PRIMERA PARTE
LECCIÓN III
La crisis actual de la
Física teórica en su estructura impropiamente llamada “clásica” y la necesaria
construcción de su edificio conceptual por medio de un andamiaje hipotético que
difiere del utilizado en la etapa newtoniana, no altera lo más mínimo su
específica intencionalidad, ni sus bases metodológicas, ni sus límites especulativos.
La ciencia exacta y experimental de los fenómenos de la naturaleza seguirá
desarrollándose prodigiosamente sobre los mismos lineamientos fundamentales,
trazados por Galileo y por Descartes; seguirá construyéndose como una ciencia
mixta, formalmente matemática y materialmente empírica. La forma de un saber
determinado es tan invariable como la esencia o la forma sustancial de un ser
físico o moral; por ello, la Física matemática seguirá siendo una ciencia de
fenómenos; una ciencia que hace cálculos y los comprueba experimentalmente. Y
en la nueva sistematización ganará seguramente en claridad respecto de sí
misma; sus devotos sabrán, incluso, que por ser una matemática universal y no
una metafísica o filosofía primera, su tarea no es la explicación real del
universo sino la descripción de la estructura matemática de los fenómenos en su
exterioridad. Esto significa haber aprendido que una ciencia sin metafísica no
quiere decir una ciencia contra la metafísica, contra la humana sabiduría; y
que no es lícito seguir repitiendo con Kant que la metafísica no es posible
como ciencia por la sin razón de que no es una ciencia exacta y experimental de
fenómenos. Es razonable esperar que la reconstrucción de la Física teórica,
opere una cuidadosa depuración de su terminología peligrosamente contaminada de
metafísica, a fin de evitar que los hombres de ciencia, los pedagogos y los
libres pensadores sigan difundiendo el funesto equívoco de presentar las
hipótesis científicas de validez siempre circunstancial, como si fueran teorías
puras, como si fueran verdaderas explicaciones causales de la realidad. En los
últimos tres siglos se ha venido intensificando una obra de confusión y de
envenenamiento de la mente y el corazón, so pretexto de enseñanza científica, que
consiste en poner en ridículo y como estúpidas sin razones y disparates
notorios, las explicaciones teológicas y metafísicas de la Tradición. Germán
Mark expone el verdadero significado y alcance de esa crisis de crecimiento que
padece la Física teórica: “La mecánica de Newton y la electrodinámica de
Maxwell-Hertz fueron apropiadas por mucho tiempo para dar cuenta con gran
aproximación en los cálculos, de los fenómenos naturales accesibles a nuestra
observación, desde el movimiento de las estrellas en la esfera celeste hasta el
de los electrones en los tubos en que ha hecho el vacío 27”. Ocurre que los esquematismos hipotéticos y
los sistemas de ecuaciones elaborados por la llamada Física “clásica” para
interpretar matemáticamente los resultados experimentales, no se aplican en una
serie de casos debidamente establecidos; de ahí la necesaria onstrucción de
otras hipótesis como la de los cuanta o la de la relatividad, cuyas fórmulas
concuerdan con los resultados de los experimentos. Las hipótesis son contenidos
variables de la ciencia exacta y experimental; su vigencia está ceñida por el
límite de experiencia alcanzado en un momento dado.
27 GERMÁN MARK, Crisis de la Física
clásica por obra del experimento. Sin datos de la edición consultada por el
autor.
Las leyes exactas son,
en cambio, inmutables y valen siempre dentro del campo experimental a que están
referidas. Importa sobremanera para la conciencia crítica de nuestra mentalidad
examinar, en un ejemplo sencillo, la forma del tratamiento matemático de las
cuestiones. Seguiremos atentamente el texto de Eddington en el análisis de un
problema corriente en los manuales de Física y de ciencias naturales: “Un
elefante se desliza por una pendiente herbosa”. El estudiante avisado sabe que
no es necesario ocuparse demasiado de esto; está puesto allí sólo para dar la
impresión de realismo. Lee más adelante: “La masa del elefante es de dos
toneladas.” Ahora se comienza a hablar seriamente: el elefante desaparece del
problema y lo sustituye una masa de dos toneladas. ¿Qué cosa son estas dos
toneladas, verdadero sujeto del problema? Se refiere a una propiedad que
descubrimos vagamente como “peso” y se manifiesta en una región particular del
mundo externo... No importa a qué cosa se refieren “dos toneladas”; ¿qué cosa son?
