DOS PAPAS EN ROMA: UNO VERDADERO; OTRO FALSO
Dos Papas en Roma: uno, que es falso, llamado Bergoglio; otro, que es el verdadero, el Cristo en la tierra, llamado Benedicto XVI.
El
que obedezca a Bergoglio no tiene parte en la obra de la Redención de
Cristo; es decir, desprecia la Misericordia y tiene una espada de
Justicia colgando de su cabeza. Camina hacia la condenación eterna. Vive
como un demonio encarnado.
El
que obedezca a Benedicto XVI, que es el Vicario de Cristo, se puede
salvar porque se somete a la Cabeza que ha puesto el Espíritu Santo en
la Iglesia. La salvación está en la obediencia al Papa verdadero.
El
Papa es el que es enviado para conquistar las almas perdidas en el
pecado. La persona y el ministerio del Papa tienen un significado
salvífico: al igual que Cristo vino para librar a los hombres de la pena
y muerte del pecado; así todo Papa realiza la misma función. Es el
camino para que los hombres vean dónde está la única verdad, la
inmutable, la que nunca pasa, y así puedan obrarla y vivirla en sus
vidas humanas.
Y sólo la Verdad es la que libera al hombre del pecado. Sólo la Verdad es la que salva al hombre.
Obedecer al Papa es ser libre, no es estar esclavo del pecado, es batallar contra el demonio, es obrar lo divino en lo humano.
No obedecer al Papa es caer en las garras del demonio y vivir sometidos a todo pecado.
La
fe es obediencia. Y obediencia a la verdad. Y sólo el Papa da la
Verdad. Tiene esa misión: es el que defiende la verdad y la muestra como
camino de salvación.
El
Papa es el que une en la verdad porque es la Roca de la Verdad. Y, por
eso, ningún Papa puede caer en la herejía, porque Cristo levanta Su
Iglesia en la Roca de la Verdad, que es Pedro y sus sucesores legítimos.
Esta es la fe que todo católico debe profesar. Aquel que juzgue y condene a un Papa, automáticamente, sale fuera de la Iglesia.
Ningún alma puede salvarse, aunque siga toda la tradición, todo el dogma, todo el Evangelio, si no obedece al Papa reinante.
El
Papa reinante es, en estos momentos, Benedicto XVI: es el que tiene el
Primado de Jurisdicción, es decir, el Poder Divino en la Iglesia. Es el
que tiene las llaves del Reino de los Cielos.
El Papa que reina es el que posee el Primado de Jurisdicción; el Papa que gobierna es el que ejerce ese Primado en Roma.
Benedicto
XVI dejó de gobernar en Roma, pero no dejó el Primado, su reinado, las
llaves. Sigue siendo el Papa, aunque no gobierne la Iglesia. Él no
renunció a la Elección Divina sobre su persona; pero sí renunció al
gobierno de la Iglesia.
No
se puede gobernar con herejes. Hay que marcharse. Hay que dejar que los
herejes pongan su hombre hereje y gobiernen la Iglesia como ellos
quieren.
La
Iglesia se gobierna con el Poder Divino que tiene el Papa Benedicto
XVI. No se gobierna con el poder humano que le han dado a Bergoglio, el
hombre de las mil caras.
Y
si la Iglesia sigue a un hombre que no tiene el Poder Divino, se pierde
necesariamente en la mente de ese hombre y es culpable de tres cosas:
de herejía, de cisma y de apostasía de la fe.
Dos Papas: uno, con un poder humano, Bergoglio; otro, con el Poder Divino, Benedicto XVI.
Todo
cuanto haga Bergoglio es nulo para Dios y para la Iglesia. Todo cuanto
haga Benedicto XVI es válido para Dios y para la Iglesia.
Cada alma tiene que elegir entre los dos: no se pueden seguir a los dos, al mismo tiempo.
No
se puede decir: como ya había cosas que con Benedicto XVI se estaban
estudiando, lo que aprueba Bergoglio vale. Esto no se puede decir. Juan
Pablo II sigue siendo Beato, aunque su proceso de canonización ya estaba
listo. Como no fue canonizado por el Papa verdadero y legítimo,
Benedicto XVI, no tiene validez su canonización. Un hereje no posee el
Poder Divino para sellar una canonización. Así, todo lo demás, ya sean
anulaciones de matrimonios u otras cosas que venían del Papa Benedicto
XVI.
