El Altar Mayor con la Imagen de Nuestra Señora de los Dolores. La mesa Novus Ordo se encuentra en medio … todo en escombros.
¿Quién puede negar que las escenas de París de hoy recuerdan
nuestra situación en los días contemporáneos? Como católicos, hemos sido
testigos de la destrucción del edificio de la Iglesia Católica y la
cristiandad, construido a lo largo de 2.000 años. Un incendio
catastrófico estalló amenazando toda nuestra vida. Estalló en 1962 con
el inicio del Concilio Vaticano II. Dentro de LOS DOCUMENTOS DEL
VATICANO II, había enseñanzas e ideas que son per se
destructivas y que consumirán y colapsarán cualquier cosa y a cualquiera
que tenga la mala suerte de interponerse en su camino. El fuego físico
en Notre-Dame de hoy consumió la mayor parte del interior de la Iglesia
en 60 minutos, reduciéndolo a cenizas, y la fe y la vida institucional
de los católicos se redujeron a cenizas durante un período de 60 años.
Todo reducido a cenizas.
¿Qué les diríamos a quienes hubieran insistido en quedarse dentro
de las estructuras en llamas en colapso? Hoy en París, ni siquiera los
bomberos podían entrar adentro. Las llamas eran demasiado calientes y
mortales. Podemos rociar cañones de agua desde el exterior de la
estructura colapsada. Pero no nos atrevíamos a entrar. Los que oraban
debían hacerlo desde afuera, mirando desde una distancia segura al
infierno que se desataba en lo que una vez fue un lugar de reposo y
santuario de paz. Pero ya no lo será más. No por mucho tiempo. A través
de la Misericordia de Nuestro Señor y las oraciones de Nuestra Señora,
los valientes sacaron de las ruinas los objetos que representan y nos
traen el recuerdo de Nuestro Señor. Su corona ha sido salvada; La capa
del santo rey de Francia se ha salvado. La realeza de Cristo y la
realeza entre los hombres, simbolizada por la reliquia de la Corona de
Espinas y la Capa de San Luis, han sido rescatadas de la estructura
consumida por el fuego, para satisfacer y fortalecer a los fieles. El
altar mayor se salvó. Será gloriosamente utilizado de nuevo. Sin
embargo, lo más importante es que la FE todavía existe. Se mostró hoy en
las calles de París. Cierta fe, una fe que reconoce nuestra profunda
dependencia de Dios, se mostraba en las lágrimas de la gente de París.
Nuestro Dios es el Dios de la realidad. Durante décadas he pensado que
sólo un choque con lo Real volvería la mente humana hacia Dios y su
Santa Madre. Siendo-Sí mismo, YO SOY EL QUE SOY, el Dios que murió en la
Cruz una muerte sangrienta, nos llama a despertar a nuestra condición.
Despierta al hombre que llora y reza con la cabeza sobre tus rodillas.
Despierta hombre, despierta y, por Dios, sal de esa iglesia ardiente. Te
esperamos, arrodillado en la calle.
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