viernes, 20 de septiembre de 2013

DOS DECADAS PERDIDAS

Wyatt Earp
Tiem­pos difí­ci­les. Quien ejerce la Pre­si­den­cia de la Nación pro­cura deses­pe­ra­da­mente modi­fi­car la Cons­ti­tu­ción Nacio­nal a efec­tos de habi­li­tar su reelec­ción. Pacta con tirios y tro­ya­nos a fin de obte­ner la luz verde que le per­mita tras­po­ner el umbral de Bal­carce 50 sin que múl­ti­ples cau­sas por corrup­ción le envíen junto a sus esbi­rros direc­ta­mente a pri­sión. Mien­tras tanto el país se debate en medio de una pal­pa­ble inse­gu­ri­dad e inusual clima de vio­len­cia que lle­va­ron a las auto­ri­da­des a cam­biar la filo­so­fía de su decla­mada polí­tica de ondas de amor y paz recu­rriendo a un duro she­riff quien pro­mete mano dura y plomo para los delincuentes.
Quien supuso que estoy haciendo refe­ren­cia a la actua­li­dad nacio­nal se equi­voca. Esto suce­dió hace dos déca­das, cuando el Dr. Menem pre­ten­dió — y obtuvo — la modi­fi­ca­ción de la CN a tra­vés del Pacto de Oli­vos con­sen­suado con el Dr. Alfon­sín y la Unión Cívica Radi­cal. Menem tuvo su reelec­ción y zafó momen­tá­nea­mente de la cár­cel.
Por aque­llos tiem­pos la vio­len­cia se ense­ño­reaba sobre nues­tra Repú­blica y ante las res­pues­tas ofi­cia­les se me ocu­rrió enviar una carta de lec­to­res que publicó la Revista Humor, la cual a con­ti­nua­ción trans­cribo en parte. De su lec­tura se verá no sólo que nada ha cam­biado sino que la situa­ción ha empeo­rado, pese a lo cual se insiste con fór­mu­las que fra­ca­sa­ron rotun­da­mente, igno­rando las ver­da­de­ras cau­sas. Ni aun­que hubie­sen traído al Algua­cil Wyatt Earp se habría solu­cio­nado el pro­blema de la vio­len­cia y su lógica con­se­cuen­cia, la inse­gu­ri­dad. Las ver­da­de­ras cau­sas segui­rían siendo igno­ra­das, con­ciente o inconcientemente.
Revista Humor. Correo de lec­to­res:
Les hago lle­gar una inquie­tud per­so­nal con­cer­niente al tema que des­gra­cia­da­mente ocupa en estos días nues­tra aten­ción: La vio­len­cia. Qui­zás debe­ría resu­mir mi opi­nión con el con­tun­dente ‘Qué vio­lento me pone la vio­len­cia’. Y no es para menos dado que luego de escu­char por todos los medios opi­nio­nes acerca de la indig­na­ción y temor gene­ral que oca­siona este ‘rebrote de la vio­len­cia’, debe­mos sopor­tar las más absur­das solu­cio­nes a tan grave problema.
A esta altura de nues­tra entrada al Pri­mer Mundo no nos debe sor­pren­der que nos bom­bar­deen con opi­nio­nes sobre cual­quier tema per­so­nas que en lo más mínimo están capa­ci­ta­das siquiera para com­pren­der el pro­blema; mucho menos para apor­tar solu­cio­nes desde detrás de un escritorio.
Pero el colmo del absurdo lo escu­ché en un repor­taje radial efec­tuado a alguien que de este tema ‘sabe mucho’. El repor­teado era el señor Mario Gallina, quien apa­ren­te­mente es una auto­ri­dad poli­cial o algo así, dado que del repor­taje pude ente­rarme que está al frente de las Fuer­zas de Segu­ri­dad en espec­tácu­los depor­ti­vos de la Pro­vin­cia de Bue­nos Aires.
