SÍNODO: ¡NOS HACE LA PICHA UN LÍO!
Con
perdón. Pero es un artículo verdaderamente “cachondo” en la mejor vena
de su autor, que ve el Sínodo y a los obispos “cegatos como topos” por
no decir “fornicarios” con el poder del mundo, usando la imagen
apocalíptica Joannea. ¡SÍNODO : ¡PURO SERVILISMO! Una inclinación ante
el poder del mundo que apenas puede representarse en imágenes. Con todo
les dejo una.
UN LÍO SINODAL
Juan Manuel de Prada
Día 25/10/2014 [ABC]
Día 25/10/2014 [ABC]
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Puesto que todas las personas, como
criaturas de Dios, tienen dones y cualidades valiosos, ¿a qué se debe
esa mención especial a los homosexuales?
A los católicos se nos pidió que hiciéramos lío, pero de momento sólo han conseguido que nos liemos; y un cachondo podría añadir incluso (y no le faltaría razón) que nos han hecho la picha un lío. En la relación del sínodo sobre la familia y otras finas hierbas se leen perogrulladas y sofismas de este jaez: «Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana». Para descubrir la naturaleza a la vez perogrullesca y sofística de la afirmación, basta sustituir «homosexuales» por «gordas», «negras», «rubias», «dedicadas al cultivo del champiñón» o «con úlcera gástrica»; cualquier epíteto o sintagma, en fin, que complemente al sustantivo «personas» sirve, de donde se desprende que cualquier persona puede tener (¡para dar y tomar!) dones y cualidades muy provechosos para la comunidad cristiana; y muy especialmente para sus obispos, que antaño tenían visión de águila (como su etimología indica), pero que hogaño parecen cegatos como topos, o tal vez sea que estén lanzando patéticos guiños de puta vieja a la corrección política. A esto, en el lenguaje del Apocalipsis, se le llama fornicar con los reyes de la tierra; en lenguaje evangélico, dar al César lo que es de Dios; y, en román paladino, rendir pleitesía al mundo.
A los católicos se nos pidió que hiciéramos lío, pero de momento sólo han conseguido que nos liemos; y un cachondo podría añadir incluso (y no le faltaría razón) que nos han hecho la picha un lío. En la relación del sínodo sobre la familia y otras finas hierbas se leen perogrulladas y sofismas de este jaez: «Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana». Para descubrir la naturaleza a la vez perogrullesca y sofística de la afirmación, basta sustituir «homosexuales» por «gordas», «negras», «rubias», «dedicadas al cultivo del champiñón» o «con úlcera gástrica»; cualquier epíteto o sintagma, en fin, que complemente al sustantivo «personas» sirve, de donde se desprende que cualquier persona puede tener (¡para dar y tomar!) dones y cualidades muy provechosos para la comunidad cristiana; y muy especialmente para sus obispos, que antaño tenían visión de águila (como su etimología indica), pero que hogaño parecen cegatos como topos, o tal vez sea que estén lanzando patéticos guiños de puta vieja a la corrección política. A esto, en el lenguaje del Apocalipsis, se le llama fornicar con los reyes de la tierra; en lenguaje evangélico, dar al César lo que es de Dios; y, en román paladino, rendir pleitesía al mundo.
Puesto que todas las personas, como criaturas de Dios, tienen dones y
cualidades valiosos, ¿a qué se debe esa mención especial a los
homosexuales? ¿Acaso se insinúa que, por el hecho de serlo, son personas
más dotadas y cualificadas que el resto de los mortales? ¿Se pretende
afirmar que, por ser homosexual, una persona se libra de ser envidiosa,
soberbia, vulgar, aburrida, soplagaitas o tonta del culo? Una frase tan
perogrullesca y sofística, tan meliflua y delicuescente, sólo revela un
afán majadero, como de gozquecillo que menea el rabo, por halagar
servilmente la mentalidad de la época, por ofrendar incienso al César;
y, además, elude de forma blandulosa y pusilánime la llamada a la
conversión de Cristo, que sin duda descubrió cualidades y dones
valiosísimos en la mujer adúltera, a la que sin embargo dijo: «No peques
más».
Pero, ¡vaya si hay homosexuales llenos de dones y cualidades! Por la
pluma de algunos habla el Espíritu Santo; y convendría que los obispos,
en lugar de leer mamarrachadas kasperosas, se dedicaran a leer a estos
homosexuales egregios, para liberarse de la degradante esclavitud de la
corrección política. Pier Paolo Pasolini, por ejemplo, en sus Escritos
corsarios, se revuelve contra los cínicos y los moderaditos que han
pretendido adulterar el sentido radical de la célebre frase evangélica
«Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»: «Porque
lo que Cristo quería decir no podía ser, de ningún modo, “complácelos a
ambos, no te busques problemas, concilia los aspectos prácticos de la
vida social con tu vida religiosa, procura nadar y guardar la ropa
estando a bien con los dos, etcétera”». También podrían leer estos
obispos del sínodo aquel pasaje sublime del De profundis en que un Oscar
Wilde arrepentido de sus pecados pretéritos afirma: «Claro está que el
pecador ha de arrepentirse. Pero, ¿por qué? Sencillamente porque de otro
modo no podría comprender lo que ha hecho. El momento del
arrepentimiento es el momento de la iniciación. Todavía más: es el medio
por el que uno altera su pasado. Los griegos lo tuvieron por imposible.
A menudo dicen en sus aforismos: “Ni los dioses pueden alterar el
pasado”. Cristo demostró que el pecador más vulgar podía hacerlo. Que
era justo lo que podía hacer».
Pasolini y Wilde: dos homosexuales llenos del don divino de decir verdades como puños. Algunos liantes con solideo deberían aprender de ellos.