Diferencias morales: unos se suicidan por vergüenza y otros se vuelven a candidatear para encubrir sus delitos precedentes
17:00 – (Por
Rubén Lasagno) – Hoy se conoció la noticia que daba cuenta del suicidio del ex
presidente de Perú Alan García de 69 años quien se disparó en la cabeza cuando
iba a ser detenido por la policía, tal como lo dijo a la prensa el abogado
peruano Erasmo Reyna.
Garcia está involucrado en la investigación del caso
Odebretch, debido a la licitación para la construcción de la Línea 1 del Metro
de Lima y una suma de aproximadamente 30
millones de dólares que se habrían pagado de coima durante su segundo
gobierno (2006/2011), delito en el que se encuentran involucrados Luis Nava su secretario presidencial y Miguel Atala, ambos apuntados como
testaferros del ex presidente y a quienes también les pesa el pedido de
detención, en el marco de la misma causa.
La conmoción que sufrió el pueblo peruano es muy grande,
porque si bien los delitos estarían probados, “en ningún papel se me menciona”, habría dicho públicamente Alan
García, quien tenía una prohibición de salida del país por 18 meses.
Cuestión moral
Es evidente que el ex presidente de Perú no pudo soportar la vergüenza, la presión y
la ignominia de enfrentar públicamente una causa donde lo tiene como cómplice del delito de coima y lavado
de dinero. La batalla interna del dirigente aprista, hizo que el hombre moral le ganara al sucio, al
ambicioso y al delincuente y decidiera ponerle fin a su vida, rebasado por
la realidad, jaqueado por la justicia y en absoluta soledad, porque quienes
nada tuvieron que ver con sus delitos, nada tienen que hacer poniéndolo a
resguardo ni evitando que pague por lo que hizo.
En Argentina una ex presidenta multiprocesada, con más de 10
causas por delitos de corrupción, lavado de dinero, traición a la patria, entre
otros, más delitos personales/familiares en connivencia con sus testaferros,
utilizando el poder para licuar fondos de todos los argentinos y enriquecerse
ilícitamente, estimándose en más de un PBI (miles de millones de dólares) lo
que se llevaron a sus casas, ella, su familia y los más de 20 funcionarios
presos por corruptos, lejos de pensar en un suicidio en masa o siquiera de un
arrepentimiento vergonzoso ante la sociedad, armó un partido para competir por la presidencia y va camino a
octubre, tratando de que la voten otra vez al frente del país.
En Perú la corporación política le quitó el apoyo a Alan García, en Argentina cerraron filas para lograr impunidad.
Alán García tenía restricción de 18 meses para salir del país, en
Argentina los jueces autorizan a la jefa de una asociación ilícita a
viajar por el mundo, sin inmutarse. Alan García se mató por la encerrona
que le hizo la justicia, la sociedad que le dio la espalda y la
vergüenza de no poder mirar a sus hijos a la cara ni caminar por la
calle. En Argentina, CFK sigue vigente por el precio que le hace la
justicia, parte de la sociedad que no le dio la espalda y si bien no
puede caminar por las calles, tampoco tiene vergüenza que la atormente.
Parecidos
pero distintos. La diferencia la hace la sociedad peruana que sabe
distinguir entre delincuentes y salvadores. El otro factor que
desencadenó el suicidio de Alan García, porque no veía otra salida, fue la dignidad; y la idea irreconciliable con la realidad de la cárcel, que después de esto jamás podría recuperarla. En el caso argentino, la dignidad no existe y la esperanza de que “todo se puede recuperar”,
incluyendo los bienes de la corrupción expropiados, son motivos
suficientes para que los delincuentes vuelvan a soñar con volver al
poder. (Agencia OPI Santa Cruz)