“Los Monos se perfilan como el primer Cartel argentino”
En un diálogo con DEF, la socióloga
Laura Etcharren, especialista en la materia, se refiere a la
problemática del narcocrimen y el definitivo desembarco de las maras en
nuestro país. Un análisis en profundidad de las características de este
“combo” violento que amenaza a la sociedad argentina.
-¿Cómo podemos diferenciar a las pandillas juveniles del fenómeno mucho más profundo y preocupante de las “maras”?
-Las pandillas son agrupaciones de
jóvenes que encuentran, dentro de este colectivo, un espacio de
pertenencia donde poder interactuar.
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Experimentan un poder que individualmente no tienen y en el grupo empiezan a sentir una mayor fortaleza y un mayor espacio de contención. Las pandillas tienen una inclinación al delito menor y al narcomenudeo. El proceso de transición hacia las “maras” comienza en el momento en que esas pandillas empiezan a ser divisadas por sectores de las fuerzas de seguridad que están vinculados al delito. Estos sectores se encargan de detectar cuáles de los integrantes de esas pandillas tienen aptitudes tanto físicas como mentales y ganas de trascender el primer eslabón del crimen organizado. En el caso de Centroamérica, este proceso se dio de la mano de grupos conformados por exintegrantes de ejércitos de élite, como ocurrió en México con Los Zetas y en Guatemala con los Kaibiles. En el caso de la Argentina, el proceso de transición se da a partir de la cooptación de estos jóvenes por efectivos exonerados de la policía y también por algunas bandas narcos que se encuentran en formación, con una mayoría de integrantes provenientes de Colombia, México, Perú y Paraguay.
-¿Por qué El Salvador, Guatemala y Honduras aparecen como los escenarios de mayor afincamiento de las “maras”?
-Honduras, Guatemala y El Salvador
conforman el denominado “Triángulo Norte”. En realidad, el proceso
propiamente dicho de conformación de las “maras” se inició en la
frontera entre México y EE. UU., cuando los tres países centroamericanos
mencionados vivían inmersos en guerras civiles. Estos jóvenes
comenzaron a reunirse con otros inmigrantes de su misma nacionalidad.
Cuando terminaron las guerras civiles, empezaron a ser deportados tanto
desde EE. UU. como desde México, y volvieron a sus países de origen,
teniendo ya una impronta delictiva de organizaciones criminales que
estaban actuando en la frontera mexicano-estadounidense, que es bastante
conflictiva en materia armada y de adoctrinamiento paramilitar.
-¿Cómo están organizadas las “maras” y cuál es su distribución geográfica?
-Tienen distintas células o clicas. Hoy,
además de en el Triángulo Norte, existen “maras” operando en México, en
EE. UU., en Canadá, en Australia y en España, siempre a partir de un
desplazamiento de violencia como consecuencia del rebote por las medidas
de seguridad que se fueron implementando en Honduras, Guatemala y El
Salvador. La región nunca operó conjuntamente contra las “maras”, razón
por la cual cuando alguno de los países lanzaba un plan, estas emigraban
a otras zonas. El problema es que hay una gran confusión entre
pandillas y “maras”. Cuando se empieza a atacar a las pandillas, las
“maras” siguen proliferando porque cuentan con el aval de las grandes
estructuras del poder económico vinculadas al narcotráfico. También se
empieza a ver una connivencia con la política. En su momento hubo un
pacto tácito entre los gobiernos para frenar la violencia, pero en
realidad se trató de un freno visual; lo que hicieron fue descentralizar
la violencia, que fue llevada desde los centros urbanos hacia los
suburbios.
-¿Cuál es el rol de la mujer en las “maras”?
-La vida de la mujer dentro de las
“maras” es muy efímera. La mujer es muy bastardeada y se la usa para la
“tercerización” de trabajos; en esta fusión con el narcotráfico, pueden
trabajar como “mulas” o ser utilizadas como señuelos. Además son
violadas, maltratadas. El tema de las “maras” y el narcotráfico está muy
vinculado al feminicidio. Es una vida muy efímera y muy penosa, pero en
el momento de actividad las mujeres son muy funcionales a todo este
proceso.
-¿Cómo entra en juego el narcotráfico?
-Todos los países en los que se
desarrolla el fenómeno de las “maras” son países donde, en mayor o menor
medida, existe un mercado narco. Cuando la pandilla trasciende, de la
mano de los narcotraficantes, las “maras” se comienzan a formar,
empiezan a recibir apoyo económico y entrenamiento para la utilización
de armas. Después se genera toda una cadena de traiciones y, una vez que
se forman, esas maras rompen con los narcotraficantes, o se quedan y se
genera una fusión que yo denomino “narco-maras”. En esa fusión se
vuelven más sofisticadas, y se convierten en subordinadas de los
narcotraficantes. En esa interacción hay una “tercerización” de las
actividades delictivas de las bandas narcos, o lo que ya sería el
estadio superior que es el cartel, el último eslabón del crimen
organizado.
