El proceso jurídico de Cristo 14: las santas mujeres y la crucifixión
Las santas mujeres en el via crucis
Únicamente Lucas narra, luego del encuentro con el Cireneo, el episodio de las mujeres que consuelan a Jesús: “le
seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y se
lamentaban por él. Jesús volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por
vuestros hijos” (Lc 23, 27-28).
En efecto, sabemos por fuentes judías que algunas damas
pertenecientes a familias nobles, o simplemente acaudaladas, se
agrupaban (costumbre que el cristianismo continuó con las “cofradías”)
con el fin de aliviar a los condenados con actitudes de piedad y dolor y
con un vino narcotizador. Es precisamente a las agrupadas de esta
cofradía piadosa, thygatéres Ierusalem, a
quienes se dirige Jesús. El término “hijas”, empleado en vez del de
“mujeres” que hubiera sido más apropiado, parece hacer referencia al
nombre con que se conocían a aquellas “consoladoras”. Formaban, por tanto la asociación de las “Hijas de Jerusalén”.
Se trata de estas mismas mujeres que al llegar la comitiva al Gólgota, “le daban vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó”. (Mc. 15,23; Mt 27,34 dice “vino mezclado con hiel” (hiel = veneno); bebida propia de los condenados a muerte, era una especie de vino amargo, envenenado, que acortaba el dolor del suplicio)[1].
Pero es sobre todo el famoso “vinagre” al que aluden los cuatro evangelistas el que tiene mayor importancia (Mt 27,48).
En los reglamentos militares aparecía la orden de que todo
destacamento en misión fuera de los destacamentos o de las fortalezas,
debía llevar una bebida en una especie de cantimplora común. Esto era el
“skéuos” o vaso del que
habla San Juan (Jn, 19, 29). Aunque la palabra “vaso” no aprecie el
sentido militar, éste sí aparece en el original griego que pude
traducirse de forma genérica como “equipamiento de una dotación de
soldados”. Esta bebida reglamentaria recibía el nombre de posca, mezcal
de agua y vinagre, que era indispensable, juntamente con el trigo, para
los soldados alistados bajo las enseñas de Roma. La “esponja” que empapan para acercarle, no es otra cosa que el tapón utilizado para cerrar el recipiente o vaso.
Era común que los soldados dieran a beber ese veneno al crucificado
para acelerar su muerte y así librarse pronto de un turno de guardia y
poder terminar.
La crucifixión
Destaquemos que este suplicio de la cruz, era un sistema de ejecución que los romanos habían tomado de los pueblos del Oriente,
pero que habían asimilado hasta tal punto que aquel patíbulo venía a
ser un símbolo de su dominación en todas las tierras de su extenso
Imperio, con la salvedad de que este ignominioso suplicio no era aplicado a los ciudadanos romanos. Por el contrario, los judíos sentían horror ante este tipo de pena y nunca la incluyeron en su legislación
(por lo general al condenado a muerte moría por lapidación). En el
derecho criminal judío no se conocía la crucifixión, el colgar de un
palo a los idólatras o blasfemos y apedrearlos no era una pena de
muerte, sino una pena añadida después de la muerte. Pena que según el
Deut. 21,23 sellaba a los ajusticiados con la maldición divina: “todo el que cuelga de un madero es maldito de Dios”. Y los judíos aplicaban esta frase a los crucificados.
En una condena ordinaria, el patíbulo empleado tenía una forma “oficial” que podía ser la crux immissa o capitata,
de cuatro brazos, es decir con un soporte vertical cruzado por otro
horizontal. Esta era la llamada cruz latina, la más conocida. Pero
también se usaba la crux commissa, con forma
de “T”, es decir de tres brazos. La única cruz en la que se utilizaban
dos maderos es la llamada “de San Andrés”, conocida como decussata, pero parece que no se utilizaba, por lo menos en las ejecuciones ordenadas por el Estado romano.
Independientemente de la forma de la cruz, el brazo vertical recibía la denominación de stipes o staticulum
y por lo general estaba sólidamente asentado en tierra –al menos en las
ciudades del Imperio donde había tribunales- en el lugar destinado a
las ejecuciones. En Jerusalén tenía que existir semejante lugar con stipites o staticula sobresaliendo del suelo, pues era la capital
religiosa de una provincia conflictiva en la que la crucifixión estaba
considerada como uno de los medios más importantes de control y
disuasión de las rebeliones.
El brazo horizontal era conocido como patibulum,
nombre derivado del hecho de que en el Lacio antiguo, se utilizaba para
castigar a los esclavos la barra de madera con la que se cerraba desde
el interior la puerta de la casa. Si se quitaba dicha barra, la puerta
en cuestión patebat, es decir, “se abría”. Como ya dijimos, era el propio condenado el que llevaba el patibulum hasta el lugar de la ejecución, y esto es precisamente lo que refieren los evangelios, pues así lo exigía el procedimiento legal. Pero al no poder soportar Jesús el peso del madero, éste recayó sobre los hombros de Simón de Cirene.
Hay otro indicio en los evangelios sobre la manera en que el
condenado portaba la cruz. Cuando Cristo resucitado le dice a Pedro: “En verdad, en verdad te digo:… cuando hayas envejecido, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras” (Jn 21,18). En efecto, el cruciarius, el condenado a la cruz, al salir del tribunal o de la cárcel, tendía que extender sus brazos para que le fuera colocado el patibulum sobre sus hombros (en posición horizontal detrás de la nuca) y sus manos quedaban al mismo tiempo atadas al madero.
La cruz de Jesús debió de ser un poco más alta de lo normal porque el
soldado romano empapa la esponja y se la acerca con una caña o lanza.
También las palabras irónicas del “baje ahora de la cruz” nos dan idea del tamaño.
[1] En este episodio puede corroborarse el probable carácter extranjero de los soldados, que confundieron las palabras de Jesús “Eloí, por qué me has abandonado” con la de “Elías”.