Jean Sévillia: “La civilización occidental y cristiana se detesta a sí misma”
Presentamos
aquí la entrevista realizada al gran historiador y apologista histórico
francés, Jean Sévillia. Vale la pena su lectura.
Su Históricamente incorrecto es un gran libro.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
Fuente Infobae
Por Claudia Peiró
«Asistimos
a un quiebre de civilización, a una ruptura en la transmisión de la
cultura», sostiene Jean Sévillia, defensor de las raíces cristianas de
Francia, cuestionadas o negadas por corrientes de pensamiento que hacen,
dice, «una sobre-interpretación de la laicidad».
El nombre de Jean Sévillia está asociado al del diario Le Figaro, del que fue jefe de Redacción por muchos años y en cuyos suplementos culturales sigue colaborando. El historiador recibió a Infobae en la sede de ese emblemático periódico, ubicado en el bulevar Haussmann, no lejos de la Ópera de París.
Acaba de publicar un nuevo libro, Les vérités cachées de la Guerre d’Algérie (Las verdades ocultas de la Guerra de Argelia), pero tal vez su obra más emblemática sigue siendo Historiquement correct (publicada en 2003, hay edición en castellano, Históricamente correcto) en la cual repasa varios hechos de la historia contrastándolos con los mitos construidos al respecto:
la Edad Media, el Descubrimiento y la Colonización de América, las
Cruzadas y la Inquisición, las Guerras de Religión, la Revolución
Francesa, etcétera.
«Hay una suerte de colusión entre el mundo universitario, el mundo mediático y el mundo político de izquierda -afirma
Sévillia-, que funciona como un sistema solidario, y hacer pasar la
verdad histórica a través de esa barrera es muy difícil». Sin embargo,
es la tarea a la cual ha dedicado su obra: combatir el
anacronismo, el reduccionismo y el ocultamiento en la historia, que
convierten al pasado en un terreno donde se buscan argumentos para los
debates del presente.
«Se
combate el patriarcado donde ya no existe, el fascismo donde no hay más
fascismo y la homofobia, donde no hay persecución a los homosexuales»,
sostiene, en referencia a algunas militancias del presente.
—¿Está enterado de que España ha decidido no conmemorar los 500 años de la conquista de México por Hernán Cortés?
— Sí. En el caso de España, no es algo del todo nuevo. Esta ola de arrepentimientos empezó en 1992, en el 500 aniversario del Descubrimiento de América, cuando lo políticamente correcto estalló, y España se «arrepintió» de haber descubierto América o
lamentó que Cristóbal Colón hubiese descubierto América. Recuerdo que
hubo una exposición universal en Sevilla y en vez de celebrar la gesta
de las grandes conquistas fue al revés: los europeos habían cometido el
crimen de descubrir América y eran por lo tanto culpables de un
genocidio de las poblaciones amerindias. Era algo típico de lo
políticamente correcto, o históricamente correcto: el uso de la
historia o la deformación de la historia para hacerle decir al pasado
algo que tiene sentido para la gente del presente. No es una investigación histórica, un acercamiento a la verdad histórica, sino el uso de la historia con fines políticos e ideológicos.
Si en tiempos de Francisco Franco, la gesta de los conquistadores era
exaltada, hoy es al revés: son criminales, son casi predecesores de
Adolf Hitler. Es un delirio. Desgraciadamente, reitero, no es
nuevo. Por gente con la que estoy en contacto en España sé que la
Conquista y la Colonización son el gran tema de lo políticamente
correcto en ese país.
— ¿Hay
reacciones contra esto por parte de intelectuales o políticos? Por
ejemplo, en México, el historiador Enrique Krauze reivindica el
mestizaje, no sólo como elemento fundante de las naciones
latinoamericanas, sino como solución al problema indígena: el mestizaje
étnico y cultural y no el gueto. ¿Hay en España quién encarne esta
postura?
— Sí, pero son muy minoritarios. La Universidad está muy a la izquierda en España, los liceos, la escuela pública, incluso las universidades católicas están apenas un poco menos a la izquierda que las otras. Es
decir, hay historiadores que defienden la verdad pero son muy
minoritarios y con muy poco apoyo mediático porque, y lo mismo pasa en
Francia y en el mundo occidental en general: hay una suerte de
colusión entre el mundo universitario, el mundo mediático y el mundo
político de izquierda, es un sistema solidario, y hacer pasar la verdad histórica a través de esa barrera es muy difícil.
