domingo, 19 de julio de 2015

DOS PAPAS EN ROMA: UNO VERDADERO; OTRO FALSO

 DOS PAPAS EN ROMA: UNO VERDADERO; OTRO FALSO
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Dos Papas en Roma: uno, que es falso, llamado Bergoglio; otro, que es el verdadero, el Cristo en la tierra, llamado Benedicto XVI.
El que obedezca a Bergoglio no tiene parte en la obra de la Redención de Cristo; es decir, desprecia la Misericordia y tiene una espada de Justicia colgando de su cabeza. Camina hacia la condenación eterna. Vive como un demonio encarnado.
El que obedezca a Benedicto XVI, que es el Vicario de Cristo, se puede salvar porque se somete a la Cabeza que ha puesto el Espíritu Santo en la Iglesia. La salvación está en la obediencia al Papa verdadero.

El Papa es el que es enviado para conquistar las almas perdidas en el pecado. La persona y el ministerio del Papa tienen un significado salvífico: al igual que Cristo vino para librar a los hombres de la pena y muerte del pecado; así todo Papa realiza la misma función. Es el camino para que los hombres vean dónde está la única verdad, la inmutable, la que nunca pasa, y así puedan obrarla y vivirla en sus vidas humanas.

Y sólo la Verdad es la que libera al hombre del pecado. Sólo la Verdad es la que salva al hombre.

Obedecer al Papa es ser libre, no es estar esclavo del pecado, es batallar contra el demonio, es obrar lo divino en lo humano.

No obedecer al Papa es caer en las garras del demonio y vivir sometidos a todo pecado.

La fe es obediencia. Y obediencia a la verdad. Y sólo el Papa da la Verdad. Tiene esa misión: es el que defiende la verdad y la muestra como camino de salvación.

El Papa es el que une en la verdad porque es la Roca de la Verdad. Y, por eso, ningún Papa puede caer en la herejía, porque Cristo levanta Su Iglesia en la Roca de la Verdad, que es Pedro y sus sucesores legítimos.

Esta es la fe que todo católico debe profesar. Aquel que juzgue y condene a un Papa, automáticamente, sale fuera de la Iglesia.

Ningún alma puede salvarse, aunque siga toda la tradición, todo el dogma, todo el Evangelio, si no obedece al Papa reinante.

El Papa reinante es, en estos momentos, Benedicto XVI: es el que tiene el Primado de Jurisdicción, es decir, el Poder Divino en la Iglesia. Es el que tiene las llaves del Reino de los Cielos.

El Papa que reina es el que posee el Primado de Jurisdicción; el Papa que gobierna es el que ejerce ese Primado en Roma.

Benedicto XVI dejó de gobernar en Roma, pero no dejó el Primado, su reinado, las llaves. Sigue siendo el Papa, aunque no gobierne la Iglesia. Él no renunció a la Elección Divina sobre su persona; pero sí renunció al gobierno de la Iglesia.

No se puede gobernar con herejes. Hay que marcharse. Hay que dejar que los herejes pongan su hombre hereje y gobiernen la Iglesia como ellos quieren.

La Iglesia se gobierna con el Poder Divino que tiene el Papa Benedicto XVI. No se gobierna con el poder humano que le han dado a Bergoglio, el hombre de las mil caras.

Y si la Iglesia sigue a un hombre que no tiene el Poder Divino, se pierde necesariamente en la mente de ese hombre y es culpable de tres cosas: de herejía, de cisma y de apostasía de la fe.

Dos Papas: uno, con un poder humano, Bergoglio; otro, con el Poder Divino, Benedicto XVI.

Todo cuanto haga Bergoglio es nulo para Dios y para la Iglesia. Todo cuanto haga Benedicto XVI es válido para Dios y para la Iglesia.

Cada alma tiene que elegir entre los dos: no se pueden seguir a los dos, al mismo tiempo.