¿Cómo han entrado realmente en nuestra experiencia en modo tan preciso? “Dos
toneladas” es cuanto indica el cuadrante cuando se pone al elefante sobre la
balanza. Sigamos adelante. “La pendiente de la colina es de 60º.” Ahora la
pendiente desaparece del problema y es sustituida por un ángulo de 60º. ¿Qué
cosa es un ángulo de 60º?... es la lectura de una división del transportador. Y
análogamente para los otros datos del problema. El suelo mórbido y blando por
donde se desliza el elefante es reemplazado por un coeficiente de atracción, de
condición análoga a la lectura de un índice... Se trataba de encontrar el
tiempo de descenso del elefante y la respuesta es dada por la indicación de la
aguja de los minutos y de los segundos sobre el cuadrante de nuestro reloj 28. 28Cf. SIR
A. S. EDDIGNTON, La natura…, o. c., c. 12. Resulta claro, pues, los aspectos que destaca
y los que omite la consideración matemática de los seres y de los valores. Es
evidente que la reducción cuantitativa de los fenómenos abstrae sus datos
registrables en algún índice numérico y deja de lado todo lo sustantivo e
intrínsecamente valioso. Todo lo que distingue y jerarquiza. Sobre el fondo
abstracto de la cantidad pura –la exterioridad absoluta, el espacio homogéneo-
se recortan magnitudes, figuras, posiciones y trayectorias como los rígidos
perfiles de entes vacíos y de su juego ciego. La reducción cuantitativa procede
invariablemente en el sentido de los denominadores comunes; opera una necesaria declinación hacia la
materia amorfa e indiferente. En rigor, cantidad y materia son la misma cosa y
sólo difieren, como señala Hegel, en que “la cantidad es la materia en cuanto
pensada y la materia es la cantidad en una existencia exterior 29”.
29 Citado según la versión italiana: G. G. F.
HEGEL, La scienza della Logica, Libro Primo, Sezione Seconda, Capitolo Primo,
Nota 1. Traduzione italiana con note di ARTURO NONI, Volume Primo, Bari, Gius.
Laterza & Figli, 1924, p. 216.
30Citado según la versión italiana: G. G. F. HEGEL, La scienza…, o. c.,
Libro Primo, Sezione Seconda, Capitolo Primo, Nota 2, p. 223. 31 Cf.
ARISTÓTELES, Metafísica VII, 4, 1029 a, 28-29. Sin datos respecto de la versión
utilizada por el autor.
La unidad sustancial o
de forma en un ser determinado –agua o alma-, sometido al punto de vista de la
cantidad, deja de ser la identidad consigo mismo, su primordial referencia a sí
mismo para manifestarse como un perpetuo salir fuera de sí, como ser
absolutamente en otro. El agua deja de
ser agua para resolverse en hidrógeno y oxígeno; el alma deja de ser
alma para resolverse en funciones corporales. El agua se anula a sí misma, se
disgrega en otro pulverizándose en átomos; el alma se anula a sí misma y se
disgrega en un polvillo de partículas sensoriales. Análogamente la unidad moral
del Estado se destruye a sí misma, pulverizándose en la atomística del arbitrio
y del querer individuales. Lo mismo pasa con la familia y con la corporación
sometidas al principio de la extrema exterioridad. El agua, una forma física;
el alma, forma que vivifica el cuerpo, forma que anima y que ama; el Estado,
existencia en forma de personas, de voluntades libres. Agua, alma y Estado, ya
no son nada en sí y por sí mismos; sólo son fuera de sí, en otro, en su
exterioridad. La mecánica de la cantidad indiferente, del más o menos
implacable, los ha triturado con sus ruedas pesadas y han quedado convertidos
en polvillo amontonado, en conjuntos accidentales, en composiciones de
partículas separadas y extrañas las unas de las otras: átomos, moléculas,
corpúsculos, genes o factores, hormonas o mensajeros químicos, vitaminas;
vibraciones nerviosas, localizaciones cerebrales, átomos psíquicos; egoísmos
individuales, de clase o de partido. Y luego las múltiples y variables composiciones
atómicas de la mecánica, física o biológica, junto a las ocasionales
expresiones de la llamada voluntad general, esa atomística política de las
mayorías accidentales. Todas composiciones de unos vacíos que permanecen
extraños e indiferentes en su absoluta y rígida exclusividad. El conjunto
accidental, la composición, se determina en la absoluta exterioridad, en una
relación extrínseca y accidental de sus partes. Y “esa relación es ajena a las
sustancias, no las tiene en cuenta para nada y no toca su naturaleza, como
tampoco la toca todo lo que puede derivarse de la espacialidad 30” La sustancia es lo real por excelencia; “el
ser que existe separadamente y es algo determinado 31; el sujeto de lo que se
piensa y se dice en última instancia, el individuo: Juan y Pedro, Argentina y
Estados Unidos, el agua de este vaso y este oro que brilla sobre la mesa. Pero
el individuo, la sustancia primera, no se define por lo individual, por su