— La
Conquista es un tema que permite atacar a la vez a España y a la
Iglesia Católica. ¿A qué se debe esta campaña permanente? Porque la
campaña contra la Iglesia Católica no se detiene nunca…
— Es
un fenómeno que se observa en España, en Francia, en América del Norte
-en Canadá es muy fuerte-, en los países donde la Iglesia tenía una
posición extremadamente importante. Es menos marcado en Italia, tal vez
por la presencia del Papado, que sigue gozando de cierto respeto, hasta
por parte de los comunistas. También pasa en Austria; Polonia quedó algo
protegida por el peso de la imagen de Juan Pablo II. Pero en todos los
países occidentales en los que la Iglesia ocupó una fuerte posición
social, hay una suerte de vuelta de campana de la historia, una sobre-interpretación de la laicidad,
que es un concepto muy francés, como de una separación total entre el
mundo de lo sagrado y el mundo de lo profano, lo que lleva a que se le
haga un juicio permanente a la Iglesia sobre esos temas. Hay
muchas tradiciones dentro del anticlericalismo, del anticatolicismo, en
Francia la Revolución Francesa fue muy anticristiana, y a ello se
agregan, desde hace unos 30 años, los debates sobre la cuestión
antropológica, las diferencias entre hombre y mujer, el matrimonio, la
sexualidad, el aborto; todas esas cuestiones. En otros tiempos, la
antropología cristiana era la antropología común; hoy, vivimos una
liberación individualista, pero la Iglesia sigue teniendo una posición
normativa sobre esas cuestiones que la deja aislada. Entonces, hay
venganza. Las redes que se oponen a la Iglesia se sirven de la historia, pero no es la historia lo que les interesa sino pegarle a la Iglesia a causa de su discurso sobre la homosexualidad, la diferencia entre los sexos, etcétera.
— ¿Frente a todo eso, no está la Iglesia Católica demasiado paralizada?
— Sí,
paralizada… pero ahora directamente es dramático, con esta crisis que
tenemos de los abusos sexuales, a la que cada vez se le agrega una nueva
capa… Acaba de salir este nuevo libro sobre la cuestión de la
homosexualidad. Y aunque se pueda decir que esto incumbe al uno por
ciento de los sacerdotes… Tengo un hijo sacerdote y sufro
terriblemente cuando veo que él, que se entrega al servicio por 300
euros al mes, es tratado de pedófilo en la calle… es un horror. Noventa
y nueve por ciento de los sacerdotes, de los religiosos y de las monjas
se entregan a Dios y a los demás, y son insultados… es una crisis terrible. Nos llevará años superarla.
— Hay
cierto ensañamiento y una parte de la sociedad que festeja esa crisis,
pese a que se trata de una institución fundante de nuestra civilización.
— La civilización occidental y cristiana se detesta a sí misma. Se odia a sí misma. Es muy extraño.
— Estamos
ante un resurgimiento del feminismo, pero paradójicamente en lucha
contra el patriarcado que ya no existe. Ya no hay leyes patriarcales, es
decir, que consagren la superioridad del varón sobre la mujer en ningún
tema. Me refiero a los países occidentales, desde ya.
— Se
combate el patriarcado donde ya no existe. Se combate el fascismo allí
donde no hay más fascismo. La homofobia, donde los homosexuales no son
perseguidos. Se construye un enemigo fantasmagórico, que da motivos para seguir una lucha.
— ¿Cree que existen usinas que elaboran estas campañas?
— Hay
redes, sin duda. No soy muy complotista, pero existen redes.
Actualmente la red LGTB es muy fuerte, es mundial. O la ya vieja
francmasonería. Y hay una connivencia en el frente financiero porque paradójicamente
cierto capitalismo liberal juega ese juego porque quiere hacer caer las
fronteras o las viejas definiciones antropológicas; en el fondo hay
intereses de dinero, financieros, detrás. Detrás del transhumanismo,
por ejemplo, hay intereses financieros colosales. No digo que exista un
jefe mundial oculto, un complot, pero..
— A
nivel de los Estados, de las elites gobernantes, ¿se reflexiona sobre
estas cuestiones antropológicas? ¿Demográficas? ¿Francia se inquieta por
su natalidad? ¿Estos temas forman parte de las preocupaciones de los
políticos?
— Las
cuestiones demográficas en general no son abordadas por nadie, dejan
indiferentes a todos; y Francia todavía tiene una tasa normal, sobre
todo debido a la inmigración árabe musulmana -lo que implica otros
problemas-, pero Italia, por ejemplo, es un país que se está suicidando.
— Llama
la atención que las feministas radicalizadas ataquen a la Iglesia
Católica porque no es a pesar de, sino gracias al cristianismo que la
mujer tiene un estatus mucho más aventajado en los países occidentales.
