Publicado por Revista Cabildo Nº40
Mes de Octubre de 2004-3era.Época
REVISTA CABILDO Nº40-
OCTUBRE 2004-
MIRANDO PASAR LOS HECHOS-
por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ
LOS RESTOS DE LA BANDA MONTONERA
MAHOMA
POR fin se ha iniciado la guerra religiosa en el mundo del siglo XXI. Nadie, excepto los agnósticos y los interesados en la confusión, puede negar que los seguidores de Mahoma han pasado al ataque después de siglos de forzada pasividad. Ben Laden tiene la honestidad de no recatarse cuando anuncia su inspiración apostólica para estos tiempos posmodernos. Sólo un Occidente mortalmente distraído puede insistir en desconocer lo que los hechos le están clamando ante los ojos. Los islámicos están dispuestos a defender su estética y su liturgia como el velo que cubre el rostro de sus hijas. Quizá algunos lo consideren un detalle menor pero no lo es como tampoco es un dato aislado. Mientras tanto los católicos juegan al ecumenismo.
CAMBIO DE ESTILO
Algunos creen o quieren ver un cambio en la actitud inicial de Kirchner respecto a sus relaciones con otros sectores de la sociedad con los que prefirió confrontar con mayor o menor brusquedad desde un comienzo. Cambió a su paladar la Corte Suprema de Justicia, neutralizó los sectores justicialistas más reacios o desconfiados, despreció a la débil, confusa y confundida oposición; o sea fue ganando espacios a fuerza de prepotencia y de desaires más o menos groseros y de acercamientos e incorporaciones más o menos astutas. Intentó la vía de la transversalización como modo de liberarse de la tutela del peronismo -enorme cajón de sastre en el que todo cabe, incluyendo él mismo-y buscó encontrar apoyo en las izquierdas de todo tipo, desde la más estricta hasta la más maleable, que de todo hay. Todo le podía venir bien para crear un movimiento del que carecía desde su minoritaria situación electoral (en rigor, su acceso al poder constituye tanto una burla como un fracaso de la democracia argentina por lo que está bien ubicar a Kirchner en paralelo con Illía por su falta de votos y con Cámpora por lo mismo y por su ideología) A fin de más de un año y medio de gestión se puede afirmar que gastó su tiempo en consolidarse y no en gobernar. Como todos nuestros políticos, se preocupó más por sus intereses y necesidades personales y de sector que por el bien común de la sociedad, una vez más descuidada por sus sucesivos gobiernos. De aquí la previsible pero desazonante sensación que todos tenemos en el sentido que estos 500 días se perdieron en futilezas y en maniobras de salón, en frivolidades y satisfacciones mezquinas, en esgrima entre caudillos de segundo y tercer nivel, en la compra y venta de conciencias y de influencias. Mientras tanto todo continuó sujeto a su propia dinámica, con un gobierno cada vez mas arbitrario y prepotente. Pero la realidad tiene necesidades que la ideología no entiende y parece llegada la hora de afrontar la realidad tal como ella se presenta y no como uno gusta ver. Los piquetes se volvieron insoportables y ya es difícil disimular la sucesiva comisión de delitos varios. También es cierto que el propio presidente empezó a bajar el tono de sus discursos no por convicción sino por cálculo. Y aunque de ninguna manera se pueda decir que ha atemperado su vocación de choque ahora da la impresión que prefiere la transacción y el medio tono para dirigirse al adversario, aún al potencial. Y tampoco pasa su tiempo imaginando golpes (para eso está la no muy abundante imaginación de Alfonsín) ni imaginando enemigos. No es, por supuesto, que se haya vuelto más tolerante sino más cauto. Ni que haya renunciado a sus sombríos ideales setentistas sino que los acalló o postergó: se podría, pues, hablar de un cambio de estilo que, claro está, no significa ni equivale a un cambio de política.