Luego de los comen­ta­rios de rigor acerca de lo ‘sor­pren­di­dos’ que esta­mos todos ante esta inex­pli­ca­ble vio­len­cia en los esta­dios de fút­bol, el señor Gallina llegó a la con­clu­sión de que ‘si hoy cuento con 3.000 efec­ti­vos para el futuro deberé con­tar con 6.000… ’
Aclaro, el con­cepto es tex­tual, no recuerdo la can­ti­dad de agen­tes del orden, pero la solu­ción pasaba por dupli­car la cifra, eso es seguro.
¿Creerá sin­ce­ra­mente este señor que dupli­cando la can­ti­dad de efec­ti­vos encon­tra­ría­mos aun­que sea un palia­tivo razo­na­ble? ¿Es esa la filo­so­fía de las auto­ri­da­des encar­ga­das de pre­ser­var el orden? Sin­ce­ra­mente me da miedo, y no estoy exa­ge­rando. ¿A qué efec­ti­vos se refiere el Señor Gallina? ¿A aque­llos que inte­gran fuer­zas de segu­ri­dad del tipo de las que balea­ron y die­ron muerte al chico que iba en el tren en la Esta­ción Adro­gué? ¿O a los que cubrie­ron el ope­ra­tivo Cabe­zas? ¿Tal vez a con­dis­cí­pu­los de Dia­mante y Gerace? Me ima­gino que esta pri­vi­le­giada selec­ción no excluirá a los agen­tes del orden que ayer irrum­pie­ron en la Uni­ver­si­dad de La Plata y no para estu­diar pre­ci­sa­mente. ¿Pode­mos ele­gir? Por­que si así fuera yo elijo estar lo más lejos posi­ble de estos agen­tes. Me siento pro­te­gido si no los tengo cerca.
¿Creerá acaso algún fun­cio­na­rio influ­yente en este tema — áreas de segu­ri­dad — que pode­mos hablar de vio­len­cia en las escue­las, los esta­dios de fút­bol, los reci­ta­les de música y así hasta el infi­nito, par­cia­li­zando un pro­blema que es gene­ral? Que está ins­ta­lado en la socie­dad, a la cual fue corro­yendo sutil­mente desde hace por lo menos dos déca­das. Que se genera en múl­ti­ples her­vi­de­ros, desde una apa­ren­te­mente inocente pro­gra­ma­ción tele­vi­siva hasta la pro­mo­ción de barrios cerra­dos donde sus habi­tan­tes encuen­tran todas las como­di­da­des sin nece­si­dad de con­ta­mi­narse fuera de sus lími­tes, pasando por el ‘inocente’ y ‘casual’ hecho de ser uno de los paí­ses que posee mayor can­ti­dad de Empre­sas de Segu­ri­dad que no ase­gu­ran nada y con­ti­nuando con el orgu­llo de ser un país que no sólo no le da impor­tan­cia a la edu­ca­ción sino que la obs­ta­cu­liza den­tro de sus posi­bi­li­da­des. Un país donde com­pro­ba­mos día a día que no todos somos igua­les ante la Ley. Un país donde se fomenta por todos los medios y a tra­vés de todos los medios el culto a la fri­vo­li­dad, pos­ter­gando el tra­ta­miento de temas pro­fun­dos. Un país al cual el clo­ro­formo ofi­cial ha logrado que los maes­tros para recla­mar por mucho menos de lo que mere­cen hayan tenido que ayu­nar frente al Con­greso, y que el resto de los ciu­da­da­nos ya nos haya­mos habi­tuado a pasar frente a la carpa sin avergonzarnos.
Señor Gallina ¿Sin­ce­ra­mente cree que dupli­cando los efec­ti­vos se mejo­rará algo? Es usted todo un opti­mista… ..Juan Manuel Otero.”
Ayer Gallina, hoy Gra­na­dos… ¿Cam­biará algo? No lo creo. Hoy como ayer nues­tros fun­cio­na­rios dedi­can sus esfuer­zos a com­ba­tir las con­se­cuen­cias igno­rando nue­va­mente las cau­sas.
Qué lás­tima, dos déca­das perdidas.
Autor: Juan Manuel Otero