Basta ver el mapa del mundo para saber en qué países la mujer está más
sometida y negada y en cuáles tiene más protagonismo.
— Históricamente hablando, fue la Iglesia, el catolicismo, el que protegió a la mujer, con las leyes del matrimonio. Hacer del matrimonio una institución, primero, y luego una institución indisoluble fue algo que protegió a la mujer, porque
en Roma y en muchas otras civilizaciones se podía repudiar a la mujer
de un día para el otro, sin que a ésta le asistiera el menor derecho, y a
eso el cristianismo le opuso la igualdad del hombre y la mujer, la
misma dignidad, no la misma igualdad social, obviamente, porque era una
sociedad patriarcal, pero también el patriarcado protegió a la mujer,
obligando al marido a su manutención.
— No todas las feministas ignoran eso. De hecho Simone de Beauvoir lo reconoce en su libro. Pero las feministas de hoy son…
— …incultas.
— Pasemos
al tema de las fake news. Es algo de lo que se habla mucho últimamente,
pero no es nuevo. ¿Lo nuevo sería quizás que con Internet los Estados
perdieron el monopolio de la mentira?
— El
comunismo internacional practicó la fake news durante toda su
existencia. La novedad es que con las redes sociales circula mucho más
rápido; una fake news puede dar la vuelta al planeta en una hora, de
Nueva York a Singapur. Hay una multiplicación de las fake news debido a
las redes; es el aspecto negativo de Internet. Luego es imposible
limpiar todo.
Por
efecto de Mayo del 68 y de la pedagogía moderna se derogó la cultura
‘burguesa’; por lo tanto, se rechaza la enseñanza clásica, la literatura
clásica
— ¿Le inquieta el porvenir de la cultura europea y, más en general, occidental?
— Sí, sí. Estoy realmente muy preocupado por la situación de Europa y el porvenir de su cultura. Hay un derrumbe. Asistimos a un verdadero quiebre de civilización, una ruptura en la transmisión de la cultura, de
la civilización. Europa tiene un problema de inmigración extraeuropea
muy fuerte; tenemos el problema del Islam y además una fuerte
descristianización. El cristianismo, y no lo digo solo porque yo sea
católico, tenía una cierta visión de la dignidad del hombre, de la
dignidad de la mujer, y hoy vemos una ruptura con esa tradición. Hay
una suerte de violencia que se desarrolla, que es preocupante. Se puede
ser víctima de agresión por un cigarrillo negado en la calle; es algo
que no sucedía en otros tiempos.
— La
escuela pública supo ser un instrumento de homogeneización social, de
nacionalización cultural. En Francia, ¿la escuela sigue cumpliendo esa
función?
— No,
no. Se rompió todo eso. Es el efecto de Mayo del 68 y de la pedagogía
moderna que derogaron la cultura llamada «burguesa», por lo tanto, hay
rechazo a la enseñanza clásica, a la literatura clásica. Cuando yo iba
al liceo, estudiábamos a los autores franceses clásicos, hoy consideran a
Molière un escritor más entre tantos. Hay una voluntad de romper con la
literatura clásica. Hay un escritor, un filósofo del que se ha hablado
mucho estos días, Alain Finkielkraut, judío, que fue agredido en una
manifestación. Bueno, él se ha construido una reputación en torno a
estos temas, porque buena parte de su obra la ha dedicado a denunciar
este quiebre en la transmisión de la cultura. Es algo muy, muy grave. La
escuela ya no juega ese rol. La escuela se ha vuelto
multiculturalista: todas las culturas son equivalentes. La escuela se
niega a convertir a los hijos de los recién llegados en francesitos,
porque se dice que eso sería discriminatorio, racista incluso; entonces
a cada uno se lo recibe y se lo educa con su cultura. La escuela ya no
tiene por finalidad la transmisión de una cultura y rechaza la idea de unidad nacional en torno a una cultura común. Eso es una ruptura, que se da además en el marco de un proceso de aumento de la violencia.
Los chalecos amarillos se parecen al Golem, aquel monstruo de Praga que ya nadie controla, que no se sabe a dónde va
— Es llamativo que los chalecos amarillos hayan agredido a un filósofo que los miraba inicialmente con cierta simpatía…
— El
problema es que «chalecos amarillos» quiere decir de todo y nada al
mismo tiempo; hay allí gente de derecha, de izquierda, de extrema
derecha y de extrema izquierda, que se ponen el mismo chaleco y van a
las mismas marchas pero no tienen los mismos objetivos ni adversarios
comunes. Es un fenómeno muy, muy extraño. Al comienzo, realmente era la
Francia de los pequeños, no de los desocupados ni de los inmigrantes,
pero sí de gente que gana poco. Pero el movimiento se transformó, la
extrema derecha y la extrema izquierda se metieron allí. Se parece un
poco al Golem, aquel monstruo de Praga, que se ha creado y que ya nadie
controla, que no se sabe bien adónde va; el movimiento de los Chalecos
Amarillos es exactamente eso hoy en día.
