sábado, 8 de febrero de 2014

ECONOMIA NACIONALISTA: PARTES 2º Y 3º

ECONOMIA NACIONALISTA II

 


DR. WALHTER BEVERAGGI ALLENDE
 
La dependencia con el Dolar solo se acaba con una moneda sana

1. Concepto

 Nuestra teoría cualitativa sostiene que el valor del dinero depende, en una economía monetaria, esencialmente de cual fue el "destino productivo" con que dicho dinero fue insertado en la economía, antes que la relativa abundancia o escasez del mismo respecto del cúmulo de bienes y servicios que aquel dinero - o moneda - tiene por objeto movilizar en todo genero de transacciones y en su carácter de "intermediario de los cambios".

En otras palabras, y para explicitar desde el comienzo nuestro frontal disenso con la "teoría cuantitativa del valor de la moneda", nuestro enfoque sostiene que lo primordial no es la abundancia o escasez de moneda, considerada en abstracto, sino el destino cualitativo que diera origen al contingente monetario que fluye a través de la economía de cualquier país, en un momento determinado.

Usamos el termino "cualitativo" para significar, en relación con el dinero que se lanza a la circulación (o que hubiera sido lanzado con anterioridad), su cualidad o aptitud para ocasionar tales o cuales efectos en la corriente circulatoria económica de un país y, particularmente, en la producción de bienes y servicios.

Por supuesto que nuestro planteamiento supone, de parte del lector, un conocimiento razonable de todas las particularidades de la mecánica monetaria fundamental en un país moderno. No nos referimos, por consiguiente, a estadios históricos en que el desenvolvimiento monetario estaba en su etapa embrionaria, o simplemente en progresiva evolución, a partir de la moneda metálica, los patrones "oro" y "plata", y luego la implantación generalizada de la "inconvertibilidad", por una parte, a la vez que del "préstamo" y "deposito" bancario, por la otra, como el más importante elemento para fabricar y destruir moneda, habida cuenta de las "reservas de ley" o "exigencias de efectivo mínimo", y otras tantas instituciones de uso generalizado en el mundo capitalista o de "economía libre", a partir de la Gran Crisis del año 1930 y siguientes, y del conocido colapso definitivo del "patrón oro". (1)

Es obvio, por otra parte, que al referirnos a "nuestro frontal disenso" con la teoría cuantitativa, nosotros no pretendemos desconocer la importancia relativa que la cantidad de moneda puede tener, en un momento determinado en la economía de cualquier país, en proporción con la masa de bienes y servicios que configuran el producto nacional corriente y, además de ello, todo el patrimonio físico o jurídico precedente, en tanto esté integrado por "bienes económicos", a los efectos de la determinación del nivel general de los precios.

Lo que queremos significar es que, más que dicha cantidad, considerada en abstracto, lo importante para la formación de los precios resulta el destino que oportunamente tuvo cada "inserción monetaria".

Ilustraremos convenientemente el significado práctico de nuestra aseveración.


2. El destino sectorial de los flujos monetarios

A la relación de cambio entre la moneda, por una parte, y los bienes y servicios, por la otra, la llamamos precios o nivel de precios: P; y este resulta de la simple confrontación entre el caudal monetario: M, y el caudal de bienes servicios: Q, o sea, P =M/Q

De esta simple y axiomática relación formal entre dos variables inexorablemente entrelazadas (M y Q), la "teoría cuantitativa" sacó conclusiones que hasta el día de hoy pretenden tener una validez trascendente, en lo tocante a la formación y magnitud del nivel de precios (P).

Por cierto que a esos fines confluyeron, a lo largo del tiempo, sucesivos refinamientos teóricos que, en una u otra medida, suponían una profundización del análisis y, por consiguiente, de los comportamientos implícitos en cada una de las variables (M y Q) y de la interacción entre ellos. Nos referimos, por ejemplo, a la "velocidad de circulación de la moneda" (V), al coeficiente que denota el "contingente de dinero efectivo" retenido temporariamente o periódicamente por empresas y particulares (k) y a otras variantes a las que volveremos a referirnos más adelante.

Lo cierto es que la confrontación global entre la variable monetaria (M) y la variable producto o "bienes y servicios" (Q) es, a nuestro juicio, el rasgo prominente de todo este andamiaje teórico que, como veremos, ha mantenido una increíble lozanía hasta el presente, y por cierto durante mucho más de un siglo.