ARGENTINA: ¿PRIMEROS GÉRMENES DEL FENÓMENO “NARCO-MARA”?
-En tu libro Esperando las maras, hablabas de un “estado embrionario” del fenómeno en nuestro país. ¿Cuál es la situación actual?
-Argentina fue, hasta la década del 90,
un territorio netamente de consumo de droga, donde había un testeo del
mercado para ver cómo funcionaba la construcción económica, social y
política del país. El tema del narcotráfico propiamente dicho comenzó a
observarse en el año 2000, cuando empezaron a conformarse las pandillas.
La crisis de 2001 trajo aparejado un cambio de paradigma y allí surgió
el estado embrionario de “maras”. Hoy ya somos un país “narco-mara”.
Aquí tienen cabida todas las vertientes del crimen organizado y, en
cuanto al eslabón que le falta, que es el cartel, ya tenemos una banda
como la de Los Monos (en Rosario), que se perfila como el primer cartel
de la Argentina. Es la banda que mejor supo importar la metodología de
los carteles mexicanos y colombianos, con los “narcotúneles”, las
“narcopalomas” y una gran alianza con los exonerados de la Policía y con
la mala Policía. En Rosario se ha dado un enfrentamiento entre dos
bandas: Los Monos y Los Garompa. El territorio lo supieron ganar Los
Monos.
-¿Qué ocurre en la provincia de Buenos Aires con este fenómeno “narco-mara”?
-En la provincia de Buenos Aires no hay
una disputa territorial. El dominio del territorio lo tienen los
exonerados y una fracción de la Policía Bonaerense inclinada al delito.
En el partido de La Matanza, tenemos la primera célula de la mara
Salvatrucha, fundada entre 2005 y 2006 por un salvadoreño que llegó a la
Argentina y recibió una marginalidad compuesta por jóvenes que fueron
adoctrinados y reunidos por exonerados de la Bonaerense. Hoy funciona en
Rafael Castillo y se desplaza entre la San Petersburgo y Puerta de
Hierro, que son barrios que tienen una arquitectura parecida al barrio
obrero pero el funcionamiento de una villa. Esta célula de la mara
Salvatrucha ya se desplazó al partido de Morón. Y tenemos en el partido
de San Martín, en Villa Corea, la primera “mara” local formada solo por
argentinos.
-¿Cuál es la situación en la ciudad de Buenos Aires?
-En la ciudad de Buenos Aires, hay una
fuerte penetración de bandas de narcos peruanos y paraguayos, que actúan
siempre con una base local. En el caso de las bandas peruanas, dominan
en la villa 1-11-14; mientras los paraguayos son dominantes en la 20;
hay un “combo” en la villa 21-24; y una fuerte presencia en la Fraga, la
villa que no tiene ningún tipo de control y es una de las que más
creció, junto con la Villa 31 y la Zabaleta. En la Fraga hay un
contingente de “narcos” peruanos que pactaron una alianza con quienes
dominan en la 1-11-14.
-¿Cómo es la distribución geográfica del fenómeno “narco” en Argentina?
-Tenemos un centro del país, que es el
campo de acción del crimen organizado; hay un norte que adoctrina; y un
Sur –la Patagonia– donde se lava el dinero. El adoctrinamiento de
menores en riesgo en el norte tiene que ver con una célula del cartel de
Los Zetas, que cuenta con un territorio suficientemente amplio e
impenetrable entre Jujuy y Salta, donde está adoctrinando menores para
atender los kiosquitos o búnkers de venta de droga y, si están muy bien
adoctrinados en el manejo de armas y físicamente, se los puede utilizar
para custodiar esos búnkers, sobre todo en Rosario.
-¿Qué ocurre con las rutas por donde transita la droga?
-La ruta “narco” por excelencia es la
34, pero no hay que olvidarse de la ruta 9, que hace un enlace con la
34. En ese contexto, Santiago del Estero es muy importante porque ahí
también hay adoctrinamiento de chicos y funcionan bandas “narcos”. Toda
la droga que viene del norte hace una parada en Santiago del Estero y es
trasladada sin escalas a la provincia de Buenos Aires.
-¿Cómo ves el caso de Nordelta?
-Nordelta ha quedado estigmatizado: se convirtió en un country ideal para hacer show on televisivo
o “terrorismo mediático”. Es cierto que hay una fuerte presencia de
familiares de personas vinculadas al narcotráfico. Por lo general, así
como las villas se transformaron en “narco-villas”, los countries se transformaron en “narco-countries”.
