Laudato si: de todo, como en botica (y 3)
Carmelo López-Arias, coincide –en términos
generales- con nuestra opinión: “numerosas
afirmaciones en la encíclica pueden ser legítimamente discutidas”. Considera
como aspectos positivos “algunos párrafos
de Laudato Si de singular belleza como auténtico programa de amor a la Creación
en cuanto don de Dios. ¿O no lo son los siguientes (nn. 228-229)?”
Nuestra posición es distante
de la obsecuencia de los que piensan que estamos ante una Rerum novarum de la ecología del siglo
XXI. Pero al menos hay tres puntos que no dejan de ser importantes de recordar en todo momento:
1º, Dios creador es la clave de lectura y comprensión de toda la cuestión
ecológica y de LS; 2º, los hombres no son los dueños absolutos de la creación,
sino administradores responsables, que han de mirar al futuro; 3º, el centro de
la ecología es el hombre.
Otro aspecto positivo de LS –tal
vez, no deseado por el Pontífice- es la mala recepción que ha tenido en los
neoconservadores norteamericanos (políticos y eclesiales), quienes desde la
revista First Things, llegan a afirmar que “esta es, tal vez, la encíclica más
antimoderna desde el Syllabus”. Alguno podría objetar que es una forma de
ser antimoderno poco inteligente, tecnófoba, típica del resentimiento de las
izquierdas, emparentada con el odio al desarrollo y a legítimas libertades
económicas, al bienestar en suma. Con todo, no deja de abrir una perspectiva
interesante que estos católicos prueben la amarga medicina de la discontinuidad,
que otros tuvieron que tragarse con el Vaticano II y el magisterio post-conciliar.
Tal vez les sirva para repensar su adhesión a los puntos problemáticos del
último Concilio como si se tratara de super-dogmas.
En un interesante comentario
crítico de LS, Corrado Gnerre, señala otros
aspectos positivos que nos limitamos a enumerar aquí: las cuestiones
medioambientales no pueden resolverse mediante el decrecimiento demográfico; el
ecologismo se contradice cuando sostiene el aborto y la experimentación con
seres humanos, tratando a personas humanas de igual o peor manera que a los
animales irracionales; la incidencia del ambiente en el comportamiento humano;
la denuncia de los poderes tecnocráticos; la crítica a un consumismo penetrante
que reduce el hombre a su “vientre”; la denuncia de la sobrevaloración del
mercado, que deja de ser medio para convertirse en fin, y la consiguiente
utopía de que los mercados se auto-regulan conforme al bien común; la función
social de la propiedad privada y la denuncia de su deriva
liberal-individualista. Pero entre los aspectos negativos de la encíclica,
destaca el autor: la valoración positiva de un cierto eco-catastrofismo; la
excesiva especialización del texto (se traslucen aportes de autores materiales
secundarios con ideas muy dispares y heterogéneas entre sí; la extralimitación
del objeto del magisterio social de la Iglesia; y el comprometer a la Iglesia
en cuestiones científicas no probadas); la aceptación de la crítica de Romano
Guardini a la modernidad técnica; la falta de una valoración integral del
movimiento ecologista, que es también una forma de antropocentrismo
tecnocrático; el excesivo peso que se da a los “pecados” de daño al medio
ambiente; y la falta de referencias claras a la Teología de la historia.
En la entrada precedente habíamos
mencionado contenidos de LS que calificamos de llamativos y extraños. Nos
gustaría comentar algunos:
- Un documento
dirigido “a cada
persona que habita este planeta”. Es un dato llamativo para algunos pues
la
Iglesia sólo tiene potestad sobre los bautizados. Y en este planeta hay
millones de no bautizados. No obstante, tampoco cabe plantear una
objeción de
peso a la nueva fórmula, que parece ir más allá de los "hombres de buena
de voluntad" de Juan XXIII, porque la Iglesia tiene el deber-derecho de
predicar a todos,
católicos o no. Pero lo que motiva esta expresión es la idea de un
posible acuerdo
práctico mundial sobre el medio ambiente, fundamentado en un mínimo
común de
identidad doctrinal, que por ser de orden natural todos los habitantes
del planeta podrían compartir.
Aunque tal cosa no es imposible en abstracto, parece una propuesta muy
poco
realista, tanto por los efectos del pecado en el conocimiento de la ley
natural, como por la enorme disparidad de diagnósticos y soluciones para
los
problemas medioambientales que de hecho existen en el mundo de hoy.
- El clima como bien común. Aquí
es importante precisar qué tipo de bien común es el clima para no caer en los
errores del ecologismo. Porque en el todo que es el bien común integral hay
bienes útiles, deleitables y honestos; ordenados de modo jerárquico; y el clima
no es un bien honesto, sino subordinado a otros bienes superiores.
- La crítica del antropocentrismo.
En este punto LS muestra inconsistencias derivadas de no asumir la doctrina
tomista. El tema merecería entradas aparte. Por ahora, nos limitamos a decir
que para el tomismo la persona humana goza de prioridad de valor sobre el universo y
todas sus partes; todas las cosas infrahumanas están ordenadas a su
servicio, y es confín u horizonte del
universo material y espiritual. Pero se trata de un antropocentrismo relativo pues gira en torno a un teocentrismo absoluto. Este teocentrismo
tomista no excluye el antropocentrismo; lo delimita en el orden temático, y en
el orden gnoseológico, como la teología no excluye la filosofía, sino que la
acepta en sus límites, la valora y la utiliza, sin confundirse con ella, como,
en general, la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona, o como
la teología del cielo no es negación, sino superación de la teología de la
tierra.
- Por último, lo peor del documento: la doble fórmula oracional contenida
en la parte final. Como apuntaba el
amigo Wanderer: “¿Cómo puede entenderse que un
Papa, vicario de Cristo en la tierra, redacte e incluya en un documento oficial
y magisterial, dos oraciones diversas para usar según conveniencia del orante?
No estamos en presencia de un vendedor de baratijas que ofrece el indispensable
peine para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero…”. El peligro de
una lectura sincretista es cierto y grave.