La
Iglesia Católica descansa sólo en el Papa legítimo y verdadero:
Benedicto XVI. La Iglesia sólo está en el Papa verdadero. No puede estar
en un falso papa.
No
se hace la Iglesia buceando en la herejía. No se es Iglesia
alimentándose de herejías. No se levanta la Iglesia con el sello de un
hereje.
En
Roma, se está levantando otra estructura de iglesia, la cual se apoya
en un gobierno horizontal, regido por la ley del hombre, la ley de la
gradualidad; con una doctrina llena de fábulas, sacadas de la masonería,
del marxismo y del protestantismo. Esta nueva iglesia no tiene ningún
conocimiento de la verdad, ninguna sabiduría divina, sino que es un
sincretismo religioso: en ella todo vale y nada tiene valor sagrado,
divino, santo.
Jesús
ha abierto la puerta de la vida eterna. Y dejó las llaves de esta
puerta al Apóstol Pedro y a todos los que le han sucedido y le sucederán
hasta el juicio final.
No se acaba el Papado con Benedicto XVI, sino que se sublima, se transforma.
El
Papa Benedicto XVI es el último Papa verdadero antes del fin de los
tiempos. Con él se acaba un tiempo: el tiempo en que las almas han sido
redimidas.
Pero, tiene que abrirse otro tiempo: el Milenio, en donde se verá la redención de los cuerpos.
Muchos
cojean en su fe: sólo ven dos venidas de Cristo. La primera, como
Redentor; la segunda, como Juez. Y anulan la venida intermedia: Jesús
viene como Rey de reyes y Señor de señores. Y viene para reinar mil
años, aquí en una tierra totalmente renovada y purificada.
«Bienaventurado
y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no
tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de
Cristo y reinarán con Él por mil años» (Ap 20, 6).
Esta
Verdad Revelada a muchos se les atraganta, porque tienen una mentalidad
dogmática, que les impide bucear en la inteligencia del Espíritu.
Ellos
suelen resolver esta Palabra de Dios en los mártires de los primeros
siglos, en que ellos reinaban en la Iglesia con Cristo, y con Él regían
la Iglesia. Después, vino la época oscura del Renacimiento hasta
nuestros días. Y lo que se ve es ya el juicio final.
Esta
interpretación es, claramente, una necedad. Pero así piensan muchos
teólogos, que amarrados a su dogmatismo, se quedan ciegos para poder
comprender la Mente de Dios.
Muchos
católicos se vuelven fariseos cuando se habla del Milenio: empiezan a
sacar sus argumentos racionales y dogmáticos, ocultando la verdad de lo
que ha sido revelado.
Benedicto
XVI cierra un tiempo del Papado. Y lo ha cerrado con una Cruz: un
Papado que le ha llevado a vivir el desprecio de los suyos en el
gobierno de la Iglesia.
Los Cardenales y Obispos han osado tocar a Cristo en la tierra:
lo han juzgado y condenado; se han rebelado en contra de él, y le han
hecho la vida imposible en su Papado. Para esa Jerarquía tiene que venir
la mayor ruina, el mayor castigo: han despreciado la Verdad en un Papa;
ahora, se quedan ciegos para siempre y sólo pueden ver la mentira en un
falso papa y seguirla de forma necesaria.
Los Obispos y los sacerdotes son otros Cristos
sólo si están unidos al Romano Pontífice: si le ayudan en su gobierno
en la Iglesia, si siguen su pensamiento. Pero si desobedecen al Papa
hasta el punto de hacerlo renunciar de su Papado, entonces esos Obispos y
sacerdotes son sólo demonios encarnados. Y así tienen que ser tratados
por toda la Iglesia.
No
hay respeto ni reverencia a aquella Jerarquía que busca el orgullo del
poder humano en la Iglesia. No se puede obedecer la mente de los hombres
en la Iglesia. No hay ningún respeto ni ninguna reverencia hacia
Bergoglio y sus seguidores en el gobierno de la Iglesia.