Y al sostener tal cosa, respecto de la teoría cuantitativa, incluimos las alternativas que discriminan uno o más tipos de "velocidad de circulación" de la moneda (V, V´, etc.), las que consideran con uno u otro alcance la "reserva de poder adquisitivo" (k) y la "teoría del ingreso" del Prof. Keynes, pues todas ellas, con distintas y variadas salvedades, terminan en el procedimiento de la confrontación global.

En otras palabras, esta característica, fundamental a nuestro juicio, de la "confrontación global" de las variables M y Q, respectivamente es común a todas las versiones que, a lo largo del tiempo, van matizando la originaria "teoría cuantitativa", con la salvedad de que -en la teoría del ingreso de Mr. Keynes se contraponen demanda global (Dg) y oferta global (Og), pero -como lo hemos señalado en alguna otra parte- la proximidad entre demanda global (Dg) y oferta monetaria (M), por una parte, y oferta global (Og) y producto global (Q), por la otra, es muy grande, sólo que el gran economista inglés "dinamiza", por así decir, variables "inertes" (como son "moneda" y "producto"), para convertirlas en variables "dinámicas" (como son demanda global" y "oferta global"). (2)

Nuestra teoría cualitativa parte de un fundamento bien distinto y antitético del prealudido: no es la confrontación global (entre moneda, por una parte, y bienes y servicios, por la otra) la que corresponde, sino la particularizacion sectorial o "interacción sectorial" entre las parcialidades componentes de estas variables, la que contribuirá, no sólo a explicar adecuadamente la formación de los distintos precios (y por ende del nivel de precios), sino también la que, oportunamente, deberá posibilitar y orientar la "inserción" de los flujos monetarios, allí donde los mismos sean más convenientes, desde el punto de vista de la evolución deseada de la economía, incluido por cierto el comportamiento conveniente de los precios internos.

En otras palabras, y para ilustrar este punto básico de nuestro análisis y de nuestra propuesta: si consideramos que dos grandes "sectores" de la economía nacional son el "sector público" y el "sector privado", respectivamente, nuestra discriminación procederá en los siguientes términos.


M1 (sector público)
M2 (sector privado)
----------------------------------- = P
Q1 (sector público)
Q2 (sector privado)


Vale decir que, en la ecuación precedente, nosotros estamos discriminando, no solamente el destino específico del caudal (incremento) monetario encaminado al "sector público"(M1), sino también el resultado de dicho caudal ("inserción) en lo que hace al producto del mismo (Q1). Y por cierto obramos de la misma manera en términos del caudal ("inserción) destinado al "sector privado" (M2) y al correspondiente efecto de este caudal o "inserción", en lo que hace a la producción especifica de tal sector (Q2). (Obviamente que, cuando -de aquí en adelante- hablamos de "incremento" o "inserción", implícitamente nos referimos también a "disminución" o "sustracción", con un eventual efecto opuesto).



3. La sectorización monetaria y el destino "cualitativo" de los flujos

Podemos llevar la "discriminación sectorial" de las inserciones monetarias mucho más allá de lo que da entender nuestra explicación del párrafo precedente. Por ejemplo, nosotros podemos asignar a cada uno de los posibles destinos sectoriales importantes -de la creación (sustracción) de moneda- una denominación especifica: tal como lo hemos hecho con M1 y M2, según que el flujo o la expansión monetaria haya sido dirigido al "sector público" o al "sector privado", respectivamente.

O sea que podríamos discriminar, por ejemplo, respecto de M1 (contingente monetario destinado al "sector público"), el volumen de moneda encaminado a sufragar "gastos generales de la administración pública" (M1.1) del encaminado a sufragar las "inversiones públicas" (M1.2), y aun de otros muchos subsectores en que cualquiera de los sectores prealudidos puede ser discriminado: M1.3, M1.4, M1.5, etc.

De la misma manera. Prodriamos proceder a discriminar destinos sectoriales de la expansión monetaria destinada al "sector privado", según que el caudal correspondiente vaya a sufragar producción agrícola (M2.2), o producto industrial (M2.2), o producción minera (M2.3), o producción pesquera (M2.4); y así podríamos llevar nuestra "discriminación sectorial", en cuanto al destino cualitativo de la expansión (o contracción) monetaria, hasta el detallismo o refinamiento que se considere conveniente para tener un cuadro aclaratorio a satisfacción en tan importante materia.