VIEJOS RITOS
A esta altura es lícito sospechar que el presidente montonero Kirchner ya cumplió todo o buena parte del programa "in pectore" que llevó al poder en hombros de la desaprensiva y casi casual minoría que lo elevó a la primera magistratura. Poco le queda por hacer por el momento. Tal vez más adelante -cuando el panorama económico se aclare y se pueda recostar en los mecanismos internacionales del dinero que ningún izquierdista por fundamentalista que sea se atreve a despreciar aunque haga como que los enfrenta- procurará completar su labor, por ejemplo reduciendo las FEAA. a guardias policiales para custodiar las fronteras del imperio (haciéndole olvidar de su función y del honor), el apoyo a una jerarquía católica completamente adherente o por lo menos complaciente (que no le recuerde los fueros de la naturaleza y la obligación moral y jurídica de respetarlos), y, en lo inmediato, extirpar hasta las raíces últimas a los sobrevivientes de la represión que puso en fuga a sus compañeros de generación. Para lo primero cuenta con jefes sumisos y confiables dispuestos a entregar las fuerzas a su mando; para lo segundo con obispos decididos a borrar antinomias imprudentes; para lo tercero con jueces de primera instancia y de la Corte aceptos a recibir y cumplir instrucciones del poder político, en especial en materia de odio subversivo nunca apagado. Por esto es que no hay que hacerse ilusiones con respecto a una adecuación de esta socialdemocracia que se empeña en mantener sus mitos que a cada rato aparecen en sus discursos. Lo que pasa es que no puede ir más allá y que deberá adaptar el país a las exigencias de una globalización que la izquierda -aquí y en cualquier parte- acompaña, integra y legitima. Luego, en su oportunidad, Kirchner y sus hombres -que no olvidan- tornarán, cuando les sea posible, a sus viejos ritos y a sus antiguos rencores: conseguir en los 2000 lo que no lograron en los 70.
GENUFLEXOS
Mientras tanto, Kirchner no pierde tiempo en concentrar el mayor poder posible. Cuenta para ello -ya lo hemos dicho- con un poder legislativo vergonzosamente genuflexo y con un poder judicial disciplinado. Todos aceptan, con mayores o menores aspavientos, esta situación porque todos, a su turno, hicieron o trataron de hacer lo mismo. Ahora se puede ver que la reforma del '94 tenía como objetivo central -además de la reelección presidencial- posibilitar esta práctica indiscriminada y sin límites ni control del poder presidencial. El uso y abuso, tolerado seráficamente por los legisladores, de los decretos de necesidad y urgencia,es el rasgo característico de esta democracia, hoy montonera, ayer radical y más antes socialdemócrata y mañana quien sabe aunque aparentemente da lo mismo. La aprobación del presupuesto nacional para el próximo ejercicio -en sus grandes líneas hecho, al igual que el actual, a pedir de boca del FMI- admite que el jefe de gabinete pueda redistribuir a su gusto y conveniencia las partidas de un área a otra sin rendir cuentas a nadie y menos al Congreso que ha delegado así una de sus funciones primordiales según la Constitución mil veces jurada y perjurada. ¿De qué sirve seriamente un presupuesto que puede ser modificado a placer de un funcionario (que responde al presidente), semejante centralización de poderes que le permitirá a un hombre -a un solo hombre- dar o negar dinero y ayuda, atender o desatender las necesidades de las provincias y de los municipios? ¿No hay aquí, bajo una forma republicana, una tiranía en potencia, una dictadura en agraz? ¡Y todo en virtud de una cuota del 22% del electorado! Nunca un gobierno central fue tan prepotente, tan impúdico, tan desaprensivo en el manejo de los fondos públicos, manejo arbitrario y descontrolado que le permitirá levantar a sus aliados y hundir a sus enemigos ¿Quién podrá enfrentarlo si sabe que de la buena voluntad de un solo funcionario, el jefe de gabinete o sea la mano larga del presidente- depende su salud financiera es decir su permanencia en el cargo? La nación queda de esta manera vaciada, sin sentido ni realidad y en condiciones de advenir en un totalitarismo cuyo núcleo serán los restos de la banda montonera, ayer dispersa por la fuerza militar y hoy reunida por la maquinaria electoral.
REVOLUCIÓN, NO REFORMAS
No se puede negar que el peronismo es ingenioso o, más estrictamente hablando, astuto o, si se prefiere, picaro. Después de haber redactado e impuesto una constitución en la línea de la tradicional liberal (en cuanto a la división y equilibrio de poderes) se movió con laxa astucia para volver a crear un Ejecutivo fuerte, fuera del alcance y de la contención de un congreso que desde su comienzo y en virtud de un pacto tácito entre los partidos se limitó ¡ cumplir una función puramente formal; de manera que desde en tonces -incluso en los años de la socialdemocracia de De la Rúa ; Álvarez- los presidentes se gobernaron usando y abusando de lo decretos-leyes con lo que se produjo una anomalía institucional compartida, una trampa legal que abrió la compuerta para que ocurra lo que se está dando ahora, una concentración del poder en las manos presidenciales y de algunos de sus allegados, régimen que se parece cada vez más a una dictadura. La república como tal como organización política, como estilo de vida, como forma de convivencia- está siendo borrada de la faz de la Argentina y en si lugar se está instalando un totalitarismo progresista que toma a su cargo la revolución cultural (ni erróneamente el maestro Rafael Cambra había señalado que en nuestra época los tiempos son de revolución y no de reformas: los objetivos se quieren ya y hasta la últimas consecuencias). •