Para
los verdaderos católicos, lo que diga Bergoglio entra por un oído y
sale por otro. No hay que estar ya perdiendo el tiempo con Bergoglio.
Porque ya es una pérdida de tiempo el luchar en contra de Bergogio.
Ahora, hay que dejarlo en su herejía, en su cisma y en su apostasía de
la fe. Y hay que seguir siendo Iglesia, comulgando espiritualmente con
el Papa reinante, Benedicto XVI. Hay que despreciar al falso papa que
gobierna la Iglesia con un falso gobierno de hombres, de cabezas humanas
que sólo miran por lo suyo, por su negocio en la Iglesia.
La
Iglesia hay que contemplarla desde Cristo, no a partir de las Iglesias
locales, no a partir de Roma. Es Cristo el que ha forjado, en la
historia de los hombres, Su propio Cuerpo, que es la Iglesia. Y es
Cristo el que sigue forjando, en estos últimos tiempos, Su Cuerpo,
aunque Su Papa, Benedicto XVI, no gobierne la Iglesia.
Él
sigue teniendo las llaves del Reino de los Cielos: Benedicto XVI reina
en toda la Iglesia Católica. Él solo tiene la capacidad de abrir y
cerrar el Cielo. Nadie se puede salvar si no obedece al Papa Benedicto
XVI. Nadie puede entrar en el Cielo sin pasar por la puerta, que sólo
puede abrir el Papa Benedicto XVI.
Esta verdad ha sido anulada por la Jerarquía que gobierna actualmente la Iglesia.
El
Episcopado nace sólo del Apóstol Pedro, no de los Apóstoles. De Pedro
procede todo el orden clerical. Los Apóstoles son Apóstoles porque Pedro
les da el sentido de su vocación divina. Sin la obediencia a Pedro, el
Apóstol no tiene ningún sentido que exista.
La
Jerarquía del Vaticano sigue la teoría de que el Episcopado deriva de
los Apóstoles, no de Pedro. Por lo tanto, siempre cabe la independencia
de Pedro: no someterse a él. De esta manera, se presiona a Pedro, al
Papa reinante, para que gobierne con el Episcopado, para que valorice el
Sínodo de los Obispos, lo que piensan las múltiples cabezas de la
Iglesia. Y así un Papa queda prisionero en su gobierno vertical, y no
puede hacer nada que Dios quiera en la Iglesia. El Episcopado no se lo
permite.
Así
han estado los Papas durante cincuenta años. Y la presión ha sido tanta
que Benedicto XVI tuvo que dejar de gobernar. Es imposible gobernar a
herejes, a cismáticos y a una Jerarquía que vive la apostasía de la fe.
El Papa Benedicto XVI es Cristo en la tierra
y tiene las llaves del Reino de los Cielos. Se obedece al Papa porque
tiene las llaves, porque es Cristo en la tierra. No se obedece al Papa
porque ejerce un gobierno en la Iglesia.
Muchos católicos caen en este error: como Benedicto XVI no está gobernando, entonces hay que darle a Bergoglio la obediencia.
Jesús
levanta Su Iglesia en Pedro, no en Roma. En Roma está el gobierno de
Pedro; pero en Pedro está el Poder de Dios, las llaves del Reino de los
Cielos. Sin esas llaves, el gobierno en Roma es sólo un poder humano, un
gobierno de hombres.
Se ama al Papa Benedicto XVI porque es Cristo en la tierra; porque a través de Él el alma entra en el Cielo.
Se
odia a Bergoglio porque es un hombre pagano que deambula, como un
demonio, por la tierra buscando sus adeptos; porque a través de él se
entra en el infierno.
Dos
Papas: uno, pecador, Benedicto XVI; otro, hereje, cismático y apóstata
de la fe, Bergoglio. El hereje es un falso papa; el pecador es un
verdadero papa.
Muchos
católicos sólo se fijan en los defectos del Papa, en sus pecados
personales. Y olvidan que se da obediencia a un Papa no por él mismo,
sino al Poder Divino que tiene el Papa, a lo que representa el Papa en
la Iglesia, que es a Cristo.
Ningún
pecado en que caiga un Papa disminuye la Autoridad Divina que posee, ni
quita nada a la perfección de la Obra Redentora de Cristo, ni puede
anular los Sacramentos, en los cuales se da a las almas la vida de la
gracia.