singularidad ni por sus rasgos particulares y contingentes; tampoco se define
por su materia, estas carnes y estos huesos por ejemplo. El individuo se define
por su esencia; por aquello que es en sí y por sí mismo considerado; por
aquello que hace que Juan sea Juan, es decir, hombre, nada menos y nada más que
un hombre si es como debe ser; por aquello que hace que la Argentina sea
Argentina, es decir soberana, nada más y nada menos que una Patria soberana. La
esencia, pues, expresa la sustancia; es su concepto y su definición. Y por
ello, es lo primero que existe en un individuo; sin ella no existiría nada. La
esencia es, en cierto sentido, uno y lo mismo que el individuo real y concreto;
es, por ejemplo, el alma de Juan, el alma que anima su cuerpo y el alma que ama
en él. Pero la esencia no es la estatura de Juan, ni el color de su piel, ni
las fuerzas de sus músculos, ni el timbre de su voz, ni sus pocos o muchos
años, ni su salud robusta o endeble, ni sus haberes, ni sus títulos, ni su
fortuna, ni nada de lo que está en él y le pertenece, cuando hacemos
abstracción de su alma y lo consideramos en la forma de la exterioridad y del
accidente. La esencia es individual en la existencia real y concreta; y es
universal en la existencia ideal y abstracta del pensamiento. Pero es una y la
misma esencia. Cuando pensamos el ser de una cosa determinada, le arrancamos
mentalmente su esencia por medio de la abstracción; la despojamos de su
existencia carnal y la convertimos en una idea, en un concepto que la contiene
intencionalmente como referencia mental), es un soplo del espíritu que le infunde
un significado a la voz, que penetra de intención y de sentido a la letra, que
convierte en signos y símbolos las líneas, las figuras, las posiciones y los
movimientos exteriores. No olvidemos en adelante; no olvidemos lo que nos
enseña una antigua sabiduría: “Ni la longitud, ni la anchura, ni la profundidad
son otra cosa que determinaciones cuantitativas y no sustancias. Sustancia no
es la cantidad sino, más bien, aquello a lo cual pertenecen originalmente las
determinaciones cuantitativas 32” No olvidar
esta fundamental enseñanza, importa no incurrir jamás en el error de querer
explicar lo principal por lo secundario, lo superior por lo inferior, la
sustancia por el accidente, lo que una cosa es en sí misma, por aquello que
sólo está en ella y le pertenece. La cantidad es algo que está en la sustancia
y en dependencia de ella; de tal modo que sólo una argumentación sofística
puede aparecer confiriendo validez a la subversión de ese orden necesario de
primacía. So pretexto, repetimos, de educación científica, se ha venido
atentando sistemáticamente en contra de la Sabiduría divina y humana. Así la
escolarización y vulgarización de tanto simulacro convencional inventado por
una imaginación saturada de matematicismo o mecanicismo, hasta el punto de sustituir
la entera realidad sustancial por un mundo de fantasmas extravagantes y de
sombras geométricas, ha terminado por secarnos el cerebro y envilecer nuestro
corazón. No sólo representamos mecánicamente los fenómenos físicos y morales,
sino que nos rodeamos de un contorno de cosas cúbicas y de cubismo pictórico,
de columnas estadísticas y de test universales, de planos y de planes para
obras de ingeniería y obras en las almas. Tal como ya observaba Vico 33, en
las matemáticas, el hombre conteniendo dentro de sí un mundo imaginario de
líneas y de números opera en su interior con abstracciones; y lo mismo ocurre
con las aplicaciones exteriores del cálculo y de las reducciones geométricas.
Las ciencias y las artes de base matemática no tienen que ver, pues, con
realidades sustanciales sino con esquemas de la realidad. 32 ARISTÓTELES,
Metafísica VII, 3, 1029 a, 13 -16.
33 GIOVANNI BATTISTA VICO (1668 – 1744), filósofo
italiano representante, junto con Luís Vives y Gracián, de la tradición
humanista de origen latina contrapuesta tanto al racionalismo como al
empirismo.
Fue profesor de
Elocuencia Latina en la Universidad de Nápoles (su ciudad natal) pero cultivó, además, la Historia y el
Derecho. Encarnó una fuerte reacción frente al racionalismo cartesiano y a las
ideas de la Ilustración. De acuerdo con Vico, el cogito cartesiano nada dice
respecto de la esencia del hombre sino que aporta tan sólo la conciencia de su
existencia. Por otra parte, puesto que la ciencia es un saber por las causas,
solamente Dios, la Causa Suprema, posee la Ciencia General; el saber humano, en
cambio, se limita a aquello de lo que el hombre es causa, la Matemática y la
Historia. A partir de estos postulados, Vico desarrolla su “nueva ciencia” que
expuso, sobre todo, en su obra fundamental, Principios de una ciencia nueva
sobre la naturaleza común de las naciones, publicada en 1725.