jueves, 2 de julio de 2015

Laudato si: de todo, como en botica (y 3)


Laudato si: de todo, como en botica (y 3)



Carmelo López-Arias, coincide –en términos generales- con nuestra opinión: “numerosas afirmaciones en la encíclica pueden ser legítimamente discutidas”. Considera como aspectos positivos “algunos párrafos de Laudato Si de singular belleza como auténtico programa de amor a la Creación en cuanto don de Dios. ¿O no lo son los siguientes (nn. 228-229)?”
Nuestra posición es distante de la obsecuencia de los que piensan que estamos ante una Rerum novarum de la ecología del siglo XXI. Pero al menos hay tres puntos que no dejan de ser importantes de recordar en todo momento: 1º, Dios creador es la clave de lectura y comprensión de toda la cuestión ecológica y de LS; 2º, los hombres no son los dueños absolutos de la creación, sino administradores responsables, que han de mirar al futuro; 3º, el centro de la ecología es el hombre.

 
Otro aspecto positivo de LS –tal vez, no deseado por el Pontífice- es la mala recepción que ha tenido en los neoconservadores norteamericanos (políticos y eclesiales), quienes desde la revista First Things, llegan a afirmar que “esta es, tal vez, la encíclica más antimoderna desde el Syllabus”. Alguno podría objetar que es una forma de ser antimoderno poco inteligente, tecnófoba, típica del resentimiento de las izquierdas, emparentada con el odio al desarrollo y a legítimas libertades económicas, al bienestar en suma. Con todo, no deja de abrir una perspectiva interesante que estos católicos prueben la amarga medicina de la discontinuidad, que otros tuvieron que tragarse con el Vaticano II y el magisterio post-conciliar. Tal vez les sirva para repensar su adhesión a los puntos problemáticos del último Concilio como si se tratara de super-dogmas.
En un interesante comentario crítico de LS, Corrado Gnerre, señala otros aspectos positivos que nos limitamos a enumerar aquí: las cuestiones medioambientales no pueden resolverse mediante el decrecimiento demográfico; el ecologismo se contradice cuando sostiene el aborto y la experimentación con seres humanos, tratando a personas humanas de igual o peor manera que a los animales irracionales; la incidencia del ambiente en el comportamiento humano; la denuncia de los poderes tecnocráticos; la crítica a un consumismo penetrante que reduce el hombre a su “vientre”; la denuncia de la sobrevaloración del mercado, que deja de ser medio para convertirse en fin, y la consiguiente utopía de que los mercados se auto-regulan conforme al bien común; la función social de la propiedad privada y la denuncia de su deriva liberal-individualista. Pero entre los aspectos negativos de la encíclica, destaca el autor: la valoración positiva de un cierto eco-catastrofismo; la excesiva especialización del texto (se traslucen aportes de autores materiales secundarios con ideas muy dispares y heterogéneas entre sí; la extralimitación del objeto del magisterio social de la Iglesia; y el comprometer a la Iglesia en cuestiones científicas no probadas); la aceptación de la crítica de Romano Guardini a la modernidad técnica; la falta de una valoración integral del movimiento ecologista, que es también una forma de antropocentrismo tecnocrático; el excesivo peso que se da a los “pecados” de daño al medio ambiente; y la falta de referencias claras a la Teología de la historia.
En la entrada precedente habíamos mencionado contenidos de LS que calificamos de llamativos y extraños. Nos gustaría comentar algunos:
- Un documento dirigido “a cada persona que habita este planeta”. Es un dato llamativo para algunos pues la Iglesia sólo tiene potestad sobre los bautizados. Y en este planeta hay millones de no bautizados. No obstante, tampoco cabe plantear una objeción de peso a la nueva fórmula, que parece ir más allá de los "hombres de buena de voluntad" de Juan XXIII, porque la Iglesia tiene el deber-derecho de predicar a todos, católicos o no. Pero lo que motiva esta expresión es la idea de un posible acuerdo práctico mundial sobre el medio ambiente, fundamentado en un mínimo común de identidad doctrinal, que por ser de orden natural todos los habitantes del planeta podrían compartir. Aunque tal cosa no es imposible en abstracto, parece una propuesta muy poco realista, tanto por los efectos del pecado en el conocimiento de la ley natural, como por la enorme disparidad de diagnósticos y soluciones para los problemas medioambientales que de hecho existen en el mundo de hoy.
- El clima como bien común. Aquí es importante precisar qué tipo de bien común es el clima para no caer en los errores del ecologismo. Porque en el todo que es el bien común integral hay bienes útiles, deleitables y honestos; ordenados de modo jerárquico; y el clima no es un bien honesto, sino subordinado a otros bienes superiores.
- La crítica del antropocentrismo. En este punto LS muestra inconsistencias derivadas de no asumir la doctrina tomista. El tema merecería entradas aparte. Por ahora, nos limitamos a decir que para el tomismo la persona humana goza de prioridad de valor sobre el universo y todas sus partes; todas las cosas infrahumanas están ordenadas a su servicio, y es confín u horizonte del universo material y espiritual. Pero se trata de un antropocentrismo relativo pues gira en torno a un teocentrismo absoluto. Este teocentrismo tomista no excluye el antropocentrismo; lo delimita en el orden temático, y en el orden gnoseológico, como la teología no excluye la filosofía, sino que la acepta en sus límites, la valora y la utiliza, sin confundirse con ella, como, en general, la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona, o como la teología del cielo no es negación, sino superación de la teología de la tierra.
- Por último, lo peor del documento: la doble fórmula oracional contenida en la parte final. Como apuntaba el amigo Wanderer: “¿Cómo puede entenderse que un Papa, vicario de Cristo en la tierra, redacte e incluya en un documento oficial y magisterial, dos oraciones diversas para usar según conveniencia del orante? No estamos en presencia de un vendedor de baratijas que ofrece el indispensable peine para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero…”. El peligro de una lectura sincretista es cierto y grave.