia.
Si Cristo no vive en cada alma, Cristo no es Iglesia en esa alma.
Cristo
no puede hacer Iglesia en una Roma apóstata de la fe, hereje por los
cuatro costados y que gobierna la Iglesia con un cisma en la cabeza, con
un personaje que obra el cisma en todas partes.
Cristo
hace su Iglesia en los humildes de corazón, en los que trabajan para
quitar sus pecados de su vista, en los que se esfuerzan por seguir las
obras que el Espíritu realiza en todas partes, porque «hemos bebido del mismo Espíritu».
Es
el Espíritu el que lleva a toda la Iglesia, a todo el Cuerpo Místico, a
ser el mismo Cristo; que cada alma sea otro Cristo. Esa es una obra del
Espíritu y sólo del Espíritu. No es una obra del alma. Los hombres no
tienen que unirse para ser Iglesia, para ser Cuerpo de Cristo.
No hay unirse a Bergoglio para estar en comunión con toda la Iglesia. La Iglesia no se hace en el lenguaje de los hombres.
Jesucristo
es la Iglesia: la Iglesia se hace en la manifestación del Espíritu en
cada alma. Y en Bergoglio no se da la manifestación del Espíritu de
Dios, sino que se da la obra del Enemigo de la Iglesia, de las almas. Es
un falso profeta, al cual no es posible unirse para ser Iglesia.
Quien se una a él no pertenece a la Iglesia Católica, no se de Jesucristo, sino que es del demonio.
Bergoglio
no enseña lo que es Jesucristo; luego tampoco enseña lo que es la
Iglesia, el Cuerpo de Cristo. No hay obediencia a la mente de Bergoglio.
No hay sometimiento a los mandatos de Bergoglio en la Iglesia. No se
puede obedecer a un hereje. No se puede. Aunque el mundo lo aclame,
sigue siendo hereje. Aunque los católicos tibios y pervertidos hagan una
fiesta de este hombre, sigue siendo hereje. Aunque la Jerarquía se
someta a él, sigue siendo un hereje.
Y Cristo no es hereje. Cristo es la Verdad. Y la Iglesia de Cristo es la obra de la Verdad, no es la obra de la herejía.
Todos
están contentos con una iglesia de herejía, que lleva a la apostasía de
la fe. Todos cabalgan en sus lenguajes humanos, pero nadie quiere dar
la fe. Nadie comunica la fe en Cristo. y, por tanto, nadie constituye la
Iglesia de Cristo. Ahora mismo, en Roma, hay una falsa Iglesia con un
falso Cristo. Es un falso cuerpo de Cristo: un conjunto de hombres que
buscan un bien común, el de ellos, el de su comunismo, movidos por un
falso amor al prójimo; un amor que no se apoya en Cristo, en las
virtudes de Su Corazón Divino, sino que sólo se apoya, se refugia en los
hombres, en las mentes de cada uno que forma esa falsa iglesia.
Por
tanto, si quieren salvarse, sólo tienen que renunciar a todo lo que ven
en Roma y en sus parroquias, porque eso no es Jesucristo, no es la
Iglesia. Sólo es el camino, bien preparado, para condenar a muchos con
bellas y blasfemas palabras.