domingo, 3 de abril de 2016

REVISTA CABILDO Nº40- MES DE OCTUBRE 2004- EDITORIAL- LA LOGICA PERVERSA

 Publicado por Revista Cabildo Nº40
Mes de Octubre de 2004
 REVISTA CABILDO Nº40-
MES DE OCTUBRE 2004-
EDITORIAL-
LA LOGICA PERVERSA

TIENE Aristóteles un tratado -De los Argumentos sofísticos, según buena traducción- en el que desnuda las falacias posibles, con sus formas y especies, enseñando el mejor modo de prevenirse de ellas, sea refutando sus mentirosas entrañas o desmontando sus insostenibles premisas. Y llama a algunas de ellas falacias de dicción, porque proceden del mal uso del lenguaje, y a otras falacias del asunto, porque la razón torcida las origina y expande. En cualquier caso, el sujeto falaz pervierte su lógica, y dado que ésta es la ética de la inteligencia, su conducta mental es equivalente a la de un inmoral. Agrávase el corolario si la logicidad degenerada así descripta, procede de hombres públicos, pues en este caso es el mismo orden social el que queda sujeto a corrosión y menoscabo.


Todo en este gobierno obedece a una lógica perversa. Si de dicción, los embustes oficiales tuercen palabras otrora nobles, como memoria y militancia, agravando el fraude la patológica prosodia del presidente que confunde hablar con bizcar. Si de asunto, las razones mentirosas se multiplican a diario, sea en el silenciado caso de los fondos santacruceños o en la cómplice impunidad para los senadores coimeros. Invoca Kirchner democráticos orígenes, pero los guarismos electorales le fueron entre esquivos y magros. Dice andar en olor de multitud -que es oler, mas no a rosas, como le apostrofara el Quijote a su escudero- pero el husmo no pasa de las sospechosas encuestas, o a lo sumo de los trajinados sobacos minis¬teriales. Grita su oposición a los Estados Unidos, pero satisface a la Casa Blanca con las tropas en Haití, comportándose como una dócil fregona que corre, limpia y barre. Finge desplantes ante los fondistas monetarios internacionales, pero no es Catón el Viejo que propone destruir a Cartago, sino apenas un fenicio hábil para esconder sus abultados y llamativos ahorros privados. Condena al terrorismo cuando lo conmina a hacerlo el arbusto del Norte, pero lo justifica plenamente puertas adentro, desde el momento en que las planas mayores de su gestión ominosa están cubiertas por los rezagos de la soldadesca marxista. Moléstase con cierto piqueterismo, pero tiene de principal aliado a un mantecoso asaltante de comisarías, y a muchos que como él han hecho del delito una rentada industria. Proclámase recuperador de la justicia, pero sus jueces preferidos se enrolan en la contranatura, la justificación del aborto y el ateísmo, lejos del haz de lictores y próximos a las repartijas de condones. Se supone fuerte y vigoroso, pero la población padece sus propias debilidades y la mayor de ellas, que es no saber garantizar la seguridad colectiva. Simula igualdad republicana, pero entrega superpoderes a uno de sus infrapotentes mancarrones. Promete la soberanía, pero el abanderado de sus generales cuenta entre sus audacias el haber montado un brioso taburete. Compadrea virilidades de macho patagón, pero promueve la sodomía del modo más repugnante que jamás se imaginaron ver los argentinos bien nacidos. Llámase católico y miembro de la Iglesia, pero no deja perfidia por ejecutar ni sacrilegio por consentir, ni farinellos por cohonestar. Apunta a la transversalidad como señal de unión, pero sus ostensibles transversales son la hez de la izquierda, si cabe el pleonasmo. Blasona al fin de clausurar la vieja política, pero de ella le viene esta lógica perversa que protestamos, no porque el peronismo haya sido fascistoide, según monserga de un canciller chileno, sino porque fue y es -junto con la partidocracia entera- un subproducto más de la aborrecible decadencia moderna.
El remedio para toda logicidad pervertida es la proferición de la verdad, oportuna e inoportunamente testimoniada. Lo es también y especialmente en el ámbito político, por lo menos para quienes creemos que guarda inescindible relación con la moral. No os engañéis unos a otros, es el consejo de San Pablo a los Colosenses, ya que la mentira trae la disolución de la sociedad y el resquebrajamiento de la convivencia. Entonces, nuestra existencia como nación también reposa en la verdad, descansa y se sostiene en ella. Sea en la verdad como virtud conexa a la justicia, o como trascendental del ser. Porque un hombre debe honestamente a otro y a su patria, la manifestación completa de lo verdadero.
Verdadero es aquello que es, rectitud perceptible por la mente sana, que no puede sino concluir -también con el Apóstol- que Dios es el veraz; y arrodillándose ante Él, prometerle con el Salmista que custodiará Su Verdad de edad en edad. Tras esta custodia seguimos empeñados, y no podrán impedirlo los disolutos ideólogos de lógicas protervas. •
Antonio CAPONNETTO