A esta "discriminación sectorial", según el destino cualitativo de la expansión o contracción monetaria (M1.1, M1.2, M1.3..., M1.n, o bien M2.1, M2.2, ... M2.n) debemos asignarle los indicadores correspondientes en lo que hace o se refiere a las respectivas producciones: Q1.1, Q1.2, ..., Q1.n ; o bien Q2.1, Q2.2 ... Q2.n.

Y podríamos desplegar también los efectos parciales de tal discriminación, en cuanto a la política monetaria (expansión o contracción sectorial), con sus correspondientes efectos en materia de producción (servicios y bienes, respectivamente).

Contando con los elementos antes citados, fruto de nuestra "discriminación sectorial", tanto en materia de destino cualitativo de los flujos monetarios como de las producciones respectivas de los distintos sectores, nosotros podemos tener un panorama parcializado por sectores que nos muestre en cada uno de ellos el nivel de precios, tal como resultaría de las siguientes ecuaciones. Obvio es decir que Ps significa simplemente, "precio correspondiente al sector" o "nivel de precios sectorial":

Ps1.1 = M1.1/Q1.1 ….. y en general Ps1.n = M1.n/Q1.n

Ps2.1 = M2.1/Q2.1 ….. y en general Ps2.n = M2.n/Q2.n

Pero también podríamos tener un panorama general, resultante de la incorporación en una única ecuación, de todas las parcialidades precedentes. A saber:

M1.1 + M1.2 + ….+M1.n (Sector público) + M2.1 + M2.2 + ….+ M2.n (sector privado) = M

Q1.1 + Q1.2 + ….+Q1.n (Sector público) + Q2.1 + Q2.2 + ….+ Q2.n (sector privado) = Q

Y en global M/Q=P

Todo lo cual nos daría un panorama "sectorial" adecuadamente discriminativo, en lo tocante al destino cualitativo de la expansión (contracción) monetaria, según los sectores en particular, así como sus correspondientes efectos parciales en materia de producción y de precios.

Y entonces estaríamos en condiciones mucho mejores para discernir, en función del "destino cualitativo" aludido, cuales son específicamente los ámbitos en que la sobreabundancia o escasez de moneda han originado presiones inflacionarias (deflacionarias), o bien un adecuado desenvolvimiento de la producción.






CAPITULO III

LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DE ARGENTINA, DESDE FINES DEL SIGLO PASADO Y LA GENESIS DE LA "TEORÍA CUALITATIVA"




1. Antecedentes brillantes y derrumbe ulterior

Desde fines del siglo pasado y hasta 1945, la economía argentina evoluciona muy favorablemente, en líneas generales, no obstante el cúmulo de circunstancias que la caracterizaban y que, intrínsecamente, hacían su vulnerabilidad e inestabilidad esencial.

La economía argentina fue plasmada, a partir de mediados del siglo XIX, en un modelo típicamente colonial, vale decir, como país proveedor de materias primas y productos alimenticios, con poca, o ninguna elaboración, y a la vez, por consiguiente, importador de todo genero de manufacturas y productos industrializados.

A esta circunstancia, que subordinaba las exportaciones fundamentales del país a los vaivenes de la demanda externa y de los precios internacionales de los productos primarios, se sumaba la presencia de abultadas inversiones extranjeras que, reales o imaginarias, suponían no obstante un drenaje anual, regular y muy considerable de divisas, a los efectos de atender los servicios y amortizaciones de la deuda externa, pública y privada. Y si a todas estas circunstancias "desestabilizantes" le sumamos la concurrencia de contingencias, imprevistas y prolongadas, tan graves como lo fueron las dos guerras mundiales (1914-18 y 1939-45) y la Gran Crisis (1930-34), tenemos completo un cuadro que, implícitamente, hubiera hecho muy dificultoso un desenvolvimiento normal, sin violentos altibajos, en lo que hace a las principales variables e índices de aquella economía.

Sin embargo, según ya lo hemos anticipado, la economía argentina no sólo se desenvuelve con regularidad, sino que alcanzó un notable ritmo de crecimiento del producto real, a la vez que una posición envidiable en lo que hace al valor internacional de su moneda y a las reservas de medios internacionales de pago.

