domingo, 10 de abril de 2016

REVISTA CABILDO Nº 43- MES DE FEBRERO 2005- MIRANDO PASAR LOS HECHOS-DRAMAS VERANIEGOS

 Publicado por Revista Cabildo Nº43
Mes de Febrero de 2005-3era.Época
 REVISTA CABILDO Nº 43-
MES DE FEBRERO 2005-
MIRANDO PASAR LOS HECHOS
por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ
DRAMAS    VERANIEGOS
 
LOS PAPELONES DE KlRCHNER
No sabemos todavía de qué modo terminará el inesperado incidente -que pudo haber sido más simbólico que real- que se planteó entre nuestro país y Cuba. De hecho ha llegado a una situación límite en cuanto no se sabe cómo se saldrá del conflicto sin un desdoro mayor para la Argentina. Los factores que provocaron el incidente -estrictamente menor ya que comprendía a una sola persona que, como se sabe, para la izquierda carece de seria importancia- fueron diversos y vale la pena enumerarlos. En primer lugar, la habitual pero con todo todavía sorprendente ineptitud del gobierno montonero para resolver problemas de cualquier índole. Así no se pudo ignorar un dato elemental de la realidad: que Fidel Castro -sin duda el hombre más desprestigiado del planeta y que sólo se mantiene, caído el imperio del que formaba parte, por su propia ferocidad- nunca cede, excepto al lenguaje de las armas; es poco ya lo que le queda por perder y su vigencia política no se extenderá más allá de su periplo biológico, según esperamos. Hoy, aislado pero temido como todos los tiranos, casi lo único que le resta por hacer es mantenerse sin tolerar ni intentar cambio alguno en su estilo ni en su forma de gobierno porque su capital político es mostrarse rudo con su pueblo, lo que le es debidamente disimulado por las izquierdas que son su cómplice funcional.


Ante este factor del que no se puede prescindir cuando se trata de negociar con energúmeno semejante, no cabía una remisión a la buena voluntad del jefe marxista que, por lo demás, no podía ponerla en práctica ya que de hacerlo se veía obligado a ejercer su harto restringido sentido libertario con los cientos de presos políticos que alberga en sus cárceles, con o sin juicios. Lo que se imponía, entonces, ante el reclamo de la señora Rita Molina -que de esta manera ha pasado a convertirse en una figura de referencia para la lucha anticastrista- reclamo tan justo y razonable que no podía dejar de ser atendido por ningún régimen que no fuera connaturalmente antihumano como éste, era una gestión discreta que se propusiera un resultado favorable concreto: el que la médica cubana pudiera volver a ver a su hijo y conocer a sus nietos. Tal vez -en un marco menos espectacular el gobierno de la Habana hubiera accedido al pedido de su ciudadana. Pero haberlo virtualmente intimado en forma pública lo colocó en un apremio: Castro no puede mostrarse blando porque, como decimos, las únicas razones de su permanencia son su ferocidad policial y su utopismo reolucionario. Castro no puede renunciar, sobre sus postrimerías, a una ni a otro. Debe reírse al contemplar cómo sus adeptos en otras latitudes hacen malabarismos para ser congruentes. Es, por supuesto, el caso de Kirchner y su troupe montonera, que se enredaron en la necesidad de salvar su imagen de humanistas y su resistencia a molestar al caudillo marxista, sobreviviente de la implosión del 90.
La próxima dificultad que se le presentará al gobierno de Kirchner es decidir su voto, después de este incidente, cuando deba apoyar o condenar -aunque sea en términos sumamente conciliadores- a Castro. ¿Podrá repetir su cerrazón del 2004 cuando se abstuvo, en la reunión de la ONU, en Ginebra, alegando que no podía intervenir en cuestiones internas de otro Estado? Y, en general, ¿cómo puede sostener su apoyo a un régimen que violó los derechos humanos en sus propias narices y desafiando y desconociendo, como acaba de ocurrir, los derechos de un ser humano indefenso? Esta es la consecuencia de improvisar de continuo, de gobernar para el hoy, de sustituir la razón por el prejuicio y el valor por la ideología, de preocuparse más por el beneficio propio que el del verdaderamente afectado, de pensar más en la renta mediática que en el bien ajeno.
La crisis, que se llevó al hombre de confianza del ministro de relaciones exteriores que lo entregó sin mayor resentimiento, puso de manifiesto un enfrentamiento tal vez de matices en el llamado "sector político" del gobierno: los que están dispuestos a seguir declinando de sus principios según las exigencias que se vayan planteando y los que no, los que conservan sus convicciones y las tratan de rescatar en medio de la tormenta de la realidad, no siempre contemplada en los manuales dogmáticos.
 