No se puede decir: como ya había cosas que con Benedicto XVI se estaban estudiando, lo que aprueba Bergoglio vale. Esto no se puede decir. Juan Pablo II sigue siendo Beato, aunque su proceso de canonización ya estaba listo. Como no fue canonizado por el Papa verdadero y legítimo, Benedicto XVI, no tiene validez su canonización. Un hereje no posee el Poder Divino para sellar una canonización. Así, todo lo demás, ya sean anulaciones de matrimonios u otras cosas que venían del Papa Benedicto XVI.

La Iglesia Católica descansa sólo en el Papa legítimo y verdadero: Benedicto XVI. La Iglesia sólo está en el Papa verdadero. No puede estar en un falso papa.

No se hace la Iglesia buceando en la herejía. No se es Iglesia alimentándose de herejías. No se levanta la Iglesia con el sello de un hereje.

En Roma, se está levantando otra estructura de iglesia, la cual se apoya en un gobierno horizontal, regido por la ley del hombre, la ley de la gradualidad; con una doctrina llena de fábulas, sacadas de la masonería, del marxismo y del protestantismo. Esta nueva iglesia no tiene ningún conocimiento de la verdad, ninguna sabiduría divina, sino que es un sincretismo religioso: en ella todo vale y nada tiene valor sagrado, divino, santo.

Jesús ha abierto la puerta de la vida eterna. Y dejó las llaves de esta puerta al Apóstol Pedro y a todos los que le han sucedido y le sucederán hasta el juicio final.

No se acaba el Papado con Benedicto XVI, sino que se sublima, se transforma.

El Papa Benedicto XVI es el último Papa verdadero antes del fin de los tiempos. Con él se acaba un tiempo: el tiempo en que las almas han sido redimidas.

Pero, tiene que abrirse otro tiempo: el Milenio, en donde se verá la redención de los cuerpos.

Muchos cojean en su fe: sólo ven dos venidas de Cristo. La primera, como Redentor; la segunda, como Juez. Y anulan la venida intermedia: Jesús viene como Rey de reyes y Señor de señores. Y viene para reinar mil años, aquí en una tierra totalmente renovada y purificada.

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él por mil años» (Ap 20, 6).

Esta Verdad Revelada a muchos se les atraganta, porque tienen una mentalidad dogmática, que les impide bucear en la inteligencia del Espíritu.

Ellos suelen resolver esta Palabra de Dios en los mártires de los primeros siglos, en que ellos reinaban en la Iglesia con Cristo, y con Él regían la Iglesia. Después, vino la época oscura del Renacimiento hasta nuestros días. Y lo que se ve es ya el juicio final.

Esta interpretación es, claramente, una necedad. Pero así piensan muchos teólogos, que amarrados a su dogmatismo, se quedan ciegos para poder comprender la Mente de Dios.

Muchos católicos se vuelven fariseos cuando se habla del Milenio: empiezan a sacar sus argumentos racionales y dogmáticos, ocultando la verdad de lo que ha sido revelado.

Benedicto XVI cierra un tiempo del Papado. Y lo ha cerrado con una Cruz: un Papado que le ha llevado a vivir el desprecio de los suyos en el gobierno de la Iglesia.

Los Cardenales y Obispos han osado tocar a Cristo en la tierra: lo han juzgado y condenado; se han rebelado en contra de él, y le han hecho la vida imposible en su Papado. Para esa Jerarquía tiene que venir la mayor ruina, el mayor castigo: han despreciado la Verdad en un Papa; ahora, se quedan ciegos para siempre y sólo pueden ver la mentira en un falso papa y seguirla de forma necesaria.

Los Obispos y los sacerdotes son otros Cristos sólo si están unidos al Romano Pontífice: si le ayudan en su gobierno en la Iglesia, si siguen su pensamiento. Pero si desobedecen al Papa hasta el punto de hacerlo renunciar de su Papado, entonces esos Obispos y sacerdotes son sólo demonios encarnados. Y así tienen que ser tratados por toda la Iglesia.

No hay respeto ni reverencia a aquella Jerarquía que busca el orgullo del poder humano en la Iglesia. No se puede obedecer la mente de los hombres en la Iglesia. No hay ningún respeto ni ninguna reverencia hacia Bergoglio y sus seguidores en el gobierno de la Iglesia.