Pero si en todos estos ordenes resulta destacable, más aun lo es en lo que hace a la evolución del nivel de precios. En esta materia el desempeño es simplemente sorprendente: es posible que ningún país del mundo pueda exhibir, digamos, entre 1895 y 1945, una estabilidad de precios más perfecta que la de Argentina. Y esto es no solamente valedero respecto del índice como promedio general, sino también de la totalidad de los precios de los principales artículos de consumo: el pan, por ejemplo, costaba en 1900 diez centavos del antiguo "peso moneda nacional", y hacia 1945 seguía costando exactamente lo mismo. Tal perfecta estabilidad es común, en ese prolongado lapso, a los precios de la carne, leche, azúcar, y prácticamente cualquier otro tipo de alimento, o de vestimenta, útiles escolares, tarifas de los servicios públicos y alquileres de las viviendas, urbanas o rurales.

Desde 1946, en cambio, los precios trepan casi verticalmente hasta el presente: el promedio de crecimiento no debe se inferior al 40 o 50 por 100 anual, acumulativo; y cabe consignar una circunstancia distorsionante, en lo que se refiere desde entonces a los cómputos oficiales: a medida que se acentúa el ritmo inflacionario, resulta más o menos evidente que los organismos oficiales a cargo de la estadística, a través de artilugios técnicos, "ponderación" del índice, etc., disimulan en una medida muy apreciable la verdadera proporción de la inflación de precios. (3)

En una gráfica de evolución de precios en Argentina de la Dirección General de Estadísticas podemos apreciar el proceso que estamos describiendo, sobre la base de un documento gráfico rigurosamente oficial. Hasta 1945, y desde 50 años antes, la evolución del índice de precios nos muestra una recta con minúsculos altibajos, practicante paralela al eje horizontal de las coordenadas, demostrativa de la casi perfecta estabilidad de los precios, a la cual hemos hecho alusión, y propia de ese prolongado período (1895-1945).

Por el contrario, desde 1946, la evolución del índice nos muestra un progresivo y marcado ascenso que pronto se convierte en una línea casi vertical, debiendo señalarse que, de apicarse una escala logarítmica o semilogaritmica, el ritmo de ascenso desde el mismo año 1946 presentaría la casi uniforme verticalidad que se advierte en el gráfico desde fines de los años 1960 (4).

Sólo cabe agregar lo que en cierta medida resulta obvio a través de la observación de la Figura: hemos ampliado el lapso comprendido en la públicación oficial (1914-1962), pero respetando la tendencia evolutiva del índice, tanto a comienzos como al final del periodo, completando lo que nosotros queremos representar gráficamente: 1895-1981.


2.Política monetaria y evolución fiscal entre 1895 y 1981

Ahora bien, ¿cuáles fueron respecto de ambos periodos las particularidades de la política monetaria?.

Podemos contestar esta pregunta sin vacilaciones, en el sentido de que siempre -a lo largo de ambos periodos totalmente contradictorios, en materia de evolución de los precios- hubo fluidez monetaria relativa o, para decir mejor, abundante creación de moneda.

Otro aspecto interesante, para tener en cuenta, es el de la evolución del presupuesto nacional durante ese lapso. Y también a este respecto debemos señalar que no se advierten diferencias substanciales entre lo acontecido en ambos periodos (1895-1945 y 1946-1981), pues tanto en uno como en otro se producen déficit presupuestarios de considerable magnitud, que son sufragados básicamente mediante préstamos y adelantos del sistema bancario nacional al gobierno central y, en su caso, a los gobiernos provinciales o municipales, y parcialmente con la emisión de billetes.

Sin embargo, en el primer periodo (1895-1945), los abultados déficit presupuestarios y el crédito o emisión para cubrirlos no constituyen motivo alguno de incremento del nivel general de los precios, mientras que en el segundo (1946-1981) el desequilibrio presupuestario y la cobertura del déficit fiscal, mediante crédito o emisión, es acompañada por un extraordinario ritmo inflacionario.

Ahora bien, si no se advierten diferencias notables en lo tocante a "fluidez monetaria" global y tampoco en lo referente a la presencia de "déficit presupuestarios" y a la emisión de moneda o de crédito destinada a cubrirlos, ¿en qué consistirían las circunstancias que determinan un periodo y otro de espectacular incremento inflacionario?

