Que en este caso, la muerte sea el final
Ya
van cuatro años. La muerte, impiadosa como de costumbre, se lo llevó en
la hora más tenebrosa que él había pergeñado, se lo llevó dejando
encaminado su proyecto que consistía -consiste- en un país desquiciado,
donde el futuro es una entelequia para ilusos, donde doce millones de
argentinos pobres saben, o mejor dicho, no saben que para ellos no hay
lugar en el “modelo”, que son solo carne de urna que se compra en el ara
corrupta de un mercado de pulgas y que tienen marcado su destino por la
muerte por sobredosis, la muerte en una guerra de patotas o la muerte
bajo las balas policiales.
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Hace cuatro años se lo llevó la muerte dejándonos a los argentinos
como herencia, revanchas, enfrentamientos y mentiras. Levantó, aunque el
relato diga lo contrario, un país para ricos ya que hoy en Argentina
seguridad, educación y salud son solo palabras que tienen validez en la
medida que estén respaldadas por una billetera poderosa. A quienes
carezcan de este instrumento -los doce millones del inicio y unos
cuantos más- el modelo solo les ofrece las incertidumbre de como han de
vivir en inseguridad, una escuela pública que se cae a pedazos u
hospitales sin sábanas, gasas o anestesia.
Hace cuatro años se lo llevó la muerte sin poder en ocho años cumplir
las acostumbradas promesas que había arropado en su conciencia
mentirosa: las 700.000 viviendas, los 5.000 kms de autopistas, las
recuperación de los FF.CC., pero dejó armado lo que nunca nadie le había
pedido, la destrucción de las FF.AA., la persecución de los que
cumpliendo su deber defendieron a la Patria de la agresión marxista y
por sobre todo, el veneno de su resentimiento.
Hace cuatro años se lo llevó la muerte y sólo puedo recordarlo -entre
tantos que mueren diariamente por su política de delincuencia,
corrupción y odio- por todo el daño que a conciencia le hizo a la
Argentina.
Pero, hace cuatro años se lo llevó la muerte y hoy eso es suficiente.