Ahí no se maneja el “narcomenudeo”, sino que se trata de lugares de
reposo y asentamiento de las cabezas de los carteles o de las células
que están funcionando en la Argentina. Hay que prestar atención también a
las maras que están funcionando en la zona sur, viniendo de Mar del
Plata por la ruta 2. Ahí también hay un importante espacio vinculado a
personas que manejan las bandas “narcos”.
-¿Cuál es tu análisis de los ajustes de cuentas entre “narcos” colombianos que se han venido repitiendo en nuestro país?
-Los narcos colombianos, que por alguna
razón no pueden seguir operando en Colombia, encontraron en Argentina un
espacio propicio para poder ampliar el mercado. Acá se disputan el
territorio. Lo más estratégico para ellos es hacer una fusión con la
base local, pero no todos lo logran. Hay una movida vinculada a los
ajustes de cuenta y también se han “importado” las extorsiones, algo que
sucedía hace 20 años en Guatemala y que trasciende los secuestros
extorsivos. Ya hay gente en la provincia de Buenos Aires que tiene que
pagar un peaje para ingresar a su barrio, o los kioscos y minimercados
que tienen que entregar parte de sus ganancias a una “mara” o a una
célula locales para que no les destroce el comercio.
¿ES POSIBLE HACER FRENTE AL FLAGELO DE LA NARCOCRIMINALIDAD?
-¿Creés que es posible enfrentar este flagelo o tendremos que acostumbrarnos a convivir con él?
-Para enfrentar al narcotráfico, la
lucha hay que hacerla a nivel mundial, con cada región articulando su
propio plan y actuando coordinadamente con otros países. Nosotros
tendríamos que actuar coordinadamente con Uruguay y Chile, países que
supieron controlar este fenómeno. En el corto y en el mediano plazo, lo
que tenemos que hacer es contener el fenómeno del narcotráfico y de las
“maras”. Así como les dimos la oportunidad de crecer al amparo de la
marginalidad, la connivencia y la omisión, que también es connivente,
tenemos que darles algo mucho más importante para que se retiren. ¿Cómo
actuar? Con medidas preventivas, a partir de la educación, podemos
evitar la conformación de pandillas y así les recortaríamos a las bandas
“narcos” o a los malos policías parte del mercado. Hay que actuar desde
la contención: evitar que se sigan formando pandillas para trascender a
“maras”, y evitar la penetración que viene de otros países. Hoy por
hoy, tal como está planteada, la lucha contra el narcotráfico es una
ficción.
-¿Cuáles son tus críticas a las
propuestas de despenalización del consumo de drogas, que se han venido
barajando en nuestro país?
-Es una irresponsabilidad muy grande y
una gran vulgaridad intelectual. Plantear la despenalización, en el
contexto actual, es no conocer cuáles son los brazos armados del crimen
organizado que están funcionando en Argentina. Es posible hablar de
despenalización en sociedades en las que no existe esta gran máquina de
marginalidad que hay en la Argentina. Nosotros tenemos una gran masa
poblacional que no trabaja; son parias que no tienen ningún tipo de
cultura del trabajo ni educativa. Por esa razón, la tendencia a
inclinarse al delito es grande porque encuentran allí una remuneración
mucho más suculenta que lo que podría ser un trabajo normal. El problema
es que el costo, a mediano plazo, es muy alto porque se convierten en
una herramienta humana totalmente residual. Les sirve a los “narcos”
para “tercerizar” ciertos trabajos y para el “narcomenudeo”. Si pensamos
el tema del narcotráfico en términos de sustancias, no estamos
entendiendo el fenómeno. La verdadera génesis del narcotráfico tiene que
ver con el lavado de dinero.
-¿Cuál es tu opinión sobre la baja de imputabilidad de los menores?
-El tema de la baja de la imputabilidad
tiene que ir acompañado de un montón de medidas y realizarse en el marco
de un debate interdisciplinario. Eso solo no soluciona el tema. Hay que
cuidar a los chicos que nacen de padres marginales que están vinculados
a la droga. No podemos criminalizar un chico que nació en el seno de la
marginalidad. Pero también es cierto que no podemos tener esta
permanente entrada y salida de menores delincuentes de las comisarías,
quienes han perdido totalmente la escala de valores y han naturalizado
el crimen y la muerte. Hay incluso una jactancia del crimen; hay una
foto que publiqué en mi blog (soclauraetcharren.blogspot.com.ar), donde se ve el arma de un menor detenido con un texto estampado en ella que dice: “Dios te da la vida y yo te la quito”.