El presente análisis tiende, precisamente, a descifrar y explicar las circunstancias a nuestro juicio determinantes de una y otra evolución tan diversa, en cuanto al comportamiento del nivel de precios, y para comenzar haremos referencia a una anécdota que viene al caso, ocurrida a poco del derrocamiento del Presidente Perón, en 1955.


3. Mi controversia con Prebisch

A fines del año 1955, el gobierno revolucionario que había reemplazado a Perón en Septiembre de ese mismo año, convocó al Sr. Raúl Prebisch, economista argentino que presidía la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), de la Organización de Naciones Unidas, y le invistió con la jerarquía de "asesor económico" del gobierno.

Dicho funcionario me invitó para ocupar un cargo en la conducción económica del país, pero yo -antes de aceptarlo- requerí un cambio exhaustivo de opiniones con el Sr. Prebisch, pues éste había públicado ya un "Informe Preliminar", sobre la situación económica legada por el "peronismo", y otro estudio titulado "Moneda sana o Inflación Incontenible", y no eran pocas ni tenues las diferencias de criterio que me separaban del punto de vista del "asesor económico" oficial (5).

Sostenía Prebisch con respecto al presupuesto nacional y política monetaria para 1956 que, siendo previsible un incremento monetario muy importante ( + 10 mil millones) destinado al "sector público", para sufragar las necesidades de dicho sector que no podrían ser cubiertas por medios normales (impuestos o empréstitos), debían restringirse las facilidades de crédito previstas para el "sector privado" en una suma equivalente (-10 mil millones), de manera tal de "compensar" así aquel exceso en la creación de medios de pago (sector público) con esta contracción (sector privado). (M/Q=P)

Mi argumento, totalmente opuesto a aquel criterio, era el siguiente: que de ninguna manera debían restringirse los medios de pago previstos y necesarios para el sector privado de la economía, por más elevado que fuera el volumen de financiación deficitaria que requiriera el gobierno, por una razón muy simple, que hacía a la naturaleza específica de la contribución de cada sector, respectivamente, al producto nacional; a saber: el sector público es esencialmente un productor de servicios, mientras que el sector privado es primordialmente un productor de bienes, de uso, de consumo y de producción; y jamás la proliferación de los primeros (servicios) puede compensar la adecuada o indispensable producción de los segundos (bienes).

Esta controversia con Prebisch es susceptible de ser explicada sucintamente, utilizando la antes referida estructura tradicional de la ecuación de precios, "médula" de la teoría cuantitativa. Su propuesta vislumbraba, en síntesis, el siguiente cuadro (para explicarlo más claramente discriminamos -como lo hiciéramos antes- el contingente monetario destinado al sector público: M1, de aquel destinado al sector privado de la economía: M2; obviamente, ambos contingentes sumados constituyen la masa monetaria (M), prevista en la teoría aludida):

De acuerdo con su punto de vista, el incremento de moneda requerido por el sector público (M1), era contrarrestado por la contracción del caudal monetario-crediticio previsto para atender las necesidades del sector privado (M2), de manera tal que la "inserción monetaria" motivada por las necesidades gubernamentales era "compensada", por así decir, con la restricción o disminución del contingente monetario del cual habían de disponer las empresas y los particulares. De esta forma, había de conseguirse la estabilidad del caudal monetario (M) y, en tanto y en cuanto no se produjeran alteraciones importantes en el volumen de la producción corriente (Q), había de lograrse la ansiada "estabilización" de los precios y, por ende, la "moneda sana", que era el supuesto objetivo de aquél economista.

Mi punto de vista difería fundamentalmente con el recién expresado.La diferencia con las previsiones de Prebisch radicaba en que, mientras él suponía una estabilidad en la evolución del "producto nacional corriente" (Q): bienes y servicios, yo descontaba un incremento apreciable en la producción de servicios (Q1), y una disminución también considerable en la producción de bienes (Q2), lo cual a mi juicio provocaría inexorablemente el incremento de los precios (P), que había de originarse en el área de éstos últimos y luego, inevitablemente, trasmitirse al resto de la economía.