Ningún pecado mortal del Papa reinante produce la sede vacante. La renuncia al gobierno no produce la Sede Vacante.
El
Papa tiene la misión de administrar la Iglesia, que son tres cosas:
guiar en la Verdad, enseñar la Verdad, señalar el camino de la verdad.
Esta
misión no es dañada por ningún pecado mortal o venial que la persona
del Papa pueda cometer. En esa persona, disminuirá la gracia, aumentará
la culpa, pero no puede perder el Poder Divino, porque este Poder no se
mancha con ningún pecado de la persona del Papa.
El
Poder Divino no es una cosa, una frase, un sentimiento, unas bellas
palabras. Es un carisma en la persona del Papa. Y todo carisma es un
Espíritu, es decir, es una inteligencia divina y una voluntad divina.
El
Espíritu de Pedro, que tiene todo Papa verdadero y legítimo, está en el
Papa aunque peque mortalmente. Su pecado personal no nubla la
inteligencia divina que posee por el carisma, ni impide la obra de la
voluntad divina.
Un
Papa puede pecar mortal y venialmente; pero nunca puede cometer el
pecado de herejía. Si un Papa comete ese pecado, eso quiere decir que
antes de ser Papa ya era hereje. Y, además, que fue puesto en la Silla
de Pedro por los hombres, no por el Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo nunca puede elegir como Papa a un hombre que tenga el
pecado de herejía. Eso va en contra de la misma Revelación. La Iglesia
se fundamenta en la Verdad, no en la herejía. Y, por eso, Cristo no
puede levantar Su Iglesia en el pecado de la herejía. Nunca.
Bergoglio
era ya un hombre hereje. Y los herejes no pertenecen a la Iglesia
Católica. Luego, Bergoglio no pudo haber sido elegido Papa por el
Espíritu Santo. Fueron los hombres los que lo pusieron en ese cargo: lo
pusieron como falso papa. Y él tomó el nombre de Obispo de Roma para
organizar una nueva estructura de iglesia en Roma.
Bergoglio no es Papa. Es un falso Papa; es decir, es un hombre que usurpa el Papado para obrar su negocio en la Iglesia.
Es
un hombre que levanta un falso papado, un falso gobierno, en el que
muchas cabezas son las que deciden el destino de la iglesia.
Bergoglio,
al no ser Papa, es sólo un hombre de ideas políticas, que pone por obra
con un poder humano, el que le dieron los que lo elevaron a ese cargo.
Ese poder humano es un poder masónico, que está basado sólo en una ley:
la ley de la gradualidad.
Los
masones gobiernan de grado en grado. Ellos tienen su propia jerarquía
abominable, la cual nace del pensamiento humano. Buscan la idea más
perfecta de todas las mentes. Y ésa es la que se impone a los demás.
Quien quiera alcanzar el grado de esa idea perfecta, tiene que renunciar
a muchas cosas para poder servir a esa idea, que sólo está en la mente
del hombre, no en la realidad de las cosas. El masón vive el idealismo
puro: se inventa su vida, sus obras, su dios, su religión, su salvación,
sus castigos, sus normas de moralidad, sus gobiernos, etc… Construye su
vida de acuerdo a su ideal mental. Construye su realidad como está en
su mente, no como está en la realidad. Por eso, todo masón vive
imponiendo su idea y habla lo que el otro quiere escuchar, para llevarlo
siempre a su idea.
Esto
es lo único que hace Bergoglio. Por eso, Bergoglio entretiene a todo el
mundo y vive imponiendo su idea. Es un gran orgulloso. Y los que están a
su alrededor conocen este orgullo. Bergoglio es putrefacción mental.
Sólo hay que leer sus escritos para darse cuenta del sueño que vive ese
hombre, del vacío en que se encuentra su vida, de la testarudez con que
invoca su pensamiento para justificarse a sí mismo de que vive bien.
Bergoglio
vive su vida dando vueltas a su pensamiento humano. Y no puede salir de
ese rodeo. Sólo ve lo que él piensa. No puede detenerse en el
pensamiento de los demás. Si lo que piensa el otro está de acuerdo a su
idea, entonces acepta al otro. Pero si no está de acuerdo, entonces lo
usa para una cosa y después lo tira, lo desprecia.
