LOS PEORES
El peor gobierno de la historia por María Zaldívar
El kirchnerismo ha sido el peor gobierno de la historia. Hay una comprobación sencilla que lo demuestra y es que logró sacar de la sociedad su costado más mezquino. Porque, ¿cuál es la función de las instituciones políticas sino todo lo contrario? ¿No elegimos autoridades para que ordenen la convivencia de modo tal que cada uno se desenvuelva lo mejor posible? ¿Qué mayor obligación tienen los funcionarios que la de proveer el marco dentro del cual cada individuo alcance sus objetivos de vida?
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Si no, ¿para qué otra cosa sirve el Estado? En este sentido, el kirchnerismo tiene bien ganado un aplazo con el cero de épocas pasadas, el uno de nuestra generación o el cuatro de Daniel Scioli. El eufemismo es lo de menos. Su fracaso es rotundo y absoluto. No fue el ordenador de nada sino el motor del caos, del enfrentamiento, de los malos modales y las peores conductas. El kirchnerismo es el ejemplo más acabado de lo que no hay que ser ni hacer. Nunca y bajo ninguna circunstancia. Porque la Argentina ha tenido administraciones espantosas. Cada siglo produjo personajes nefastos: el XIX, a Juan Manuel de Rosas; el XX, a Juan Domingo Perón y el XXI, a los Kirchner. Pero en los dos primeros casos hubo una consecuencia positiva y fue la reacción de importantes sectores de la sociedad que respondieron con coraje a la arbitrariedad estatal. Y de esas posturas inquebrantables a favor de la república y la libertad surgieron las persecuciones políticas. Rosas como Perón hostigaron personas, cerraron diarios, pisotearon instituciones y leyes pero debieron recurrir a los peores instrumentos para acallar a los opositores porque la reacción ante el atropello y el abuso de poder fue inmediata y contundente. De sus salvajadas guarda la historia debido registro en los muertos, los presos políticos y los exiliados. El kirchnerismo no necesitó perseguir a nadie. Un leve empujón alcanza para torcer voluntades o alquilarlas. No hay un diario "La Prensa" en este siglo. Ni Sarmiento, Alberdi o Echeverría. No hay exiliados porque no hay adversarios sino apenas tibios "opinónologos" y "diagnosticólogos" que describen femeninamente la realidad como si fueran espectadores. Faltan figuras que le disputen el protagonismo a los K. Faltan agallas y convicciones en la dirigencia argentina; en los políticos, faltan a raudales, pero también en la justicia y en los empresarios. El capital es cobarde en el mundo entero pero en nuestro país, además es inmoral. Juega a seguro, busca el calor del Estado para hacer negocios. Por una prebenda aplaude cien desaciertos. La justicia es justa muy cada tanto; en los entretiempos es una vergüenza. Y en la cultura, ni hablar. No hay artistas, estudiantes ni intelectuales comprometidos con la defensa de la república que denuncien a viva voz el cercenamiento paulatino de nuestras libertades. Y en la sociedad falta dignidad; la suele canjear por un subsidio o un nombramiento dentro de la burocracia estatal. Todo lo vuelve relativo, opinable y arbitrario para que la realidad se acomode a la inconducta o la agachada. A Sergio Massa no se le perdona su paso por la administración de Cristina Kirchner mientras se justifica el de Patricia Bullrich por las de Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Gustavo Beliz, Elisa Carrió, Fernando De la Rúa y Mauricio Macri. La gente no reconoce que la verdad, la decencia, el bien y el mal son principios absolutos. Saca conclusiones por comparación: "Robando, al lado de estos los menemistas fueron Heidi"; y se conforman. Para cada problema, el kirchnerismo tiene una solución kirchnerista; hace lo que dijo la Presidente que pasaba con los goles: si las estadísticas no acompañan el relato oficial, desaparecemos los números; si los alumnos cada día son más burros, desaparecemos el aplazo; si los casos de corrupción involucran más y más funcionarios K, desaparecemos los procesos judiciales; si la delincuencia y el narco ganaron las calles y esto ya se parece al "far west", desaparecemos la política de seguridad; si la inflación no da respiro y se niega a aflojar, desaparecemos la libertad de comercio. El kirchnerismo tiene tan la sartén por el mango que dice lo que se le ocurre porque sabe que no hay reacción. Es más, inclusive nos advirtió que "vienen por todo". Por eso Máximo Kirchner se atreve a sugerir llevarse puesta la Constitución Nacional otra vez para que su madre se eternice en el poder; por eso ya ni se disimula el enjuague entre la política y las "barras bravas" del fútbol. El kirchnerismo controla tanto la situación que hasta elige su propia oposición. Por eso es el peor gobierno de la historia. Porque pone en evidencia la miseria del sistema y nos deja sin margen para el elogio, que es casi como decir, sin margen para, aunque más no sea, una velada esperanza.