IBARRA
Por supuesto va a ser difícil -imposible para los deudos de los afectados de Crogmanon- olvidar, más allá de cualquier otro tipo de consideraciones, el dolor por lo ocurrido en esa república del subterráneo porteño. Lo acontecido, sin embargo, sirvió para poner de relieve varias cosas. Una de ellas la insensibilidad de toda la izquierda que gobierna la Capital Federal frente a la angustia concreta, visible, mensurable de cientos de familias golpeadas para siempre por una tragedia que pudo ser evitada. Ibarra atinó a entregar a dos o tres de sus hombres y, de inmediato, a recomponer su imagen tan deteriorada. Buscó al principio excusarse de toda responsabilidad y luego adoptar la figura del arrepentido reconociendo una parte mínima de su dolo. Finalmente se decidió por un gran golpe de efecto, la convocatoria a un plebiscito vinculante que lo ratifique o no en su cargo. Para ello contrató a sospechosos encuestadores -siempre dispuestos a obtener los resultados que el contratante quiera- que le indicaron al mismo tiempo -últimos días de enero y primeros de febrero- que su perfil se había recuperado: de poco valieron, al parecer, las marchas pidiendo su renuncia, los insultos proferidos a voz en cuello por miles de manifestantes, incluso los reclamos periodísticos. Los incursionistas de la opinión pública no se dejaron engañar por tan compulsivas probanzas y salieron a mantener, con sospechosa unanimidad, el buen nombre y honor del alcalde.
Por su parte la izquierda, que no quiso quedar pegada al escándalo, se las ingenió para volverse crítica en obvia especulación mediática. Se dedicó durante diez pegajosas horas de interpelación a cubrir de denuestos a quien, en el fondo, no había dejado de ser su correligionario. Su indignada sorpresa es poco creíble desde que todos ellos sabían que los inspectores, según una vieja y conocida tradición, eran y son habituales corruptos; tan es así que ese otro efecto que buscó Ibarra al comienzo de su gestión, de disolver el cuerpo de esos -funcionarios fue amortiguado por la posterior contratación de los mismos en otras áreas municipales, hecho sobre el que a Ibarra no se lo interrogó.
Lo que quedó, pues, en evidencia es la naturaleza del progresismo hipócrita para el cual los pobres, la gente, sus derechos, la realidad sufriente no son más que abstracciones retóricas, instrumentos para forjar una revolución esencialmente antihumanística. Esta es la verdad porque ¿qué clase de horror frente a la violencia puede tener aquél que ha hecho de la misma una forma de la política durante una generación? Su ineptitud para gobernar, por otra parte, no necesita ser probada y este desastre lo confirma hasta la muerte. Lo extraño es que a nadie se le haya ocurrido destacarlo debidamente. De paso y por si hiciera falta quedó también acreditado el nivel moral e intelectual de la clase política argentina, en el caso de la porteña. En su discursismo cargado de obviedades y de sentimentalismo hueco los legisladores no se preocuparon tanto por llegar a la verdad como en lucirse, más pdr destruir al adversario que por mejorar las cosas y más por capturar nuevos clientes que por obtener sanciones condignas para los culpables. Unos buscando zafar del escándalo, otros detrás de las ventajas posibles, el egoísmo patológico de nuestros políticos se puso en dramático manifiesto.
 Aníbal Ibarra, acosado por sus propias ineptitud y corrupción y por las ajenas, decidió huir hacia delante y colocarse al frente de la multitud que reclama su alejamiento. La maniobra era obvia en cuanto la oportunidad se le presentaba óptima para jugar a la democracia aceptando someterse al veredicto popular para determinar su permanencia en el cargo. Es una manera de arrancarle la iniciativa a una odiosa y perversa casta política que busca una renta despedazando su cadáver. Apuesta, claro, a que su propuesta no sea admitida por la justicia -por demás adicta- y así poder postergar su choque en las urnas a la espera que el doloroso clima -fruto precisamente de aquellas ineptitud y corrupción- se empezara a dispersar. La falta de memoria sigue siendo el mejor recurso de nuestros políticos, que hacen de la espectacularidad su astucia y de las apariencias su presentación. Pero el caso de Ibarra vale por ser uno de los pocos arrastrados por... su ineptitud y corrupción.