Para los verdaderos católicos, lo que diga Bergoglio entra por un oído y sale por otro. No hay que estar ya perdiendo el tiempo con Bergoglio. Porque ya es una pérdida de tiempo el luchar en contra de Bergogio. Ahora, hay que dejarlo en su herejía, en su cisma y en su apostasía de la fe. Y hay que seguir siendo Iglesia, comulgando espiritualmente con el Papa reinante, Benedicto XVI. Hay que despreciar al falso papa que gobierna la Iglesia con un falso gobierno de hombres, de cabezas humanas que sólo miran por lo suyo, por su negocio en la Iglesia.

La Iglesia hay que contemplarla desde Cristo, no a partir de las Iglesias locales, no a partir de Roma. Es Cristo el que ha forjado, en la historia de los hombres, Su propio Cuerpo, que es la Iglesia. Y es Cristo el que sigue forjando, en estos últimos tiempos, Su Cuerpo, aunque Su Papa, Benedicto XVI, no gobierne la Iglesia.

Él sigue teniendo las llaves del Reino de los Cielos: Benedicto XVI reina en toda la Iglesia Católica. Él solo tiene la capacidad de abrir y cerrar el Cielo. Nadie se puede salvar si no obedece al Papa Benedicto XVI. Nadie puede entrar en el Cielo sin pasar por la puerta, que sólo puede abrir el Papa Benedicto XVI.

Esta verdad ha sido anulada por la Jerarquía que gobierna actualmente la Iglesia.

El Episcopado nace sólo del Apóstol Pedro, no de los Apóstoles. De Pedro procede todo el orden clerical. Los Apóstoles son Apóstoles porque Pedro les da el sentido de su vocación divina. Sin la obediencia a Pedro, el Apóstol no tiene ningún sentido que exista.

La Jerarquía del Vaticano sigue la teoría de que el Episcopado deriva de los Apóstoles,  no de Pedro. Por lo tanto, siempre cabe la independencia de Pedro: no someterse a él. De esta manera, se presiona a Pedro, al Papa reinante, para que gobierne con el Episcopado, para que valorice el Sínodo de los Obispos, lo que piensan las múltiples cabezas de la Iglesia. Y así un Papa queda prisionero en su gobierno vertical, y no puede hacer nada que Dios quiera en la Iglesia. El Episcopado no se lo permite.

Así han estado los Papas durante cincuenta años. Y la presión ha sido tanta que Benedicto XVI tuvo que dejar de gobernar. Es imposible gobernar a herejes, a cismáticos y a una Jerarquía que vive la apostasía de la fe.

El Papa Benedicto XVI es Cristo en la tierra y tiene las llaves del Reino de los Cielos. Se obedece al Papa porque tiene las llaves, porque es Cristo en la tierra. No se obedece al Papa porque ejerce un gobierno en la Iglesia.

Muchos católicos caen en este error: como Benedicto XVI no está gobernando, entonces hay que darle a Bergoglio la obediencia.

Jesús levanta Su Iglesia en Pedro, no en Roma. En Roma está el gobierno de Pedro; pero en Pedro está el Poder de Dios, las llaves del Reino de los Cielos. Sin esas llaves, el gobierno en Roma es sólo un poder humano, un gobierno de hombres.

Se ama al Papa Benedicto XVI porque es Cristo en la tierra; porque a través de Él el alma entra en el Cielo.

Se odia a Bergoglio porque es un hombre pagano que deambula, como un demonio, por la tierra buscando sus adeptos; porque a través de él se entra en el infierno.

Dos Papas: uno, pecador, Benedicto XVI; otro, hereje, cismático y apóstata de la fe, Bergoglio. El hereje es un falso papa; el pecador es un verdadero papa.

Muchos católicos sólo se fijan en los defectos del Papa, en sus pecados personales. Y olvidan que se da obediencia a un Papa no por él mismo, sino al Poder Divino que tiene el Papa, a lo que representa el Papa en la Iglesia, que es a Cristo.

