¿SUBIREMOS LA MONTAÑA?
02
jul
Leamos en el Evangelio según San Lucas 1: 26-56:
39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
42 exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
…
56 María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
La Santísima Virgen hizo su Primera Comunión el día que el Arcángel Gabriel le anunció que Dios la había elegido para que fuera la Madre de Su Divino Jesús, y Ella le dijo: “Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum” (He
aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra). En ese mismo
instante, el Verbo Divino hizo su morada en el seno purísimo de la Tota
Pulchra María. Por eso digo que ése fue el “Día de la Primera Comunión de Nuestra Señora”.
Y como cada vez que comulgamos cabe
suponer que produzcamos algún fruto para la gloria del Dios
Todopoderoso, dice el versículo 39 que “María, fue de prisa a la montaña…”.
En el koiné original dice así mismo: “fue deprisa a la montaña” [Ἀναστᾶσα δὲ Μαριὰμ ἐν ταῖς ἡμέραις ταύταις ἐπορεύθη εἰς τὴν ὀρεινὴν μετὰ σπουδῆς εἰς πόλιν Ἰούδα].
Y, ¿para qué fue? Pues, para servir a su prima Santa Isabel. Ése fue el fruto inmediato que Ella produjo –la CARIDAD FRATERNAL.
¡Sí!, se sentía constreñida por la
caridad de Cristo y quería compartir con su prima Santa Isabel ese Verbo
Divino que llevaba en Sus entrañas… Y tan llena de caridad estaba que
se olvidó de que Ella misma estaba encinta, se olvidó de que Ella
también tenía necesidad de tiempo para preparar el ajuar de Jesús, se
olvidó de que durante aquellos primeros meses de su embarazo iba a
encontrarse más ligera para hacer todas las cosas…, y priorizó los
intereses, deseos y necesidades de Santa Isabel…. Y allá fue…. ¡a la montaña!
Ahora bien, “subir una montaña” implica “esfuerzo”….
Y el servicio al prójimo siempre entraña
un esfuerzo de nuestra parte. Ese esfuerzo puede consistir en dejar un
interés personal, sacrificar una parte de nuestro tiempo, posponer algo
que deseamos hacer. O bien, dejar atrás un resentimiento, pasar por alto
una ofensa, disimular una mala acción.
Pero, repito, todo servicio al prójimo exige de nuestra parte un esfuerzo.
Sacrificando nuestro s intereses y nuestro tiempo
En este mismo Evangelio según San Lucas,
aparece una parábola que ilustra el principio de la caridad fraternal.
Podemos leerla en San Lucas 10: 30-37:
Jesús
respondió: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole
medio muerto. Casualmente, baja por aquel camino un sacerdote, y, al
verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel
sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó
junto a él, y al verle tuvo compasión; y acercándose, vendó sus
heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia
cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente,
sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de él y, si
gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Quién de estos tres te
parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él
dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Díjole Jesús. “Vete y
haz tú lo mismo”.
El samaritano también “subió la montaña”
para servir a un necesitado. Salió de su casa aquel día para hacer
ciertas diligencias, pero de pronto se encuentra frente a un problema
que requiere su atención. Y se olvida de que tiene que regresar a su
casa, se olvida de sus propios intereses y carga con aquel herido, SIN
PRISA, lo limpia, lo venda, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a un
mesón, ¡¡¡Y PASA LA NOCHE CON ÉL!!! Y no se detiene ahí…. Le paga al mesonero por adelantado y promete regresar para terminar la obra que comenzó.
Eso es “subir la montaña”.Sobreponiéndonos a los agravios
A) Devolviendo “bien por mal”
“Subimos la montaña del agravio” de dos maneras: – Devolviendo bien por mal y disimulando la ofensa. Voy a ilustrarlo con la propia Escritura.
En Deuteronomio 22: 1-4 leemos:
Si ves extraviada alguna res de ganado mayor o menor de tu hermano, no te desentenderás de ella, sino que se la llevarás a tu hermano. Y si tu hermano no es vecino tuyo, o no le conoces, la recogerás en tu casa y la guardarás contigo hasta que tu hermano venga a buscarla; entonces se la devolverás. Lo mismo harás con su asno, lo mismo harás con su manto, lo mismo harás con cualquier objeto perdido por tu hermano que tú encuentres; no puedes desentenderte. Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos: le ayudarás a levantarlos.
En realidad, esto es lo que hacemos todos
de buena gana. Si verdaderamente amamos a una persona, tratamos de
ayudarla y no la perjudicaríamos jamás.
Sin embargo, vamos a leer otro pasaje en Éxodo 23: 4-5:
¡¡¡Ahí sí hay que subir una montaña… y bastante empinada!!!Si encuentras el buey de TU ENEMIGO o su asno extraviado, SE LO LLEVARÁS. Si ves el asno del que TE ABORRECE, caído bajo su carga, no te desentiendas de él; PRÉSTALE TU AYUDA.
Este pasaje encuentra su paralelo en el Nuevo Testamento, en Romanos 12: 17-21, donde leemos lo siguiente
Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la ira, pues dice la Escritura: Mía es la venganza; Yo daré el pago, dice el Señor. Antes al contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien.
B) Pasando por alto las ofensas
Hay otra cosa muy importante que debemos aprender, y es a “DISIMULAR”.
Ejemplo: En I
Samuel 10: 27 dice que cuando el rey Saúl fue ungido por rey sobre
Israel, hubo algunos malvados de entre el pueblo que no le trajeron
presentes (como era la costumbre). Sin embargo, él “no contestó”. El
verbo hebreo empleado es “jarásh” y aparece sólo en este pasaje. Tiene varias traducciones, pero algunas de ellas son “guardar silencio”, “hacerse el sordo”, “disimular”, etc.
Y algo muy importante es que el que disimula… no anda murmurando ni contándole a nadie las ofensas que recibe…
¡Cuántas ofensas nuestras Jesús pasa por
alto!, y no anda hablando de ellas con nadie. Al contrario, las
disimula y guarda silencio…
CONCLUSIÓN: Cada
una de estas pautas exige “subir” una montaña que en algunas ocasiones
parece muy escarpada… Pero así como Nuestra Señora subió la montaña
para atender a las necesidades de su prima Santa Isabel, olvidada de sí
misma y llevó su tarea hasta el final, Dios espera de nosotros que
sigamos su ejemplo y hagamos lo mismo…