— ¿Hay actualmente algún referente político francés al que usted admire o por el cual se sienta representado?
— (Suspira)
No, entre los dirigentes de primer plano, no, desgraciadamente. Entre
los no conocidos o menos conocidos, los diputados, los senadores, hay
gente honesta, que hace bien su trabajo y se preocupa por el bienestar
general, pero no son de primer plano. Hay en la clase política francesa
gente que es bastante consciente de estos problemas que evocamos, pero
son minoritarios y no tienen las soluciones. Las graves dificultades que
enfrentamos, como la inseguridad, el desempleo o la inmigración
descontrolada requieren soluciones autoritarias, pero la gente no está
dispuesta a eso. Cincuenta años después de Mayo del 68, la gente se defiende en nombre de la conciencia, de los derechos individuales, pero lo colectivo no le interesa a nadie.
La
generación que hizo Europa, que es la que vivió la guerra, la tragedia,
ha desaparecido. Y ahora tenemos pequeños hombres grises, tecnócratas,
gente sin cultura
— Un discurso en el registro de Charles De Gaulle, que sentía que encarnaba a Francia, hoy en día sería rápidamente catalogado…
— …sí, sí, como fascista.
— Después de la generación de líderes que unieron Europa, ¿qué queda?
— Toda
la generación que hizo Europa, que es la que vivió la guerra, conoció
la tragedia y eso siempre engrandece, todas esas generaciones han
desaparecido. Y ahora tenemos pequeños hombres grises, tecnócratas, gente sin cultura, sin base filosófica, sin cultura histórica, sin cultura literaria. Incluso en la izquierda. Un hombre como François Mitterrand, que era de la generación de la guerra, era un hombre muy culto, con
una verdadera formación histórico-literaria. Era de izquierda y yo
nunca lo voté, pero no era un hombre para despreciar; hoy sus sucesores
al frente del partido son pequeños.
— ¿Y qué visión tiene de Emmanuel Macron?
— Es un resultado de la crisis. Ganó por defecto. «Mataron» a François Fillon [N.de la R: en referencia al candidato mejor posicionado, que fue denunciado por emplear a su esposa como asesora], que tenía todas las chances de ser presidente.
— Algo
parecido a lo que pasó con Dominique Strauss Kahn y François Hollande;
éste último fue presidente porque un escándalo sacó al otro de la
carrera presidencial.
— Exactamente.
Macron fue elegido casi por azar. Es un joven brillante, pero demasiado
joven y creyó que el mundo le pertenecía, pensó que bastaba con ser
inteligente y brillante para gobernar un gran país como Francia y se dio
de narices contra esta historia de los Chalecos Amarillos. Se puede no
tener simpatía por ellos pero son un movimiento social extremadamente
importante. Ahora Macron está haciendo estos grandes debates nacionales,
rema y rema, para avanzar, pero…
— Si no en el presente, imagino que en la historia de Francia hay personajes a los que sí admira.
— Tengo mis héroes personales. Juana de Arco es tan admirable. Es un personaje que tiene múltiples facetas. Es mujer, es santa, es una jefa guerrera, es una mística. Es la patrona de Francia por otra parte. Tengo mucha admiración por ella y le rezo por mi país. Hemos sido un gran país, un poco insoportable a fuerza de ser tan grande, lo
sé, los franceses nos hemos creído el centro del mundo, es uno de
nuestros defectos nacionales; no tenemos solo cualidades, pero
objetivamente Francia es un país que le ha aportado mucho al mundo, y no
hablo sólo de la Revolución Francesa, habló de sus misioneros, de sus
sabios, de sus políticos… Uno de mis libros se llama «Historia apasionada de Francia«;
admiro mucho la historia de mi país. Lo que es muy sorprendente es que
es un país que ha conocido crisis terribles en su historia y siempre se
volvió a levantar. Así que lo que me pregunto como historiador, a partir
de esas permanencias, es cómo nos levantaremos esta vez de la crisis en
la que nos encontramos, porque estamos en una crisis, que es la del
malestar, la del rechazo a los valores comunes, el rechazo a una visión de porvenir común, somos una sociedad que avanza a ciegas.
Cómo vamos a salir no lo sé, lo que sé es que muchas veces en nuestra
historia hubo terribles derrumbes y cada vez Francia se volvió a poner
de pie, así que…