Ningún pecado en que caiga un Papa disminuye la Autoridad Divina que posee, ni quita nada a la perfección de la Obra Redentora de Cristo, ni puede anular los Sacramentos, en los cuales se da a las almas la vida de la gracia.

Ningún pecado mortal del Papa reinante produce la sede vacante. La renuncia al gobierno no produce la Sede Vacante.

El Papa tiene la misión de administrar la Iglesia, que son tres cosas: guiar en la Verdad, enseñar la Verdad, señalar el camino de la verdad.

Esta misión no es dañada por ningún pecado mortal o venial que la persona del Papa pueda cometer. En esa persona, disminuirá la gracia, aumentará la culpa, pero no puede perder el Poder Divino, porque este Poder no se mancha con ningún pecado de la persona del Papa.

El Poder Divino no es una cosa, una frase, un sentimiento, unas bellas palabras. Es un carisma en la persona del Papa. Y todo carisma es un Espíritu, es decir, es una inteligencia divina y una voluntad divina.

El Espíritu de Pedro, que tiene todo Papa verdadero y legítimo, está en el Papa aunque peque mortalmente. Su pecado personal no nubla la inteligencia divina que posee por el carisma, ni impide la obra de la voluntad divina.

Un Papa puede pecar mortal y venialmente; pero nunca puede cometer el pecado de herejía. Si un Papa comete ese pecado, eso quiere decir que antes de ser Papa ya era hereje. Y, además, que fue puesto en la Silla de Pedro por los hombres, no por el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nunca puede elegir como Papa a un hombre que tenga el pecado de herejía. Eso va en contra de la misma Revelación. La Iglesia se fundamenta en la Verdad, no en la herejía. Y, por eso, Cristo no puede levantar Su Iglesia en el pecado de la herejía. Nunca.

Bergoglio era ya un hombre hereje. Y los herejes no pertenecen a la Iglesia Católica. Luego, Bergoglio no pudo haber sido elegido Papa por el Espíritu Santo. Fueron los hombres los que lo pusieron en ese cargo: lo pusieron como falso papa. Y él tomó el nombre de Obispo de Roma para organizar una nueva estructura de iglesia en Roma.

Bergoglio no es Papa. Es un falso Papa; es decir, es un hombre que usurpa el Papado para obrar su negocio en la Iglesia.

Es un hombre que levanta un falso papado, un falso gobierno, en el que muchas cabezas son las que deciden el destino de la iglesia.

Bergoglio, al no ser Papa, es sólo un hombre de ideas políticas, que pone por obra con un poder humano, el que le dieron los que lo elevaron a ese cargo. Ese poder humano es un poder masónico, que está basado sólo en una ley: la ley de la gradualidad.

Los masones gobiernan de grado en grado. Ellos tienen su propia jerarquía abominable, la cual nace del pensamiento humano. Buscan la idea más perfecta de todas las mentes. Y ésa es la que se impone a los demás. Quien quiera alcanzar el grado de esa idea perfecta, tiene que renunciar a muchas cosas para poder servir a esa idea, que sólo está en la mente del hombre, no en la realidad de las cosas. El masón vive el idealismo puro: se inventa su vida, sus obras, su dios, su religión, su salvación, sus castigos, sus normas de moralidad, sus gobiernos, etc… Construye su vida de acuerdo a su ideal mental. Construye su realidad como está en su mente, no como está en la realidad. Por eso, todo masón vive imponiendo su idea y habla lo que el otro quiere escuchar, para llevarlo siempre a su idea.

Esto es lo único que hace Bergoglio. Por eso, Bergoglio entretiene a todo el mundo y vive imponiendo su idea. Es un gran orgulloso. Y los que están a su alrededor conocen este orgullo. Bergoglio es putrefacción mental. Sólo hay que leer sus escritos para darse cuenta del sueño que vive ese hombre, del vacío en que se encuentra su vida, de la testarudez con que invoca su pensamiento para justificarse a sí mismo de que vive bien.

Bergoglio vive su vida dando vueltas a su pensamiento humano. Y no puede salir de ese rodeo. Sólo ve lo que él piensa. No puede detenerse en el pensamiento de los demás. Si lo que piensa el otro está de acuerdo a su idea, entonces acepta al otro. Pero si no está de acuerdo, entonces lo usa para una cosa y después lo tira, lo desprecia.