Bergoglio
no tiene las llaves del Cielo. Bergoglio no es Cristo en la tierra. A
Bergoglio no se le puede respetar porque vive en su herejía.
A
los Obispos y sacerdotes que están en el pecado mortal, se les debe el
respeto y la reverencia. Pero aquella Jerarquía que ha caído en la
herejía, ya no hay respeto ni reverencia, porque ya no son otros
Cristos. Sólo son hombres, que piensan y viven como los hombres.
Dos Papas: la división en la Iglesia y en el mundo entero.
«Así
está ya sucediendo en todos los niveles, dentro de la Institución de Mi
Iglesia: desde la más Altar Jerarquía, dos Papas, uno que es el
Verdadero Vicario, Hijo de la Luz, defensor de la Verdad, Pastor
Verdadero y legítimo de Mi Rebaño, contra el falso profeta, el hijo de
las tinieblas, el engañador, el que se disfraza de luz pero es tiniebla.
Es como el sepulcro blanqueado: por fuera, aparenta pureza, y por
dentro, está lleno de obscuridad, la tiniebla que hay en su corazón.
En
todos los niveles se está dando ya esta división, que es la separación
del trigo y la cizaña, de la verdad y la mentira; entre las familias, en
todas las sociedades y en todos los niveles; en creyentes y no
creyentes también hay esta separación de los justos y los injustos.
Todas
las órdenes religiosas, seminarios, empresas y gobiernos, están ya
siguiendo la verdad o aceptando la mentira. Por sus frutos los
reconocerán.
Lo
mismo es en toda parroquia, y en el lugar de vuestra diócesis de esta
ciudad, tierra de mártires, semillero vocacional para el sacerdocio
ministerial.
Ya se nota la división entre Mis consagrados, los fieles y los infieles». (Jesús a un alma escogida).
La Verdad sólo puede estar en una cabeza, no en dos cabezas al mismo tiempo. Cristo es la Verdad, los hombres son la mentira.
En
la Iglesia se sigue el pensamiento de Cristo, no se sigue el
pensamiento de ningún hombre, aunque esté vestido como un Obispo. Si esa
Jerarquía no da la Verdad, entonces se la desprecia y se deja a un
lado.
Es
Cristo el que da la interpretación de la verdad. No son los hombres los
que trabajan para aclarar la Verdad. La Verdad se aclara en Ella misma,
no en la bodega de un pensamiento humano.
Muchos
católicos son sólo racionales, pero nada espirituales. Caen en el
racionalismo: todo lo miden, todo lo calculan, y no hay manera de que se
enteren de la soberbia que tienen, que muestran cuando hablan.
Muchos
católicos se pierden con Bergoglio sólo por su soberbia: ven las cosas
como son, pero como todo lo miden con sus cabezotas, acaban dando culto
al hereje.
Tienen
que rezar por la Jerarquía, que es la ciega en todo lo que acontece en
la Iglesia. Ellos no ven nada. Y no les sirve su teología para salvarse,
sino su amor y obediencia al Papa verdadero, Benedicto XVI.
Si
ellos no lo ven como el Papa, están todos perdidos. Por eso, no pierdan
el tiempo rezando por el Sínodo. Eso es sólo un teatro que se van a
montar para iniciar la destrucción de la Iglesia. Recen para que la
Jerarquía abra sus ojos y elija: el verdadero papa o el falso papa. Que
se vean claras sus intenciones.
Mucha
Jerarquía dice que está con el Papa Benedicto XVI, pero sigue
obedeciendo a Bergoglio. Es un absurdo. Mucha Jerarquía se sabe el dogma
y la tradición, y continúan obedeciendo a Bergoglio. Otro gran absurdo.
Son tibios: ni fríos ni calientes. Hablan la vedad y obran la mentira. Y
Dios a los tibios los vomita de su boca.
Que
Burke no espere salvarse si no obra en contra de Bergoglio. Él sabe
cómo son las cosas en la Iglesia, pero sigue teniendo a Bergoglio como
papa. Es un tibio, como muchos católicos.