El comportamiento del índice de precios en 1956 y 57 confirmó plenamente mis predicciones y contradijo las de Prebisch: según los datos oficiales, el aumento promedio de los mismos fué de 15 por 100 en 1956 y de 25 por 100 en 1957.


4. La restricción crediticia y la elevación de las tasas de interés

La política de restricción monetaria a ultranza, destinada a afectar al sector privado de la economía, se continuó de allí en adelante y también, por supuesto la provisión de amplísimos recursos monetarios al sector público.

Con esa política coincidieron plenamente las "recomendaciones" del Fondo Monetario Internacional, al cual comenzó a recurrirse activamente a partir de 1957, en oportunidad de diversos préstamos acordados a la Argentina por tal institución y condicionados al cumplimiento de los "consejos técnicos" o "exigencias" de aquel organismo internacional de crédito. Por ejemplo, en 1965, las estimaciones del Banco Central de Argentina, en cuanto a necesidades previstas de crédito bancario para el "sector privado" eran de 135.000 millones de pesos, pero el Fondo Monetario Internacional recomendó en esa oportunidad se limitaran esos recursos crediticios a sólo 65.000 millones, y así procedió obedientemente el gobierno argentino.

A raíz de la circunstancia prealudida, en abril de 1965 le envié al Presidente de la Nación, Dr. Arturo Illía, una carta pública en la que, entre otras cosas, le expresaba:

"Es absolutamente intolerable que una entidad financiera internacional de la cual la Nación Argentina es miembro activo mediante un importante aporte monetario, condicione un determinado crédito a la circunstancia de que nuestro país realice tal o cual política en el orden de su economía nacional."

"En segundo término, Señor Presidente, tanto la argumentación del organismo referido como la réplica de nuestras autoridades monetarias implica admitir y proclamar, una vez más, que la abundancia mayor o menor de medios de pago es la causa fundamental determinante de la inflación en nuestro país. Y ello es absolutamente falso. Por cuanto la verdadera y fundamental causa determinante de la inflación de precios internos, en los últimos años, es la monstruosa elevación de los costos de financiación de la producción, de los intereses usurarios, que el pulpo financiero extrabancario ha implantado, aprovechando la notoria iliquidez provocada por nuestra autoridad monetaria en combinación con el Fondo Monetario Internacional." (6)

Un par de años después y por razones análogas, dirigí una carta pública -de tenor prácticamente idéntico a la que se acaba de transcribir-, pero en esa oportunidad el destinatario como Presidente de la Nación ("de facto") era el General Juan Carlos Onganía.

Conforme a lo expresado, la experiencia argentina viene demostrando con toda evidencia que el incremento del caudal monetario no es lo fundamental, sino cuál es el destino de ese incremento, tanto desde el punto de vista de la estabilidad de los precios como de la expansión adecuada de la producción.

Pues la financiación ilimitada del sector público y la restricción monetaria -también ilimitada- del sector privado, no solamente han causado un proceso inflacionario espectacular, entre 1946 y 1981, en un país que hasta fines de la II Guerra Mundial no conocía la inflación, sino también un estancamiento o merma progresiva de la producción de numerosas e importantes categorías de bienes.

Recapitulando: la economía argentina transita un curso plenamente favorable en materia de estabilidad de precios, crecimiento del producto interno, niveles de ocupación, acumulación de reservas internacionales de pago, etc., mientras se aplica una política de fluidez monetaria y a muy bajos tipos de interés: todo ello, aproximadamente, hasta finalizar la II Guerra Mundial.

Es a partir de esa fecha, que coincide a grandes rasgos con el advenimiento del primer gobierno de Perón, que la política monetaria sufre un cambio fundamental. Se comienza a practicar una severa restricción crediticia, por una parte, destinada a afectar al sector privado de la economía y, por la otra, comienzan a elevarse sostenidamente las tasas de interés bancario. A partir de este cambio, todo se va convirtiendo progresivamente en un notorio desastre para la economía del país rioplatense.

A continuación, nosotros nos detendremos a escudriñar, en los próximos capítulos, que recomendaciones tuvieron vigencia -en el orden mundial- durante el lapso señalado, 1895-1981, en materia de política monetaria, primero inspiradas en la "teoría cuantitativa", luego en el "neoclasicismo keynesiano" y, finalmente, en el "monetarismo", del Prof. Milton Friedman.