EL PERUANO PARLANCHÍN
Todos sabemos quién es y qué es Vargas Llosa. Pornógrafo y liberal, agnóstico y libidinoso, se encuentra completamente sellado para entender y, en especial, para acceder a un mundo superior cuya sola imagen le produce rechazo. En un artículo que publicara en La Nación del mes de enero se muestra tal como es en sus bajezas y limitaciones, en sus ignorancias y prejuicios. Fue a propósito de la reiteración de la condena de la Iglesia al uso del preservativo, "dejando mal parado a cierto clérigo español que había prohijado su uso, como instrumento contra el sida, en un desdoroso paso de comedia. Sin entrar a considerar esta nueva deserción del clero ibérico, detengámonos en su razonamiento, no porque sea correcto sino porque es sintomático y dejemos de lado asimismo el entusiasmo con que el escritor peruano recibió y comentó la eclesial tramoya. Lo que dice ramplonamente es que a la Iglesia no le conviene seguir sosteniendo su doctrina tradicional porque perderá adeptos, lo que sería una lástima ya que las religiones son convenientes a los efectos de consolar a los hombres ante el dato inexplicable de la muerte. Se trata de una ecuación costobeneficio propia de un acérrimo enamorado del mercado como fin supremo. ¿Es que se le puede hablar a un intelectual -que no percibe realidad ni valor alguno fuera de la permuta y del sexo- de lo que es absoluto, de lo que no cambia, de lo que permanece porque es la verdad? Se comprende que un "pensador" de esta calaña se entretenga en burlarse de la moral católica y de su aprecio de la virginidad: jamás podría comprender de qué se trata, inmerso en los problemas mundanos en los que se refosila sin pudor. Sirva esta notícula para no olvidar el rostro del enemigo tan estúpido como sórdido.

OTRA TIRANÍA
El emperador George W. Bush, apenas asumido el trono por segunda vez, dio a conocer lo que sus analistas llamaron una nueva política exterior norteamericana. En definitiva y más allá de una terminología apenas protocolar, se trata de la reiteración y ampliación del comportamiento de la Casa Blanca y del Pentágono para ser, por lo menos los próximos cuatro años, si cabe, más prepotente. El objetivo básico reconocido siguen siendo la exportación e imposición de la democracia y del capitalismo como ejes fundamentales; poco imaginativa excusa que le permitirá a Washington determinar sus enemigos según sus conveniencias, feo hábito que le obliga a dar saltos contradictorios y temibles. Es agradable elegir en cada caso el mal a combatir, todo en un tranquilizador y legitimador marco religioso que permite y justifica cualquier violencia. A partir de ahora el emperador señalará y castigará a los que él o sus asesores califiquen de tiranos, terrible ventaja que reserva en su subjetividad más íntima el ejercicio de un poder sin responsabilidad ni límite. Entre burlones y escépticos, temerosos y precavidos los europeos se aprestan a adaptarse, para no ser devorado, a esta nueva y grosera estrategia que insiste en bendecirse antes de atacar, destruir y matar. •