El “Santo Padre” ha golpeado de nuevo – Alejandro Sosa Laprida
“Papa Francisco”
recibiendo un crucifijo blasfemo,
del cual luce una réplica en miniatura
colgada a modo de collar
«
Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa
que celebramos en El Parque Bicentenario. Imaginémoslo juntos. El Bicentenario de aquel Grito de
Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la
falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, ‘‘sometidos a
conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno’’ (Evangelii Gaudium,
213). (...) A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no
le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue
contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos
únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con
características distintas pero no por eso antagónicas.
Y la evangelización
puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta
de ciertas utopías. »
No
es posible seguirle el ritmo desaforado a este hombre insensato, charlatán
herético y blasfemador empedernido... Hacer un paralelo entre la Santa Cena
celebrada en el Cenáculo por nuestro Divino Maestro junto a sus Apóstoles,
anticipando incruentamente el adorable sacrifico del Calvario que se aprestaba
a cumplir por amor de nosotros, instituyendo la Santa Eucaristía y el
Sacerdocio de la Nueva Alianza, con las masónicas, anticatólicas y
antiespañolas guerras y revoluciones de la "independencia" (de hecho,
el desmembramiento programado del imperio católico español por las dos
potencias masónicas, Inglaterra y Francia), es algo que solamente puede salir
de la boca de un maldito endemoniado, de un energúmeno desatado, de un esbirro
de Satanás impulsado por su odio visceral de la Iglesia, de Jesucristo y de la
gloriosa España monárquica y católica, nuestra amada y venerada Madre Patria.
Ya
no me quedan palabras disponibles para caracterizar la malicia diabólica de
este ser inicuo, voluntariamente enceguecido y espiritualmente depravado. Pero
queda siempre el juicio de Dios, que llegará a su debido tiempo. Y la verdad,
no quisiera estar entonces en el pellejo de Bergoglio. Por nada del mundo. Ni
siquiera ver la escena desde lejos, en la segura compañía de mi ángel de la
guarda. Es que las películas de terror nunca han sido de mi agrado...
Al
día siguiente, el « Santo Padre » realizó un elogio encendido de la revolución:
« (…) digámoslo sin miedo: queremos un cambio,
un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo
aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las
comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la
hermana Madre Tierra como decía San Francisco.
Queremos
un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra
realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la
interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas
locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece
entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.
Quisiera
hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben
que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta
vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un
cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo
necesitamos. Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los
distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una
espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del
mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree
beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la
tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza
individualista que esclaviza.
(…)
¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el
avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi
villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente
discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese
militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón
lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas? ¡Mucho!
Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y
excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la
humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y
promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo,
techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes
procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen! »
Luego
injurió, difamó y calumnió a la Iglesia por la obra evangelizadora y
civilizadora desarrollada en América:
«
Aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con
derecho, que ‘‘cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas
acciones de la Iglesia’’. Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves
pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han
reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM y también quiero decirlo. Al
igual que san Juan Pablo II pido que la Iglesia ‘‘se postre ante Dios e implore
perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos’’. Y quiero decirles,
quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón,
no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los
pueblos originarios durante la llamada conquista de América. »
Y
terminó explicando que la tarea más urgente de nuestra época es la de «
defender la Madre Tierra »:
«
La tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender
la Madre Tierra. La casa común de todos nosotros está siendo saqueada,
devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un grave pecado.
Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres
internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e
impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede
permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se
impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen
destruyendo la creación. Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar,
a movilizare, a exigir –pacifica pero tenazmente– la adopción urgente de
medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre
Tierra. Sobre éste tema me expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato
si’. »
Por
supuesto, la apostasía de las naciones cristianas, la pornografía
universalizada y devenida « entertainment
», el aborto convertido en « derecho » de la mujer, la legalización del «
matrimonio » homosexual y de las « familias homoparentales », la corrupción de
la infancia a través de la « teoría de género » y de la « educación sexual »
obligatoria, la promoción generalizada de la sodomía con las abominables « Gay
Pride », verdaderas « procesiones » satánicas de la sociedad anticrística contemporánea,
todos pecados que ofenden gravemente a Dios y que conducen al infierno
infinidad de almas, no revisten la menor importancia para este individuo fatuo
e impermeable a la verdad, en comparación con la supuesta deterioración del
ecosistema y la falacia eco-mundialista del cambio climático…
Mucho
me temo que quienes no logren discernir el carácter anticrístico de los
discursos bergoglianos terminen siendo arrastrados por este falso profeta y por
su religión pervertida, parodia infernal del catolicismo, hacia los brazos del
Anticristo, la llegada del cual se aproxima a un ritmo vertiginoso…
"Papa
Francisco" y el abortista-homosexualista Obama se llevan de maravilla...
Nacionalismo Católico San Juan Bautista