Bergoglio no tiene las llaves del Cielo. Bergoglio no es Cristo en la tierra. A Bergoglio no se le puede respetar porque vive en su herejía.

A los Obispos y sacerdotes que están en el pecado mortal, se les debe el respeto y la reverencia. Pero aquella Jerarquía que ha caído en la herejía, ya no hay respeto ni reverencia, porque ya no son otros Cristos. Sólo son hombres, que piensan y viven como los hombres.

Dos Papas: la división en la Iglesia y en el mundo entero.

«Así está ya sucediendo en todos los niveles, dentro de la Institución de Mi Iglesia: desde la más Altar Jerarquía, dos Papas, uno que es el Verdadero Vicario, Hijo de la Luz, defensor de la Verdad, Pastor Verdadero y legítimo de Mi Rebaño, contra el falso profeta, el hijo de las tinieblas, el engañador, el que se disfraza de luz pero es tiniebla. Es como el sepulcro blanqueado: por fuera, aparenta pureza, y por dentro, está lleno de obscuridad, la tiniebla que hay en su corazón.

En todos los niveles se está dando ya esta división, que es la separación del trigo y la cizaña, de la verdad y la mentira; entre las familias, en todas las sociedades y en todos los niveles; en creyentes y no creyentes también hay esta separación de los justos y los injustos.

Todas las órdenes religiosas, seminarios, empresas y gobiernos, están ya siguiendo la verdad o aceptando la mentira. Por sus frutos los reconocerán.

Lo mismo es en toda parroquia, y en el lugar de vuestra diócesis de esta ciudad, tierra de mártires, semillero vocacional para el sacerdocio ministerial.

Ya se nota la división entre Mis consagrados, los fieles y los infieles». (Jesús a un alma escogida).

La Verdad sólo puede estar en una cabeza, no en dos cabezas al mismo tiempo. Cristo es la Verdad, los hombres son la mentira.

En la Iglesia se sigue el pensamiento de Cristo, no se sigue el pensamiento de ningún hombre, aunque esté vestido como un Obispo. Si esa Jerarquía no da la Verdad, entonces se la desprecia y se deja a un lado.

Es Cristo el que da la interpretación de la verdad. No son los hombres los que trabajan para aclarar la Verdad. La Verdad se aclara en Ella misma, no en la bodega de un pensamiento humano.

Muchos católicos son sólo racionales, pero nada espirituales. Caen en el racionalismo: todo lo miden, todo lo calculan, y no hay manera de que se enteren de la soberbia que tienen, que muestran cuando hablan.

Muchos católicos se pierden con Bergoglio sólo por su soberbia: ven las cosas como son, pero como todo lo miden con sus cabezotas, acaban dando culto al hereje.

Tienen que rezar por la Jerarquía, que es la ciega en todo lo que acontece en la Iglesia. Ellos no ven nada. Y no les sirve su teología para salvarse, sino su amor y obediencia al Papa verdadero, Benedicto XVI.

Si ellos no lo ven como el Papa, están todos perdidos. Por eso, no pierdan el tiempo rezando por el Sínodo. Eso es sólo un teatro que se van a montar para iniciar la destrucción de la Iglesia. Recen para que la Jerarquía abra sus ojos y elija: el verdadero papa o el falso papa. Que se vean claras sus intenciones.

Mucha Jerarquía dice que está con el Papa Benedicto XVI, pero sigue obedeciendo a Bergoglio. Es un absurdo. Mucha Jerarquía se sabe el dogma y la tradición, y continúan obedeciendo a Bergoglio. Otro gran absurdo. Son tibios: ni fríos ni calientes. Hablan la vedad y obran la mentira. Y Dios a los tibios los vomita de su boca.

Que Burke no espere salvarse si no obra en contra de Bergoglio. Él sabe cómo son las cosas en la Iglesia, pero sigue teniendo a Bergoglio como papa. Es un tibio, como muchos católicos.